CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de marzo de 2011

RAYOS DE LUNA


Aquí, en el mar insomne, cual mi anhelo,
busco la paz, el sueño busco en vano...
su fulgor lanza lívido y lejano
a luna muerta... ¡oh soledad del cielo!

Tiembla en la onda, que ilumina, el rielo,
el rielo palpitante, tan humano
que imita la escritura de una mano
el temblor de un adiós en un pañuelo...

No puede ser casualidad... no puede...
yo estoy leyendo sobre el Mar Caribe
lo que en mi propio corazón sucede...

Y es que aquel nombre que jamás exhibe,
el dulce nombre, que a mentar no cede,
mi alma de luna sobre el agua escribe...

Jose de Diego

30 de marzo de 2011

A INES NATALY


Quiso mostrarte la clemencia santa
y te infundió su soberano aliento,
puso en tus ojos luz de firmamento
y del ángel el trino en tu garganta.

Y admirándose al ver belleza tanta,
Baja -te dijo- al valle del tormento,
y cuando el hombre en negro desaliento
clame: ¡NO EXISTE DIOS! mírale y ¡canta!

Y tú, cisne del cielo, la armonía
nos revelas del cielo al escucharte;
yo, que olvidando al cielo ya tenía,

enviada del Señor, quiero cantarte,
que aunque la fe del alma apagó el llanto,
donde Dios se revela, allí le canto.

Antonio Plaza

29 de marzo de 2011

ALEGRAOS


Alegraos con las flores que embriagan,
Las que están en nuestras manos.
Que sean puestos ya
Los collares de flores.
Nuestras flores del tiempo de lluvia,
Fragantes flores,
Abren ya sus corolas.
Por allí anda el ave,
Parlotea y canta,
Viene a conocer la casa de dios.
Sólo con nuestros cantos
Perece vuestra tristeza.
Oh señores, con esto,
Vuestro disgusto de disipa.
Las inventa el Dador de la vida,
Las ha hecho descender
El inventor de sí mismo,
Flores placenteras,
Con ellas vuestro disgusto se disipa.

Nezahualcoyotl

28 de marzo de 2011

ERA TAMBIEN DE FUEGO



Era también de fuego:
sobre el tizón, hirientes, casi diáfanas
violetas duras a los ojos,
coronadas de oro. De esto era,
de esto se construía bajo el humo.

También como de alas en asalto;
pluviales hojas enjambradas,
arboladuras de reloj a vela.

Y en vela yo, sumiso y vigilante
a la corriente en que me estoy hundiendo.

Buscando quién me soy cuando soy este
sabor labiodental, que sobrenada
entre las redes del aroma;
estos golpes de tacto en soñolientas
aguas desembocando; quién me nace
-póstumo ya- si la serpiente
de música enjoyada quiebra
el cascarón, y adelgazándose
-sensual, bicéfala y exacta-
cruza la puerta doble del oído.

En venta está mi cuarto, y de la mano
saco a la calle mis rincones.
Me dieron el indulto cuando estaba
ya contra la pared, y ojivendado.

Allí donde vivimos,
en el lugar en que nos conocemos;
donde la noche oscura, que amanece
de las cinco prensiles
advocaciones ávidas del alma.

Y era como el silencio que tú sabes;
como de casa grande, como ramas
de anochecido pueblo solo.

Yo soy hombre, y me callo tantas cosas
que tendremos que hablar cuanto tú quieras;
la orquestada pasión y las raíces
de aquellos ojos míos que me miren
desde el sembrado sitio de tus ojos.

Me sobrevivo en vela, mereciendo
que al corazón me apunten al matarme.

Rubén Bonifaz Nuño

27 de marzo de 2011

OFRENDA


¡Ah! yo que en torno de tu sien he visto
Perennemente suspendida el alba,
Y encenderse en el cielo de tus ojos
Como una estrella el esplendor de tu alma,
Ha querido mi ofrenda de poeta
Consagrar a tu imagen solitaria,
Azucena de luz, donde mi espíritu
Posó un instante las ligeras alas.

Rafael Obligado

26 de marzo de 2011

EN EL MULADAR


Mendigo: tu blasfemia me estremece...
¡Deja que olvide a Dios el venturoso;
pero tu labio hambriento y asqueroso
con renovada fe bendiga y rece!

Todo, menos su Dios, le pertenece
al opulento sano y poderoso;
y el pobre, miserable y haraposo,
de todo excepto, de su Dios, carece.

Dios es al cabo el único enemigo
del vano, del audaz, del sibarita,
y la sola esperanza, el solo amigo

de quien llora, padece y necesita...-
¡Sin Dios, el universo se anonada!
¡Sin Dios, el rico es Dios, y el pobre nada!

Pedro Antonio de Alarcon

25 de marzo de 2011

LOS DIAS QUE LA AUSENCIA HA DEVORADO


Nunca olvidarás la calle bajo la luz extraña
de septiembre, una tarde; no olvidarás
olores del café que dormía en la taza,
pero tal vez olvides algo, tal vez se ausente algo.
Y ahora sólo escucho el sonido de la noche
que cae de la playa, y no hay nadie,
nadie que te recuerde, nadie
sino los vientos
marítimos, las voces de los niños, y el perro
que duerme todo el día como espejo aburrido,
nadie sino el azul dormido por la playa.

Entonces la penumbra rodeaba los sillones
y desde alguna parte la música subía,
la música mojaba tu ardiente corazón,
y desde alguna parte, desde una parte gloriosa,
tu voz que conversaba derramaba los días
futuros de nuestras vidas, acentuando, invisible,
lo que apenas pensaba la memoria lejana.

Compañero presente, no queda nada
sino el silencio de la casa,
los días que el amor ha devorado,
tu rostro que brilla en las paredes
acentuando la nostálgica luz de la luna,
los pasos que acercaron su carga de deseos
hacia el río desierto; y sólo el eco
de esas largas conversaciones rotas
en la orgullosa y perdida tarde final de un año,
las palabras llenas de alcohol bailando
delante de nuestros ojos; es decir, queda un nombre
que recorrió veredas sucias, pobres, tiznadas
por la luz de un crepúsculo;
y ahora, compañero, las mañanas ansiosas
de estudio interrumpido caen entre mis manos
y desde el parque viene la bocanada amarga
de aquello que responde sólo a un pasado muerto.

Abrid, abrid las puertas silenciosas
que el tiempo no ha tocado; dejad que entren los cuerpos
a ocupar su lugar; dejad que el lecho curve
un arco distendido de pieles ardorosas;
dejad que alguien devore los días. Sólo queda
en la casa de antaño un viento que recorre
cuerpos aletargados: un viento que levanta
días donde las ciénagas reciben cuerpos muertos,
días que retroceden del día que dejaron,
días que sostenían una nueva estela,
una burbuja apenas
sobre el agua callada que alguien bebiera solo.

Miguel Arteche Salinas

24 de marzo de 2011

ANGUSTIAS

(A mi esposo, ausente en Europa)




Torna a morir el sol. Así pasando
van de tu ausencia los terribles días,
en mi semblante pálido marcando
la huella de profundas agonías.

Torna a morir el sol. El hogar mío
de arpegios infantiles está lleno;
pero rueda del párpado sombrío
una rebelde lágrima a mi seno.

¡Podré, cuando regreses a mi lado,
rico de porvenir, rico de ciencia,
presentarte el tesoro inmaculado
de este grupo de amor y de inocencia?

¡Yo no lo sé! Cuando la muerte lanza
su aliento destructor sobre este suelo,
desfallece en mi pecho la esperanza
y me finge el terror mi hogar en duelo

Yo no he visto en los círculos de Dante
más terrible ansiedad, más cruel angustia;
se rinde el corazón agonizante,
y el alma siento desolada y mustia.

¡Y tú sufres también! También los brazos
extiendes a tu hogar con el deseo,
y luchas del deber entre los lazos,
cual otro encadenado Prometeo.

¿Por qué dejé que tan prolija ausencia
así emprendieras en momento aciago,
si me siento morir sin tu presencia,
si en todo miro aterrador amago?

¿Si miramos los dos, lentas y frías,
entre duda y afán pasar las horas,
sin que calmen futuras alegrías
las nubes del pesar abrumadoras?

Imposible vivir así, llevando
la angustia en el espíritu, la muerte;
imposible vivir agonizando,
sin luz el mundo y la existencia inerte.

¡Acaba, llega! ¡Que el hogar sin calma
es de mis penas intimas remedo;
que tiemblo por los hijos de mi alma;
que la vida sin ti me causa miedo!

Salome Ureña de Henriquez

23 de marzo de 2011

TEORIA DE LA VISION PROFUNDA


Las palabras son anclas
clavadas en el suelo,
pájaros mutilados
que tienen un viajero
corazón de nube;
pero así como el nardo
tiene llena por dentro
su vida de una oculta
claridad madrugada,
así las demás cosas
también puede que tengan
sus vidas de una misma
manera amanecidas.

No es posible una carne
sin sueños ni palabras,
sin angustia de voces,
sin corazón de lumbre
ni párpados de llanto.

Todo tiene, sin dudas,
que tener otra vida
por dentro de la cual
-y estremecida toda-
debe haber algún cielo
herido de canciones.

Es lógico pensar
que a espaldas de la luz
clara de las estrellas
ningún hombre ha podido
vislumbrar su camino
en la noche profunda,
y es que olvidamos siempre
-inexplicablemente-
que la piedra es la infancia
remota del silencio,
y que el agua no es más
que el discurrir del tiempo.

Únicamente vemos
lo externo de las cosas;
jamás nos incluimos
para escuchar la simple
verdad que se nos muestra
desnuda desde el suelo.

Si la rosa miramos,
no vemos que la rosa
es solamente un trino
de pétalos clavados
sobre la vertical
resignación de un tallo.

Nuestra visión se queda
tan sólo en los colores,
sin ver jamás el verde
color de las pisadas
del viento que retoza
desnudo entre las hojas.

Franklin Mieses Burgos

22 de marzo de 2011

ANSIEDAD


Ansia de estar un día en un puente de mando,
recibir en el rostro el castigo del viento;
sin ninguna arribada, por siempre navegando,
sin dudas ni temores, cansancio o desaliento.

Y no saber siquiera, en qué forma ni cuándo,
ha de concluir el viaje -en milagro de cuento-;
ni cuándo retornar a éste mi lecho blando,
ni a la antigua ventana, ni al dorado aposento.

Acres de sal los labios, ruda racha en la frente,
perdido el horizonte, sin destino la nave,
sin nada que la guíe, sin nadie que la oriente,

mecida por las olas, columpiada en la cresta,
apenas sobre el mástil las alas de algún ave;
sólo el rumor del mar, y Dios como respuesta.

Marilina Rebora

21 de marzo de 2011

ESPERENCIA


Te almirás porque li hago poco caso al destino
y no mi ando lomiando por ninguna disgracia;
porque a cada rodada me levanto riyendo
y en lugar de quejarme suelto alguna chuscada.

Carculás que de bruto doy el pecho a la vida;
que nací con más ñudos que una caña tacuara,
y si a cara'e fandango me abarbaro a las penas
es por falta de yeito pa poder gambetiarlas.

Y decís que soy mesmo que los gatos monteros
porque amuestro los uñas si la güelta se cuadra;
y que soy venenoso como mata'e mío-mío;
y que tengo más filo que cuchiyo'e carniada.

Pero andás erradaso carculando esas cosas.
Sos'tuavía muy borrego pa querer hacer basa
en un truco ande dentran jugadores cancheros,
qu'empacusan el maso si la liga les faya.

No sabés qu'es la suerte cabortera chirusa
que cuanti más l'halagan más fácil güelve'l anca,
y qu'es de maturrangos dir a meterle'l freno
sabiendo qu'es al ñudo quererl'hacer cabaya.

No sabés qu'en la vida debe andarse al tranquito
porque ansí no se cansa ni el matungo más maula,
y qu'el hombre, aunque monte'n un tordiyo sabino,
debe dir bien dispierto pa no errar las picadas.

Inorás que no sirve tener'l'alma muy floja;
que ser güeno risulta la más pior chambonada,
porqu'el güeno es lo mesmo que un churrasco sabroso
al que tuitos se apuran por sacarle tajada.

La lechiguana sonsa'nida en cualquier carqueja
y hasta el lagarto maula se anim'a coletiarla;
al mangangá picaso ninguno lo incomoda
porque saben que tiene la lanceta muy brava.

Cavilá lo que ti hablo, gurí, que no es soncera;
pensá, pa tu gobierno, está verdá machasa:
al quebracho, por duro, lo respeta el leñero,
y al palo'e leche, en cambio, ¡le dentra cualquier hacha!

Serafin J. Garcia

20 de marzo de 2011

ROMANCES


1

¿Qués de ti, desconsolado?
¿Qués de ti, rey de Granada?
¿Qués de tu tierra y tus moros?
¿Dónde tienes tu morada?

Reniega ya de Mahoma
y de su seta malvada,
que bivir en tal locura
es una burla burlada.

Torna, tórnate, buen rey,
a nuestra ley consagrada,
porque si perdiste el reyno
tengas ellalma cobrada;
de tales reyes vencido
onrra te deve ser dada.

¡O Granada noblecida,
por todo el mundo nombrada!,
hasta aquí fueste cativa
y agora ya libertada.

Perdióte el rey don Rodrigo
por su dicha desdichada;
ganóte el rey don Fernando
con ventura prosperada,

la reyna doña Ysabel,
la más temida y amada,
ella con sus oraciones
y él con mucha gente armada.

Según Dios haze sus hechos
la defensa era escusada,
que donde Él pone su mano
lo impossible es quasi nada.

2

Por unos puertos arriba
de montaña muy escura
caminava el cavallero,
lastimado de tristura;

el cavallo dexa muerto
y él a pie, por su ventura,
andando de sierra en sierra
de camino no se cura,

huyendo de las florestas,
huyendo de la frescura,
métese de mata en mata
por la mayor espessura;

las manos lleva añudadas,
de luto la vestidura,
los ojos puestos en tierra
sospirando sin mesura.

En sus lágrimas bañado,
más que mortal su figura,
su bever y su comer
es de lloro y amargura;

que de noche ni de día
nunca duerme ni assegura,
despedido de su amiga
por su más que desventura.

A verle de consolar
no basta seso y cordura;
biviendo penada vida
más penada la procura,
que los coraçones tristes
quieren más menos holgura.

3

Mi libertad en sossiego,
mi coraçon descuydado,
sus muros y fortaleza
amores me la han cercado.

Razón y seso y cordura,
que tenía a mi mandado,
hizieron trato con ellos,
¡malamente me han burlado!

Y la fe, que era el alcayde,
las llaves les ha entregado;
combatieron por los ojos,
diéronse luego de grado,

entraron a escala vista,
con su vista han escalado,
subieron dos mil sospiros,
subió passión y cuydado
diziendo: "¡Amores, amores!"
su pendón han levantado.

Quando quise defenderme
ya estava todo tomado;
huve de darme a presión
de grado, siendo forçado.

Agora, triste cativo,
de mí estoy enagenado,
quando pienso libertarme
hállome más cativado.

No tiene ningún concierto
la ley del enamorado;
del amor y su poder
no ay quién pueda ser librado.

4

Yo me estava reposando,
durmiendo, como solía,
recordé, triste, llorando
con gran pena que sentía.

Levantéme, muy sin tiento,
de la cama en que dormía,
cercado de pensamiento,
que valer no me podía.

Mi passión era tan fuerte
que de mí yo no sabía,
comigo estava la muerte
por tenerme compañía.

Lo que más me fatigava
no era porque muría,
mas era porque dexava
de servir a quien servía.

Servía yo una señora
que más que a mí la quería
y ella fue la causadora
de mi mal sin mejoría.

La medianoche passada,
ya que era cerca del día,
salíme de mi posada
por ver si descansaría.

Fuy para donde morava
aquella que más quería
por quien yo triste penava,
mas ella no parecía.

Andando todo turbado
con las ansias que tenía,
vi venir a mi cuydado
dando bozes, y dezía:

"Si dormís, linda señora,
recordad, por cortesía,
pues que fuestes causadora
de la desventura mía.

Remediad mi gran tristura,
satisfazed mi porfía,
porque si falta ventura
del todo me perderla."

Y con mis ojos llorosos
un triste llanto hazía
con sospiros congoxosos
y nadie no parecía.

En estas cuytas estando,
como vi que esclarecía,
a mi casa, sospirando,
me volví, sin alegría.

5

Gritando va el cavallero,
publicando su gran mal,
vestidas ropas de luto
aforradas en sayal,

por los montes sin camino,
con dolor y sospirar,
llorando a pie descalço,
jurando de no tornar

adonde viesse mugeres,
por nunca se consolar
con otro nuevo cuydado
que le hiziesse olvidar

la memoria de su amiga
que murió sin la gozar;
va buscar las tierras solas
para en ellas abitar.

En una montaña espessa,
no cercana de lugar,
hizo casa de tristura,
ques dolor de la nombrar,
de una madera amarilla
que llaman desesperar.

Paredes de canto negro
y también negra la cal,
las tejas puso leonadas
sobre tablas de pesar.

El suelo hizo de plomo
porques pardillo el metal,
las puertas chapadas dello
por su trabajo mostrar.

Y sembró por cima el suelo
secas hojas de parral,
ca do no s'esperan bienes
esperança no ha destar.

En aquesta casa escura
que hizo para penar
haze más estrecha vida
que los frayles del paular
que duermen sobre sarmientos
y aquéllos son su manjar.

Lo que llora es lo que beve
y aquello torna a llorar
no más de una vez al día
por más se dibilitar.

Del color de la madera
mandó una pared pintar,
un doser de blanca seda
en ella mandó parar.

Y de muy blanco alabastro
hizo labrar un altar
con cánfora vitumado,
de raso blanco el frontal.

Puso el bulto de su amiga
en él para le adorar:
el cuerpo de plata fina,
el rostro era de cristal,
un brial vestido blanco
de damasco singular,

mongil de blanco brocado
forrado en blanco cendal,
sembrado de lunas llenas,
señal de casta final.

En la cabeça le puso
una corona real,
guarnecida de castañas
cogidas del castañar.

Lo que dize la castaña
es cosa muy de notar:
las cinco letras primeras
el nombre de la sin par;
murió de veynte y dos años
por más lástima dexar.

La su gentil hermosura,
¡quién que la sepa loar!,
ques mayor que la tristura
del que la mandó pintar.

En lo quél passa su vida
es en la siempre mirar;
cerró la puerta al plazer,
abrió la puerta al pesar,
abrió la para quedarse
pero no para tornar.

6

Descúbrasse el pensamiento
de mi secreto cuydado,
pues descubren mis dolores
mi bivir desesperado.

Que una señora a quien sirvo
mi servir tiene olvidado;
con mi muerte mi servicio
ha de ser galardonado.

Si días m'á dado tristes,
las noches nunca he holgado;
su beldad me hizo suyo,
hermosura en tanto grado
quen su gesto muy hermoso
el de Dios está esmaltado.

De sus gracias excelentes
todo el mundo está espantado;
su crueldad está secreta
y mi mal muy publicado.

¡Dolor de mí, que me veo
suyo de fuerça, de grado!
¡Ay de mí, que la miré
para bivir lastimado!

Triste, ya sin esperança,
loco amador desamado,
aborrecido, cativo,
más que todos desdichado.

Pues que no sé desamar,
¿para qué fue namorado?,
¿para llorar y plañir
gloria del tiempo passado?,

¿para pesar y dolor
siempre tener acordado?
Ningún remedio ventura
para mi mal ha dexado.

Consejos m'án hecho triste,
consuelos, desconsolado;
con los muertos ando bivo
y con los bivos finado.

¡Ved si vieron los nacidos
vida de hombre más penado!
La sepultura fallesce,
quel bivir es acabado;
dádgela, señora, vos,
pues la muerte le avéys dado.

Sed piadosa en el morir,
pues la vida os ha enojado,
y mandad poner encima,
por armas y por ditado,
de letras negras escritas:
"Aquí yaze sepultado
quien murió, en cuyo servicio
nunca le vieron mudado."

Juan del Encina

19 de marzo de 2011

ROSA DIVINA QUE EN GENTIL CULTURA


Rosa divina que en gentil cultura
eres, con tu fragante sutileza,
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura.

Amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la vana gentileza,
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura.

¡Cuán altiva es tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas,
y luego desmayada y encogida

de tu caduco ser das mustias señas,
con que con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!

Sor Juana Inés de la Cruz

18 de marzo de 2011

CALMA EN EL MAR



El cielo está puro,
La noche tranquila,
Y plácida reina
La calma en el mar.
En su campo inmenso
El aire dormido
La flámula inmóvil
No puede agitar.

Ninguna brisa
Llena las velas,
Ni alza las ondas
Viento vivaz.
En el oriente
Débil meteoro
Brilla y disípase
Leve, fugaz.

Su ebúrneo semblante
Nos muestra la luna,
Y en torno la ciñe
Corona de luz.
El brillo sereno
Argenta las nubes,
Quitando a la noche
Su pardo capuz.

Y las estrellas,
Cual puntos de oro,
En todo el cielo
Vense brillar.
Como un espejo
Terso, bruñido,
Las luces trémulas
Refleja el mar.

La calma profunda
De aire, mar y cielo,
Al ánimo inspira
Dulce meditar.
Angustias y afanes
De la triste vida,
Mi llagado pecho
Quiere descansar.
Astros eternos,
Lámparas dignas,
Que ornáis el templo
Del Hacedor;
Sedme la imagen
De su grandeza,
Que lleve al ánimo
Santo pavor.

¡Oh piloto! la nave prepara:
A seguir tu derrota dispónte,
Que en el puro lejano horizonte
Se levanta la brisa del sur;
Y la zona que oscura lo ciñe,
Cual la luz presurosa se tiende,
Y del mar, cuyo espejo se hiende,
Muy más bello parece el azul.

Jose Maria Heredia

17 de marzo de 2011

DON MANUEL


Nació en España. Vino al Nuevo Mundo
con sus padres, severos castellanos,

siendo apenas un niño. Una leyenda
de oscuros infortunios y naufragios

envuelve la memoria de esos padres
de los que sólo quedan dos retratos:

Él, con cerrada barba, de levita;
ella, de luto, en las monjiles manos

sosteniendo, devota, un libro negro
del que cuelgan las cuentas de un rosario.

Nunca el patriarca evoca los recuerdos
de aquella travesía del Atlántico,

ni del arduo triunfo en tierra extraña,
que hubo de hacer un opulento indiano

de su padre difunto. Nunca evoca
el alto caserón de vastos patios

en que vivió su adolescencia, y nunca
las dichas y desdichas de esos años.

¿Qué sucedió en su mocedad lejana?
¿Cómo vino la quiebra, el desamparo?

¿Qué fue de aquel señor de barba oscura
que se yergue, severo, en el retrato,

conquistador de una opulencia efímera
en un rincón del Sur americano?

Don Manuel, el patriarca, siendo joven,
y padre ya -para sus tres hermanos-

abandonó la Tierra Prometida
y vino al Paraguay. Con su trabajo

se abrió camino y prosperó. Su casa
vasta y feliz, con emparrados patios,

se llenó de la risa de los niños
y de la algarabía de los pájaros.

¡Qué misterioso, pienso hoy, ha sido,
aquel tío Manuel, de rostro santo,

que vivió en tres países tantas vidas
y parecía no tener pasado!

Fue su vivir, vivir día tras día
el drama de sucesos cotidianos:

los pequeños problemas y los graves,
con un valor tranquilo y resignado

Tuvo un negocio grande y bien nutrido,
el mejor de la villa en muchos años.

Muchedumbres llenaban esa tienda,
de la villa, y de pueblos comarcanos.

Fue próspero y feliz. Todas las tardes,
tras el bronco tumulto del trabajo,

él podaba su parra o sus rosales,
o paseaba por su inmenso patio.

Su mujer y sus hijos y sus clientes,
-los ricos y los pobres-; sus criados;

sus múltiples ahijados y compadres
lo querían. Él era un hombre honrado,

un varón casi mítico: el patriarca.
En su huerta crecieron los manzanos,

las higueras y nísperos. Los frutos
de su huerta no fueron nunca ácidos.

En su ubérrima parra los racimos
fueron la miel de todos los veranos.

Sólo antes de su muerte, un mediodía,
habló de su niñez, triste y nostálgico.

Habló del viejo caserón perdido,
y sus ojos profundos se nublaron.

Se vio en el Sur en florecido huerto,
vio a su remoto padre castellano

con su barba cerrada; vio a su madre
desgranando las cuentas del rosario...

Y acaso vio también el oleaje
brillante de promesas, del Atlántico.

Hugo Rodriguez Alcala

16 de marzo de 2011

LA ROSA


Yo sé que estás aquí en mi mano
te tengo, rosa fría.
Desnudo el rayo débil
del sol te alcanza. Hueles,
emanas. ¿Desde dónde,
trasunto helado que hoy
me mientes ? ¿Desde un reino
secreto de hermosura,
donde tu aroma esparces,
para invadir un cielo
total en que dichosos
tus solos aires, fuegos,
perfumes se respiran?
¡Ah, sólo allí celestes
criaturas tú embriagas!

Pero aquí, rosa fría
secreta estás, inmóvil;
menuda rosa pálida
que en esta mano finges
tu imagen en la tierra.

Vicente Aleixandre

14 de marzo de 2011

ODA XXI


A NUESTRA SEÑORA

Virgen, que el sol más pura,
gloria de los mortales, luz del cielo,
en quien la piedad es cual la alteza:
los ojos vuelve al suelo
y mira un miserable en cárcel dura,
cercado de tinieblas y tristeza.
Y si mayor bajeza
no conoce, ni igual, juicio humano,
que el estado en que estoy por culpa ajena,
con poderosa mano
quiebra, Reina del cielo, esta cadena.

Virgen, en cuyo seno
halló la deidad digno reposo,
do fue el rigor en dulce amor trocado:
si blando al riguroso
volviste, bien podrás volver sereno
un corazón de nubes rodeado.
Descubre el deseado
rostro, que admira el cielo, el suelo adora:
las nubes huirán, lucirá el día;
tu luz, alta Señora,
venza esta ciega y triste noche mía.

Virgen y madre junto,
de tu Hacedor dichosa engendradora,
a cuyos pechos floreció la vida:
mira cómo empeora
y crece mí dolor más cada punto;
el odio cunde, la amistad se olvida;
si no es de ti valida
la justicia y verdad, que tú engendraste,
¿adónde hallará seguro amparo?
Y pues madre eres, baste
para contigo el ver mi desamparo.

Virgen, del sol vestida,
de luces eternales coronada,
que huellas con divinos pies la Luna;
envidia emponzoñada,
engaño agudo, lengua fementida,
odio crüel, poder sin ley ninguna,
me hacen guerra a una;
pues, contra un tal ejército maldito,
¿cuál pobre y desarmado será parte,
si tu nombre bendito,
María, no se muestra por mi parte?

Virgen, por quien vencida
llora su perdición la sierpe fiera,
su daño eterno, su burlado intento;
miran de la ribera
seguras muchas gentes mi caída,
el agua violenta, el flaco aliento:
los unos con contento,
los otros con espanto; el más piadoso
con lástima la inútil voz fatiga;
yo, puesto en ti el lloroso
rostro, cortando voy onda enemiga.

Virgen, del Padre Esposa,
dulce Madre del Hijo, templo santo
del inmortal Amor, del hombre escudo:
no veo sino espanto;
si miro la morada, es peligrosa;
si la salida, incierta; el favor mudo,
el enemigo crudo,
desnuda, la verdad, muy proveída
de armas y valedores la mentira.
La miserable vida,
sólo cuando me vuelvo a ti, respira.

Virgen, que al alto ruego
no más humilde sí diste que honesto,
en quien los cielos contemplar desean;
como terrero puesto—
los brazos presos, de los ojos ciego—
a cien flechas estoy que me rodean,
que en herirme se emplean;
siento el dolor, mas no veo la mano;
ni me es dado el huir ni el escudarme.
Quiera tu soberano
Hijo, Madre de amor, por ti librarme.

Virgen, lucero amado,
en mar tempestuoso clara guía,
a cuvo santo rayo calla el viento;
mil olas a porfía
hunden en el abismo un desarmado
leño de vela y remo, que sin tiento
el húmedo elemento
corre; la noche carga, el aire truena;
ya por el cielo va, ya el suelo toca;
gime la rota antena;
socorre, antes que emviste en dura roca.

Virgen, no enficionada
de la común mancilla y mal primero,
que al humano linaje contamina;
bien sabes que en ti espero
dende mi tierna edad; y, si malvada
fuerza que me venció ha hecho indina
de tu guarda divina
mi vida pecadora, tu clemencia
tanto mostrará más su bien crecido,
cuanto es más la dolencia,
y yo merezco menos ser valido.

Virgen, el dolor fiero
añuda ya la lengua, y no consiente
que publique la voz cuanto desea;
mas oye tú al doliente
ánimo, que contino a ti vocea.

Fray Luis de Leon

13 de marzo de 2011

ROMANCES




A una señora dama de palacio, un día que salió en la procesión de las Palmas

1


Salió dividido el sol
en dos azules estrellas;
y, contra la ley del día,
se vio un oriente en dos puertas.

Otras luces se adelantan,
mas, en fe de mal opuestas,
con sobornos de inferiores
compraron fama de apuestas.

Hanme dicho que la pinte
los que no pudieron verla,
que a los demás en cenizas
informó de su belleza.

Tan blanca hermosura anima
que, engañada ya la abeja,
busca en su rostro las flores
que ha conocido en las selvas.

En la fuerza de sus ojos,
a pesar de desatenta,
iba cobrando el descuido.
trofeos de diligencia.

Aunque muchas la acompañan,
va sola; y, aunque se queda
después que pasaron otras,
dicen que va la primera.

Cuantas palmas se adelantan
su ardiente victoria ostentan,
y van llevando los triunfos
que ha ganado su belleza.

Ninguno a sus manos fíe
el remedio de sus flechas,
porque espira entre sus manos
cuanto en sus ojos enferma.

En su boca breve y grave
risueño el clavel impera
los vasallos más en orden,
cabal población de perlas.

En luces de ardiente nácar
su tez la rosa desprecia,
donde la nieve, no a copos,
a mariposas se quema.

El candor de sus mejillas
más que la púrpura reina,
porque la color quebrada
se llama hermosura entera.

Este atrevido dibujo
hizo a su beldad ofensa,
en un disanto a quien daba
altivas señas de fiesta.




Conocimiento de un riesgo superior, que aun es osadía el temerle

2

Cómo me huelgo, pastores,
de que haya sabido el alma
cómo se pagan delitos
de mirar deidades altas.

De todo un sol mariposa,
su fuerza sufren mis alas.
Ni tanta luz me da vida,
ni tanto fuego me mata.

Pena padezco sin culpa,
por más que osado me llaman,
pues nadie evita los golpes
que vienen sin amenaza.

Piadosos, curar me quieren
algunos con la mudanza.
Sin duda ignoran que el mundo
no tiene más de una Anarda.

La muerte civil remedio
es de pena tan hidalga,
porque quien amando muere
es ladrón de su constancia.

Quien la ausencia me acredita
déme poder, si le alcanza,
para que yo no me lleve
adonde quiera que vaya.

El desengañar mi pena
será desacreditarla,
que desengaña primero
aquel que se desengaña.

Nada que esperar me queda,
sino no esperar en nada.
A la muerte estoy, y tengo
en la muerte mi esperanza.




Bosquejo de una dama de muchos méritos

3

Aquí de Antandra, pastores,
pero no me socorráis,
que en quien muere tan dichoso
es grosera la piedad.

Si os admira ver que vivo,
medid con una deidad
la muerte que nace de ella;
veréis la muerte inmortal.

Mi pluma os dirá su riesgo.
¡Oh qué tarde os le dirá!
Adonde más que el aviso
sabe el golpe madrugar.

Valentía en el donaire,
despejo con gravedad,
la vista dé -mueran luego-,
el gusto dé -vivan más-.

Los ojos que por valientes
dicen con dulce ademán,
todos los pares de Francia
se rindieron a este par.

Dos albas sus manos son,
pues fuera infelicidad
en esfera de dos soles
haber un alba no más.

Hiere tan sutil su ingenio
como si antes el mirar
dejase vida a las voces
de un encanto celestial.

Esta es la copia de Antandra;
líbreme el cielo del mar,
que menos osadas plumas
su venganza fueron ya.




Hallándose en su amor obstinado a muchos desengaños

4

Pastor mal afortunado,
diligente pero necio,
si en mieses de desengaños
no has cogido un escarmiento

¿hasta cuándo solicitas
malagradecido suelo?
Coge (una vez advertido)
por lo medrado lo cuerdo.

El peinado afán del surco
cese ya, que tantos riesgos
ya no serán sacrificios,
sino cóleras al tiempo.

Con máscara de favores
te han salido los desprecios,
si sabes tomar el vaso
a dar vida en el veneno.

¡Ay de mí!, tan anegado
que me ha de sobrar el puerto,
pues ya el bajel en que bogo
es una tumba con remos.

Es un águila de lino,
crespa lisonja del viento,
desde donde, a luz de rayos,
lo hermoso de un sol contemplo.

De cuya insanable herida
no he de curarme; que temo,
después de intentarlo en vano,
hacer malquisto al remedio.



Retrato de una dama que, por bella y entendida, se equivocaba lo insigne

5

Anarda va de retrato;
no es valor, sino licencia,
que de plumas de tus alas
se arme un pincel que te ofenda.

Así el águila, que el sol
escala al viento, desprecia
plumas que las flechas vistan,
porque ha de burlar las flechas.

Es natural su hermosura,
mas tanto el milagro ostenta
que nos muestra milagrosa
la misma naturaleza.

En su rostro a luces tantas
el jazmín templado anhela,
que ya la nieve alevosa
de otro elemento se precia.

En sus cabellos sutiles
retrató sus agudezas;
los cabellos imagina
y los pensamientos peina.

En la que llaman nariz
pincel natural ostenta
los primores de quien sabe,
con venturas de que acierta.

Hace su cuello al cristal
nuevo linaje de ofensa;
a competencias le admite
y a victorias le desprecia.

Para dibujar sus manos,
no halló caudal la azucena,
porque se vino al examen
aun sin vanidad de apuesta.

Su ingenio, mayor que rayo,
vive en su divina esfera,
pues con prodigios avisa
y sin estruendos penetra.

Desde que escuchó su canto,
dice la admirada aldea
que no canta, mas porfía,
ya el ruiseñor en las selvas.

Robó su ingenio y su gala
el mayorazgo a las feas,
a tiempo que a las hermosas
quitó el tributo de necias.

Ésta quiso ser la copia,
zagales, de una belleza
que hizo de mis osadías
lo que el sol de las estrellas.




Deposición amante de su rendimiento

6

Cautiváronme dos ojos,
como Dios hizo un Argel
y, sin tener ley alguna,
quieren que guarde su ley.

Hicieron de mí sus rayos
lo que el áspid del clavel,
la esfinge del caminante
y el segador de la mies.

Dos años ha que los vi,
que nací, mejor diré,
pues se empieza de la dicha
más que del tiempo el nacer.

Tan otro soy del que fui
que, admirado alguna vez,
me pregunto por mí mismo
y no me sé responder.

Pero estése la piedad
donde quisiere el desdén,
que un premio tiranizado
es lisonja de una fe.

Eslabones arrastrando,
pienso frecuentar sus pies
por ver si obligo deidad
la que no puedo mujer.

Y, mirando las cenizas
en que se volvió mi ser,
dirán los escarmentados:
«No Troya, aquí Antandra fue.»




A una dama que, queriendo ser tercera de otra, enamoró a un hombre

7

Bien el corazón, señora,
mi cuidado le dijo
que andaba por ser mi muerte
quien me sirvió de peligro.

Quiero estimaros, mi riesgo,
el primer agradecido,
que el beneficio agradece
si es la muerte el beneficio.

Quisisteis en otros ojos
ensayarme de rendido;
quien para vos los amaba
mereciera en el delito.

Si acaso unir procurasteis
dos corazones distintos,
ya os acusan los efectos
de alevosa en tal oficio.

En ajenas perfecciones
me habéis, cual áspid, herido,
que, oculto en nube de rosas,
vierte secretos hechizos.

Seguro, por vos expuse
el pecho a fáciles tiros;
que vive seguro en otros
quien nace a daños divinos.

Permitirme vos el pecho
a incendio menos activo
os dirán que ha sido riesgo,
pero yo le llamo arbitrio.

Quien os miró mal pudiera
durar, si no es que el martirio,
por dulce, dejase al pecho
con presunciones de vivo.

Última siempre experiencia
seréis de nuestros sentidos,
y en la esfera de los necios
sólo no tendréis cautivos.

Gabriel Bocangel y Unzueta

12 de marzo de 2011

EGLOGA


Imitación de Virgilio



Tirsis, habitador del Tajo umbrío,
con el más vivo fuego a Clori amaba;
a Clori, que, con rústico desvío,
las tiernas ansias del pastor pagaba.
La verde margen del ameno río,
tal vez buscando alivio, visitaba;
y a la distante causa de sus males,
desesperado enviaba quejas tales:
No huye tanto, pastora, el corderillo
del tigre atroz, como de mí te alejas,
ni teme tanto al buitre el pajarillo,
ni tanto al voraz lobo las ovejas.
La fe no estimas de un amor sencillo,
ni siquiera, inhumana, oyes mis quejas;
por ti olvido las rústicas labores,
por ti fábula soy de los pastores.

"Al cabo, al cabo, Clori, tu obstinada
ingratitud me causará la muerte;
mi historia en esos árboles grabada
dirá entonces que muero por quererte;
tantos de quienes eres adorada
leerán con pavor mi triste suerte;
nadie entonces querrá decirte amores,
y execrarán tu nombre los pastores.

"Ya la sombra del bosque entrelazado
los animales mismos apetecen;
bajo el césped que tapiza el prado,
los pintados lagartos se guarecen.
Si afecta las dehesas el ganado,
si la viña los pájaros guarnecen,
yo solo, por seguir mi bien esquivo,
sufro el rigor del alto can estivo.

"Tú mi amor menosprecias insensata,
y no falta pastora en esta aldea
que, si el nudo en que gimo, un dios desata,
con Tirsis venturosa no se crea.
¿No me fuera mejor, di, ninfa ingrata,
mis obsequios rendir a Galatea,
o admitir los halagos de Tirrena,
aunque rosada tú, y ella morena?

"¿Acaso, hermosa Clori, la nevada
blancura de tu tez te ensoberbece?
El color, como rosa delicada,
a la menor injuria se amortece.
La pálida violeta es apreciada,
y lánguido el jazmín tal vez fallece,
sin que del ramo, que adornaba ufano,
las ninfas le desprendan con su mano.

"Mi amor y tu belleza maldecía,
tendido una ocasión sobre la arena,
y Tirrena, que acaso me veía,
-¡oh Venus, dijo, de injusticias llena;
lejos de unir las almas, diosa impía,
las divide y separa tu cadena!...
De Clori sufres tú las esquiveces,
y yo te adoro a ti que me aborreces.-

"¡Ah! No sé por qué causa amor tan fino
puede ser a tus ojos tan odioso;
cualquier pastor, cuando el rabel afino,
escucha mis tonadas envidioso.
¿No cubre estas praderas de contino
mi cándido rebaño numeroso?
¿Acaso en julio, o en el crudo invierno,
me falta fruto sazonado y tierno?

"Ni tampoco es horrible mi figura,
si no me engaño al verme retratado
en el cristal de esa corriente pura;
y a fe que a ese pastor afortunado
que supo dominar alma tan dura,
si a competir conmigo fuese osado,
en gentileza, talle y bizarría,
siendo tú misma juez, le excedería.

"Ven a vivir conmigo, ninfa hermosa;
¡ven! mira las Drïadas, que te ofrecen
en canastos la esencia de la rosa,
y para ti los campos enriquecen.
Para ti sola guardo la abundosa
copia de frutos que en mi huerto crecen;
para ti sola el verde suelo pinto
con el clavel, la viola y el jacinto.

"Acuérdate del tiempo en que solías,
cuando niña, venir a mi cercado,
y las tiernas manzanas me pedías
aún cubiertas del vello delicado.
Desde la tierra entonces no podías
alcanzar el racimo colorado;
y después que tus medios apurabas,
mi socorro solícita implorabas.

"Entonces era yo vuestro caudillo,
mi tercer lustro apenas comenzado,
sobresaliendo en el pueril corrillo,
como en la alfombra del ameno prado
descuella entre las yerbas el tomillo.
Desde entonces Amor, Amor malvado,
me asestaste traidor la flecha impía
que me atormenta y hiere noche y día.

"¡Ah! Tú no sabes, Clori, qué escarmiento
guarda Jove al mortal ingrato y duro;
hay destinado sólo a su tormento
en el lóbrego Averno un antro oscuro;
en su carne cebado, un buitre hambriento
le despedaza con el pico impuro,
y el corazón viviente devorado
padece a cada instante renovado.

"Mas, ¡ay de mí! que en vano, en vano envío
a la inhumana mi doliente acento.
¿Qué delirio, qué sueño es este mío?
Prender quise la sombra, atar el viento,
seguir el humo y detener el río.
Y mientras lo imposible loco intento,
tengo en casa la vid medio podada,
y en el bosque la grey abandonada.

"¿Qué fruto saco de elevar al cielo
esta continua lúgubre querella?
Ni encender puedo un corazón de hielo,
ni torcer el influjo de mi estrella.
Si Clori desestima mi desvelo,
sabrá premiarle otra pastora bella.
Ya baja el sol al occidente frío;
vuelve, vuelve al redil, ganado mío".

Andrés Bello

11 de marzo de 2011

MUJER CON ALCUZA


¿Adónde va esa mujer,
arrastrándose por la acera,
ahora que ya es casi de noche,
con la alcuza en la mano?

Acercaos: no nos ve.
Yo no sé qué es más gris
si el acero frío de sus ojos,
si el gris desvaído de ese chal
con el que se envuelve el cuello y la cabeza
o si el paisaje desolado de su alma.

Va despacio, arrastrando los pies
desgastando suela, desgastando losa,
pero llevada
por un terror
oscuro,
por una voluntad de esquivar algo horrible.

Sí, estamos equivocados.
Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad,
esta mujer va por un campo yerto,
entre zanjas abiertas, zanjas antiguas, zanjas recientes
y tristes caballones,
de humana dimensión, de tierra removida
de tierra
que ya no cabe en el hoyo de donde se sacó,
entre abismales pozos sombríos,
y turbias simas súbitas
llenas de barro y agua fangosa y sudarios harapientos del color de la desesperanza.

Oh sí, la conozco.
Esta mujer yo la conozco: ha venido en un tren
en un tren muy largo
ha viajado durante muchos días y durante muchas noches:
unas veces nevaba y hacía mucho frío,
otras veces lucía el sol y remejía el viento
arbustos juveniles
en los campos en donde incesantemente estallan extrañas flores encendidas.
Y ella ha viajado y ha viajado,
mareada por el ruido de la conversación,
por el traqueteo de las ruedas
y por el humo, por el olor a nicotina rancia.
¡Oh!:
noches y días,
días y noches,
noches y días,
días y noches,
y muchos, muchos días,
y muchas, muchas noches.

Pero el horrible tren ha ido parando
en tantas estaciones diferentes,
que ella no sabe con exactitud ni cómo se llamaban,
ni los sitios,
ni las épocas.

Ella recuerda sólo
que en todas hacía frío,
que en todas estaba oscuro,
y que al partir, al arrancar el tren
ha comprendido siempre
cuán bestial es el topetazo de la injusticia absoluta,
ha sentido siempre
una tristeza que era como un ciempiés monstruoso que le colgara de la mejilla,
como si con el arrancar del tren le arrancaran el alma,
como si con el arrancar del tren le arrancaran innumerables margaritas,
blancas cual su alegría infantil en la fiesta del pueblo
como si le arrancaran los días azules, el gozo de amar a Dios
y esa voluntad de minutos en sucesión que llamamos vivir.

Pero las lúgubres estaciones se alejaban,
y ella se asomaba frenética a las ventanillas,
gritando y retorciéndose,
sólo
para ver alejarse en la infinita llanura
eso, una solitaria estación
un lugar
señalado en las tres dimensiones del gran espacio cósmico
por una cruz
bajo las estrellas,
y por fin se ha dormido,
sí, ha dormitado en la sombra,
arrullada por un fondo de lejanas conversaciones
por gritos ahogados y empañadas risas,
como de gentes que hablaran a través de mantas bien espesas,
sólo rasgadas de improviso
por lloros de niños que se despiertan mojados a la media noche,
o por cortantes chillidos de mozas a las que en los túneles les pellizcan las nalgas,
... aún mareada por el humo del tabaco.

Y ha viajado noches y días,
sí, muchos días
y muchas noches.
Siempre parando en estaciones diferentes,
siempre con un ansia turbia, de bajar ella también, de quedarse ella también,
ay,
para siempre partir de nuevo con el alma desgarrada
para siempre dormitar de nuevo en trayectos inacabables.

... No ha sabido cómo.
Su sueño era cada vez más profundo,
iban cesando,
casi habían cesado por fin los ruidos a su alrededor:
sólo alguna vez una risa como un puñal que brilla un instante en las sombras,
algún chillido como un limón agrio que pone amarilla un momento la noche.
Y luego nada.
Sólo la velocidad,
sólo el traqueteo de maderas y hierro
del tren,
sólo el ruido del tren.

Y esta mujer se ha despertado en la noche,
y estaba sola,
y ha mirado a su alrededor,
y estaba sola
y ha comenzado a correr por los pasillos del tren,
de un vagón a otro,
y estaba sola,
y ha buscado al revisor, a los mozos del tren,
a algún empleado,
a algún mendigo que viajara oculto bajo un asiento,
y estaba sola
y ha gritado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado en la oscuridad,
y estaba sola,
y ha preguntado
quién conducía,
quien movía aquel horrible tren.
Y no le ha contestado nadie,
porque estaba sola,
porque estaba sola.
Y ha seguido días y días,
loca, frenética,
en el enorme tren vacío,
donde no va nadie,
que no conduce nadie.

... Y ésa es la terrible,
la estúpida fuerza sin pupilas,
que aún hace que esa mujer
avance y avance por la acera,
desgastando la suela de sus viejos zapatones,
desgastando las losas,
entre zanjas abiertas a un lado y otro,
entre caballones de tierra,
de dos metros de longitud,
con ese tamaño preciso
de nuestra ternura de cuerpos humanos.
Ah, por eso esa mujer avanza
(en la mano, como el atributo de una semidiosa, su alcuza),
abriendo con amor el aire, abriéndolo con delicadeza exquisita,
como si caminara surcando un mar de cruces, o un bosque de cruces,
o una nebulosa de cruces,
de cercanas cruces,
de cruces lejanas.

Ella,
en este crepúsculo que cada vez se ensombrece más
se inclina
va curvada como un signo de interrogación
con la espina dorsal arqueada
sobre el suelo.
¿Es que se asoma por el marco de su propio cuerpo de madera
como si se asomara por la ventanilla
de un tren,
al ver alejarse la estación anónima
en que se debía haber quedado?
¿Es que le pesan, es que le cuelgan del cerebro
sus recuerdos de tierra en putrefacción,
y se le tensan tirantes cables invisibles
desde sus tumbas diseminadas?
¿O es que como esos almendros
que en el verano estuvieron cargados de demasiada fruta
conserva aún en el invierno el tierno vicio
guarda aún el dulce álabe
de la cargazón y de la compañía,
en sus; tristes ramas desnudas, donde ya ni se posan los pájaros?


Damaso Alonso

10 de marzo de 2011

CANCION DE CAMA


Este gozo de alcoba, tan de lino, lleno de sábanas,
este palpitar de almohadas bajo las sienes dormidas,
este nuevo llegar hasta el corazón de la cama
y luego saber que el pie, la mano, lo que a uno le queda de
pecho, busca, dice, escribe, grita tu nombre,
y cualquiera siente el momento que se aproxima de morir
acostado.
¿Qué es esto sino la ausencia de tu sueño,
la pérdida de tu respiración a mi lado?
Se ha perdido ya el hueco de tu cuerpo
que era la voz de tu carne desnuda hablándole
íntimamente a la ropa planchada,
diciéndole a qué horas el brazo serviría de almohada
y cómo el tibio vientre palpitaría como otra almohada viva,
funda de seda de nervios y de sangre.

Joaquin Pasos

9 de marzo de 2011

ESPUMA


De lo ligero de la madrugada;
de lo sutil en lo fugaz -neblina,
vapor o nube- queda en el mar fina,
fluyente y tremulante pincelada.

De lo que el mar en su extensión afina
-perla en matización, concha irisada-,
queda un halo brillante en la oleada.
Halo que en pulcra irradiación culmina.

Los pétalos del lirio da la tierra
al mar, y el mar los tiene. El mar encierra
gracias, y gracias a sus gracias suma.

Y va mostrando, cuando la aureola
de la belleza ciñe en mar y ola,
el blanco indecible de la espuma.

Evaristo Ribera Chevremont

8 de marzo de 2011

EL AGUA QUE CORRE BAJO LA LLUVIA


Yo canto al cielo porque mis linfas ignoradas
hacen que fructifiquen las savias; las llanadas,
los sotos y las lomas por mí tienen frescura.
Nadie me mira, nadie; más mi corriente obscura
se regocija luego que viene primavera,
porque si dentro hay sombras, hay muchos tallos fuera.

Los gérmenes conocen mi beso cuando anidan
Bajo la tierra, y luego que son flores me olvidan.
Lejos de sus raíces las corolas felices
no se acuerdan del agua que regó sus raíces . . ..
¡Qué importa! Yo alabanzas digo a Dios con voz suave.
La flor no sabe nada, ¡pero el Señor sí sabe!

Y canto a Dios corriendo por mi ignoto sendero,
dichosa de antemano; porqué seré venero
ante la vara mágica de Moisés; porque un día
vendrán las caravanas hacia la linfa mía;
porque mis aguas dulces, mientras que la sed matan,
el rostro beatífico del sediento retratan
sobre el fondo del cielo que los cristales yerra;
porque copiando el cielo lo traslado a la tierra,
y así el creyente triste, que el él su dicha fragua,
bebe, al beberme, el cielo que palpita en mi agua,
y como en ese cielo brillan estrellas bellas,
el hombre que me bebe comulga con estrellas.

Yo alabo al Señor bueno porque, con la infinita
pedrería que encuentro de fuegos policromos,
forjó en las misteriosas grutas la estalactita,
pórtico del alcázar de ensueño de los gnomos;
porque en oculto seno de la caverna umbría
doy de beber al monstruo que tiene miedo al día.
¡Qué importa que mi vida bajo la tierra acabe!
Los hombres no lo saben, pero Dios si lo sabe.

Así me dijo el Agua que discurre por los
antros, y yo: -¡Agua hermana, bendigamos a Dios!

Amado Nervo

7 de marzo de 2011

LIMBO

A Octavio Paz




La plaza sola (gris el aire,
negros los árboles, la tierra
manchada por la nieve),
parecía, no realidad, mas copia
triste sin realidad. Entonces,
ante el umbral, dijiste:
viviendo aquí serías
fantasma de ti mismo.

Inhóspita en su adorno
parsimonioso, porcelanas, bronces,
muebles chinos, la casa
oscura toda era,
pálidas sus ventanas sobre el río,
y el color se escondía
en un retablo español, en un lienzo
francés, su brío amedrentado.

Entre aquellos despojos,
proyecto, el dueño estaba
sentado junto a su retrato
por artista a la moda en años idos,
imagen fatua y fácil
del dilettante, divertido entonces
comprando lo que una fe creara
en otro tiempo y otra tierra.

Allí con sus iguales,
damas imperativas bajo sus afeites,
caballeros seguros de sí mismos,
rito social cumplía,
y entre el diálogo moroso,
tú oyendo alguien me dijo: "Me ofrecieron
la primera edición de un poeta raro,
y la he comprado", tu emoción callaste.

Así, pensabas, el poeta
vive para esto, para esto
noches y días amargos, sin ayuda
de nadie, en la contienda
adonde, como el fénix, muere y nace,
para que años después, siglos
después, obtenga al fin el displicente
favor de un grande en este mundo.

Su vida ya puede excusarse,
porque ha muerto del todo;
su trabajo ahora cuenta,
domesticado para el mundo de ellos,
como otro objeto vano,
otro ornamento inútil;
y tú cobarde, mudo
te despediste ahí, como el que asiente,
más allá de la muerte, a la injusticia.

Mejor la destrucción, el fuego.

Luis Cernuda

6 de marzo de 2011

LA CANCION DEL AMOR OLVIDADO


Para el amor más olvidado
cantaré esta canción:

No para el que humedece los ojos todavía...
Ni para el que hace ya
sonreír con un poco de emoción...

Canto para el amor sin llanto
y sin risa;
el que no tiene una rosa seca
ni unas cartas atadas con una cinta.

Sería algún amor de niño acaso...

Una plaza gris... Una nube... No sé...

Para el amor más olvidado cantaré.

Cantaré una canción
sin llamar, sin llorar, sin saber...
El nombre que no se recuerda
pudo tener dulzura:

Canción sin nombres
quiero cantarte
mientras la noche dura...

Cantar para el amor que ya no evocan
las flores con su olor
ni algún vals familiar...
Para el que no se esconde entre cada crepúsculo,
ni atisba ni persigue ni vuelve nunca más...

Para el amor más olvidado
-el más dulce...-,
el que no estoy segura de haber amado.

Dulce Maria Loynaz

5 de marzo de 2011

SONETOS


1

Quisqueyana

Mientras combate hermano contra hermano,
la savia tropical fecunda amores,
y cuaja frutos y burila flores,
sin aprensión de invierno ni verano.

Mientras riega la sangre loma y llano,
espíranse de valles y de alcores
voluptuosos arrullos gemidores
que no interrumpe el grito del milano.

Y cuando para el trueno belicoso,
quédense los occisos alazanes,
¡oh, combustión solar!-a lo que arbitres;

que en esta tierra donde no hay volcanes,
donde no hay ofidiano ponzoñoso
ni felino feroz, tampoco hay buitres.


2

Memento

Los Magnos de la Patria, en lazo estrecho
tornaron indomable su impericia
ante el altar donde la unión oficia.
Abríguese la unión en nuestro pecho.

Para alentar el ponderoso hecho
que la victoria diademó propicia,
amaron el derecho y la justicia.
Amemos la justicia y el derecho.

Ese el alto tribute, y no los dones
de evanescente incienso y vano ruido,
a su santa memoria y sus blasones.

Cuando la bien amada ha fenecido,
recordar sólo el nombre -¡oh, corazones!-
es una ambigua forma del olvido.


3

Entremés olímpico

La raza de Saturno, derribada
por el ligero soplo de una idea,
baja a morar sobre la triste Gea,
en una lamentable desbandada.

Con su atributo y distintivo, cada
dios osa abrir nueva pelea;
y mueve la dolosa contra-idea,
penetrante y sutil como una espada.

A devolver sonrojo por sonrojo
al nuevo cielo, voluntad y brío
previene airado su rencor tremendo;

y se apresta a la acción; pero creyendo
que el Olimpo a la postre es un enojo,
y la inmortalidad, un grave hastío.


4

Las más gratas primicias

Las más gratas primicias y más bellas,
le son donadas con querer jocundo;
y le consagran, contra amor fecundo,
su pubertad mancebos y doncellas.

En cuanto se conoce, están sus huellas
como un sello de lo Alto y lo Profundo;
y aun se lanza a ganar un nuevo mundo,
en cuyo dombo austral bórdanla estrellas.

Y luego ve que, al conjurado influjo,
como a la intermitencia del reflujo
duerme silente en la ribera el mar;

en torno del neo-bíblico madero
el entusiasmo, enantes vocinglero,
ha callado, se calla, o va a callar...

Gaston Fernando Deligne

4 de marzo de 2011

AREA SONANTE





Área sonante, ovario
de la noche carnal; abrevadero
insistente y monótono en la arena
del oído terrestre.

Y tocar, hacia dentro, el oleaje
como aquel remotísimo, asilado
en lo vacío de las conchas. Urna,
seda contigua que despliega
en hileras cayendo, una por una,
golpes de espuma deslazada.

Concha de labios húmedos, saliva
en los labios inmensos.

Y yo mismo,
¿qué escalofrío soy, qué gobernado,
-como presa de un águila- deleite?
Y tú desnuda, la que viene,
la desnuda en los bordes de su boca.

Por lo demás, hay cosas
que se comprenden fácilmente:
los relámpagos duros del galope,
los lechos consagrados, la ablandada
mano de las entrañas a rebato,
y un sabor permanente de estar vivos.

Ahora y en lo próximo, corales
tras la puerta sombría; lengua súbita
abre y señala claustros al incesto
de la boca y la oreja, complicadas
en el secreto. Paso de cantiles,
garganta de campana en que te escucho,
latiendo, hacerte y deshacerte.

Y es el vino violeta de tu sangre,
y es tu extensión de leche, y tu sin término
río desenredándose que vuelve
en mí sobre sí mismo, desatando,
regresado de sonoras honduras,
de inconsumibles fondos admitido.

Hora ritual de los cuerpos atentos;
ceremonial donde salvado,
como el hueso en la fruta, me reúno;
como el que no ha nacido,
como en agua materna, respirando
sonido respirado, en el deleite
de oírte sumergido. Está sonando
tu corazón. Ahora está sonando.

Ahora y en lo oscuro. Y llovedizas
plumas innumerables se desgarran,
y sal y tinta, construidas
de muy adentro, en olas enrojecen.

Y la unión era lícita, sellada
con las arras solemnes del naufragio.

Rubén Bonifaz Nuño

3 de marzo de 2011

CANTADORA SENCILLA


Cantadora sencilla de una gran pesadumbre,
entre ocultos follajes, la paloma torcaz
acongoja las selvas con su blanda quejumbre,
picoteando arrayanes y pepitas de agraz.

Arrurruúu... canta viendo la primera vislumbre;
y después, por las tardes, al reflejo fugaz,
en la copa del guáimaro que domina la cumbre
ve llenarse las lomas de silencio y de paz.

Entreabiertas las alas que la luz tornasola,
se entristece, la pobre, de encontrarse tan sola;
y esponjado el plumaje como leve capuz,

al impulso materno de sus tiernas entrañas,
amorosa se pone a arrullar las montañas...
y se duermen los montes... y se apaga la luz.

Jose Eustacio Rivera

2 de marzo de 2011

SONETO SIN PALABRAS


Ya solo soy la sombra de tu ausencia,
una oscura mitad que se acostumbra;
dulce granada abierta en la penumbra,
madura a tu rigor. Sorda existencia.

Desmayado vivir, ciega obediencia
que la memoria de tu voz alumbra.
Pupila fiel; ojo que no vislumbra
su cielo. ¡Ángel caído a tu sentencia!

Desterrado de asombros y colores
beso mi cicatriz y la humedezco
en salobres cristales lloradores.

Me aclimato al olvido que padezco.
Ya los agudos garfios heridores
la inútil apagada carne ofrezco.

Emilio Ballagas

1 de marzo de 2011

EL ESQUELETO LABRADOR


I

En las láminas de anatomía
Que yacen en estos muelles polvorientos,
Donde tanto libro cadavérico
Duerme como una antigua momia,

Dibujos a los cuales la gravedad
Y el saber de un viejo artista,
Por más que el tema sea triste,
Han comunicado la Belleza,

Se ven, lo que hace más completos
Esos misteriosos horrores,
Cavando como labradores,
Desollados y Esqueletos.


II

De este terreno que escarbáis,
Labriegos resignados y lúgubres,
Con todo el esfuerzo de vuestras vértebras,
O de vuestros músculos descarnados,

Decid, ¿qué cosecha extraña,
Forzados salidos del osario,
Arrancasteis y de qué granjero
Habéis llenado el granero?

¿Queréis (¡con un destino harto duro,
Espantoso y claro emblema!)
Mostrar que en la fosa misma
El sueño prometido no es seguro;

Que alrededor nuestro la Nada es traidora;
Que todo, hasta la Muerte, nos mientes,
Y que sempiternamente,
¡Ah! necesitaremos quizá

En algún país desconocido
Cavar la tierra áspera
Y hundir una pesada pala
Bajo nuestro pie sangriento y desnudo?

Charles Baudelaire