CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de marzo de 2008

QUIEREME ENTERA



Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra...
si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
quiéreme día,
quiéreme noche...
¡Y madrugada en la ventana abierta!

si me quieres, no me recortes:
¡quiéreme toda... o no me quieras!

Dulce María Loynaz

ALGUN DIA



Un día llegarás;
el amor no espera.
Y me dirás:
Amada, ya llegó la primavera.

Un día me amarás.
Estarás de mi pecho tan cercano,
que no sabré si el fuego que me abrasa
es de tu corazón o del verano.

Un día me tendrás.

Escucharemos mudos
latir nuestras arterias
y sollozar los árboles desnudos.

Un día. Cualquier día.
Breve y eterno,
el amor es el mismo en primavera,
en verano, en otoño y en invierno.

Dora Castellanos

OTRA ESTIRPE



Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego...
Pido a tus manos todopoderosas
¡su cuerpo excelso derramado en fuego
sobre mi cuerpo desmayado en rosas!
La eléctrica corola que hoy despliego
brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas.
Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...
¡Así tendida, soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la simiente
de otra Estirpe sublimemente loca

Delmira Agustini

29 de marzo de 2008

LA ESPERANZA





Yo sé que eres una ave fugitiva,
un pez dorado que en las ondas juega,
una nube del alba que desplega
su miraje de rosa y me cautiva.

Sé que eres flor que la niñez cultiva
y el hombre con sus lágrimas la riega,
sombra del porvenir que nunca llega,
Bella a los ojos, y a la mano esquiva!

Yo sé que eres la estrella de la tarde
Que ve el anciano entre celajes de oro,
Cual postrera ilusión de su alma, bella;

Y aunque tu luz para mis ojos no arde,
Engáñame ¡oh mentira! yo te adoro,
Ave o pez, sombra o flor, nube o estrella.

Carlos Augusto Salaverry

ELEGIA




Los besos se me han vuelto telarañas,
la casa se ha venido abajo,
se derrumba;
ya está rota
aunque tiembla entre gajos y vitrales.
Abierta como madre
la aluden los crepúsculos;
es un desierto borrado por mis pies
que no siguen a nadie.
He claveteado estas persianas
para que no examinen la agonía,
el polvo es mi señor.
Sepultada
por gatos y papeles
jamás sospecharán que vivo.

Carilda Oliver

FINJAMOS QUE SOY FELIZ



Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá podréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.

El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que esta alegre se burla
de ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado.

Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta,
sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa
sólo es digno el mundo vario;
y otro, que sus infortunios
son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba
y razón en qué fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces;
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.

Pues, si no hay quien lo sentencie,
¿por qué pensáis, vos, errado,
que os cometió Dios a vos
la decisión de los casos?

O ¿por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?

El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.

Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.

También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuando menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.

Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quita la sustancia al fruto
la locura de los ramos.

Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.

En amenidad inútil,
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño,
que ostente flores el mayo?

¿De qué sirve al ingenio
el producir muchos partos,
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?

Y a esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,
si no muerto, lastimado.

El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.

Es de su propio Señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.

Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los ojos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.

¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.

Sor Juana Ines de la Cruz

27 de marzo de 2008

BALADA DEL LOCO AMOR




I

No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.


II

Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

III

No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.

Jose Angel Buesa

DESENGAÑO DE LAS MUJERES



Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.

Puto es el gusto, y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.

Mas llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado

si de otras tales putas me pagare,
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.

Francisco de Quevedo

ALDEA ANDALUZA



De toda tu belleza en mí solo perdura,
entre el deslumbramiento de la intensa blancura
de la cal luminosa que tus muros enjarra,
la queja de una copla que los aires desgarra,

y en el calcinamiento de la estéril llanura,
aquel rincón de paz, oasis de frescura,
perdido en la planicie donde el sol achicharra
y su crótalos roncos repica la cigarra.

Y allí, visto de paso, bajo el verde cancel
de las tupidas hojas que forman el dosel
que lo estona y ajusta el marco del dintel,

aquel rostro moreno del mirador aquel,
con los ojos de pena y los labios de miel,
y toda Andalucía reconcentrada en él.

Francisco A. de Icaza

25 de marzo de 2008

IDOLATRIA


La vida mágica se vive entera
en la mano viril que gesticula
al evocar el seno o la cadera,
como la mano de la Trinidad
teológicamente se atribula
si el Mundo parvo, que en tres dedos toma,
se le escapa cual un globo de goma.

Idolatremos todo padecer,
gozando en la mirífica mujer.

Idolatría
de la expansiva y rútila garganta,
esponjado liceo
en que una curva eterna se suplanta
y en que se instruye el ruiseñor de Alfeo.

Idolatría
de los dos pies lunares y solares
que lunáticos fingen el creciente
en la mezquita azul de los Omares,
y cuando van de oro son un baño
para la Tierra, y son preclaramente
los dos solsticios de un único año.

Idolatría
de la grácil rodilla que soporta,
a través de los siglos de los siglos,
nuestra cabeza en la jornada corta.

Idolatría
de las arcas, que son
y fueron y serán horcas caudinas
bajo las cuales rinde el corazón
su diadema de idólatras espinas.

Idolatría
de los bustos eróticos y místicos
y los netos perfiles cabalísticos.

Idolatría
de la bizarra y música cintura,
guirnalda que en abril se transfigura,
que sirve de medida
a los más filarmónicos afanes,
y que asedian los raucos gavilanes
de nuestra juventud embravecida.

Idolatría
del peso femenino, cesta ufana
que levantamos entre los rosales
por encima de la primera cana,
en la columna de nuestros felices
brazos sacramentales.

Que siempre nuestra noche y nuestro día
clamen: ¡Idolatría! ¡Idolatría!

Ramón López Velarde

AMOROSA ANTICIPACION






Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aun misterioso y tácito de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.

Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
me darás esa orilla de tu vida que tu misma no tienes?.

Arrojado a quietud,
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera, quizá,
como Dios a de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo,
sin el amor, sin mí.

Jorge Luis Borges

EL CORAZON REBOSANTE



El alma traigo ebria de aroma de rosales
y del temblor extraño que dejan los caminos...
A la luz de la luna las vacas maternales
dirigen tras mi sombra sus ojos opalinos.

Pasan con sencillez hacia la cumbre,
rumiando simplemente las hierbas del vallado;
o bien bajo los árboles con clara mansedumbre
se aduermen al arrullo del aire sosegado.

Y en la quietud augusta de la noche mirífica,
como sutil caricia de trémulos pinceles,
del cielo florecido la claridad magnífica
fluye sobre la albura de sus lustrosas pieles.

Y yo discurro en paz, y solamente pienso
en la virtud sencilla que mi razón impetra;
hasta que, en elación el ánimo suspenso,
gozo la sencillez que viene y me penetra.

Sencillez de las bestias sin culpa y sin resabio;
sencillez de las aguas que apuran su corriente;
sencillez de los árboles... ¡Todo sencillo y sabio,
Señor, y todo justo, y sobrio, y reverente!

Cruzando las campiñas, tiemblo bajo la gracia
de esta bondad augusta que me llena...
¡Oh dulzura de mieles! ¡Oh grito de eficacia!
¡Oh manos que vertisteis en mi espíritu
la sagrada emoción de la noche serena!

Como el varón que sabe la voz de las mujeres
en celo, temblorosas cuando al amor incitan,
yo sé la plenitud en que todos los seres
viven de su virtud, y nada solicitan.

Para seguir viviendo la vida que me resta
haced mi voluntad templada, y fuerte y noble,
oh virginales cedros de lírica floresta,
oh próvidas campiñas, oh generoso roble.

Y haced mi corazón fuerte como vosotros
del monte en la frecuencia.
Oh dulces animales que, no sabiendo nada,
bajo la carne sabéis la antigua ciencia
de estar oyendo siempre la soledad sagrada.

Porfirio Barba Jacob

20 de marzo de 2008

BELLA



Bella,
como en la piedra fresca
del manantial, el agua
abre un ancho relámpago de espuma,
así es la sonrisa en tu rostro, bella.

Bella,
de finas manos y delgados pies
como un caballito de plata,
andando, flor del mundo,
así te veo, bella.

Bella,
con un nido de cobre enmarañado
en tu cabeza, un nido
color de miel sombría
donde mi corazón arde y reposa, bella.

Bella, no te caben los ojos en la cara,
no te caben los ojos en la tierra.

Hay países, hay ríos en tus ojos,
mi patria está en tus ojos,
yo camino por ellos,
ellos dan luz al mundo
por donde yo camino, bella.

Bella,
tus senos son como dos panes
Hechos de tierra cereal y luna de oro,
bella.

Bella, tu cintura
la hizo mi brazo como un río cuando
pasó mil años por tu dulce cuerpo, bella.

Bella,
no hay nada como tus caderas,
tal vez la tierra tiene
en algún sitio oculto
la curva y el aroma de tu cuerpo,
tal vez en algún sitio, bella.

Bella, mi bella, tu voz, tu piel,
tus uñas bellas, mi bella,
tu ser, tu luz, tu sombra, bella,
todo eso es mío, bella,
todo eso es mío, mía,
cuando andas o reposas,
cuando cantas o duermes,
cuando sufres o sueñas, siempre,
cuando estás cerca o lejos,
siempre, eres mía, mi bella, siempre.

Pablo Neruda

VERDE EMBELESO



Verde embeleso de la vida humana,
loca esperanza, frenesí dorado,
sueño de los despiertos intrincado,
como de sueños, de tesoros vana;

alma del mundo, senectud lozana,
decrépito verdor imaginado;
el hoy de los dichosos esperado,
y de los desdichados el mañana:

sigan tu sombra en busca de tu día
los que, con verdes vidrios por anteojos,
todo lo ven pintado a su deseo;

que yo, más cuerda en la fortuna mía,
tengo en entrambas manos ambos ojos
y solamente lo que toco veo.

Sor Juana Inés de La Cruz

MUDANZA



Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía:
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... la sombra y el ansia del desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.

Salvador Díaz Mirón

MARCHA TRIUNFAL






¡Ya viene el cortejo!
¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines.
La espada se anuncia con vivo reflejo;
ya viene, oro y hierro, el cortejo de los paladines.

Ya pasa debajo los arcos ornados de blancas Minervas y Martes,
los arcos triunfales en donde las Famas erigen sus largas trompetas,
la gloria solemne de los estandartes
llevados por manos robustas de heroicos atletas.

Se escucha el ruido que forman las armas de los caballeros,
los frenos que mascan los fuertes caballos de guerra,
los cascos que hieren la tierra,
y los timbaleros,
que el paso acompasan con ritmos marciales
¡Tal pasan los fieros guerreros
debajo los arcos triunfales!

Los claros clarines de pronto levantan sus sones,
su canto sonoro,
su cálido coro,
que envuelve en un trono de oro
la augusta soberbia de los pabellones.
Él dice la lucha, la herida venganza,
la sangre que riega de heroicos carmines
la tierra;
los negros mastines
que azuza la muerte, que rige la guerra.

Los áureos sonidos
anuncian el advenimiento
triunfal de la Gloria;
dejando el picacho que guarda sus nidos,
tendiendo sus alas enormes al viento,
los cóndores llegan. ¡Llegó la victoria!

Ya pasa el cortejo.
Señala el abuelo los héroes al niño:
--ved cómo la barba del viejo
los bucles de oro circundan de armiño.--
Las bellas mujeres aprestan coronas de flores,
y bajo los pórticos vénse sus rostros de rosa;
y la más hermosa
sonríe al más fiero de los vencedores.
¡Honor al que trae cautiva la extraña bandera!
¡Honor al herido y honor a los fieles
soldados que muerte encontraron por mano extranjera!
¡Clarines! ¡Laureles!

Las nobles espadas de tiempos gloriosos
desde sus panoplias saludan las nuevas coronas y lauros;
--las viejas espadas de los granaderos, más fuertes que osos,
hermanos de aquellos lanceros que fueron centauros.--
Las trompas guerreras resuenan;
de voces los aires se llenan...

A aquellas ilustres espadas
a aquellos ilustres aceros,
que encarnan las glorias pasadas...
Y al sol que hoy alumbra nuevas victorias ganadas,
y al héroe que guía su grupo de jóvenes fieros;
al que ama la insignia del suelo materno;
al que ha desafiado, ceñido el acero, y el arma en la mano,
los soles del rojo verano,
las nieves y vientos del gélido invierno,
la noche, la escarcha,
y el odio y la muerte, por ser por la patria inmortal,
¡saludan con voces de bronce las trompas de guerra que tocan la marcha triunfal!

Rubén Darío

Y PENSAR QUE PUDIMOS


Y pensar que extraviamos
la senda milagrosa
en que se hubiera abierto
nuestra ilusión como perenne rosa ...

Y pensar que pudimos,
enlazar nuestras manos
y apurar en un beso
la comunión de fértiles veranos ...
Y pensar que pudimos,
en una onda secreta
de embriaguez, deslizarnos,
valsando un vals sin fin, por el planeta ...
Y pensar que pudimos,
al rendir la jornada,
desde la sosegada
sombra de tu portal y en una suave
conjunción de existencias,
ver las constelaciones del Zodiaco
sobre la sombra de nuestras conciencias ...

Ramón López Velarde

LA NIÑA Y LA MARIPOSA




Va una mariposa bella
volando de rosa en rosa,
y de una en otra afanosa
corre una niña tras ella.

Su curso, alegre y festiva,
sigue con pueril afán,
y con airoso ademán
la mariposa se esquiva.

A veces con loco intento
quiere hacer presa en sus galas,
y, en vez de tocar sus alas,
toca las alas del viento.

Y su empeño duplicando,
cuanto más corre afanosa,
más leda la mariposa
va su inocencia burlando.

La ciñe en rápido giro,
y al ir a cogerla esbelta,
por cada vez que se suelta,
suelta la niña un suspiro.

Mas, sin ceder en su anhelo,
presta una, y la otra ligera,
ni una acorta su carrera,
ni la otra amaina su vuelo.

Y vagan embebecidas,
sin sentir indiferentes
ni el son de las claras fuentes,
ni el de las auras perdidas.

Ni los pájaros que espantan,
entre las ramas divisan,
ni ven las flores que pisan,
ni oyen las aves que cantan.

Y mientras estas cantando
siguen con plácido estruendo,
la niña sigue corriendo,
la mariposa volando.

-Amaina el vuelo sereno,
mariposa,
de quien es albergue el seno
de la rosa.

¿Por qué en tal dulce ocasión
vas sin tino
huyendo así la prisión
de lazo tan peregrino?

Reina de las blandas flores,
sus enojos
no temas, ni los ardores
de sus ojos,

porque ese puro arrebol
que enamora,
si es luciente como el sol,
es tierno como la aurora.

Entre mil palmas no hay talle
más galano,
ni azucena en todo el valle
cual su mano.

No oirás de su voz divina
la dulzura,
ni el ruiseñor que trina,
ni el raudal que murmura.

Aprende el aura a ser leve
de su planta,
y, para formar con nieve
su garganta.

le dio el cisne el atavío
de su pluma,
lumbre la aurora, y el río
su plata, cristal y espuma.

-No sigas más la inconstante
mariposa,
enamorada y errante
niña hermosa,

que al fin vendrá a ser cautiva
de tu llama,
si aun amorosa, aunque esquiva,
la luz de los cielos ama.

Y aunque aspira de mil flores
la fragancia,
no imites en tus amores
su inconstancia;

que al fin de tanto vagar,
suele, hermosa,
entre las flores hallar
la yerba más venenosa.

Imita sólo su vuelo,
pues serena,
jamás, niña toca el cielo,
ni la arena.

Quien se humilla o sin razón
subir quiere,
muere a manos de un halcón
si a las de un áspid no muere.

Más ¡ay! que vas en pos de ella
vagarosa,
sin escuchar mi querella,
niña hermosa.

Sigues con presteza tanta
tu contento,
que así encomiendas tu planta,
como mi súplica, al viento.-

Y en tan inocente afán,
como su gusto entretienen,
así vagabundas vienen,
y así vagabundas van.

A veces en su embeleso
la mariposa, al pasar,
suele fugaz estampar
sobre su mejilla un beso.

Y rauda su vuelo alzando,
la niña de ángel blasona,
al trazar una corona
sobre su frente girando.

Y siguen acordemente
la mariposa en sus giros,
la niña con sus suspiros,
con sus rumores la fuente.

Vagan los aires suaves
formando dobles acentos,
y al grato son de los vientos,
siguen cantando las aves.

Y entre tanta melodía,
tanta corriente murmura,
que es todo el aire frescura,
aroma, luz y armonía.

Y susurrando congojas
prosiguen mintiendo quejas,
en el pensil las abejas,
y en la enramada las hojas.

Y tiernas flores hollando,
y frescas auras batiendo,
la niña sigue corriendo,
la mariposa volando.


Ramón de Campoamor

ASI TE QUIERO

El día trece de julio
yo me tropecé contigo.
Las campanas de mi frente,
amargas de bronce antiguo,
dieron al viento tu nombre
en repique de delirio.
Mi corazón de madera,
muerto de flor y de nidos,
floreció en un verde nuevo
de naranjos Y de gritos,
y por mi sangre corrió
un toro de escalofrío,
que me dejó traspasado
en la plaza del suspiro.
¡Ay trece, trece de julio,
cuando me encontré contigo!
¡Ay tus ojos de manzana
y tus labios de cuchillo
y las nueve, nueve letras
de tu nombre sobre el mío,
que borraron diferencias
de linaje y de apellido!
¡Bendita sea la madre,
la madre que te ha parido,
porque sólo te parió
para darme a mí un jacinto,
y se quedó sin jardines
porque yo tuviera el mío!
¿Quieres que me abra las venas
para ver si doy contigo?
¡Pídemelo, y al momento
seré un clavel amarillo!
¿Quieres que vaya descalzo
llamando por los postigos
¡Dímelo, y no habrá aldabón
que no responda a mi brío!
¿Quieres que cuente la arena
de los arroyos más finos?
Haré lo que se te antoje,
lo que mande tu capricho,
que es mi corazón cometa
y está en tu mano el ovillo;
que es mi sinrazón campana
y tu voluntad sonido.
Nunca quise a nadie así;
voy borracho de cariño,
desnudo de conveniencias
y abroquelado de ritmos,
como un Quijote de luna
con armadura de lirios...
Te quiero de madrugada,
cuando la noche y el trigo
hablan de amor a la sombra
morena de los olivos;
te quiero al atardecer
cuando se callan los niños
y las mocitas esperan
en los balcones dormidos;
te quiero siempre: mañana,
tarde, noche... ¡Por los siglos
de los siglos! ¡Amén! Te
querré constante y sumiso,
y cuando ya me haya muerto,
antes que llegue tu olvido,
por la savia de un ciprés
subiré delgado y lírico,
hecho solamente voz
para decirte en un grito:
¡Te quiero! ¡Te quiero muerto
igual que te quise vivo!

Rafael de León

19 de marzo de 2008

SOMBRA





I
¿Quién eres, di, sombra errante,
que me sigues pertinaz,
y doquiera que la faz
vuelvo, te miro delante?
¿Eres la memoria estuante
de lejano devaneo,
o al engendrarte el deseo
con mi propio ser batallas?
¿Por qué sin saber do te hallas
en todas partes te veo?

II
¿Eres éter desprendido
de la región impalpable,
por mandato inexplicable
en fantasma convertido?
¿O de mi llanto vertido
el vaporoso ardimiento
finge una forma en el viento,
forma que amo y acobarda?
¿Eres el ángel de la guarda?,
¿eres mi remordimiento?

III
Cuando las noches sus mares
de sombra, en la tierra vierte
y en mi lecho caigo inerte,
nutrido de mil pesares;
dejando tal vez tus lares
fantásticos, apareces,
y si el afán toma creces,
me levanto como loco,
por ver si tu sombra toco
y al punto te desvaneces.

IV
Mi extraviada fantasía
con distintas formas pueblas
eres luz en las tinieblas,
y sombra en la luz del día.
Inspiras a mi ardentía
amor que extraña el espanto;
¿Por qué desde el camposanto
me recuerdas, por mi mal,
una historia criminal
que santificó mi llanto?

V
Te adoro, sombra imposible,
como el arcángel enteo,
y aunque nada, nada creo,
hoy me asombra lo increíble
sombra del alma adorada.
¿Por qué no eres ¡ay! tangible,
sombra de la infortunada
que mi labio en sueños nombra?
¿por qué no me vuelvo sombra
para fundirme en tu nada?

VI
Sombra de la amada mía,
que brilla lánguidamente,
como brilla una palente
estrella, en la noche umbría.
¿Por qué en mi audaz fantasía
vives, memoria de ayer?
¡Oh!, ¡quién pudiera creer
que entre la bruma del sueño
amara con loco empeño
a un ser que no puede ser!

VII
Te veo unas veces estela;
otras, estatua marmórea;
otras, visión incorpórea;
otras cual luna a quien cela
denso vapor que la vela,
y otras como esos quemantes
rayos del sol, que anhelantes
al entrar por el balcón,
fingen faja de crespón
llena de átomos brillantes.

VIII
Te adora intuitivamente,
y vuela, si estoy dormido,
mi espíritu desprendido
tras tu forma transparente.
Ojala nunca lamente
por tu presencia exaltada
llegue a verte evaporada;
porque quiero al fenecer
dar a tu nada mi ser,
o ser con tu nada, nada.

Antonio Plaza

ADIOS


Adiós, locura de mis treinta años,
besado en julio bajo la luna llena
al tiempo de la herida y la azucena.
Adiós, mi venda de taparme daños.


Adiós, mi excusa, mi desorden bello,

mi alarma tierna, mi ignorante fruta:
estrella transitoria que se enluta,
esperanza de todo por mi cuello.

Adiós, muchacho de la cita corta;

adiós, pequeña ayuda de mi aorta,
tristísimo juguete violentado.

Adiós, verde placer, falso delito;

adiós, sin una queja, sin un grito.
Adiós, mi sueño nunca abandonado.

Carilda Oliver

ESTUDIO




Apenas te conozco y ya me digo:
¿Nunca sabrá que su persona exalta
todo lo que hay en mí de sangre y fuego?

¡Como si fuese mucho
esperar unos días -¿muchos, pocos?-
porque toda esperanza
parece mar del Sur, profunda, larga!
Y porque siempre somos
frutos de la impaciencia bosque todos.
Apenas te conozco y ya arrasé
ciudades, nubes y paisajes viajes,
y atónito, descubro de repente
que dentro estoy de la piedra presente
y que en cielo aún no hay un celaje.

Cómo serán estas palabras, nuevas,
cuando ya junto a ti, salgan volando
y en el acento de tus manos vea
el límite inefable del espacio.

Carlos Pellicer

18 de marzo de 2008

AMOR TARDIO




Tardíamente, en el jardín sombrío,
tardíamente entró una mariposa,
transfigurando en alba milagrosa
el deprimente anochecer de estío.

Y, sedienta de miel y de rocío,
tardíamente en el rosal se posa,
pues ya se deshojó la última rosa
con la primera ráfaga de frío.

Y yo, que voy andando hacia el poniente,
siento llegar maravillosamente,
como esa mariposa, una ilusión;
pero en mi otoño de melancolía,
mariposa de amor, al fin del día,
qué tarde llegas a mi corazón...

Jose Angel Buesa

CANCION SIN TIEMPO


I

En la pureza de los círculos concéntricos
Que crecen y se evaden
Desde secretos puntos de armonía.
Tú, en el minuto que conmemora
La dulzura inefable del perfil
Y la inocencia de las manos unidas
En un solo pulso,
En un salto a otro espacio, en una sangre única.
Cielo de aguas de olvido.
Frescor perezoso de palmeras inexistentes.
Fuente recién abierta. Aguasangre
Que a través de las venas de la tierra
Viene del seno de una campesina,
Nace en el corazón de una madre
Que canta una canción de cuna
Y brota en ese punto donde se rompe
La vena más débil y amorosa de la tierra.
Tú, desde el cielo de la frente
Hecha para el vuelo de los más puros pensamientos,
Hasta el rastro de música apagada
Que deja el pie desnudo
En la arena de una playa nocturna, aún
No descubierta.
Las palabras nos separan
Y nos demoran el amanecer de los besos.
La madrugada de los ojos en los ojos.
Por eso el dedo índice sobre mis labios
Te construye el silencio,
Esa atmósfera donde alientas
Y que te crea de nuevo,
Deleitándose en cada forma
Con la pasión de un escultor.
Por mi silencio existes.
No necesitas la realidad de la forma,
Ni la piel, ni el relieve de las venas…
Ni el contorno del labio superior.
Prescindes ya del nombre.
Yo espero otro para nombrarte,
Un nombre que convenga a tu ser nuevo.
El nombre que los ángeles pronuncian en voz baja
Y aún no ha abierto su flor al borde de mi oído.

Emilio Ballagas

SIEMPRE AMOR

Siempre, amor:
Por arriba del beso
que fue comida de gusanos
y de la rosa que se pudre,
cada mañana azul, en la caja del muerto.
Por arriba mil lunas de este hilo
de baba que en el suelo
dejó el molusco pálido;
por arriba del pan mezclado con ceniza,
de la mano crispada junto al hierro.
Siempre, amor... Más allá de toda fuga,
de toda hiel, de todo pensamiento;
más allá de los hombres
y de la distancia y del tiempo.
Siempre, amor:
En la hora en que el cuerpo
se libra de su sombra... Y en la hora
en que la sombra va chupando el cuerpo...
Siempre, amor... (¡Y estas dos palabras náufragas,
entre alma y piel clavadas contra el viento!)

Dulce María Loynaz

17 de marzo de 2008

LA RAMERA



Humanidad pigmea,
tú que proclamas la verdad y el Cristo,
mintiendo caridad en cada idea:
tú que, de orgullo el corazón beodo,
por mirar a la altura
te olvidas de que marchas sobre lodo:
tú que diciendo hermano,
escupes al gitano y al mendigo
porque son un mendigo y un gitano:
Ahí está esa mujer que gime y sufre
con el dolor inmenso con que gimen
los que cruzan sin fe por la existencia;
escúpela también... ¡anda!... ¡no importa
que tú hayas sido quien la hundió en el crimen
que tú hayas sido quien mató su creencia!

¡Pobre mujer! que abandonada y sola
sobre el oscuro y negro precipicio,
en lugar de una mano que la salve
siente una mano que la impele al vicio;
y que al bajar en su redor los ojos
y a través de las sombras que la ocultan
no encuentra mas que seres que la miran
y que burlando su dolor la insultan...

Antes era una flor... una azucena
rica de galas y de esencias rica,
llena de aromas y de encantos llena;
era una flor hermosa
que envidiaban las aves y las flores,
y tan bella y tan pura
como es pura la nieve del armiño,
como es pura la flor de los amores,
como es puro el corazón del niño.

Las brisas le brindaban con sus besos,
y con sus tibias perlas el rocío,
y el bosque con sus álamos espesos,
y con su arena y su corriente el río;
y amada por las sombras en la noche,
y amada por la luz en la mañana,
vegetaba magnífica y lozana,
tendiendo al aire su purpúreo broche;
pero una vez el soplo del invierno
en su furia maldita,
pasó sobre ella y le arrancó sus hojas,
pasó sobre ella y la dejó marchita;
y al contemplar sin galas
su cálice antes de perfumes lleno,
la arrebató impaciente entre sus alas
y fue a hundirla cadáver en el cieno.

¡Filósofo mentido!...
¡Apóstol miserable de una idea
que tu cerebro vil no ha comprendido!
Tú que la ves que gime y que solloza,
y burlas su sollozo y su gemido...
¿Qué hiciste de aquel ángel
que amoroso y sonriente
formó de tu niñez el dulce encanto!
¿Qué hiciste de aquel ángel de otros días,
que lloraba contigo si llorabas
y gozaba contigo si reías...?
¡Te acuerdas!... Lo arrancaste de la nube
donde flotaba vaporoso y bello,
y arrojándola al hambre,
sin ver su angustia ni su amor siquiera,
le convertiste de camelia en lodo:
le transformaste de ángel en ramera!

¡Maldito tú que pasas
junto a las frescas rosas,
y que sus galas sin piedad les quitas!
¡Maldito tú que sin piedad las hieres,
y luego las insultas por marchitas!
¡Pobre mujer!... ¡Juguete miserable
de su verdugo mismo!...
Víctima condenada
a vegetar sumida en un abismo
mas negro que el abismo de la nada
y a no escuchar mas eco en sus dolores,
que el eco de la horrible carcajada
con que el hombre le paga sus amores.

¡Pobre mujer, a la que el hombre niega
el derecho sublime
de llamar hijo a su hijo!
¡Pobre mujer que de rubor se cubre
cuando escucha que le grita madre!
Y que quiere besarle, y se detiene,
porque sabe que un beso de sus besos
se convierte en borrón donde lo imprime!

Deja ya de llorar, pobre criatura,
que si del mundo en la escabrosa senda,
caminas entre fango y amargura,
sin encontrar un ser que te comprenda,
en el cielo los ángeles te miran,
te compadecen, te aman,
y lloran con el llanto lastimero
que tus ojos bellísimos derraman.

¡Y que se burle el hombre, y que se ría!
¡Y que te llame harapo y te desprecie!
Déjale tú reír, y que te insulte,
Que ha de llegar el día
en que la gota cristalina y pura
se desprenda del lodo
para elevarse nube hasta la altura.

Y entonces en lugar de un anatema,
en lugar de un desprecio,
escucharás al Cristo del Calvario,
que añadiendo tu pena
a tus lágrimas tristes en abono
te dirá como ha tiempo a Magdalena:
Levántate, mujer, yo te perdono.

Manuel Acuña

LA BALADA INEDITA




Sentado en una piedra del camino,
y como presa de pesar tremendo,
una tarde cantaba un peregrino
una canción que me quedó doliendo.
Una canción que el alma me penetra
como un escalofrío, una balada
rebosante de hiel: triste es su letra,
pero es mucho más triste su tonada.
El sol iba a morir. Un rojo lampo
de su luz, como un luengo hilo de seda,
se enredaba en los árboles del campo
y sangraba en la frente de Aeda.
Llégueme al trovador desconocido,
y emocionado pregúntele: ¿en dónde
aprendiste ese canto tan sentido
que a mi clamor parece que responde?
y él contestóme con acento blando,
con un acento musical: Os digo
que lo aprendí no sé dónde ni cuándo
porque, a decir verdad, nació conmigo.
Ese canto en mi ruta es mi alegría:
refresca mi fatiga y mi quebranto;
cuando a hablar comencé... ya lo sabía,
y desde entonces sin cesar lo canto.
De mi orquesta interior él es un eco
que hago sonar en la tardina calma,
y que al salir por el oscuro hueco
de mi boca glacial, me alivia el alma.
Con él recorro el mundo paso a paso,
y siempre en los parajes campesinos,
me gusta, cuando el sol baja a su ocaso,
cantarlo en la quietud de los caminos.
¿Quién eres?, pregunté. Y él dijo:
-El viejo camarada mejor del Desengaño,
nunca a los hombres de acercarme dejo,
y aunque ellos no me ven... los acompaño.
Yo soy el acicate, soy el grito
que se escapa del labio moribundo,
el ay! que repercute en lo infinito,
el verdadero emperador del mundo.
Yo elevo los espíritus, yo arranco
del humano fangal los corazones,
y purifico en el incienso blanco
que arde en mi pecho, todas las pasiones.
Gloria soy de los mártires; sus nombres
viven por mí; yo pongo los cilicios,
yo atormento la carne de los hombres
soy el padre de todos los suplicios.
Yo doy alas al genio, fuerza al justo,
esperanzas a todos los anhelos;
por mí, solo por mí, subió el Augusto
Redentor desde el Gólgota a los cielos.-
El rapsoda calló. Yo lo miraba.
Entre una nube de melancolía;
su corazón como bullente lava
a través de su pecho se encendía.
Su frente era muy blanca, su mejilla
honda, muy honda, sus cabellos canos;
de ébano y oro -excelsa maravilla-
columpiaba una cítara en sus manos.
Como dos claros pozos de tranquilas aguas
en cuencos de marmórea roca,
se remansaba el llanto en sus pupilas
sobre el rictus amargo de su boca.
Aquel hombre... ¿quién era? ¿Acaso un loco?
-¿Te llamas?, pregunté, y el peregrino:
-SOY EL DOLOR-, me dijo, y poco a poco
se alejó en las revueltas del camino.
Marchó de cara al moribundo día,
hacia el lejano resplandor postrero,
y a manera de sol que se moría,
su planta iba sangrando en el sendero.
Abrió la noche su portal; los astros
comenzaron a hervir y un gran lucero
lloró su luz sobre los tibios rastros
del muerto sol y del senil viajero.
Pronto la luna apareció, serena,
sobre un picacho de la curva andina,
y una lechuza desgranó su pena
desde el roto esqueleto de una encina.
¡Allí quedeme estático y suspenso,
sin saber de mí nada; al otro día
pensé en el peregrino, y en él pienso
a través de los años todavía!

Julio Flores

EL FUERTE LAZO



Crecí para ti.
Tálame.
Mi acacia implora a tus manos el golpe de gracia.
Florecí para ti.
Córtame.
Mi lirio al nacer dudaba ser flor o ser cirio.
Fluí para ti.
Bébeme.
El cristal envidia lo claro de mi manantial.
Alas di para ti.
Cázame.
Falena, rodeo tu llama de impaciencia llena.
Por ti sufriré.
¡Bendito sea el daño que tu amor me dé!
¡Bendita sea el hacha, bendita la red, y loadas sean tijeras y sed!
Sangre del costado
Manaré, mi amado.
¿Qué broche más bello, qué joya más grata,
que por ti una llaga color escarlata?
En vez de abalorios para mis cabellos,
siete espinas largas hundiré entre ellos.
Y en vez de zarcillos pondré en mis orejas,
como dos rubíes, dos ascuas bermejas.
Me verás reír
viéndome sufrir.
Y tú llorarás, y entonces...
¡Más mío que nunca serás!

Juana de Ibarbourou