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4 de diciembre de 2010

SONETOS


1

Retrato de Su Majestad por Martínez Montañés, esculpido en barro.

Ya el polvo no es rüina, sino aliento.
Ya lo inmortal de lo mortal se fía.
Aquí paro en acierto la porfía,
y esculpió sus ideas el intento.

Próvido elige el barro el instrumento,
buscando proporción a su osadía,
que, como a darle espíritu atendía,
atribuyó lo humano a su elemento.

Ya, pues, que le inspiró lo eterno al vulto,
donde vuelve a nacer el sol de Iberia,
le fía al barro el andaluz Lisipo.

Que el bronce y mármol presumieran culto
de los años por sólida materia,
y para eterno bástase Filipo.


2

Argumento del retrato panegírico.

Viendo España la pérdida temprana
de Carlos, que hoy los astros acrecienta,
a deidad memoriosa se lamenta,
que en Templo no mortal reside ufana

Divina en ciencia y en respuesta humana,
no sólo con alivios la alimenta,
mas en glorioso rapto la presenta
a Carlos, que hace su querella vana.

Satisfechas se vencen sus querellas:
las de llanto son ya de gozo fuentes.
Mirando un godo ejército cristiano

contempla a Carlos entre formas bellas;
añadido a sus altos ascendientes
parte alegre, y consuela al gran hermano.


3

Una señora, viuda encontró impensadamente un retrato
de su amado esposo de quien le quedaron felices hijos

Filis, en cuyo amante muerte fiera
robó mas alma que dejó a su vida,
y de su esposo la mortal herida
en huérfanas reliquias hoy venera,

vio un retrato, una imagen lisonjera,
de verdadero amor, sombra fingida,
y, en viéndola, a consuelo introducida,
conoció no ser alma verdadera.

Escrupulosa en ver que se divierte,
«¡ay! -dijo- amante amado, no me atrevo
a ver tu sombra, pues de ti me privo;

tan toda el alma concedí a tu muerte
que ya no he de poder sentir de nuevo
ni aun el dolor de no mirarte vivo».


4

Segunda columna o metáfora de la vida y de la muerte de
la Reina Nuestra Señora

Nace en el suelo la azucena pura,
mas su naturaleza no es del suelo,
pues, arrancada del materno velo,
se conserva olorosa, intacta, y pura

Más cometa del prado su hermosura,
cuando mas elevado erige el vuelo;
como que sabe merecer el cielo,
inclina el cuello en oblación segura.

Fue Isabel, azucena soberana,
en Francia flor, pero en España fruto.
¿Quien vio hasta aquí fecunda la azucena?

Sol del prado lució en una mañana
En el cielo conserva su instituto,
menos vecina, pero más serena.


5

Hablando con su dama ya difunta

Cobróte el cielo en tu primer mañana,
humana flor, no muerta, interrumpida,
en fe de que viviste aquí ofendida
ese instante no más que fuiste humana.

¡Que temprano quedó tu nieve en grana
de las iras del viento sacudida!
¡Que tarde a mi esperanza con tu vida
has enseñado a escarmentar de vana!

Si es que a la patria de la luz que pisas
ruego mortal de amante voz alcanza,
en merito de amar lo que no veo,

si tu poder en tu piedad avisas,
pues sabe que moriste mi esperanza,
haz que sepa que faltas mi deseo.


6

Amante que desmiente la pretensión que se juzga por su
llanto

Lloro, Filis, mas es sin apariencia,
que sé dolerme, mas quejarme ignoro.
Lloro hacia el corazón: sepa que lloro
el dolor, pero no la diligencia.

Aunque es agua, no opone resistencia
al fuego que encerré como tesoro;
que no llorara yo si mi decoro
aumento no le diera sin violencia.

Sale el fuego del pecho y vuelve al pecho,
cual reloj que en hilando las arenas
las mismas otra vez en sí recibe

Porque faltaran al amor sospecho
ya penas contra mí, y así apercibe
que en mí, como en reloj, vivan las penas.


7

A la conversión de un pecador

Señor, estoy de vos tan alcanzado,
cuando el discurso al contemplar permito,
que, aunque me habéis sufrido de infinito,
representáis paciencia de olvidado.

Yo que dormí, de vuestra voz llamado,
hoy despierto a la voz de mi delito,
y al primer dolor de verle escrito
le dais los privilegios de borrado

Deuda, Señor, es ya, no confianza,
pensar que el dolor, el sacrificio,
grato aroma se salve donde ascienda.

Aun me dejáis sin dudas las esperanza,
que quien trocó la ofensa en beneficio,
¿qué mérito dará a la misma ofrenda?


8

Persuadiendo a un amigo que no haga juicio del pecho de
su dama por los desdenes exteriores

Aunque de Europa el robador divino
siente el desdén, a Europa disculpaba;
queriendo ser vencida, peleaba,
que hay defensas que muestran el camino.

Del rencor femenil es tan vecino
el gusto que en el gusto siempre acaba;
no quiere ser esquiva la mas brava:
esquiva quiere parecer, Licino.

Si Filida te escucha y te responde,
aunque de amor se te figure exenta,
con blandos ruegos su dureza excita.

Gobiérnete su pecho en lo que esconde,
porque no es no pecar lo que ella intenta:
pecar, mas con disculpa solicita


9

Al túmulo del doctor Nicolás Bocángel, mi señor y padre,
médico de cámara de Su Majestad y de la serenísima
Infanta Margarita, y antes de la augustísima Emperatriz.

Epitafio


Huésped, no yace aquí, falta severo
aquel que, con doctísima experiencia,
al mismo Apolo, que le dio la ciencia,
sólo en tiempo le deja ser primero.

Porque durase con la muerte el fuero,
incompatible ya con su presencia,
faltó, ni se cumpliera la sentencia
a no estar él de parte de su acero

No en humana salud, que al tiempo miente
(en vida sí, que el tiempo no acabase),
pudo parar su idea esclarecida

Lloremos, pues, de envidia en su occidente,
que primero labró, que no faltase
a todos la salud y así la vida.


10

Hirió una dama con una escopeta a un pájaro que bajó a
sus manos

Amante ruiseñor que das al viento
las quejas, donde vive mi esperanza,
que, aunque el viento es imagen de mudanza,
sólo en él mi dolor vive de asiento

En ti turbó la paz de tu elemento
aquel brazo que a toda vida alcanza;
también me hirió, mas con mayor pujanza,
cuanto el golpe de envidia es mas violento.

A los dos sólo un golpe dio la muerte
(porque de único asunto no presumas):
a mí los ojos, cuando a ti las balas

¡Oh, cuánto mas te mejoró la suerte!
Hiérete amor, y dejate con plumas
para seguir un ofensor con alas.

Gabriel Bocangel y Yunzueta