CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de agosto de 2010

EL NIÑO QUIERE JUGAR....


Para que el niño de los ojos mansos juegue
arranqué del jardín mis rosas blancas.
Y mis rosas rojas...

Para que juegue con sus hojas
el niño de los ojos mansos
-obscuros remansos
donde el alma sueña
que se ve otra vez
diáfana y risueña...-

Para que juegue el niño
de cuello de encaje, de capa de armiño...
Como todos los niños
que se ven en los cuadros:
¡Inocente y cruel como todos los niños !...

En esta mañana de luz y fragancia
corté para el juego del niño que amo
las más frescas rosas, las rosas de Francia.
Para que el niño juegue, las rosas mas blancas...
- ¡Última blancura! -:
la rosa más pura.

Para que juegue el niño
en esta brillante mañana olorosa,
la rosa más roja...

(¡Aun tengo sangre para teñir una rosa!...)

Dulce Maria Loynaz

30 de agosto de 2010

YA NO


Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.

Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.

No volverá a tocarte.

No te veré morir.

Idea Vilariño

29 de agosto de 2010

PINCELADA

(Para Valentín Giró, Poeta)




El Sol, ya a fin de la jornada,
desde occidente vigila
como una enorme pupila
de roja sangre inyectada.

Amplia mar, ensangrentada,
grave, imponente y tranquila,
finge la luz que vacua
en la celeste morada.

Con dulce melancolía,
la tarde doliente y fría,
va cerrando el áureo broche.

Mientras grave y lentamente
va conduciendo a Occidente
su catafalco la noche.

Federico Bermúdez y Ortega

28 de agosto de 2010

TIEMPO DE AMOR Y SOLEDAD


Y he estado nueve noches bajo el abierto cielo,
arañando la tierra, para calmar la sangre,
y adelgazando el grito de mi voz encerrada;
mientras el viento amargo se llevó brizna a brizna
este perfil de sombras de mi cuerpo en tinieblas.

Y luego te he entregado, noche mía, la sangre.
La sangre. Sí: la sangre. La sangre que solloza
por túneles azules su vida equivocada;
la sangre, que no quiere desintegrar su grito,
porque es el fundamento de la Flor y del Canto.

Y luego di mi frente. Tras su mármol tranquilo
vivió el furor del sueño su tormenta diaria,
sin que una sola arruga marcara su oleaje;
ni el pensamiento puro lo anegara en su sombra
al horadar mis sienes su vertical tortura.

Y ahora, son los ojos: los taciturnos ojos,
donde guardaba el alba sus pétalos de estrellas;
los ojos de agua clara, donde iban las gacelas
a buscar mansedumbre para su sed de fuga.

Y también va la piedra, ya muda, de los labios:
los labios ya besados por muertes numerosas.
Y los pies marineros, llagados de caminos;
el corazón ausente y el pecho amanecido.

¿Después? -Después, la mano: la calcinada mano,
marcada en su pecado con un buril de fuego;
la mano que no quiso pagar su duro crimen
de haber asido un sueño con sus garfios de carne.

¿La visteis algún día flotar sobre las cosas,
-pájaro alucinado, que aprisiona en su pico
luciérnagas azules que mueren de su fuego?
Después de nueve noches, sus lirios fatigados
-sin memoria y sin nombre- se volvieron recuerdo.

Todo se te reintegra: noche profunda y alta.
La tremenda parábola ya no se apoya en Ti;
y aquel temblor de siglos que me entregaste un día,
aquietó, al fin, por siglos también, su inenarrable,
desesperada angustia de ser humanidad.

Un día, desde el fondo caliente de la tierra
-seno eterno de Madre, que pare su cosecha
con una indiferencia de sexo apaciguado-
saldrá el rosario triste de mis huesos dolidos,
libres ya del espanto de su cárcel de vida.

Y nunca más la dulce canción que dio belleza
al peregrino tránsito por la prisión de piedra;
nunca más el lamento secreto de la flauta
encenderá en la tarde su rústico llamado.

Pero será otra vida. Sí: otra vida. Distinta.
Despojada del largo castigo del recuerdo.
Un árbol o una piedra: algo que mire al Tiempo,
mudo y sordo y sin ojos, por una Eternidad.

Herib Campos Cervera

27 de agosto de 2010

GOZO DEL TACTO


Estoy vivo y toco.
Toco, toco, toco.
Y no, no estoy loco.

Hombre, toca, toca
lo que te provoca:
seno, pluma, roca,

pues mañana es cierto
que ya estarás muerto,
tieso, hinchado, yerto.

Toca, toca, toca,
¡qué alegría loca!
Toca. Toca. Toca.

Damaso Alonso

26 de agosto de 2010

EN LA ESCALINATA


Las doce gradas de la escalinata
inundadas de sol a media siesta.

Tres niñas -dos hermanas y una prima
muy pequeña- sentadas, sonriendo.

en la segunda grada reluciente.
Las tres están descalzas. Una de ellas

-la mayorcita- empuña una sombrilla
que, abierta y encendida en luz muy nítida,

sin darle sombra ni ocultarle el rostro,
es como una aureola a sus espaldas.

Su cabello abundante resplandece.

La otra niña, mostrando ambas rodillas,
muy quemada del sol de aquel verano,

sabe que ya la máquina funciona,
que en este instante la fotografían,

y está como azorada y expectante.

Centro del grupo, el mimo, las caricias,
la pequeñita esquiva la mirada,

En las barandas las enredaderas
con manojos de flores que echan lumbre,

están perpetuamente embelleciendo
el instante estival eternizado.

¡Ah, la figura más feliz del grupo
la niña cuya fúlgida sombrilla

dibuja una aureola a sus espaldas,
quedó sonriendo, niña para siempre,

candor en que se suma la delicia
de un verano florido y melodioso!

Pero ella es hoy, en un lugar oscuro,
breve esqueleto que tendrá, aún intactos,

sus cabellos sedosos, sus cabellos
que ya no crecen más ni al sol relumbran.


Hugo Roriguez Alcala

25 de agosto de 2010

PROBLEMA

Ciego, ¿es la tierra el centro de las almas?



Quiero, dejando hipótesis a un lado,
una duda exponer, y es la siguiente:
-¿Por qué cruza la tierra el inocente,
de espinas o de sombras coronado?
¿Por qué feliz y próspero, el malvado
alza orgulloso la atrevida frente?
¿Por qué Dios, que es el bien, mira y consiente
el eterno dominio del pecado?
¿Por qué, desde Caín, la humana raza,
sometida al dolor, con sangre traza
la historia de sus luchas giganteas?
Y si es ficción la gloria prometida,
si aquí empieza y acaba nuestra vida,
¿por qué, implacable Dios, por qué nos creas?

Gaspar Nuñez de Arce

24 de agosto de 2010

CANCION DE LA NIÑA QUE IBA SOLA


Sonó lenta y sin alarde
la ronca voz de una torre.

Por el camino sin nadie
venía un perfume de cobre;
por el camino sin nadie
de la tarde.

- ¡Oh, linda, te lo diré
ahora que estamos solos;
un redondo mar sin peces
son tus ojos!

-La tarde borda jacintos
de tafetán sobre el cielo.

-¡Si quieres uno, yo puedo
sobre tus trenzas ponerlo!

-No, déjame sin jacintos
lucir así mis cabellos.

-¿Flotando sueltos al viento
como las alas de un cuervo?

-O de un retazo de noche
caído desde los cielos.

-¡Oh, linda, linda, no puedo
con la sombra de tu pelo!

Suena lenta y sin alarde
la ronca voz de una tarde.

Por el camino sin nadie
vino un perfume salobre;
por el camino sin nadie
de la tarde.

Franklin Mieses Burgos

23 de agosto de 2010

CANTARES


Cuando yo tomo la pluma
Y saco a luz mi cuaderno,
Hagan de cuenta que agarro
Mi guitarra por el cuello

Para ver si soy poeta
Fíjate, niña, tan solo
En que lloro cuando canto
Y que canto cuando lloro.

Yo mojo en llanto mi pluma;
¡Sarcasmo de hado funesto
Que siendo mi alma tan blanca
Me ha de servir de tintero!

En tu casa me aborrecen
Sin más que porque te quiero:
Es decir que si te odiara
Me querrían con extremo.

Dicen que soy horroroso:
Por la lisonja, mil gracias:
Mirá tú mi corazón
Y prescinde de mi cara

La cicatrices del rostro
Poco me importan, o nada;
las que me importan, y mucho,
Son las que tengo en el alma.

Se me figuran que son
Tus lindos ojos, morena,
Dos legunas de azabache
En que la luna rïela.

¿Qué tienen, niña, tus labios,
Que cada vez que los miro
Siento, con sorpresa grande,
Que se me estiran los míos?

Mira: ---si fuera pastor
Y si tú, pastora fueras.
Me parece que andarían
Mezcladas nuestras ovejas.

Cuando te veo cavilo
En el contraste tremendo
Que hace tu vestido blanco
Con tu corazón tan negro.

Es tu ventana un altar,
Una deidad tu persona,
MI amor un ardiente culto,
--- ¿Podré contar con La Gloria?

Me enviaste un día una cruz
Y desde entonces me digo: ---
¿Significa esto Fe
O querrá decir Martirio?

Ella vino en un pañuelo
De Cambray de hilo bordado;
¡Ay, Lucila! ¡Cuántas veces
Enjuagué con él mi llanto!

Estanislao del Campo

22 de agosto de 2010

EL PUERTO


Un puerto es morada agradable para un alma fatigada de las luchas de la vida. La amplitud del cielo, la arquitectura móvil de las nubes, el colorido cambiante del mar, el centelleo de los faros, son un prisma adecuado y sorprendente para distraer los ojos sin agotarlos jamás. Las formas esbeltas de los navíos de aparejo complicado, a los que la marejada imprime oscilaciones armoniosas, sirven para conservar en el alma el gusto del ritmo y de la belleza. Y además, sobre todo, hay una suerte de placer misterioso y aristocrático para el que ya no tiene curiosidad ni ambición, en admirar, tumbado en la azotea o apoyado de codos en el muelle, todos los movimientos de los que se van y de los que regresan, de los que poseen aún fuerza para querer, deseo de viajar o de enriquecerse.

Charles Baudelaire

21 de agosto de 2010

RETICENCIAS


Sempre reticências...
Afinal porquê?...
Não serão demais?...
O que significam’?..
Porque estão sempre presentes?...
Será por vaidade?...
Será por estética?...
Ou não será?...
.....
Não é mesmo...
....
É importante não ser...
É importante saber...
Que as reticências...
Ocultam quase tudo...
Ocultam...
Mistério...
Sonho...
Incertezas...
E verdades...
Nas reticências...
Deixámos que o sonho vá...
Que o imaginário avance...
E podemos muitas vezes...
Nas reticências de um poema...
........
Sentir que não sendo nosso...
É mesmo nosso...
................
Que é o nosso eu...
Que fomos nós que escrevemos...
Porque lemos..
E revivemo-nos ali...


Lilli Laranjo

20 de agosto de 2010

EL CHIVO MOTON

A los amigos Rodolfo Lithgow y Enrique Pastoriza.


Ha llegado a la Estación
Del Ferrocarril Central,
Un chivo fenomenal
Que ha causado admiración.
Es un chivato motón
De larga barba poblado
Y entre patas bien pegado,
Un talego regular,
Con el que puede probar
Que nunca ha sido capado.

El chivo de referencia
A Montecristi llegó,
Y por la Aduana pasó
Con la mayor insolencia,
Pues sin pedirle licencia
Al jefe de aquel bufete,
Se ajustó por un boquete,
Pasó por la población,
Sin ninguna interrupción
Hasta verse en Navarrete.

Francamente ahí llegó
Monrado en varias carretas,
Con barriles y maletas
Que allí las depositó.
Más tarde se trasladó
Al tren de la vía Central,
Y con gran ceremonial
Tuvo en esta población,
La más bella recepción
Por la autoridad local.

Allí fué el Gobernador,
El Alcalde y el Fiscal.
Los Jueces del Tribunal,
Los de orden Superior;
También le cupo ese honor
Al Señor Juez de Instrucción,
Y de gente una porción
Lo mismo pasó en seguida,
A darle la bienvenida
Al caballero motón.

Mas después de celebrada
La recepción oficial,
Con un proceso verbal
La fiesta fué terminada.
Perú, que a la llegada.
De señor facultativo,
Que observó que dicho chivo
El vientre tenía inflamado
Al punto le fué aplicado
De emético un vomitivo.

Con ese medicamento
El motón se mejoró,
Porque al instante arrojó
Mucha bilis y excremento,
Envuelto aquello en cemento
Romano, varios barriles
Y un sin fin de proyectiles
Explosivos, igualmente,
y revólver de patente,
Pero no arrojó fusiles.

Como el Laudo en Puerto Plata
Ha puesto los mangos altos,
Van los chivos dando saltos
En busca de mejor mata;
Donde no es preciso lata
Ni otros cuantos requisitos,
Sino seguir derechitos
Y entrar por aquel boquete,
Por donde el chivo se mete
A coger mangos bajitos.

Y la Impruven (1) ¿qué dirá
Del motón y su regalo?
Dirá que por ese palo
Nunca se le pagará;
Pues si todo el mundo va
En busca de los totones,
Ya vendrán otros motones
Buscando el mismo boquete,
Y pasar a Navarrete
Francamente en carretones.



Juan Antonio Alix

Santiago, 7 de Noviembre de 1904.

19 de agosto de 2010

LA DESPEDIDA DE SILVIA

Fragmento




Ya llegó el instante fiero,
Silvia, de mi despedida,
pues ya anuncia mi partida
con estrépito el cañón.

A darte el adiós postrero
llega ya tu tierno amante,
lleno de llanto el semblante
y de angustia el corazón.

Llega tú, objeto divino,
tiéndeme los brazos bellos,
que si logro yo que en ellos
dulce acogida me des,

no conseguirá el destino
el golpe que quiere darme,
porque antes de separarme
me verá muerto a tus pies.

¡Oh! si las pasiones nuestras
fueran de igual violencia,
el dolor de nuestra ausencia
se partiera entre los dos.

Mas tú un semblante me muestras
indiferente o contento,
cuando yo no tengo aliento
ni aun para decirte adiós.

Murmurando un manso río
baña el prado con sosiego,
y por fruto de su riego
bellas flores ve brotar.

Tú en silencio, llanto mío,
mi afligido pecho bañas,
y de Silvia las entrañas
no consigues ablandar.

¿Mas qué dices, Silvia mía,
con ese tierno suspiro?
¿Por qué entre lágrimas miro
tus ojos resplandecer?

cual nube que en claro día
opuesta al sol se deshace,
y el sol con sus rayos hace
brillar el agua al caer.

¿En mí los lánguidos ojos
fijas con tanta ternura?
¿Sin faltarle la hermosura
falta a tu rostro el color?

¿Vas a abrir los labios rojos,
y el sentimiento los sella?
¡Que en ti haya de ser tan bella
aun la imagen del dolor!

¡Insensato! yo pensaba
que la amarga pena mía
algún alivio tendría
si tú penaras también.

Al error que me engañaba
concede, Silvia, el perdón;
ya siento más tu aflicción
que antes sentí tu desdén.

Bien mío, por Dios te ruego,
serena el triste quebranto;
no vale tan bello llanto
cuanto el mundo encierra en sí.

Pasen por ti con sosiego
de amor las horas serenas,
y aquellas angustias llenas
que se detengan en mí.

En mí, miserable y triste,
por el cielo destinado
para soportar del hado
la bárbara crüeldad.

No en ti, que hermosa naciste
llena de un poder divino
para tener el destino
sujeto a tu voluntad.

Por él tendrás el consuelo,
mientras que mi ausencia llores,
de encontrar mil amadores
más de tu gusto que yo;

otro, a quien dispense el cielo
la fortuna de agradarte;
pero otro que sepa amarte
como yo te amo, eso no[...]

Juan Bautista Arraiza

18 de agosto de 2010

MI MONTARAZA


I

No hay bajo el cielo divino
del campo salamanquino,
moza como Ana María,
ni más alegre alquería
que Carrascal del Camino.

En Carrascal nació ella,
y si antes no fuese bella
su natal tierra bendita,
fuéralo porque la habita
la rosa de monte aquella.

No nace en tierra cristiana
flor silvestre más lozana
ni hormiga más vividora,
ni moza más castellana,
ni mujer más labradora.

Hermosa sin los amaños
de enfermizas vanidades,
tiene unos ojos castaños
con un mirar sin engaños
que infunde tranquilidades.

Sencilla para pensar,
prudente para sentir,
recatada para amar,
discreta para callar,
y honesta para decir;

robusta como una encina
casera cual golondrina
que en casa canta la paz,
algo arisca y montesina
como paloma torcaz;

agria como una manzana,
roja como una cereza,
fresca como una fontana,
vierte efluvios de alma sana
y olor de Naturaleza.

¿Qué extraño que los favores
implore yo del Destino,
si estoy enfermo de amores
por la reina de las flores
de Carrascal del Camino?

II

¿Me quieres, Ana María?
Yo me he soñado que sí;
mas dudo que guarde impía
la ingrata fortuna mía
tesoro tal para mí;

pues de esos montes no lejos,
hay otros montes ceñudos
con montaraces ya viejos
que tienen hijos talludos
atentos a sus consejos.

Y sé que a esas alquerías
van también ricos señores
a celebrar cacerías,
a dirigir sus labores
y a ver sus ganaderías;

y a mí me causa terror
que en ese rincón de paz
den contigo, rica flor,
el hijo de un montaraz
o el hijo de un gran señor.

Felicidad que soñé,
esposa que presentí,
mujer que luego busqué
y ángel que al cabo encontré
deben de ser para mí.

Dile al hijo del señor
de la vecina alquería
que dice tu servidor
que no nació Ana María
para caprichos de amor;

que en las ciudades doradas
encontrará lindas flores
más suyas por delicadas...
¡Estas rosas coloradas
no son para los señores!

Pero si en ello porfía,
por ladrón de mi destino...,
¡lo mato si pisa un día
la raya de la alquería
de Carrascal del Camino!

Y el hijo del montaraz
de Castropardo el mayor,
el que oye mucho mejor
la voz de un viejo sagaz
que el grito de un noble amor,

si busca montaracías
que den en prados y montes
excusas y regalías,
llenos están de alquerías
esos anchos horizontes;

pues solo el amante fino
que ante el encanto se rinde
de tu mirar peregrino
merece pisar la linde
de Carrascal del Camino.

¿Me quieres, Ana María?
¿Me esperarás en la raya
de tu divina alquería,
cuando a la casa yo vaya
que pretendo llamar mía?

¡Qué buen esposo me hicieras!
¡Qué hogar tan feliz tuvieras,
si de ese monte feraz
tú la montaraza fueras
y fuera yo el montaraz!

Sé por guardas y pastores
que riges ya a maravilla
la casa de tus mayores,
donde, por buena y sencilla,
te adoran tus servidores;

y yo me tengo jurado
ser un amo tan honrado
y un montaraz tan cabal
como el mejor que ha pisado
los montes de Carrascal.

¿No sabes, Ana María
que yo he tenido parientes
en una montaracía
y sé lo que son sirvientes
y sé lo que es la alquería?

Hogaño he mercado en Alba
una yegua de Peñalba
de rutilante mirar,
tres años, negra, cuatralba,
rica sangre y buen andar;

un precioso bruto fiero
con nobleza de cordero,
blondas crines y ancha nalga,
músculos curvos de acero
y enjutos remos de galga.

Y en este animal brioso,
que nunca al trajín se rinde
de su marchar vigoroso,
vigilaré cuidadoso
tus montes de linde a linde;

y ni en los montes vecinos
han de quedar clandestinos
y atrevidillos pastores,
ni furtivos cazadores,
ni leñadores dañinos.

Y corrigiendo criados,
y amparando desgraciados,
será nuestra casa un día
vivienda de hombres honrados,
colonia de la alegría.

¿Quién más dichoso ha de ser
que el hombre que va a tener
bellos campos que cuidar,
sabroso pan que comer
y esposa a quien adorar?

Deudos que enfermo me halláis,
amigos que me estimáis,
hombres que me conocéis,
todos los que me queréis,
todos los que me envidiáis,

¡pedid en justa porfía
que me conceda el Destino
la mano de Ana María
y aquella montaracía
de Carrascal del Camino!

Jose Maria Gabriel y Galan

17 de agosto de 2010

INTRODUCCION


Al salir temblando Véspero
del seno azul de los mares,
viene a besarme la frente
la musa de mis romances.
Mas no penséis que en mi espíritu
se entronicen vanidades,
porque yo mismo lo he dicho:
¡mi esperanza es un cadáver!

Yo canto como los pájaros,
yo entonces lanzo a los aires
en la voz de la alegría
la expresión de hondos pesares.
Morirá mi acento lánguido,
y si algún eco dejare
en la atmósfera del siglo,
no podrá ofender a nadie.

¿Qué hallaréis en estas páginas?
Unas baladas fugaces
en que a las brisas del mundo
el alma sus flores abre;
Recuerdos de nieblas lúgubres,
melodías de los valles,
himnos del cielo en el golfo,
tristes lamentos de un sauce;

Que ese sol que baja pálido
tras mis montañas natales,
y ese murmullo del bosque
que vaga en ondas errantes;
¡Me anuncian, ¡ay!, el crepúsculo
de una ilusión adorable,
la noche en mi pensamiento,
y en mi corazón la tarde!

Juan Clemente Zenea

16 de agosto de 2010

MUSA TRAVIEZA


Mi musa? Es un diablillo Contándolo, me inunda
Con ala de ángel. Un gozo grave:-
!Ah, musilla traviesa, Y cual si el monte alegre,
Qué vuelo trae! Queriendo holgarse
Al alba enamorando
Yo suelo, caballero Con voces ágiles,
En sueños graves, Sus hilillos sonoros
Cabalgar horas luengas Desanudase,
Sobre los aires. Y salpicando riscos,
Me entro en nubes rosadas, Labrando esmaltes,
Bajo a hondos mares, Refrescando sedientas
Y en los senos eternos Cálidas cauces,
Hago viajes. Echáralos risueños
Allí asisto a la inmensa Por falda y valle, -
Boda inefable, Así, al alba del alma
Y en los talleres huelgo Regocijándose,
De la luz madre: Mi espíritu encendido
Y con ella es la oscura Me echa a raudales
Vida, radiante, Por las mejillas secas
Y a mis ojos los antros Lágrimas suaves.
Son nidos de ángeles! Me siento, cual si en magno
Al viajero del cielo Templo oficiase:
¿Qué el mundo frágil? Cual si mi alma por mirra
Pues, ¿no saben los hombres Virtiese al aire;
Qué encargo traen? Cual si en mi hombro surgieran
!Rasgarse el bravo pecho, Fuerzas de Atlante;
Vaciar su sangre, Cual si el sol en mi seno
Y andar, andar heridos La luz fraguase: -
Muy largo valle, !Y estallo, hiervo, vibro,
Roto el cuerpo en harapos, Alas me nacen!
Los pies en carne,
Hasta dar sonriendo Suavemente la puerta
-!No en tierra!- exánimes! Del cuarto se abre,
Y entonces sus talleres Y éntranse a él gozosos
La luz les abre, Luz, risas, aire.
Y ven lo que yo veo: Al par da el sol en mi alma
¿Qué el mundo frágil? Y en los cristales:
Seres hay de montaña, !Por la puerta se ha entrado
seres de valle, Mi diablo ángel!
Y seres de pantanos ¿Qué fue de aquellos sueños,
Y lodazales. De mi viaje,
Del papel amarillo,
De mis sueños desciendo, Del llanto suave?
Volando vanse, Cual si de mariposas
Y en papel amarillo Tras gran combate
Cuento el viaje. Volaran alas de oro

Por tierra y aire, Mis libros lance,
Así vuelan las hojas Y siéntese magnífico
Do cuento el trance. Sobre el desastre,
Hala acá el travesuelo Y muéstreme riendo,
Mi paño árabe; Roto el encaje-
Allá monta en el lomo -!Qué encaje no se rompe
De un incunable; En el combate!-
Un carcax con mis plumas Su cuello, en que la risa
Fabrica y átase; Gruesa onda hace!
Un sílex persiguiendo Venga, y por cauce nuevo
Vuelca un estante, Mi vida lance,
Y !allá ruedan por tierra Y a mis manos la vieja
Versillos frágiles, Péñola arranque,
Brumosos pensadores, Y del vaso manchado
Lópeos galanes! La tinta vacie!
De águilas diminutas !Vaso puro de nácar:
Puéblase el aire: Dame a que harte
!Son las ideas, que ascienden, Esta sed de pureza:
Rotas sus cárceles! Los labios cánsame!
¿Son éstas que lo envuelven
Del muro arranca, y cíñese, Carnes, o nácares?
Indio plumaje: La risa, como en taza
Aquella que me dieron De ónice árabe,
De oro brillante, En su incólume seno
Pluma, a marcar nacida Bulle triunfante:
Frentes infames, !Hete aquí, hueso pálido,
De su caja de seda Vivo y durable!
Saca, y la blande: Hijo soy de mi hijo!
Del sol a los requiebros El me rehace!
Brilla el plumaje,
Que baña en aúreas tintas Pudiera yo, hijo mío,
Su audaz semblante. Quebrando el arte
De ambos lados el rubio Universal, muriendo
Cabello al aire, Mis años dándote,
A mí súbito viénese Envejecerte súbito,
A que lo abrace. La vida ahorrarte!-
De beso en beso escala Mas no: que no verías
Mi mesa frágil; En horas graves
!Oh, Jacob, mariposa, Entrar el sol al alma
Ismaëlillo, árabe! Y a los cristales!
¿Qué ha de haber que me guste Hierva en tu seno puro
Como mirarle Risa asonante:
De entre polvo de libros Rueden pliegues abajo
Surgir radiante, Libros exangës:
Y, en vez de acero, verle Sube, Jacob alegre,
De pluma armarse, La escala suave:
Y buscar en mis brazos Ven, y de beso en beso
Tregua al combate? Mi mesa asaltes:-
Venga, venga Ismaelillo: !Pues ésa es mi musilla,
La mesa asalte, Mi diablo ángel!
Y por los anchos pliegues !Ah, musilla traviesa,
Del paño árabe Qué vuelo trae!
En rota vergonzosa

Jose Marti

15 de agosto de 2010

EL GRILLO


Un grillo manso que te quiere, amiga,
Y que en quererte vanamente insiste,
Cada vez que el silencio rehace
Te silabea su reclamo triste.

Abre los ojos. No te duermas. Ponte
Bien cerca, amiga, de mi pecho añoso;
Y así, callados, escuchemos juntos
La campanita del cri-cri amoroso

Entre las gentes del camino, siempre
Un hombre humilde me propongo ser,
Como el grillito que te quiere tanto
Y que te canta sin dejarse ver.

José Pedroni

14 de agosto de 2010

LA CALLE DEL NIÑO PERDIDO


l

Al rayar de una mañana
serena, apacible y pura,
cuando el alba su hermosura
envuelve en manto de grana,

cuando entre vivos fulgores
y entre céfiros suaves,
el espacio todo es aves
y la tierra toda flores;

y tras el lejano monte
de la noche como huella
se ve la postrer estrella
temblar en el horizonte;

y junto a la estrella está
cual maga que la sostiene,
celosa del sol que viene
la luna que ya se va

y suena la algarabía
en boscajes y colinas
de mirlos y golondrinas,
saludando al rey del día;

con una pompa real
que noble gente corteja
llegó una feliz pareja
a la iglesia Catedral.

Era selecta la grey,
pues ya la gente contaba
que el Arzobispo oficiaba
y era padrino el Virrey.

Entrando en el santuario
se fueron a arrodillar
en el más lujoso altar
de cuantos tuvo el Sagrario.

Apuestos eran él y ella;
de gran fortuna ella y él
de treinta años el doncel
y de veinte la doncella.

Los dos contentos y ufanos,
llenos de fe y de ilusiones,
ya unidos sus corazones
iban a enlazar sus manos.

De nuevas dichas en pos
se les vio salir unidos
con sus amores ungidos
por la bendición de Dios.

Y bien pronto en la ciudad
se supo con alegría
que el despuntar de aquel día
fue todo felicidad.

Repitiendo en cada hogar
que ya estaba desposada
doña Blanca de Moncada
con don Gastón de Alhamar.


II

Para rencores y duelos
de amor en el paraíso
el infierno darnos quiso
una serpiente: los celos.

No hay corazón más herido
ni con más sed de venganza
que el que pierde la esperanza
de verse correspondido.

Y que mira por su mal,
que mientras más sufre y llora,
más se distingue y se adora
a un poderoso rival.

No está, pues, mal expresado,
por quien sintió tantos dolores,
que ser rival en amores
es odiar y ser odiado.

Mientras Blanca se enlazaba
con Gastón a quien quería,
bajo la nave sombría
un hombre la contemplaba.

Era de semblante duro,
de mirar torvo y dañino:
Blanca lo halló en su camino
cual se encuentra un aire impuro.

Le repugnó su ardimiento
y él la siguió apasionado
cual si ella fuera el pecado
y él fuese el remordimiento.

En alas de la pasión
la importunaba y seguía,
y ella callaba y sufría
sin revelarlo a Gastón.

Y llegó a ser tan osado,
que le dijo con maldad:
"Por fuerza o por voluntad
has de venir a mi lado".

"Has burlado mi esperanza
me niegas tu fe y tu mano;
Blanca: soy napolitano,
cuídate de mi venganza!".

Blanca todo desdeñó,
libre de duelo y pesares,
pero llegó a los altares
y al hombre aquel encontró.

Al bajar la escalinata
vio de la nave a lo lejos,
dos ojos cuyos reflejos
le estaban diciendo: ¡ingrata!

Y brillaban por igual
ese modo que sonroja,
porque recuerdan la hoja
de envenenado puñal.

Se sintió desfallecer
tuvo miedo a oculto lazo,
y dando a Gastón el brazo
se irguió para no caer.

-¿Qué tienes? -dijo Gastón-
-¿Palideces, Blanca mía?
- Palidezco de alegría,
de contento, de emoción.

Y de la sombra al través
el napolitano herido,
clamó con sordo rugido:
"¡Caerán los dos a mis pies!".

Y con semejante infernal
como el lobo tras la oveja,
tras de la gentil pareja
salió de la Catedral.


III

¡Cuán dichoso es un hogar
donde reina una fe pura
y se cifra la ventura
en ser amado y amar!

Hermoso y seguro puerto
del mundo en las tempestades,
fanal de eternas verdades
de la vida en el desierto.

Gastón y Blanca, allí a solas,
en santa pasión se abrasan
y todas sus horas pasan
serenas como las olas.
Forma en su rica mansión
el lazo de su cariño,
un ángel de paz, un niño,
viva imagen de Gastón.

Respira el aire salubre
sin zozobra y sin fatigas
que acaricia a las espigas
en las mañanas de octubre.

Causa envidia al arrebol
de su mejilla el carmín,
y es cual la flor de un jardín
abierta al beso del sol.

En su tez sin mancha alguna
hay la limpidez de un astro,
y parece de alabastro
cuando reposa en la cuna.

Blanca dobla las rodillas
para dormido admirarlo.
Gastón, por no despertarlo,
se le acerca de puntillas.

Y apasionados él y ella
lo ven con dulces sonrojos,
cual ven unos mismos ojos
la luz de una misma estrella.

Y la flor recién nacida
talismán de dichas era,
porque la ilusión primera
¡le dio en un beso la vida!

Cuando soñaron los dos
por primogénito un hombre,
pensaron: tendrá por nombre
"El regalado por Dios".

Y cumplido el noble afán,
igual en Blanca y Gastón,
como Dios le dio un varón
le dieron por nombre: Juan.

Y trajo rasgos tan bellos
de gracia viril tesoro,
y era tan brillante el oro
de sus rizados cabellos,

que al llevarlo ante la Cruz
a recibir el bautismo,
que forma en el cristianismo
Jordán de gracia y de luz,

soñándolo ya un artista
o pensador de renombre,
lo advocaron bajo el nombre
de Juan el Evangelista.

Y así aquel niño sin par,
flor de celestes pensiles,
miró lucir tres abriles
sin lágrimas en su hogar.

Siempre en la faz de Gastón
hubo sonrisa al mirarlo;
Blanca siempre al contemplarlo
alzó al cielo una oración.

Y no puedo describir
los sueños que ambos tenían,
cuando al verlo discurrían
en su incierto porvenir.

Y eran felices los dos,
que al hogar que amor encierra
un hijo trae a la tierra
las bendiciones de Dios.


IV

La dicha de aquel hogar
se vino a eclipsar al fin,
y fue el rubio serafín
motivo de tal pesar.

El Destino, injusto y ciego,
que lo más sagrado arrasa,
en cierta noche la casa
envolvió ondas de fuego,

y entre el inmenso terror
que el incendio produjera,
Blanca, en la extendida hoguera,
busca el fruto de su amor.

Gastón, corriendo aturdido,
al hijo tierno buscaba
y como un loco gritaba:
"¡Volvedme al Niño Perdido!"

Y las llamas ascendían
terribles y destructoras,
y raudas y abrasadoras
cuanto hallaban, consumían.

Blanca y Gastón, como fieras
que su cachorro les quitan,
braman, se revuelven, gritan
con voces tan lastimeras-

que por piedad o cariño,
el peligro desdeñando,
muchos los siguen llorando
en busca del tierno niño,

Y Gastón; sin sombra alguna
de temor; con ciego empuje,
sobre una viga que cruje
se adelanta hasta la cuna.

¡Aquí! con gran alegría
está el niño, a todos dice,
mas pronto ve al infelice
que está la cuna vacía.

Siente romperse los lazos
que lo ligan a este mundo
y con un dolor profundo
alza la cuna en sus brazos.

Corre, y al punto que asoma
con Blanca por la escalera;
de un golpe la casa entera
retronando se desploma.

No hay bálsamo que mitigue
de Gastón la pena ardiente;
corre, y lo sigue la gente,
y Blanca, loca, lo sigue.

Cruzan por una calleja
donde existe sobre el muro
un viejo retablo obscuro
que humilde altar asemeja.

Con amargura infinita
Gastón se postra de hinojos
y fija los tristes ojos
en esa imagen bendita.

-"¡Oh, Madre de los Dolores!
dice mirándola fijo,
Devuélveme por tu Hijo
al hijo de mis amores!".

Y a la vez que en la sombría
calleja, otra voz se alzaba.
Era Blanca que gritaba:
-"¡Dadme a mi hijo, Madre mía!"

Y cuando la gente ya
rezando les acompaña,
en lo alto una voz extraña
a todos dice: - "¡Allí está!"

Reina un silencio profundo;
los ánimos se han turbado,
el eco que han escuchado
les parece de otro mundo.

Vuelve los ojos Gastón
sin proferir nueva queja,
y al fondo de la calleja,
mal oculto en un ancón,

halla al raptor inhumano
que carga al niño en un hombro;
Blanca lo ve y con asombro
exclama: "¡El napolitano!"

Gastón le asalta derecho
con ciega rabia infernal,
y el raptor saca un puñal
para clavarlo en su pecho.

Y audaz grita: -¡El que incendió
tu casa para vengarse,
podrá matar o matarse,
mas dar a este niño, no!

-¡Infame! Gastón agrega
y, erizado su cabello,
salta, lo coge del cuello,
y emprende así ruda brega.

--¡Madre! ¡Madre! El niño grita;
su dulce voz Blanca escucha
y sin miedo de la lucha
sobre ambos se precipita.

Mientras Gastón al raptor
estrangula, acude Blanca
que de los hombros le arranca
al tesoro de su amor.

La gente, entusiasta, admira
a Gastón, que con su mano
ahoga al napolitano,
que se retuerce y expira.

Cuando ya muerto lo ve,
y halla a Blanca con su hijo,
al raptor con regocijo
le pone en el cuello el pie.

Se cruza airoso de brazos
triunfante y de gozo ardiente,
impidiendo que la gente
destroce al vil en pedazos.

Blanca, loca de alegría,
arrodíllase llorando
ante el retablo gritando:
"¡Gracias, gracias, madre mía!"

No juzga el hallazgo cierto
en sus delirios febriles,
y en tanto los alguaciles
van a recoger al muerto.

Vuelve a su esposa Gastón,
mira al niño, se embelesa,
y grita cuando lo besa:
"¡Hijo de mi corazón!"

Todo el pueblo enternecido,
llora, clama, palmotea
y hasta el más pobre desea
besar al niño perdido.

Y torna la paz al alma;
la pena es gozo profundo,
que siempre viene en el mundo
tras la tempestad la calma.


V

Blanca, a quien sólo aconseja
la piedad actos de amor,
dejó de tan gran dolor
un recuerdo en la calleja.

Puso un nicho y unas flores,
emblemas de su cariño,
y en el nicho a Jesús Niño
perdido entre los Doctores,

y una lámpara que ardía
símbolo de devoción
invitando a la oración
en la noche y en el día.

Y año tras año corrido
respeta el hecho la fama;
y aquella calle se llama
"Calle del Niño Perdido".

Juan de Dios Peza

13 de agosto de 2010

TROVADORES PROVENZALES


Plácenme historias pasadas
De andante caballería
Y en ser las noches llegadas
Olvidar penas del día
Con los cuentos de las hadas

Y luego en lecho de flores,
Si las hadas me dejaron,
Ir soñando los amores
Que tuvieron y cantaron
Los antiguos trovadores.

Ver a Arnaldo y su querida
Siempre a sus finezas dura
Mientras él nunca la olvida,
Mientras canta su ternura
Con su letra muy sentida:

Y a Rambaldo generoso
Que manifiesta a su dama,
Por tímido y receloso,
Lo violento de su llama
Con un ardid ingenioso.

Ver las gracias y embeleso
De la esposa de Imberal
Y aquel amoroso exceso
De aquel Pedro de Vidal
Que dormida le dio un beso;

Que luego fue desterrado,
Mas por ser su suerte rara,
De la hermosa perdonado
Vino a recibir de grado
Lo que a fuerza se tomara.

¡Cómo es triste de escuchar
Aquella canción de amor
Que muerte vino a causar
Poco después de cantar
A su mismo trovador!

«Aquel dulce pensamiento
»Que de vos amor me envía
»Díctame cada momento
»Versos que me dan contento,
»Señora del alma mía.»

¡Ah, Guillermo... tu canción
No la oyera, por los cielos,
Con bárbara indignación
Y ardiendo en rabiosos celos
Raimundo de Rosellón,

Que el corazón te arrancó
Con el pérfido puñal
Y en un festín lo alargó
Sobre un plato de metal
A su esposa que te amó.

Que ella y tú fueseis yuntados
Bajo losas funerarias
Quisieron después los hados
Y que los enamorados
Os dijesen sus plegarias.

¡Cuán bellos mis sueños son...!
¡Con cuán mágicas pinturas
Me presenta la ilusión
Tus amores y aventuras,
Guillermo de Balaón...!

Que con extraño placer
Aparentabas reñir
Y a tu dama aborrecer
Por el gusto de volver
Las voluntades a unir.

Mas no anduviste advertido
cual fue razón anduvieras
Por no verte aborrecido,
Cuando tu desdén fingido
Te valió un desdén de veras.

Y para darte el perdón
Mandó tu cruel señora
Que una uña de raigón
Te arrancases en mal hora
Del dedo del corazón.

También es bello soñar
Al que sin ver a su dama,
Llegándose a enamorar
Por las nuevas de la fama,
Quiso verla y surcó el mar.

Y en traje de peregrino
Tan dulce cántico hacía,
Que en medio la mar bravía
Lamentando su destino
Los delfines atraía.

«Amor de tierra lejana,
»Por ti mi carne mezquina
»Toda está enferma y se afana
»Sin encontrar medicina
»Que la pueda poner sana.»

Lejos de nativa playa
La muerte fuiste a buscar,
Mísero Rudel de Blaya,
Tan delicado en amar,
Tan docto en la ciencia gaya.

Muy hermoso es recordar
A don Pedro de Aragón,
A Failit de Belostar
y Hugo, que por afición
Fue trovador y juglar;

Y aquellas dulces tensones
Llenas de amorosas sales,
Serventesios y canciones
Y aquellos juegos florales
Con premios y distinciones.

Las damas que presidían
Las cuestiones ingeniosas
Que a los vates proponían
Y las letras y las glosas
Que cantaban y leían...

Plácenme historias pasadas
De andante caballería
Y en ser las noches llegadas
Olvidar penas del día
Con los cuentos de las hadas

Y luego en lecho de flores,
Si las hadas me dejaron,
Ir soñando los amores
Que tuvieron y cantaron
Los antiguos trovadores.

Juan Arolas

12 de agosto de 2010

FAVILA


En la arena
se ha bañado la sombra
una, dos
libélulas fantasmas...

Aves de humo
van a la penumbra
del bosque.

Medio siglo
y en el límite blanco
esperamos la noche.

El pórtico
con perfume de algas,
el último mar.
En la sombra
Ríen los triángulos.

Jose Maria Eguren

10 de agosto de 2010

ll AYER Y HOY


20
Ninguno me hable de penas,
porque yo penado vivo,
y naides se muestre altivo
aunque en el estribo esté:
que suele quedarse a pie
el gaucho mas alvertido.

21
Junta esperencia en la vida
hasta pa dar y prestar
quien la tiene que pasar
entre sufrimiento y llanto,
porque nada enseña tanto
como el sufrir y el llorar.

22
Viene el hombre ciego al mundo,
cuartiándolo la esperanza,
y a poco andar ya lo alcanzan
las desgracias a empujones,
¡la pucha, que trae liciones
el tiempo con sus mudanzas!

23
Yo he conocido esta tierra
en que el paisano vivía
y su ranchito tenía
y sus hijos y mujer…
era una delicia el ver
como pasaba sus días.

24
Entonces… cuando el lucero
brillaba en el cielo santo,
y los gallos con su canto
nos decían que el día llegaba,
a la cocina rumbiaba
el gaucho… que un encanto.

25
Y sentao junto al jogón
a esperar que venga el día,
al cimarrón le prendía
hasta ponerse rechoncho,
mientras su china dormía
tapadita con su poncho.

26
Y apenas la madrugada
empezaba coloriar,
los pájaros a cantar,
y las gallinas a apiarse,
era cosa de largarse
cada cual a trabajar.

27
Este se ata las espuelas,
se sale el otro cantando,
uno busca un pellón blando,
este un lazo, otro un rebenque,
y los pingos relinchando
los llaman dende el palenque.

28
El que era pion domador
enderezaba al corral,
ande estaba el animal
bufidos que se las pela …
y más malo que su agüela,
se hacia astillas el bagual.

29
Y allí el gaucho inteligente,
en cuanto el potro enriendó,
los cueros le acomodó
y se le sentó en seguida,
que el hombre muestra en la vida
la astucia que Dios le dio.

30
Y en las playas corcoviando
pedazos se hacía el sotreta
mientras él por las paletas
le jugaba las lloronas,
y al ruido de las caronas
salía haciendo gambetas.

31
¡Ah, tiempos!… ¡Si era un orgullo
ver jinetear un paisano!
Cuando era gaucho baquiano,
aunque el potro se boliase,
no había uno que no parese
con el cabresto en la mano.

32
Y mientras domaban unos,
otros al campo salían
y la hacienda recogían,
las manadas repuntaban,
y ansí sin sentir pasaban
entretenidos el día.

33
Y verlos al cair la tarde
en la cocina riunidos,
con el juego bien prendido
y mil cosas que contar,
platicar muy divertidos
hasta después de cenar.

34
Y con el buche bien lleno
era cosa superior
irse en brazos del amor
a dormir como la gente,
pa empezar el día siguiente
las fainas del día anterior.

35
Ricuerdo ¡qué maravilla!
Cómo andaba la gauchada
siempre alegre y bien montada
y dispuesta pa el trabajo…
pero hoy en día… ¡barajo!
No se la ve de aporriada.

36
El gaucho más infeliz
tenía tropilla de un pelo,
no le faltaba un consuelo
y andaba la gente lista…
teniendo al campo la vista,
sólo vía hacienda y cielo.

37
Cuando llegaban las yerras,
¡cosa que daba calor!
Tanto gaucho pialador
y tironiador sin yel.
¡Ah, tiempos… pero si en él
se ha visto tanto primor!

38
Aquello no era trabajo,
mas bien era una junción,
y después de un güen tirón
en que uno se daba mana,
pa darle un trago de cana
solía llamarlo el patrón.

39
Pues vivía la mamajuana
siempre bajo la carreta,
y aquel que no era chancleta,
en cuanto el goyete vía,
sin miedo se le prendía
como güérfano a la teta.

40
¡Y qué jugadas se armaban
cuando estábamos riunidos!
Siempre íbamos prevenidos,
pues en tales ocasiones
a ayudarle a los piones
caiban muchos comedidos.

41
Eran los días del apuro
y alboroto pa el hembraje,
pa preparar los potajes
y osequiar bien a la gente,
y así, pues, muy grandemente,
pasaba siempre el gauchaje.

42
Vení, a la carne con cuero,
la sabrosa carbonada,
mazamorra pien pisada,
los pasteles y el güen vino…
pero ha querido el destino
que todo aquello acabara.

43
Estaba el gaucho en su pago
con toda siguridá,
pero aura… ¡barbaridá!,
La cosa anda tan fruncida,
que gasta el pobre la vida
en juir de la autoridá.

44
Pues si usté pisa en su rancho
y si el alcalde lo sabe,
lo caza lo mesmo que ave
aunque su mujer aborte…
¡no hay tiempo que no se acabe
ni tiento que no se corte!.

45
Y al punto dese por muerto
si el alcalde lo bolea,
pues ahí nomás se le apea
con una felpa de palos;
Y después dicen que es malo
el gaucho si los pelea.

46
Y el lomo le hinchan a golpes,
y le rompen la cabeza,
y luego con ligereza,
ansí lastimao y todo,
lo amarran codo a codo
y pa el cepo lo enderiezan.

47
Áhi comienzan sus desgracias,
áhi principia el pericón,
porque ya no hay salvación,
y que usté quiera o no quiera,
lo mandan a la frontera
o lo echan a un batallón.

48
Ansí empezaron mis males
lo mesmo que los de tantos;
si gustan… en otros cantos
les diré lo que he sufrido,
después que uno está… perdido
no lo salvan ni los santos.

José Hernández

9 de agosto de 2010

ROSA DE LLAMAS


Ráfagas de ocaso, dunas escampadas.
La luz y la sombra gladiando en el monte:
tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.

La culebra de un sendero tenebroso,
la sombra lejana de uno que camina,
en medio del yermo el perro rabioso,
terrible el gañido de su sed canina.

¡Venteaban los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
alma en combate, la expresión frenética,
un ramo de venas saltante en las sienes!

Lóbrega su estrella le alumbra el sendero
con un torbellino de acciones y ciencias:
las torvas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.

Ráfagas de ocaso, dunas escampadas,
la luz y la sombra gladiando en el monte:
mítica tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.

Ramon Maria del Valle Inclan

8 de agosto de 2010

DON JUAN


En los años que han corrido
desde que yo le escribí,
mientras que yo envejecí
mi Don Juan no ha envejecido.
Y fama tal por él gozo
que se cree, a lo que parece,
porque Don Juan no envejece,
que yo he de ser siempre mozo:
y hoy el bravo Ducazcal
os anuncia en su cartel
que he de hacer aquí un papel,
que tengo que hacer ya mal.
Yo no soy ya lo que fuí:
y viendo cuán poco soy,
dejo a los que más son hoy
pasar delante de mi;
pues, por Dios,que por más brava
que sea mi condición,
la fiebre rinde al león,
la gota la piedra cava,
Aun latir mis bríos siento:
pero es ya vana porfía,
no puedo ya la voz mía
pedirle otra vez al viento:
y a quién me lo quiere oir
digo años ha por doquier,
que pierdo el sér de mi ser
y que me siento morir.
Pero nadie me hace caso
por más que hablo a voz en grito,
porque este D.Juan maldito
por doquier me sale al paso;
y ni me deja vivir
en el rincón de mi hogar,
ni deja un año pasar
sin dar de mí que decir.
Yo me apoco día a día,
y este bocón andaluz,
a quien yo saqué a la luz
sin saber lo que me hacía,
me viste con su oropel
y a la luz me saca consigo;
por más que a voces le digo
que ir no puedo a par con él.
Más tanto favor os debo
por él, que en verdad me obliga
a que algo esta noche os diga
de este insolente mancebo.
Oíd...es una leyenda
muy difícil de contar,
porque tiene algo a la par
de ridícula y de horrenda:
una historia íntima mía.
Yo era en España querido
y mimado y aplaudido...
y me huí de España un día.
Vivía a ciegas y erré:
y una noche andando a oscuras
tropecé en dos sepulturas
y de Dios desesperé.
Emigré: me dí a la mar;
y esperando en el olvido
una muerte hallar sin ruido,
en América fuí a dar.
No llevando allá negocio
ni esperanza a qué atender,
al tiempo dejé de correr
en la oscuridad y el ocio.
Once años anduve allí
vagando por los desiertos,
contándome con los muertos,
y sin dar razón de mí.
Los indios semisalvajes
me veían con asombro
ir con mi arcabuz al hombro
por tan agrestes parajes;
y yo en saber me gozaba
que nadie que me veía
allí, quién era sabía
el que por allí vagaba;
y esperé que de aquél modo
de mí y de mi poesía
como yo se olvidaría
a la fin el mundo todo.
Mi nombre, pues, con intento
de dejar perder, y en suma
sin papel, tinta, ni pluma,
ni libros ya en mi aposento,
bebía en mi soledad
de mis pesares las heces:
más tenía que ir a veces
del desierto a la ciudad.
Vivo el cuerpo, el alma inerte,
a caballo y solo, iba
como una fantasma viva,
sin buscar ni huir la muerte.
Y hago aquí esta narración
porque sirva lo que digo
a mis hechos de castigo,
y a modo de confesión.
Sobre mí a un anochecer
un nublado se deshizo,
y entre el agua y el granizo
me dejó una hacienda ver.
Eché a escape y me acogí
de la casa entre la gente,
como franca lo consiente
la hospitalidad allí.
Celebrábase una fiesta.
que en aquél país no hay día
que en hacienda o ranchería
no tengan una dispuesta;
y son fiestas extremadas
allí por su mismo exceso,
de las hembras embeleso,
de los hombres emboscadas.
Y a no ser de mi leyenda
por no cortar la ilación,
hiciera aquí la descripción
de una fiesta en una hacienda,
donde nadie tiene empacho
de usar a gusto de todo;
porque son fiestas a modo
de las bodas de Camacho.
Allí acuden sin convite
buhoneros, comerciantes
y cirqueros ambulantes;
sin que a nadie se le quite
de entrar en corro el derecho,
de gastar de los abastos,
ni de colocar sus trastos
donde quiera que halle trecho.
Jamás se apaga el hogar,
jamás el servicio cesa;
siempre está puesta la mesa
para comer y jugar.
Por salas y corredores
se oye el son a todas horas
de carcajadas sonoras,
de onzas y de tenedores.
Todo es pelea de gallos,
toros, lazos, herraderos,
manganas y coleadores
y carreras de caballos;
y al fin de un día de broma
que nada en Europa iguala,
todo el mundo entra en la sala
y sitio en el baile toma.
Entré e hice lo que todos:
cuando creí que al sueño
se iban a dar, di yo al dueño
gracias por sus buenos modos:
mas mi caballo al pedir,
asiéndome por la mano,
me dijo el buen campirano
soltando el trapo a reír:
"¿Y a quién hay que se le antoje
dejar ahora tal jolgorio'
Vamos, venga usté a la troje
y verá el Don Juan Tenorio."
Y a mi,que lo había escrito,
en la troje me metía;
y allí al paso me salía
mi audaz andaluz precito.
Mas ¡ay de mí, cuál salió!
Lo hacía un indio otomí
en jerga que el diablo urdió;
tal fué mi Don Juan allí,
que ni yo le conocí
ni a conocer me di yo.
Tal es la gloria mortal,
y a quién Dios se la confiere,
si librarse a ella quiere
se la torna Dios en mal.
A mí no me la tornó,
porque por mi buena suerte
del olvido y de la muerte
doquier Don Juan me salvó.
¡Dios no quisó allá de mi!
Y de mi patria el olvido
temiendo, como había ido
a mi patria me volví.
¡Feliz malogrado afán!
Al volver de tierra extraña,
me hallé que había en España
vivido por mi Don Juan.
Comprendí en su plenitud
de Dios la suma clemencia:
Don Juan había en mi ausencia
borrado mi ingratitud.
Monstruo sin par de fortuna,
mientras yo de España huía,
en España me ponía
en los cuernos de la luna.
Y ni fuerza ni razón
han podido derribar
tal ídolo del altar
que le ha alzado la opnión.
Pero hablemos con franqueza
hoy que todo coadyuva
para aquí se me suba
a mí el humo a la cabeza:
Desvergonzado galán,
siempre atropella por todo
y de atajarle no hay modo;
¿ qué tiene, pues, mi Don Juan?
Del fondo de un monasterio
donde le encontré empolvado,
yo le planté remozado
en mitad de un cementerio:
y obra de un chico atrevido
que atusaba apenas bozo,
os parece tan buen mozo
porque está tan bien vestido.
Pero sus hechos están
en pugna con la razón,
pero tal reputación
¿qué tiene, pues, mi Don Juan?
Un secreto con que gana
la prez entre los dos Juanes;
el freno de sus desmanes:
que Doña Inés es cristiana.
Tiene que es de nuestra tierra
el tipo tradicional;
tiene todo el bien y el mal
que el genio español encierra.
Que, hijo de la tradición,
es impío y es creyente,
es balandrón y es valiente,
y tiene buen corazón.
Tiene que es diestro y zurdo,
que no cree en Dios y le invoca,
que lleva el alma en la boca,
y que es lógico y absurdo.
Con defectos tan notorios
vivirá aquí diez mil soles;
pues todos los españoles
nos la echamos de Tenorios
y si en el pueblo le hallé
y en español le escribí
y su autor el pueblo fué...
¿por qué me aplaudís a mi?.

Jose Zorrilla

7 de agosto de 2010

LA TARDE


Ruedan las olas frágiles
de los atardeceres
como limpias canciones de mujeres.

Jose Gorostiza

6 de agosto de 2010

UNA OSCURA PRADERA ME CONVIDA


Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.

Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.

Jose Lezama Lima

5 de agosto de 2010

ENVIO



A ti, con quien comparto la locura
de un arte firme, diáfano y risueño;
a ti, poeta hermano que eres cura
de la noble parroquia del Ensueño;
va la canción de mi amoroso mal,
este poema de vetustas cosas
y viejas ilusiones milagrosas,
a pedirte la gracia bautismal.

Te lo dedico
porque eres para mí dos veces rico;
por tus ilustres órdenes sagradas
y porque de tu verso en la riqueza
la sal de la tristeza
y la azúcar del bien están loadas.

Ramon Lopez Velarde

4 de agosto de 2010

MALVADA-LUNA DE YELO


Las floridas espaldas ya en la nieve,
y los cabellos de marfil al viento.
Agua muerta en la sien, el pensamiento
color halo de luna cuando llueve.

¡Oh, qué clamor bajo del seno breve,
qué palma al aire el solitario aliento!
¡Qué témpano, cogido al firmamento,
el pie descalzo que a morir se atreve!

Brazos de mar, en cruz, sobre la helada
bandeja de la noche; senos fríos,
de donde surge, yerta, la alborada;

¡oh piernas como dos celestes ríos,
Malva-luna-de-yelo, amortajada
bajo los mares de los ojos míos!

Rafael Albertti

3 de agosto de 2010

EL POETA


Nace, vive y adelanta
por la senda de la vida,
y al recibir una herida
la citara toma y canta;

Y la turba se divierte
con el que, fija en el cielo
La mirada, por el suelo
do lleva el paso no advierte.

El se queja, y mientras tanto
se le escucha sonriendo,
quizás a veces creyendo
que son ardides del canto.

Y en su profunda aflicción,
de sus canciones benditas,
¡cuántas, cuántas van escritas
con sangre del corazón!

Aunque el genio el canto exhale
canta al par dolor y gloria
que el laurel de la victoria
cuesta más de lo que vale.

Y al esparcir gloria y luz
del mundo en el escenario,
encuentra en él su calvario
y su martirio en su cruz.

Si Jesús en su suplicio
llegando al último instante,
desencajado el semblante,
consumado el sacrificio,

Entre el ronco vocerío
del pueblo que le insultaba
con dulce amor exclamaba:
"¡Perdonadlos, Padre mío!"

Si su frente desgarrada
por la sangrienta corona
al suelo inclina y abona
la clemencia su mirada,

También el bardo, al sentir
que se acerca su partida
sintiendo luchar la vida
con las ansias del morir,

Venciendo su mal profundo
de su lecho se levanta,
su citara toma, y canta
como el cisne moribundo.

Siendo aquél su último cante
de su eterna despedida,
pura esencia de su vida
y perfume de su llanto,

Que cuando la frente inclina
al peso de su corona,
¡también bendice y perdona
al mundo que le asesina!

Jose Gautier Benitez

2 de agosto de 2010

EPITAFIOS


1

Epitafio al mismo D. Rodrigo Calderón

Huésped, sustenta esta losa
quien nos gobernó el vivir
y nos enseñó a morir,
estrella tan imperiosa;
y la muerte, temerosa,
con haberle preparado
la fortuna y derribado
con tan grande valor, le vio,
que nunca se le atrevió
hasta que le tuvo atado.


2

Al rey Felipe IV

Siete virtudes que el cielo
divididas repartió
a tres Filipos las dio
para general consuelo:
fe y prudencia al abuelo;
la caridad y templanza
el piadoso padre alcanza;
y el que feliz siglo empieza,
tal justicia y fortaleza
que hace común la esperanza.


3

Al sepulcro de D. Felipe III

Queréis saber, pasajero,
lo que este túmulo encierra;
hoy poca y humilde tierra,
ayer todo el mundo entero;
éste es Felipe Tercero,
que no sabré decir yo
lo bueno que le sobró,
sino sólo deste modo,
que para tenerlo todo,
tener menos le faltó.

Juan de Tassis

1 de agosto de 2010

INMORTALIDAD



Cuando en el éter fúlgido y sereno
Arden los astros por la noche umbría,
El pecho de feliz melancolía
Y confuso pavor siéntese lleno.

¡Ay! ¡así girarán cuando en el seno
Duerma yo inmóvil de la tumba fría!...
Entre el orgullo y la flaqueza mía
Con ansia inútil suspirando peno,

Pero ¿qué digo? -Irrevocable suerte
También los astros a morir destina,
Y verán por la edad su luz nublada.

Mas superior al tiempo y a la muerte
Mi alma, verá del mundo la ruina,
A la futura eternidad ligada.

Jose Maria Heredia