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4 de febrero de 2010

CANCIONES


1

Cuidado no menor, aunque segundo
de Dios, si todo en Dios no fue primero
cuando a nuestro vivir ligó su vida;
no fue estudio menor vencer el mundo,
que ya la obstinación armó de acero,
con voz de doce trompas repetida
-gloria en aquella edad sólo adquirida-,
que agora nos ofrece
por defenderla y conservarla agora,
no sólo en doce Atlantes, que atesora,
porque en setenta Alcides resplandece,
en cuyos hombros sabios de diamante
se eternice su fe pura y constante.

A este viviente erario Cristo fía
la noble exaltación de sus trofeos,
de sus injurias la fiel venganza.
Fatiga y premio les ofrece un día,
que quien a Dios dirige sus empleos
goza la posesión en la esperanza;
y, como en peso grave fiel balanza
otro tanto subir hace su opuesta,
cuanto ella al centro se profunda y yace
de esta noble piedad, surge y renace
de Dios la gloria al orbe manifiesta,
con que se aclamará de gente en gente,
si infalible no más, más evidente.

No ya de fuerza material ceñidas
(porque es caduca en fin su fortaleza)
se ostentan estas basas oportunas;
egipcias son colunas, guarnecidas
de sacras letras, que tendrán firmeza
por doctas, aún mayor que por colunas.
Espejos son de soles, no de lunas,
en cuya ardiente esfera se repite
la fe, el afán, el celo, amor, doctrina
de la esfera apostólica divina;
cuyo instituto en ésta se compite;
a cuyas sacras y seglares herencias
debes, oh hebreo vil, aún evidencias.

Pudo en crédito Dios de su defensa
armar (cual ya le armó) ministro alado,
de fuego y de rigor inexorable.
Puede hoy ser, en venganza de su ofensa,
momentáneo sepulcro un mar airado,
de quien sólo escapaste lo execrable.
Pero con leyes Dios su ley estable,
que más conducen que el cristal y el fuego,
hoy se acrisola, en cuyo santo asilo
o laves tanta mancha en tanto Nilo,
o pierdas las disculpas a lo ciego;
mirando que hoy repite Dios el cargo
que firmó con su sangre a tu letargo.

Canción, si no ha quedado satisfecho
tu asunto que se empeña en alabanzas,
pide, si tanto alcanzas,
que el docto asunto abone tu derecho.


2

A San Juan Bautista en el desierto, describiendo el sitio

Más templada del sol, la más opima
lisonja de los astros, Siria ofrece
a Palestina grande imperio verde.
Un abril inmortal honra su clima;
el tiempo sólo, no la vida, pierde
el prado que en verdor jamás fallece.
Sin términos florece
la primavera allí, y en mil colores,
varia siempre y constante,
el suelo anega en tempestad de flores.
Arabia está delante,
sólo en sitio, pues no se determina
si es la feliz Arabia o Palestina.

Hacia la parte donde nace el día
la ciñe Éufrates, y hacia el occidente
la hidra de cristal, el Nilo alado,
de los Triones a la parte fría
mira a Cilicia yerma y eminente.
Y a Arabia fértil al opuesto lado,
de origen duplicado,
nace bicorne allí el Jordán divino,
fertilizando ondoso
los páramos de Asiria su camino,
hasta que a proceloso
lago o piélago infame se refiere.
Lucha con él, pero luchando muere.

Yermo al hombre, república a la fiera,
es la campaña del Jordán felice,
bien que de árboles graves populosa.
La palma, sol del prado, allí venera
consorte firme, porque inmortalice
ambos sexos. Opima y victoriosa
la espalda allí frondosa,
levanta Alcides verde cipariso,
y, frustrado su intento,
se retrata en las ondas cual Narciso.
Cítara ofrece al viento
el abeto, el más firme y oportuno
árbol, que sufre injurias de Neptuno.

La de Cinaras hija fugitiva
(fragrante ya) y el cedro incorruptible
aromática pompa son del suelo.
Allí mejor pudiera el ave activa,
el Fénix inmortal, verse invencible,
si cobra en los aromas vida y vuelo.
Ser arrimo del cielo
excelso monte el Líbano blasona;
los mobles amenaza;
de pardos ceños la cerviz corona.
No la industriosa caza
al animal errante atemoriza,
que libre de la industria se eterniza.

Aquí el sacro orador, divino Orfeo,
a las atentas selvas exclamaba,
siendo sola una voz de un Verbo todo
copia de oyentes. Escuadrón sabeo
le ofrecía, aplaudiéndole de un modo
ni sordo el monte, ni la fiera brava.
Sus labios inundaba
elocuencia nativa, no enseñada
a su voz. ¿Cuántas veces
se hurtaron a su esfera regalada
por lo herboso los peces,
y de vivir las aves divertidas
se hallaron en las aguas detenidas?

Sensible pareció lo vegetable,
racional se mentía lo sensible,
y en la atención inmóbil un afecto
mezclaba el bosque, como lamentable
de ver su admiración imperceptible.
Mas, a pesar del número imperfecto,
al destinado efecto
incesable de Juan la voz se oía.
Con modestia desnudo,
cuando el sol se negaba y cuando ardía,
haciendo al tiempo escudo,
de una salvaje piel poco vestido,
más de la fe que de la piel ceñido.

Gabriel Bocangel y Yunzueta