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21 de enero de 2020

VUELTA DE MARTÍN FIERRO II


XVII

791

Le cobré un miedo terrible
después que lo vi difunto;
llamé al alcalde, y al punto
acompañado se vino
de tres o cuatro vecinos
a arreglar aquel asunto.


792

Anima bendita, dijo
un viejo medio ladiao
Que Dios lo haiga perdonao,
es todo cuanto deseo,
le conocí un pastoreo
de terneritos robaos.


793

Ansina es, dijo el alcalde;
Con eso empezó a poblar;
yo nunca podré olvidar
las travesuras que hizo;
hasta que al fin fué preciso
que le privasen carniar.


794

De mozo fue muy jinete:
no lo bajaba un bagual;
pa ensillar un animal
sin necesitar de otro,
se encerraba en el corral,
y allí golpeaba el potro.


795

Se llevaba mal con todos:
era su costumbre vieja
el mesturar las ovejas,
pues al hacer el aparte
sacaba la mejor parte,
y después venía con quejas.


796

Dios lo ampare al pobrecito,
dijo en seguida un tercero.
Siempre robaba carneros;
en eso tenía destreza:
enterraba las cabezas
y después vendía los cueros.


797

¡Y qué costumbre tenía
cuando en el fogón estaba!
Con el mate se agarraba
estando los piones juntos.
Yo tallo decía y apunto
y a ninguno convidaba.


798

Si ensartaba algún asado
¡pobre! ¡Como si lo viese!,
Poco antes de que estuviese
primero lo maldecía,
luego después lo escupía
para que naides comiese.


799

Quien le quitó esa costumbre
de escupir el asador
fue un mulato desertor
que andaba de amigo suyo:
un diablo muy pelador
que le llamaban Barullo.


800

Una noche que les hizo
como estaba acostumbrao,
se alzó el mulato enojao
y le gritó: -¡viejo indino,
yo te he de enseñar, cochino,
a echar saliva al asao!


801

Lo saltó por sobre el juego
con el cuchillo en la mano;
¡la pucha el pardo liviano!
En la mesma atropellada
le largó una puñalada
que la quitó otro paisano...


802

Y ya caliente Barullo,
quiso seguir la chacota;
se le había erizado la mota
lo que empezó la reyerta:
el viejo ganó la puerta
y apeló a las de gaviota.


803

De esa costumbre maldita
dende entonces se curó;
a las casas no volvió:
se metió en un cicutal
y allí escondido pasó
esa noche sin cenar.


804

Esto hablaban los presentes,
y yo, que estaba a su lao
al oír lo que he relatao,
aunque él era un perdulario,
dije entre mí: ¡que rosario
le están lanzando al finao!.


805

Luego comenzó el alcalde
a registrar cuanto había,
sacando mil chucherías
y guascas y trapos viejos,
temeridá de trebejos
que para nada servían.


806

Salieron lazos, cabrestos,
coyundas y maniadores,
una punta de arriadores,
cinchones, maneas, torzales
una porción de bozales
y un montón de tiradores.


807

Habia riendas de domar
frenos, estribos quebraos;
bolas, espuelas, recaos,
unas pavas, unas ollas,
y un gran manojo de argollas
de cinchas que había cortao.


808

Salieron varios cencerros,
alesnas, lonjas, cuchillos,
unos cuantos cojinillos
un alto de jergas viejas,
muchas botas desparejas
y una infinidá de anillos.


809

Había tarros de sardinas,
unos cueros de venao,
unos ponchos aujeriaos,
y en tan tremendo entrevero
apareció hasta un tintero
que se perdió en el juzgao.


810

Decía el alcalde muy serio:
Es poco cuanto se diga;
había sido como hormiga.
He de darle parte al Juez.
¡Y que me venga después
con que no se los persiga!


811

Yo estaba medio azorao
de ver lo que sucedía;
entre ellos mesmos decían
que unas prendas eran suyas,
pero a mi me parecía
que estas eran aleluyas.


812

Y cuando ya no tuvieron
rincón donde registrar,
cansaos de tanto huroniar
y de trabajar en balde,
Vámonos, dijo el alcalde,
Luego lo haré sepultar.


813

Y aunque mi padre no era
el dueño de ese hormiguero,
el, allí muy cariñero,
me dijo con muy buen modo:
Vos serás heredero
y te harás cargo de todo.


814

Se ha de arreglar este asunto
como es preciso que sea;
voy a nombrar albacea
uno de los circunstantes;
las cosas no son como antes
tan enredadas y feas.


815

¡Bendito Dios!, Pensé yo,
Ando como un pordiosero,
y me nombran heredero
de toditas estas guascas.
¡Quisiera saber primero
lo que se han hecho mis vacas!




XVIII

816

Se largaron, como he dicho,
a disponer el entierro;
cuando me acuerdo me aterro:
me puse a llorar a gritos
al verme allí tan solito
con el finao y los perros.


817

Me saqué el escapulario,
se lo colgué al pecador,
y como hay en el Señor
misericordia infinita,
rogué por la alma bendita
del que antes fué mi tutor.


818

No se calmaba mi duelo
de verme tan solitario;
ahí le champurrié un rosario
como si juera mi padre,
besando el escapulario
que me había puesto mi madre.


819

Madre mía, gritaba yo,
¿dónde estarás padeciendo?
El llanto que estoy virtiendo
lo derramarías por mí,
si vieras a tu hijo aquí
todo lo que esta sufriendo.


820

Y mientras ansí clamaba
sin poderme consolar,
los perros, para aumentar
mas mi miedo y mi tormento,
en aquel mesmo momento
se pusieron a llorar.


821

Libre Dios a los presentes
de que sufran otro tanto;
con el muerto y esos llantos
les juro que faltó poco
para que me vuelva loco
en medio de tanto espanto.


822

Decían entonces las viejas,
como que eran sabedoras,
que los perros cuando lloran
es porque ven al demonio;
yo creía en el testimonio
como creé siempre el que ignora.


823

Ahí dejé que los ratones
comieran el guasquerío
y como anda a su albedrío
todo el que huérfano queda,
alzando lo que era mío
abandoné aquella cueva.


824

Supe después que esa tarde
vino un pión y lo enterró;
ninguno lo acompañó
ni lo velaron siquiera;
y al otro día amaneció
con una mano dejuera.


825

Y me ha contao además
el gaucho que hizo el entierro
al recordarlo me aterro,
me da pavor este asunto
que la mano del dijunto
se la había comido un perro.


826

Tal vez yo tuve la culpa
porque de asustao me fui;
supe, después que volví,
y asegurárselos puedo,
que los vecinos, de miedo,
no pasaban por allí.


827

Hizo del rancho guarida
la sabandija mas sucia
el cuerpo se despeluza
y hasta la razón se altera;
pasaba la noche entera
chillando allí una lechuza.


828

Por mucho tiempo no pude
saber lo que me pasaba;
los trapitos con que andaba
eran puras hojarascas;
todas las noches soñaba
con viejos, perros y guascas.



XIX

829

Anduve a mi voluntá,
como moro sin Señor;
ese jué el tiempo mejor
que yo he pasado tal vez;
de miedo de otro tutor,
ni aporté por lo del Juez.


830

Yo cuidaré, me había dicho,
De lo de tu propiedá:
todo se conservará,
el vacuno y los rebaños,
hasta que cumplas 30 años,
en que seas mayor de edá.


831

Y aguardando que llegase
el tiempo que la ley fija,
pobre como lagartija
y sin respetar a naides,
anduve cruzando el aire
como bola sin manija.


832

Me hice hombre de esa manera
bajo el más duro rigor;
sufriendo tanto dolor
muchas cosas aprendí;
y, por fin, víctima fui
del mas desdichado amor.


833

De tantas alternativas
esta es la parte peluda
infeliz y sin ayuda,
fué extremado mi delirio,
y causaban mi martirio
los desdenes de una viuda.


834

Llora el hombre ingratitudes
sin tener un fundamento;
acusa sin miramiento
a la que el mal le ocasiona,
y tal vez en su persona
no hay ningún merecimiento.


835

Cuando yo mas padecía
la crueldá de mi destino,
rogando al poder divino
que del dolor me separe,
me hablaron de un adivino
que curaba esos pesares.


836

Tuve recelos y miedos,
pero al fin me disolví:
hice coraje y me fuí
donde el adivino estaba,
y por ver si me curaba,
cuanto llevaba le di.


837

Me puse, al contar mis penas,
mas colorao que un tomate,
y se me añudó el gaznate
cuando dijo el ermitaño:
Hermano, le han hecho daño
y se lo han hecho en un mate.


838

Por verse libre de usté
lo habrán querido embrujar.
Después me empezó a pasar
una pluma de avestruz,
y me dijo:De la cruz
recebí el don de curar.


839

Debes maldecir, me dijo,
A todos tus conocidos;
ansina el que te ha ofendido
pronto estará descubierto,
y deben ser maldecidos
tanto vivos como muertos.


840

Y me recetó un hincao
en un trapo de la viuda,
frente a una planta de ruda,
hiciera mis oraciones,
diciendo: No tengas duda;
eso cura las pasiones.


841

A la viuda, en cuanto pude,
un trapo le manotié;
busqué la ruda y al pie,
puesto en cruz, hice mi rezo;
pero, amigos, ni por eso
de mis males me curé.


842

Me recetó otra ocasión
que comiera abrojo chico;
el remedio no me explico,
mas, por desechar el mal,
al nudo en un abrojal
fui a ensangrentarme el hocico.


843

Y con tanta medicina
me parecía que sanaba;
por momentos se aliviaba
un poco mi padecer,
mas si a la viuda encontraba,
volvía la pasión a arder.


844

Otra vez que consulté
su saber extraordinario,
recibió bien su salario,
y me recetó aquel pillo
que me colgase tres grillos
ensartaos como rosario.


845

Por fin la última ocasión
que por mi mal lo fui a ver,
me dijo: No, mi saber
no ha perdido su virtud;
yo te daré la salud:
no triunfará esa mujer.


846

Y ten fe en el remedio,
pues la ciencia no es chacota;
de esto no entendés ni jota.
Sin que ninguno sospeche,
cortale a un negro tes motas
y hacélas hervir en leche.


847

Yo andaba ya desconfiando
de la curación maldita,
y dije: "Este no me quita
la pasión que me domina;
pues que viva la gallina,
aunque sea con la pepita."


848

Ansí me dejaba andar,
hasta que, en una ocasión,
el Cura me echó un sermón,
para curarme sin duda,
diciendo que aquella viuda
era hija de confesión.


849

Y me dijo estas palabras
que nunca las he olvidao:
Has de saber que el finao
ordenó en su testamento
que naides de casamiento
le hablara en lo sucesivo;
y ella prestó el juramento
mientras él estaba vivo.


850

Y es preciso que lo cumpla,
porque ansí lo manda Dios;
es necesario que vos
no la vuelvas a buscar,
porque si llega a faltar
se condenarán los dos.


851

Con semejante advertencia
se completó mi derrota;
le vi los pies a la sota,
y me le alejé a la viuda,
mas curao que con la ruda,
con los grillos y las motas.


852

Después me contó un amigo
que al Juez le había dicho el Cura
que yo era un cabeza dura
y que era un mozo perdido;
que me echaran del partido,
que no tenía compostura.


853

Tal vez por ese consejo
y sin que mas causa hubiera,
ni que otro motivo diera,
me agarraron de repente
y en el primer contingente
me echaron a la frontera.


854

De andar persiguiendo viudas
me he curao el deseo;
en mil penurias me veo,
mas pienso volver tal vez
a ver si sabe aquel Juez
lo que se ha hecho de mi rodeo.




XX

855

Martín Fierro y sus dos hijos,
entre tanta concurrencia,
siguieron con alegría
celebrando aquella fiesta.
Diez años, los más terribles,
había durado la ausencia,
y al hallarse nuevamente
era su alegría completa.
En ese mesmo momento
uno que vino de ajuera,
a tomar parte con ellos
suplicó que lo admitieran.
Era un mozo forastero
de muy regular presencia,
y hacía poco que en le pago
andaba dando sus vueltas.
Aseguran algunos
que venía de la frontera;
que había pelao a un pulpero
en las últimas carreras;
pero andaba despilcho,
no traía una prenda buena:
un recadito cantor
daba fe de sus pobrezas.
Le pidió la bendición
al que causaba la fiesta
y, sin decirles su nombre,
les declaró con franqueza
que el nombre de Picardía
es el único que lleva.
Y para contar su historia
a todos pide licencia,
diciéndoles que en seguida
iban a saber quien era.
Tomo al punto la guitarra,
la gente se puso atenta,
y ansí cantó Picardía
en cuanto templó las cuerdas:



PICARDÍA


XXI

856

Voy a contarles mi historia
perdónenme tanta charla ,
y les diré al principiarla,
aunque es triste hacerlo ansí:
a mi madre la perdí
antes de saber llorarla.


857

Me quedé en el desamparo,
y al hombre que me dió el ser
no lo pude conocer;
ansí, pues, dende chiquito,
volé como el pajarito
en busca de qué comer.


858

O por causa del servicio,
que tanta gente destierra,
o por causa de la guerra,
que es causa bastante seria,
los hijos de la miseria
son muchos en esta tierra.


859

Ansí, por ella empujado,
no sé las cosas que haría,
y aunque con vergüenza mía,
debo hacer esta advertencia:
siendo mi madre inocencia,
me llamaban Picardía.


860

Me llevó a su lado un hombre
para cuidar las ovejas,
pero todo el día eran quejas
y guascazos a lo loco,
y no me daba tampoco
siquiera unas jergas viejas.


861

Dende la alba hasta la noche,
en el campo me tenía;
cordero que se moría
mil veces me sucedió
los caranchos lo comían,
pero lo pagaba yo.


862

De trato tan rigoroso
muy pronto me acobardé;
el bonete me apreté
buscando los mejores fines,
y con unos volantines
me fuí para Santa fé.


863

El pruebista principal
a enseñarme me tomó,
y ya iba aprendiendo yo
a bailar en la maroma,
mas me hicieron una broma
y aquello me indisgustó.


864

Una vez que iba bailando,
porque estaba el calzón roto,
armaron tanto alboroto
que me hicieron perder pie;
de la cuerda me largué
y casi me descogotó.


865

Ansí me encontré de nuevo
sin saber dónde meterme,
y ya pensaba volverme
cuando, por fortuna mía,
me salieron unas tías
que quisieron recogerme.


866

Con aquella parentela,
para mí desconocida,
me acomodé ya en seguida,
y eran muy buenas señoras;
pero las más rezadoras
que he visto en toda mi vida.


867

Con el toque de oración
ya principiaba el rosario;
noche a noche un calendario
tenían ellas que decir,
y a rezar solían venir
muchas de aquel vecindario.


868

Lo que allí me aconteció
siempre lo he de recordar,
pues me empiezo a equivocar
y a cada paso refalo,
como si me entrara el Malo
cuanto me hincaba a rezar.


869

Era como tentación
lo que yo experimenté,
y jamas olvidaré
cuanto tuve que sufrir,
porque no podía decir
Artículos de la fe.


870

Tenía al lao una mulata
que era nativa de allí;
se hincaba cerca de mí
como el ángel de la guarda;
¡pícara!, Y era la parda
la que me tentaba ansí.


871

Reza, me dijo mi tía,
Artículos de la fe.
Quise hablar y me atoré;
la dificultad me aflige;
miré a la parda, y ya dije:
Artículos de Santa fé.


872

Me acomodó el coscorrón
que estaba viendo venir,
yo me quise corregir,
a la mulata miré
y otra vez volví a decir:
Artículos de Santa fé.


873

Sin dificultá ninguna
rezaba todito el día,
y a la noche no podía
ni con un trabajo inmenso;
es por eso que yo pienso
que alguno me tentaría.


874

Una noche de tormenta
vi a la parda y me entró chucho;
los ojos me asusté mucho
eran como refocilo:
al nombrar a San Camilo,
le dije San Camilucho.


875

Esta me da con el pie,
aquella otra con el codo:
¡ah, viejas, por ese modo,
aunque de corazón tierno,
yo las mandaba al infierno
con oraciones y todo!


876

Otra vez, que como siempre
la parda me perseguía,
cuando yo acordé, mis tías
me habían sacao un mechón
al pedir la extirpación
de todas las herejías.


877

Aquella parda maldita
me tenía medio afligido,
y ansí; me había sucedido
que, al decir Extirpación,
le acomodé Entripación
y me cayeron sin ruido.


878

El recuerdo y el dolor
me duraron muchos días;
soñé con las herejías
que andaban por extirpar
y pedía siempre al rezar
la extirpación de mis tías.


879

Y dale siempre rosarios,
noche a noche sin cesar;
dale siempre barajar
salves, trisagios y credos;
me aburrí de esos enredos
y al fin me mandé mudar.





XXII

880

Anduve como pelota,
y más pobre que una rata:
cuando empecé a ganar plata
se armó no sé que barullo:
yo dije: a tu tierra, grullo,
aunque sea con una pata.


881

Eran duros y bastantes
los años que allá pasaron;
con lo que ellos me enseñaron
formaba mi capital;
cuanto vine, me enrolaron
en la Guardia Nacional.


882

Me había ejercitao al naipe,
el juego era mi carrera;
hice alianza verdadera
y arreglé una trapisonda
con el dueño de una fonda
que entraba en la peladera.


883

Me ocupaba con esmero
en floriar una baraja;
el la guardaba en la caja
en paquetes, como nueva;
y la media arroba lleva
quien conoce la ventaja.


884

Comete un error inmenso
quien de la suerte presuma;
otro mas hábil lo fuma,
en un dos por tres lo pela,
y lo larga que no vuela,
porque le falta una pluma.


885

Con un socio que lo entiende
se arman partidas muy buenas;
queda allí la plata ajena,
quedan prendas y botones:
siempre caían a esas reuniones
zonzos con las manos llenas.


886

Hay muchas trampas legales,
recursos del jugador;
no cualquiera es sabedor
a lo que un naipe se presta:
con una cincha bien puesta
se la pega uno al mejor.


887

Deja a veces ver la boca,
haciendo el que se descuida;
juega el otro hasta la vida
y es seguro que se ensarta,
porque uno muestra una carta
y tiene otra prevenida.


888

Al monte, las precauciones
no han de olvidarse jamás;
debe afirmarse además
los dedos para el trabajo,
y buscar asiento bajo
que le dé la luz de atrás.


889

Pa tallar, tome la luz;
dé la sombra al adversario;
acomódese al contrario
en todo juego cartiao:
tener ojo ejercitao
es siempre muy necesario.


890

El contrario abre los suyos,
pero nada ve el que es ciego:
dándole soga, muy luego
se deja pescar el tonto;
todo chapetón cree pronto
que sabe mucho en el juego.


891

Hay hombres muy inocentes
y que a las carpetas van;
cuando azariados están
les pasa infinitas veces
pierden en puertas y en treses,
y dándoles mamarán.


892

El que no sabe no gana
aunque ruegue a Santa Rita;
en la carpeta a un mulita
se le conoce al sentarse,
y conmigo era matarse:
no podían ni a la manchita.


893

En el nueve y otros juegos
llevo ventaja y no poca,
y siempre que dar me toca
el mal no tiene remedio,
porque sé sacar del medio
y sentar la de la boca.


894

En el truco, al más pintao
solía ponerlo en apuro;
cuando aventajar procuro,
sé tener, como fajadas,
tiro a tiro el as de espadas,
o flor, o envite seguro.


895

Yo sé defender mi plata
y lo hago como el primero:
el que ha de jugar dinero
preciso es que no se atonte;
si se armaba una de monte,
tomaba parte el fondero.


896

Un pastel, como un paquete,
se llevarlo con limpieza;
dende que a salir empiezan
no hay carta que no recuerde;
sé cuál se gana o se pierde
en cuanto caian en la mesa.


897

También por estas jugadas
suele uno verse en aprietos;
mas yo no me comprometo
porque sé hacerlo con arte,
y aunque les corra el descarte
no se descubre el secreto.


898

Si me llamaban al dao,
nunca me solía faltar
un cargado que largar,
un cruzao para el mas vivo,
y hasta atracarles un chivo
sin dejarlos maliciar.


899

Cargaba bien una taba,
porque la sé manejar;
no era manco en el billar,
y por fin de lo que explico,
digo que hasta con pichicos
era capaz de jugar.


900

Es un vicio de mal fin
el de jugar, no lo niego;
todo el que vive del juego
anda a la pesca de un bobo,
y es sabido que es un robo
ponerse a jugarle a un ciego.


901

Y esto digo claramente
porque he dejao de jugar;
y le puedo asegurar,
como que fuí del oficio:
más cuesta aprender un vicio
que aprender a trabajar.




XXIII

902

Un nápoles mercachifle
que andaba con un arpista,
cayó también en la lista
sin dificultá ninguna:
lo agarré a la treinta y una
y le daba bola vista.


903

Se vino haciendo el chiquito,
por sacarme esa ventaja;
en el pantano se encaja,
aunque robo se le hacía;
lo cegó santa lucía
y desocupó las cajas.


904

¡Lo hubieran visto afligido
llorar por las chucherías!
Me a ganao con picardía,
decía el gringo y lagrimeaba,
mientras yo en un poncho alzaba
todita su mercheria.


905

Quedó allí aliviao del peso
sollozando sin consuelo;
había caído en el anzuelo,
tal vez porque era domingo,
y esa calidá de gringo
no tiene Santo en el cielo.


906

Pero poco aproveché
de factura tan lucida;
el diablo no se descuida,
y a mí me seguía la pista
un ñato muy enredista
que era Oficial de partida.


907

Se me presentó a exigir
la multa en que había incurrido,
que el juego estaba prohibido,
que iba a llevarme al cuartel
tuve que partir con él
todo lo que había adquirido.


908

Empecé a tomarlo entre ojos
por esa albitrariedá;
yo había ganao, es verdá,
con recursos, eso sí;
pero el me ganaba a mí
fundao en su autoridá.


909

Decían que por un delito
mucho tiempo anduvo mal;
un amigo servicial
lo compuso con el Juez,
y poco tiempo después
lo pusieron de Oficial.


910

En recorrer el partido
continuamente se empleaba;
ningún malevo agarraba,
pero traía en un carguero
gallinas, pavos, corderos
que por ahí recolectaba.


911

No se debía permitir
el abuso a tal extremo.
Mes a mes hacía lo mesmo,
y ansí decía el vecindario:
Este ñato perdulario
ha resucitao el diezmo.


912

La echaba de guitarrero
y hasta de concertador:
sentao en el mostrador
lo hallé una noche cantando
y le dije: Como que ando
con ganas de oír un cantor.


913

Me echó el ñato una mirada
que me quiso devorar,
mas no dejó de cantar
y se hizo el desentendido;
pero ya había conocido
que no lo podía pasar.


914

Una tarde que me hallaba
de visita... vino el ñato,
y para darle un mal rato
dije juerte: ñato...ribia,
no cebe con la agua tibia,
y me la entendió el mulato.


915

Era todo en el juzgao,
y como que se achocó,
ahí no más me contestó:
Cuanto el caso se presiente
te he de hacer tomar caliente,
y has de saber quién soy yo.


916

Por causa de una mujer
se enredó más la cuestión;
le tenía el ñato afición;
ella era mujer de ley,
moza con cuerpo de güey,
muy blanda de corazón.


917

La hallé una vez de amasijo;
estaba hecha un embeleso,
y le dije: Me intereso
en aliviar sus quehaceres,
y ansí, señora, si quiere
yo le arrimaré los huesos.


918

Estaba el ñato presente
sentado como de adorno;
por evitar un trastorno
ella, al ver que se disgusta,
me contestó: Si usté gusta,
arrímelos junto al horno.


919

Ahí se enredó la madeja
y su enemistá conmigo;
se declaró mi enemigo,
y, por aquel cumplimiento,
ya sólo buscó el momento
de hacerme dar un castigo.


920

Yo vía que aquel maldito
me miraba con rencor,
buscando el caso mejor
de poderme echar el pial;
y no vive más el lial
que lo que quiere el traidor.


921

No hay matrero que no caiga,
ni arisco que no se amanse;
ansí, yo, dende aquel lance,
no salía de algún rincón,
tirao como el San Ramón
después que se pasa el trance.




XXIV

922

Me le escapé con trabajo
en diversas ocasiones;
era de los adulones;
me puso mal con el Juez;
hasta que al fin una vez
me agarró en las elecciones.


923

Recuerdo que esa ocasión
andaban listas diversas;
las opiniones dispersas
no se podían arreglar:
decían que el Juez, por triunfar,
hacía cosas muy perversas.


924

Cuando si riunió la gente
vino a proclamarla el ñato,
diciendo con aparato
Que todo andaría mal,
si pretendía cada cual
votar por un candilato.


925

Y quiso al punto quitarme
la lista que yo llevé,
mas yo se la mesquiné,
y ya me gritó: ¡anarquista!
Has de votar por la lista
que ha mandao el Comiqué.


926

Me dió vergüenza de verme
tratado de esa manera;
y como si uno se altera
ya no es fácil que se ablande,
le dije: Mande el que mande,
yo he de votar por quien quiera.


927

En las carpetas de juego
y en la mesa eletoral,
a todo hombre soy igual,
respeto al que me respeta,
pero el naipe y la boleta
naides me lo ha de tocar.


928

Ahí no más ya me cayó
a sable la polecía;
aunque era una picardía
me decidí a soportar,
y no los quise peliar
por no perderme ese día.


929

Atravesao me agarró
y se aprovechó aquel ñato;
dende que sufrí ese trato
no dentro donde no quepo;
fui a jinetiar en el cepo
por cuestión de candidatos.


930

Injusticia tan notoria
no la soporté de flojo;
una venda de mis ojos
vino el suceso a voltiar:
vi que teníamos que andar
como perro con tramojo.


931

Dende aquellas elecciones
se siguió el batiburrillo;
aquél se volvió un ovillo
del que no había ni noticia,
¡es señora la justicia...
Y anda en ancas del mas pillo!




XXV

932

Después de muy pocos días,
tal vez por no dar espera
y que alguno no se juera,
hicieron citar la gente,
pa reunir un contingente
y mandar a la frontera.


933

Se puso arisco el gauchaje:
la gente está acobardada;
salió la partida armada
y trujo como perdices
unos cuantos infelices
que entraron en la voltiada.


934

Decía el ñato con soberbia:
¡esta es una gente indina!
Yo los rodié a la sordina:
no pudieron escapar;
y llevaba orden de arriar
todito lo que camina."


935

Cuando vino el Comandante
dijeron: ¡dios nos asista!
Llegó les clavó la vista
yo estaba haciéndome el zonzo;
le echó a cada uno un responso
y ya lo plantó en la lista.


936

¡Cuadráte!, Le dijo a un negro.
Te estás haciendo el chiquito,
cuando sos el más maldito
que se encuentra en todo el pago.
Un servicio es el que te hago,
y por eso te remito.


A OTRO

937

Vos no cuidas tu familia
ni le das los menesteres;
visitas otras mujeres,
y es preciso, calavera,
que aprendas en la frontera
a cumplir con tus deberes.


A OTRO

938

Vos también sos trabajoso;
cuando es preciso votar
hay que mandarte llamar
y siempre andas medio alzao;
sos un desubordinao,
y yo te voy a filiar.


A OTRO

939

¿cuánto tiempo hace que vos
andas en este partido?
¿Cuantas veces has venido
a la citación del Juez?
No te he visto ni una vez:
has de ser algún perdido.


A OTRO

940

Este es otro barullero
que pasa en la pulpería
predicando noche y día
y anarquizando a la gente:
irás en el contingente
por tamaña picardía.


A OTRO

941

Dende la anterior remesa
vos andas medio perdido;
la autoridá no ha podido
jamás hacerte votar:
cuando te mandan llamar
te pasas a otro partido.


A OTRO

942

Vos siempre andas de florecita:
no tenés renta ni oficio;
no has hecho ningún servicio;
no has votado ni una vez.
¡Marcha!... Para que dejes
de andar haciendo perjuicio.


A OTRO

943

Dame vos tu papeleta:
yo te la voy a tener.
Esta queda en mi poder;
después la recogerás,
y ansí, si te desertas,
todos te puedan prender.


A OTRO

944

Vos, porque sos ecetuao,
ya te querés sulevar;
no vinistes a votar
cuando hubieron elecciones;
no te valdrán excepciones:
¡yo te voy a enderezar! 


945

Y a éste por este motivo
y a otro por otra razón,
toditos, en conclusión,
sin que escapara ninguno,
jueron pasando uno a uno
a juntarse en un rincón.


946

Y allí las pobres hermanas,
las madres y las esposas
derramaban cariñosas
sus lágrimas de dolor;
pero gemidos de amor
no remedian estas cosas.


947

Nada importa que una madre
se desespere o se queje,
que un hombre a su mujer deje
en el mayor desamparo;
hay que callarse, o es claro
que lo quiebran por el eje.


948

Entran después a empeñarse
con este o aquel vecino;
y, como en el masculino,
el que menos corre, vuela,
deben andar con cautela
las pobres, me lo imagino.


949

Muchas al Juez acudieron,
por salvar de la jugada;
el les hizo una cuerpiada,
y, por mostrar su inocencia,
les dijo: Tengan paciencia
pues yo no puedo hacer nada.


950

Ante aquella autoridá
permanecían suplicantes,
y, después de hablar bastante,
Yo me lavo; dijo el Juez,
Como Pilatos los pies:
esto lo hace el Comandante.


951

De ver tanto desamparo
el corazón se partía;
había madre que salía
con dos; tres hijos o más,
por delante y por detrás,
y las maletas vacías.


952

¿Dónde irán?, Pensaba yo,
¿a perecer de miseria?
Las pobres, si de esta feria
hablan mal, tienen razón;
pues hay bastante materia
para tan justa aflicción.





XXVI

953

Cuando me llegó mi turno
dije entre mí: Ya me toca,
y aunque mi falta era poca
no sé por que me asustaba;
les aseguro que estaba
con el Jesús en la boca.


954

Me dijo que yo era un vago,
un jugador, un perdido;
que dende que fuí al partido
andaba de picaflor;
que había de ser un bandido
como mi antesucesor.


955

Puede que uno tenga un vicio
y que de él no se reforme,
mas naides esta conforme
con recibir ese trato:
yo conocí que era el ñato
quien le había dao los informes.


956

Me dentro curiosidá,
al ver que de esa manera
tan seguro me dijera
que jué mi padre un bandido;
luego, lo habrá conocido,
y yo ignoraba quien era.


957

Me empeñé en averiguarlo;
promesas hice a Jesús;
tuve por fin una luz
y supe con alegría
que era el autor de mis días
el guapo sargento Cruz.


958

Yo conocía bien su historia
y la tenía muy presente:
sabía que Cruz, bravamente,
yendo con una partida,
había jugado la vida
por defender a un valiente.


959

Y hoy ruego a mi Dios piadoso
que lo mantenga en su gloria;
se ha de conservar su historia
en el corazón del hijo;
el al morir me bendijo
yo bendigo su memoria.


960

Yo juré tener enmienda
y lo conseguí de veras;
puedo decir ande quiera
que, si faltas he tenido,
de todas me he corregido
dende que supe quién era.


961

El que sabe ser buen hijo
a los suyos se parece;
y aquel que a su lado crece
y a su padre no hace honor,
como castigo merece
de la desdicha el rigor.


962

Con un empeño contaste
mis faltas supe enmendar;
todo conseguí olvidar,
pero, por desgracia mía,
el nombre de Picardía
no me lo pude quitar.


963

Aquel que tiene buen nombre
muchos disgustos se ahorra,
y entre tanta mazamorra
no olviden esta advertencia:
aprendí por experiencia
que el mal nombre no se borra.




XXVII

964

He servido en la frontera
en un cuerpo de milicias;
no por razón de justicia
como sirve cualesquiera.


965

La bolilla me tocó
de ir a pasar malos ratos
por la facultá del ñato,
que tanto me persiguió.


966

Y sufrí en aquel infierno
esa dura penitencia,
por una mala querencia
de un Oficial subalterno.


967

No repetiré las quejas
de lo que se sufre allá:
son cosas muy dichas ya
y hasta olvidadas, de viejas.


968

Siempre el mesmo trabajar,
siempre el mesmo sacrificio,
es siempre el mesmo servicio,
y el mesmo nunca pagar.


969

Siempre cubiertos de harapos,
siempre desnudos y pobres,
nunca le pagan un cobre
ni le dan jamás un trapo.


970

Sin sueldo y sin uniforme
lo pasa uno aunque sucumba:
confórmese con la tumba;
y si no... No se conforme.


971

Pues si usté se ensoberbece
o no anda muy voluntario,
le aplican un novenario
de estacas... Que lo enloquecen.


972

Andan como pordioseros
sin que un peso los alumbre,
porque han tomao la costumbre
de deberle años enteros.


973

Siempre hablan de lo que cuesta;
que allá se gasta un platal:
¡pues yo no he visto ni un rial
en lo que duró la fiesta!


974

Es servicio extraordinario
bajo el fusil y la vara,
sin que sepamos qué cara
le ha dao Dios al comisario.


975

Pues si va a hacer la revista
se vuelve como una bala:
es lo mesmo que luz mala
para perderse de vista.


976

Y de yapa cuando va,
todo parece estudiao:
van con meses atrasaos
de gente que ya no está.


977

pues si adrede que lo hagan,
podrán hacerlo mejor:
cuando cai, cai con la paga
del contingente anterior.


984

Y esos pobres infelices,
al volver a su destino,
salen como unos longinos
sin tener con que cubrirse.


985

A mí me daba congojas
el mirarlos de ese modo,
pues el más aviao de todos
es un perejil sin hojas.


986

Aura poco ha sucedido,
con un invierno tan crudo,
largarlos a pie y desnudos
pa volver a su partido.


987

Y tan duro es lo que pasa
que, en aquella situación,
les niegan un mancarrón
para volver a su casa.


988

¡Lo tratan como a un infiel!
Completan su sacrificio
no dándole ni un papel
que acredite su servicio.


989

Y tiene que regresar
más pobre de lo que jué;
por supuesto, a la mercé
del que lo quiere agarrar.


990

Y no averigüe después
de los bienes que dejó:
de hambre, su mujer vendió
por dos lo que vale diez.


991

Y como están convenidos
a jugarle manganeta,
a reclamar no se meta,
porque ése es tiempo perdido.


992

Y luego, si a alguna estancia
a pedir carne se arrima,
al punto le caen encima
con la ley de la vagancia.


993

Y ya es tiempo, pienso yo,
de no dar más contingente:
si el Gobierno quiere gente,
que la pague y se acabó.


994

Y saco así en conclusión,
en medio de mi ignorancia,
que aquí el nacer en estancia
es como una maldición.


995

Y digo, aunque no me cuadre
decir lo que naides dijo:
la provincia es una madre
que no defiende a sus hijos.


996

Mueren en alguna loma
en defensa de la ley,
o andan lo mesmo que el güey,
arando pa que otros coman.


997

Y he de decir ansí mismo
porque de adentro me brota
que no tiene patriotismo
quien no cuida al compatriota.


978

porque son como sentencia
para buscar al ausente,
y el pobre que está presente
que perezca en la indigencia;


979

hasta que, tanto aguantar
el rigor con que lo tratan
o se resierta, o lo matan,
o lo largan sin pagar.


980

De ese modo es el pastel,
porque el gaucho ya es un hecho
no tiene ningún derecho,
ni naides vuelve por él.


981

¡La gente vive marchita!
Si viera cuando echan tropa:
les vuela a todos la ropa
que parecen banderitas.


982

De todos modos lo cargan,
y al cabo de tanto andar,
cuando lo largan, lo largan
como pa echarse a la mar.


983

Si alguna prenda le han dao
se la vuelven a quitar:
poncho, caballo, recao,
todo tiene que dejar.


984

Y esos pobres infelices,
al volver a su destino,
salen como unos longinos
sin tener con que cubrirse.


985

A mí me daba congojas
el mirarlos de ese modo,
pues el más aviao de todos
es un perejil sin hojas.


986

Aura poco ha sucedido,
con un invierno tan crudo,
largarlos a pie y desnudos
pa volver a su partido.


987

Y tan duro es lo que pasa
que, en aquella situación,
les niegan un mancarrón
para volver a su casa.


988

¡Lo tratan como a un infiel!
Completan su sacrificio
no dándole ni un papel
que acredite su servicio.


989

Y tiene que regresar
más pobre de lo que jué;
por supuesto, a la mercé
del que lo quiere agarrar.


990

Y no averigüe después
de los bienes que dejó:
de hambre, su mujer vendió
por dos lo que vale diez.


991

Y como están convenidos
a jugarle manganeta,
a reclamar no se meta,
porque ése es tiempo perdido.


992

Y luego, si a alguna estancia
a pedir carne se arrima,
al punto le caían encima
con la ley de la vagancia.


993

Y ya es tiempo, pienso yo,
de no dar más contingente:
si el Gobierno quiere gente,
que la pague y se acabó.


994

Y saco así en conclusión,
en medio de mi ignorancia,
que aquí el nacer en estancia
es como una maldición.


995

Y digo, aunque no me cuadre
decir lo que naides dijo:
la provincia es una madre
que no defiende a sus hijos.


996

Mueren en alguna loma
en defensa de la ley,
o andan lo mesmo que el güey,
arando pa que otros coman.


997

Y he de decir ansí mismo
porque de adentro me brota
que no tiene patriotismo
quien no cuida al compatriota.





XXVIII

998

Se me va por donde quiera
esta lengua del demonio:
voy a darles testimonio
de lo que vi en la frontera.


999

Yo sé que el único modo,
a fin de pasarlo bien,
es decir a todo: amén,
y jugarle risa a todo.


1000

El que no tiene colchón
en cualquier parte se tiende;
el gato busca el fogón
y ese es mozo que lo entiende.


1001

De aquí comprenderse debe,
aunque yo hable de este modo,
que uno busca su acomodo
siempre lo mejor que puede.


1002

Lo pasaba como todos
este pobre penitente;
pero salí de asistente,
y mejoré en cierto modo;


1003

pues aunque esas privaciones
causen desesperación,
siempre es mejor el fogón
de aquel que carga galones.


1004

De entonces en adelante
algo logré mejorar,
pues supe hacerme lugar
al lado del Ayudante.


1005

El se daba muchos aires:
pasaba siempre leyendo;
decían que estaba aprendiendo
pa recibirse de fraile.


1006

Aunque lo pifiaban tanto,
jamás lo vi disgustao;
tenía los ojos paraos
como los ojos de un Santo.


1007

Muy delicao, dormía en cuja;
y no sé por qué sería,
la gente lo aborrecía
y le llamaban La Bruja.


1008

Jamás hizo otro servicio
ni tuvo mas comisiones
que recibir las raciones
de víveres y de vicios.


1009

Yo me pasé a su fogón
al punto que me sacó,
y ya con el me llevó
a cumplir su comisión.


1010

Estos diablos de milicos
de todo sacan partido:
cuando nos veían reunidos
se limpiaban los hocicos.


1011

Y decían en los fogones
como por chocarrería:
"Con La Bruja y Picardía
van a andar bien las raciones."


1012

A mí no me jué tan mal,
pues mi Oficial se arreglaba;
les diré lo que pasaba
sobre este particular.


1013

Decían que estaba de acuerdo
La Bruja y el proveedor,
y que recibía lo pior;
puede ser, pues no era lerdo.


1014

Que a más en la cantidá
pegaba otro dentellón,
y que por cada ración
le entregaban la mitá.


1015

y que esto lo hacía del modo
como lo hace un hombre vivo:
firmando luego el recibo,
ya se sabe, por el todo.


1016

Pero esas murmuraciones
no faltan en campamento.
Déjenme seguir mi cuento,
o historia de las raciones.


1017

La Bruja las recibía,
como se ha dicho, a su modo;
las cargábamos, y todo
se entriega en la mayoría.


1018

Sacan allí en abundancia
lo que les toca sacar,
y es justo que han de dejar
otro tanto de ganancia.


1019

Van luego a la compañía;
las recibe el Comandante,
el que, de un modo abundante,
sacaba cuanto quería.


1020

Ansí la cosa liviana
va mermada, por supuesto;
luego se le entrega el resto
al Oficial de semana.
Araña, ¿quien te arañó?
Otra araña como yo.


1021

Este le pasa al sargento
aquello tan reducido,
y, como hombre prevenido,
saca siempre con aumento.


1022

Esta relación no acabo
si otra menudencia ensarto,
el sargento llama al cabo
para encargarle el reparto.


1023

El también saca primero
y no se sabe turbar:
naides le va a averiguar
si ha sacado más o menos.


1024

Y sufren tanto bocao
y hacen tantas estaciones,
que ya casi no hay raciones
cuando llegan al soldao.


1025

¡Todo es como pan bendito!
Y sucede de ordinario
tener que juntarse varios
para hacer un pucherito.


1026

Dicen que las cosas van
con arreglo a la ordenanza.
¡Puede ser! Pero no alcanzan;
¡tan poquito es lo que dan!



1027

Algunas veces, yo pienso,
y es muy justo que lo diga,
solo llegaban las migas
que habían quedao en los lienzos.


1028

Y explican aquel infierno
en que uno está medio loco
diciendo que dan tan poco
porque no paga el Gobierno.



1029

Pero eso yo no lo entiendo,
ni a averiguarlo me meto;
soy ignorante completo
nada olvido y nada aprendo.


1030

Tiene uno que soportar
el tratamiento mas vil:
a palos en lo civil
a sable en lo militar.


1031

El vestuario es otro infierno;
si lo dan, llega a sus manos
en invierno el de verano,
y en el verano el de invierno.


1032

Y yo el motivo no encuentro
ni la razón que esto tiene,
mas dicen que eso ya viene
arreglao dende adentro.


1033

Y es necesario aguantar
el rigor de su destino;
el gaucho no es argentino
sino pa hacerlo matar.


1034

Ansi ha de ser, no lo dudo;
y por eso decía un tonto:
"Si los han de matar pronto,
mejor es que estén desnudos,"


1035

pues esa miseria vieja
no se remedia jamás;
todo el que viene detrás
como la encuentra la deja.


1036

Y se hallan hombres tan malos
que dicen de buena gana:
El gaucho es como la lana:
se limpia y compone a palos.


1037

Y es forzoso el soportar
aunque la copa se enllene;
parece que el gaucho tiene
algún pecao que pagar.




XXIX

1038

Esto contó Picardía
y después guardó silencio,
mientras todos celebraban
con placer aquel encuentro.
Mas una casualidá,
como que nunca anda lejos,
entre tanta gente blanca
llevó también un moreno,
presumido de cantor
y que se tenía por güeno.
Y como quien no hace nada,
o se descuida de intento,
pues siempre es muy conocido
todo aquel que busca pleito,
se sentó con toda calma,
echo mano al instrumento
y ya le pegó un rugido:
era fantástico el negro;
y para no dejar dudas,
medio se compuso el pecho.
Todo el mundo conoció
la intención de aquel moreno:
era claro el desafío
dirigido a Martín Fierro,
hecho con toda arrogancia,
de un modo muy altanero.
Tomó Fierro la guitarra,
pues siempre se halla dispuesto,
y ansí cantaron los dos,
en medio de un gran silencio: 





XXX

MARTÍN FIERRO

1039

Mientras suene el encordao,
mientras encuentre el compás
yo no he de quedarme atrás
sin defender la parada,
y he jurado que jamás
me la han de llevar robada.


1040

Atiendan, pues, los oyentes
y cáyense los mirones;
a todos pido perdones,
pues a la vista resalta
que no está libre de falta
quien no está de tentaciones.


1041

A un cantor le llaman güeno
cuando es mejor que los piores;
y sin ser de los mejores,
encontrándose dos juntos,
es deber de los cantores
el cantar de contrapunto.


1042

El hombre debe mostrarse
cuando la ocasión le llegue;
hace mal el que se niegue,
dende que lo sabe hacer;
y muchos suelen tener
vanagloria en que los rueguen.


1043

Cuando mozo fuí cantor
es una cosa muy dicha;
mas la suerte se encapricha
y me persigue constante:
de ese tiempo en adelante
canté mis propias desdichas.


1044

Y aquellos años dichosos
trataré de recordar;
veré si puedo olvidar
tan desgraciada mudanza,
y quien se tenga confianza
tiemple, y vamos a cantar.


1045

Tiemple y cantaremos juntos;
trasnochadas no acobardan.
Los concurrentes aguardan,
y porque el tiempo no pierdan,
haremos gemir las cuerdas
hasta que las velas no ardan.


1046

Y el cantor que se presiente,
que tenga o no quien lo ampare,
no espere que yo dispare
aunque su saber sea mucho:
vamos en el mesmo pucho
a prenderle hasta que aclare.


1047

Y seguiremos si gusta
hasta que se vaya el día;
era la costumbre mía
cantar las noches enteras:
había entonces, donde quiera,
cantores de fantasía.


1048

Y si alguno no se atreve
a seguir la caravana,
o si cantando no gana,
se lo digo sin lisonja:
haga sonar una esponja
o ponga cuerdas de lana.


EL MORENO

1049

yo no soy, señores míos,
sino un pobre guitarrero,
pero doy gracias al cielo
porque puedo, en la ocasión,
toparme con un cantor
que experimente a este negro.


1050

Yo también tengo algo blanco,
pues tengo blancos los dientes;
sé vivir entre las gentes
sin que me tengan en menos:
quien anda en pagos ajenos
debe ser manso y prudente.


1051

Mi madre tuvo diez hijos,
los nueve muy regulares;
tal vez por eso me ampare
la providencia divina:
en los güevos de gallina
el décimo es el mas grande.


1052

El negro es muy amoroso,
aunque de esto no hace gala;
nada a su cariño iguala
ni a su tierna voluntá;
es lo mesmo que el macá:
cría los hijos bajo el ala.


1053

Pero yo he vivido libre
y sin depender de naides;
siempre he cruzado los aires
como el pájaro sin nido;
cuanto se lo he aprendido
porque me lo enseñó un fraile.


1054

Y sé como cualquier otro
el porqué retumba el trueno;
por qué son las estaciones
del verano y del invierno;
sé también de donde salen
las aguas que caían del cielo.


1055

Yo sé lo que hay en la tierra
en llegando al mesmo centro;
en dónde se encuentra el oro,
en dónde se encuentra el Fierro
y en dónde viven bramando
loe volcanes que echan juego.


1056

Yo sé del fondo del mar
donde los pejes nacieron;
yo sé por que crece el árbol,
y por que silban los vientos:
cosas que ignoran los blancos
las sabe este pobre negro.


1057

Yo tiro cuando me tiran;
cuando me aflojan, aflojo;
no se ha de morir de antojo
quien me convide a cantar;
para conocer a un cojo
lo mejor es verlo andar.


1058

Y si una falta cometo
en venir a esta reunión,
echándola de cantor,
pido perdón en voz alta
pues nunca se halla una falta
que no exista otra mayor.


1059

De lo que un cantor explica
no falta qué aprovechar
y se le debe escuchar
aunque sea negro el que cante:
aprende el que es ignorante,
y el que es sabio, aprende más.


1060

Bajo la frente mas negra
hay pensamiento y hay vida.
La gente escuche tranquila,
no me haga ningún reproche:
también es negra la noche
y tiene estrellas que brillan.


1061

Estoy, pues, a su mandao;
empiece a echarme la sonda,
si gusta que le responda,
aunque con lenguaje tosco:
en lecturas no conozco
la jota, por ser redonda.





XXX-b

MARTÍN FIERRO

1062

¡Ah, negro!, si sos tan sabio
no tengas ningún recelo:
pero has tragao el anzuelo
y al compás del instrumento
has de decirme al momento
cuál es el canto del cielo.


EL MORENO

1063

cuentan que de mi color
Dios hizo al hombre primero,
más los blancos altaneros,
los mesmos que lo convidan,
hasta de nombrarlo olvidan
y sólo le llaman negro.


1064

Pinta el blanco negro al diablo,
y el negro, blanco lo pinta;
blanca la cara o retinta
no habla en contra ni en favor:
de los hombres el criador
no hizo dos clases distintas.


1065

Y después de esta advertencia
que al presente viene al pelo,
veré, señores, si puedo,
según mi escaso saber,
con claridá responder
cuál es el canto del cielo.


1066

Los cielos lloran y cantan
hasta en el mayor silencio:
lloran al caer el rocío
cantan al silbar los vientos
lloran cuando caen las aguas.
Cantan cuando brama el trueno.


MARTÍN FIERRO

1067

Dios hizo al blanco y al negro
sin declarar los mejores;
les mandó iguales dolores
bajo de una mesma cruz;
mas también hizo la luz
pa distinguir los colores.


1068

Ansi, ninguno se agravie;
no se trata de ofender,
a todo se ha de poner
el nombre con que se llama,
y a naides le quita fama
lo que recibió al nacer.


1069

Y ansí me gusta un cantor
que no se turba ni yerra;
y si en tu saber se encierra
el de los sabios profundos;
decíme cual en el mundo
es el canto de la tierra.


EL MORENO

1070

es pobre mi pensamiento,
es escasa mi razón,
mas pa dar contestación
mi ignorancia no se arredra:
también da chispas la piedra
si la golpea el eslabón.


1071

Y le daré una respuesta
según mis pocos alcances:
forman un canto en la tierra
el dolor de tanta madre,
el gemir de los que mueren
y el llorar de los que nacen.


MARTÍN FIERRO

1072

moreno, advierto que trais
bien dispuesta la garganta;
sos varón, y no me espanta
verte hacer esos primores;
en los pájaros cantores
solo el macho es el que canta.


1073

Y ya que al mundo vinistes
con el sino de cantar,
no te vayas a turbar,
no te agrandes ni te achiques;
es preciso que me expliques
cuál es el canto del mar.


EL MORENO

1074

a los pájaros cantores
ninguno imitar pretende;
de un don que de otro depende
naides se debe alabar,
pues la urraca aprende a hablar,
pero sólo la hembra aprende.


1075

Y ayúdame, ingenio mío,
para ganar esta apuesta;
mucho el contestar me cuesta.
Pero debo contestar;
y voy a decir en respuesta
cuál es el canto del mar.


1076

Cuando la tormenta brama,
el mar, que todo lo encierra,
canta de un modo que aterra,
corno si el mundo temblara:
parece que se quejara
de que lo estreche la tierra.


MARTÍN FIERRO

1077

toda tu sabiduría
has de mostrar esta vez;
ganarás sólo que estés
en baca con algún Santo.
La noche tiene su canto,
y me has de decir cuál es.


EL MORENO
1078

no galope, que hay agujeros,
le dijo a un guapo un prudente
le contestó humildemente:
la noche por cantos tiene
esos ruidos que uno siente
sin saber por dónde vienen.


1079

Son los secretos misterios
que las tinieblas esconden;
son los ecos que responden
a la voz del que da un grito;
como un lamento infinito
que viene no sé de dónde.


1080

A las sombras sólo el sol
las penetra y las impone;
en distintas direcciones
se oyen rumores inciertos:
son almas de los que han muerto,
que nos piden oraciones.


MARTÍN FIERRO

1081

moreno, por tus respuestas
yo te aplico el cartabón,
pues tenés disposición
y sos instruido, de yapa:
ni las sombras se te escapan
para dar explicación.


1082

Pero cumple su deber
el lial diciendo lo cierto,
y, por lo tanto, te advierto
que hemos de cantar los dos,
dejando en la paz de Dios
las almas de los que han muerto.


1083

Y el consejo del prudente
no hace falta en la partida;
siempre ha de ser comedida
la palabra de un cantor.
Y aura quiero que me digas
de dónde nace el amor.


EL MORENO

1084

a pregunta tan escura
trataré de responder,
aunque es mucho pretender
de un pobre negro de estancia,
mas conocer su ignorancia
es principio del saber.


1085

Ama el pájaro en los aires
que cruza por donde quiera,
y si al fin de su carrera
se asienta en alguna rama,
con su alegre canto llama
a su amante compañera.


1086

La fiera ama en su guarida,
de la que es rey y Señor;
allí lanza con furor
esos bramidos que espantan,
porque las fieras no cantan:
las fieras braman de amor.


1087

Ama en el fondo del mar
el pez de lindo color;
ama el hombre con ardor;
ama todo cuanto vive:
de Dios vida se recibe,
y donde hay vida, hay amor.


MARTÍN FIERRO

1088

me gusta, negro ladino,
lo que acabas de explicar;
ya te empiezo a respetar;
aunque al principio me reí,
y te quiero preguntar
lo que entendés por la ley.


EL MORENO

1089

hay muchas doctorarías
que yo no puedo alcanzar;
dende que aprendí a ignorar
de ningún saber me asombro,
mas no ha de llevarme al hombro
quien me convide a cantar.


1090

Yo no soy cantor ladino
y mi habilidá es muy poca;
más cuando cantar me toca
me defiendo en el combate,
porque soy como los mates:
sirvo si me abren la boca.


1091

Dende que elige a su gusto,
lo más espinoso elige;
pero esto poco me aflige
y le contesto a mi modo:
la ley se hace para todos,
mas sólo al pobre le rige.


1092

La ley es tela de araña
en mi ignorancia lo explico.
No la tema el hombre rico;
nunca la tema el que mande;
pues la rompe el bicho grande
y sólo enreda a los chicos.


1093

Es la ley como la lluvia:
nunca puede ser pareja;
el que la aguanta se queja,
pero el asunto es sencillo:
la ley es como el cuchillo:
no ofende a quien lo maneja.


1094

Le suelen llamar espada
y el nombre le viene bien;
los que la gobiernan ven
a dónde han de dar el tajo:
le cai al que se halla abajo
y corta sin ver a quién.


1095

Hay muchos que son doctores,
y de su ciencia no dudo;
mas yo soy un negro rudo
y aunque de esto poco entiendo,
estoy diariamente viendo
que aplican la del embudo.





XXX_c

MARTÍN FIERRO

1096

moreno, vuelvo a decirte:
ya conozco tu medida;
has aprovechao la vida,
y me alegro de este encuentro;
ya veo que tenés adentro
capital pa esta partida.


1097

Y ahora te voy a decir;
porque en mi deber está
y hace honor a la verdá
quien a la verdá se dobla
que sos por juera tinieblas
y por dentro claridá.


1098

No ha de decirse jamás
que abusé de tu paciencia,
y en justa correspondencia,
si algo querés preguntar,
podés al punto empezar,
pues ya tenés mi licencia.


EL MORENO

1099

no te trabes lengua mía;
no te vayas a turbar;
nadie acierta antes de errar,
y, aunque la fama se juega,
el que por gusto navega
no debe temerle al mar.


1100

Voy a hacerle mis preguntas,
ya que a tanto me convida,
y vencerá en la partida
si una explicación me da
sobre el tiempo y la medida,
el peso y la cantidá.


1101

Suya sera la vitoria
si es que sabe contestar;
se lo debo declarar
con claridá, no se asombre,
pues hasta aura ningún hombre
me lo ha sabido explicar.


1102

Quiero saber y lo ignoro,
pues en mis libros no está
y su respuesta vendrá
a servirme de gobierno,
para que fin el Eterno
ha criado la cantidá.


MARTÍN FIERRO

1103

moreno, te dejas caer
como carancho en su nido;
ya veo que sos prevenido,
mas también estoy dispuesto;
veremos si te contesto
y si te das por vencido.


1104

Uno es el sol, uno el mundo,
sola y única es la luna
ansí han de saber que Dios
no crió cantidá ninguna.


1105

El ser de todos los seres
solo formo la unidá;
lo demás lo ha criado el hombre
después que aprendió a contar.


EL MORENO

1106

veremos si a otra pregunta
da una respuesta cumplida:
el ser que ha criado la vida
lo ha de tener en su archivo,
mas yo inoro que motivo
tuvo al formar la medida.


MARTÍN FIERRO

1107

escucha con atención
lo que en mi ignorancia arguyo:
la medida la inventó
el hombre para bien suyo;


1108

y la razón no te asombre,
pues es fácil presumir:
Dios no tenía que medir
sino la vida del hombre.


EL MORENO

1109

si no falla su saber
por vencedor lo confieso;
debe aprender todo eso
quien a cantar se dedique;
y aura quiero que me esplique
la que significa el peso.


MARTÍN FIERRO

1110

Dios guarda entre sus secretos
el secreto que eso encierra,
y mandó que todo peso
cayera siempre en la tierra;


1111

y según comprendo yo,
dende que hay bienes y males,
jué el peso para pesar
las culpas de los mortales.


EL MORENO

1112

si responde a esta pregunta
téngase por vencedor
doy la derecha al mejor;
y respóndame al momento:
¿cuándo formó Dios el tiempo
y por que lo dividió?


MARTÍN FIERRO

1113

moreno, voy a decir,
según mi saber alcanza:
el tiempo sólo es tardanza
de lo que está por venir;


1114

no tuvo nunca principio
ni jamás acabará,
porque el tiempo es una rueda.
Y rueda es eternidá.


1115

Y si el hombre lo divide,
sólo lo hace, en mi sentir,
por saber lo que ha vivido
o le resta que vivir.


1116

Ya te he dado mis respuestas,
mas no gana quien despunta;
si tenés otra pregunta
o de algo te has olvidao,
siempre estoy a tu mandao
para sacarte de dudas.


1117

No procedo por soberbia
ni tampoco por jactancia,
mas no ha de faltar constancia
cuando es preciso luchar;
y te convido a cantar
sobre cosas de la estancia.


1118

Ansi prepara, moreno,
cuanto tu saber encierre,
y sin que tu lengua yerre,
me has de decir lo que emprende;
el que del tiempo depende,
en los meses que traen erre.




XXX_d

EL MORENO

1119

De la ignorancia de naides
ninguno debe abusar;
y aunque me puede doblar
todo el que tenga más arte,
no voy a ninguna parte
a dejarme machetiar.


1120

He declarao que en lecturas
soy redondo como jota;
no avergüence mi denota,
pues con claridá le digo:
no me gusta que conmigo
naides juegue a la pelota.


1121

Es buena ley que el más lerdo
debe perder la carrera;
ansí le pasa a cualquiera,
cuando en competencia se halla
un cantor de media talla
con otro de talla entera.


1122

¿No han visto en medio del campo
al hombre que anda perdido,
dando vüeltas afligido,
sin saber donde rumbiar
ansí le suele pasar
a un pobre cantor vencido.


1123

También los árboles crujen
si el ventarrón los azota,
y si aquí mi queja brota
con amargura, consiste
en que es muy larga y muy triste
la noche de la derrota.


1124

Y dende hoy en adelante,
pongo de testigo al cielo
para decir sin recelo
que, si mi pecho se inflama.
No cantaré por la fama
sino por buscar consuelo.


1125

Vive ya desesperao
quien no tiene qué esperar;
a lo que no ha de durar
ningún cariño se cobre;
alegrías en un pobre
son anuncios de pesar.


1126

Y este triste desengaño
me durará mientras viva;
aunque un consuelo reciba
jamás he de alzar el vuelo:
quien no nace para el cielo
de balde es que mire arriba.


1127

Y suplico a cuantos me oigan
que me permitan decir
que, al decidirme a venir,
no sólo jué por cantar,
sino porque tengo a más
otro deber que cumplir.


1128

Ya saben que de mi madre
jueron diez los que nacieron,
mas ya no existe el primero
y mas querido de todos:
murió por injustos modos
a manos de un pendenciero.


1129

Los nueve hermanos restantes
como huérfanos quedamos;
dende entonces lo lloramos
sin consuelo, créanmelo,
y al hombre que lo mató,
nunca jamás lo encontramos.


1130

Y queden en paz los güesos
de aquel hermano querido;
a moverlos no he venido,
mas, si el caso se presienta,
espero en Dios que esta cuenta
se arregle como es debido.


1131

Y si otra ocasión payamos
para que esto se complete,
por mucho que lo respete,
cantaremos, si le gusta,
sobre las muertes injustas.
Que algunos hombres cometen.


1132

Y aquí, pues, señores míos,
diré, como en despedida,
que todavía andan con vida
los hermanos del dijunto,
que recuerdan este asunto
y aquella muerte no olvidan.


1133

Y es misterio tan profundo
lo que está por suceder,
que no me debo meter
a echarla aquí de adivino;
lo que decida el destino
después lo habrán de saber.


MARTÍN FIERRO

1134

al fin cerrastes el pico
después de tanto charlar;
ya empezaba a maliciar,
al verte tan entonao,
que traías un embuchao
y no lo querías largar.


1135

Y ya que nos conocemos,
basta de conversación;
para encontrar la ocasión
no tienen que darse priesa;
ya conozco yo que empieza
otra clase de función.


1136

Yo no sé lo que vendrá;
tampoco soy adivino;
pero firme en mi camino
hasta el fin he de seguir:
todos tienen que cumplir
con la ley de su destino.


1137

Primero jué la frontera
por persecución de un Juez;
los indios jueron después,
y, para nuevos estrenos,
aura son estos morenos
pa alivio de mi vejez.


1138

La madre echó diez al mundo,
lo que cualquiera no hace,
y tal vez de los diez pase
con iguales condiciones:
la mulita pare nones,
todos de la mesma clase.


1139

A hombre de humilde color
nunca sé facilitar;
cuando se llega a enojar
suele ser de mala entraña:
se vuelve como la araña,
siempre dispuesta a picar.


1140

Yo he conocido a toditos
los negros mas peliadores;
había algunos superiores
de cuerpo y de vista...¡Ahijuna!
si vivo, les daré una...
historia de las mejores.


1141

Mas cada uno ha de tirar
en el yugo en que se vea;
yo ya no busco peleas,
las contiendas no me gustan,
pero ni sombras me asustan
ni bultos que se menean.


1142

La creía ya desollada,
mas todavía falta el rabo,
y por lo visto no acabo
de salir de esta jarana;
pues esto es lo que se llama
remacharsele a uno el clavo.





XXXI

1143

Y después de estas palabras
que ya la intención revelan,
procurando los presentes
que no se armara pendencia,
se pusieron de por medio
y la cosa quedó quieta.
Martín Fierro y los muchachos,
evitando la contienda,
montaron y paso a paso,
como el que miedo no lleva,
a la costa de un arroyo
llegaron a echar pie a tierra.
Desensillaron los pingos
y se sentaron en rueda,
refiriéndose entre sí
infinitas menudencias
porque tiene muchos cuentos
y muchos hijos la ausencia.
Allí pasaron la noche
a la luz de las estrellas,
porque ese es un cortinao
que lo halla uno donde quiera,
y el gaucho sabe arreglarse
como ninguno se arregla:
el colchón son las caronas,
el lomillo es cabecera,
el cojinillo es blandura
y con el poncho o la jerga;
para salvar del rocío,
se cubre hasta la cabeza.
Tiene su cuchillo al lado
pues la precaución es güena,
freno y rebenque a la mano,
y, teniendo el pingo cerca,
que pa asegurarlo bien
la argolla del lazo entierra
aunque el atar con el lazo
da del hombre mala idea,
se duerme ansí muy tranquilo
todita la noche entera;
y si es lejos del camino,
como manda la prudencia,
mas seguro que en su rancho
uno ronca a pierna suelta
pues en el suelo no hay chinche
y es una cuja camera
que no ocasiona disputas
y que naides se la niega.
Ademas de eso, una noche
la pasa uno como quiera,
y las va pasando todas
haciendo la mesma cuenta;
y luego los pajaritos
al aclarar lo despiertan,
porque el sueño no lo agarra
a quien sin cenar se acuesta.
Ansí, pues, aquella noche
jué para ellos una fiesta,
pues todo parece alegre
cuando el corazón se alegra.
No pudiendo vivir juntos
por su estado de pobreza,
resolvieron separarse
y que cada cual se juera
a procurarse un refugio
que aliviara su miseria.
Y antes de desparramarse
para empezar vida nueva,
en aquella soledá
Martín Fierro, con prudencia,
a sus hijos y al de Cruz
les habló de esta manera:





XXXII

1144

Un padre que da consejos
más que padre es un amigo;
ansi como tal les digo
que vivan con precaución:
naides sabe en que rincón
se oculta el que es su enemigo.


1145

Yo nunca tuve otra escuela
que una vida desgraciada:
no estrañen si en la jugada
alguna vez me equivoco,
pues debe saber muy poco
aquel que no aprendió nada.


1146

Hay hombres que de su ciencia
tienen la cabeza llena;
hay sabios de todas menas,
mas digo, sin ser muy ducho:
es mejor que aprender mucho
el aprender cosas gúenas.


1147

No aprovechan los trabajos
si no han de enseñarnos nada;
el hombre, de una mirada,
todo ha de verlo al momento:
el primer conocimiento
es conocer cuándo enfada.


1148

Su esperanza no la cifren
nunca en corazón alguno;
en el mayor infortunio
pongan su confianza en Dios;
de los hombres, sólo en uno;
con gran precaución en dos.


1149

Las faltas no tiene límites
como tienen los terrenos;
se encuentran en los mas güenos,
y es justo que les prevenga:
aquel que defectos tenga,
disimule los ajenos.


1150

Al que es amigo, jamás
lo dejen en la estacada,
pero no le pidan nada
ni lo aguarden todo de el:
siempre el amigo más fiel
es una conducta honrada.


1151

Ni el miedo ni la codicia
es güeno que a uno le asalten,
ansi, no se sobresalten
por los bienes que perezcan;
al rico nunca le ofrezcan
y al pobre jamás le falten.


1152

Bien lo pasa, hasta entre pampas,
el que respeta a la gente;
el hombre ha de ser prudente
para librarse de enojos:
cauteloso entre los flojos,
moderado entre valientes.


1153

El trabajar es la ley,
porque es preciso adquirir;
no se expongan a sufrir
una triste situación:
sangra mucho el corazón
del que tiene que pedir.


1154

Debe trabajar el hombre
para ganarse su pan;
pues la miseria, en su afán
de perseguir de mil modos,
llama en la puerta de todos
y entra en la del haragán.


1155

A ningún hombre amenacen,
porque naides se acobarda;
poco en conocerlo tarda
quien amenaza imprudente:
que hay un peligro presente
y otro peligro se aguarda.


1156

Para vencer un peligro,
salvar de cualquier abismo
por experiencia lo afirmo,
más que el sable y que la lanza
suele servir la confianza
que el hombre tiene en si mismo.


1157

Nace el hombre con la astucia
que ha de servirle de guía;
sin ella sucumbiría:
pero, según mi experiencia,
se vuelve en unos prudencia
y en los otros picardía.


1158

Aprovecha la ocasión
el hombre que es diligente;
y, ténganlo bien presente:
si al compararla no yerro,
la ocasión es como el Fierro:
se ha de machacar caliente.


1159

Muchas cosas pierde el hombre
que a veces las vuelve a hallar;
pero les debo enseñar,
y es búeno que lo recuerden:
si la vergüenza se pierde,
jamás se vuelve a encontrar.


1160

Los hermanos sean unidos
porque ésa es la ley primera
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea,
porque, si entre ellos pelean,
los devoran los de ajuera.


1161

Respeten a los ancianos:
el burlarlos no es hazaña;
si andan entre gente extraña
deben ser muy precavidos,
pues por igual es tenido
quien con malos se acompaña.


1162

La cigüeña, cuando es vieja,
pierde la vista, y procuran
cuidarla en su edá madura
todas sus hijas pequeñas:
aprendan de las cigüeñas
este ejemplo de ternura.


1163

Si les hacen una ofensa,
aunque la echen en olvido,
vivan siempre prevenidos;
pues ciertamente sucede
que hablará muy mal de ustedes
aquel que los ha ofendido.


1164

El que obedeciendo vive
nunca tiene suerte blanda,
mas con su soberbia agranda
el rigor en que padece:
obedezca al que obedece
y será bueno el que manda.


1165

Procuren de no perder
ni el tiempo ni la vergüenza;
como todo hombre que piensa,
procedan siempre con juicio;
y sepan que ningún vicio
acaba donde comienza.


1166

Ave de pico encorvado
le tiene al robo afición;
pero el hombre de razón
no roba jamás un cobre,
pues no es vergüenza ser pobre
y es vergüenza ser ladrón.


1167

El hombre no mate al hombre
ni pelé por fantasía;
tiene en la desgracia mía
un espejo en que mirarse;
saber el hombre guardarse
es la gran sabiduría.


1168

La sangre que se derrama
no se olvida hasta la muerte;
la impresión es de tal suerte,
que, a mi pesar, no lo niego,
cai como gotas de juego
en la alma del que la vierte.


1169

Es siempre, en toda ocasión,
el trago el pior enemigo;
con cariño se los digo,
recuérdenlo con cuidado:
aquel que ofende embriagado
merece doble castigo.


1170

Si se arma algún revolution,
siempre han de ser los primeros,
no se muestren altaneros,
aunque la razón les sobre:
en la barba de los pobres
aprenden pa ser barberos.


1171

Si entregan su corazón
a alguna mujer querida,
no le hagan una partida
que la ofenda a la mujer:
siempre los ha de perder
una mujer ofendida.


1172

Procuren, si son cantores,
el cantar con sentimiento,
ni tiemplen el instrumento
por sólo el gusto de hablar,
y acostúmbrense a cantar
en cosas de fundamento.


1173

Y les doy estos consejos
que me ha costado adquirirlos,
porque deseo dirigirlos;
pero no alcanza mi ciencia
hasta darles la prudencia
que precisan pa seguirlos.


1174

Estas cosas y otras muchas
medité en mis soledades;
sepan que no hay falsedades
ni error en estos consejos:
es de la boca del viejo
de ande salen las verdades.




XXXIII

1175

después a los cuatro vientos
los cuatro se dirigieron;
una promesa se hicieron
que todos debían cumplir;
mas no la puedo decir
pues secreto prometieron.


1176

Les advierto solamente
y esto a ninguno le asombre,
pues muchas veces el hombre
tiene que hacer de ese modo;
convinieron entre todos
en mudar allí de nombre.


1177

Sin ninguna intención mala
lo hicieron, no tengo duda;
pero es la verdá desnuda
—siempre suele suceder—:
aquel que su nombre muda
tiene culpas que esconder.


1178

Y ya dejo el instrumento
con que he divertido a ustedes;
todos conocerlo pueden
que tuve constancia suma:
este es un botón de pluma
que no hay quien lo desenrede.


1179

Con mi deber he cumplido,
y ya he salido del paso;
pero diré, por si acaso,
pa que me entiendan los criollos:
todavía me quedan rollos
por si se ofrece dar lazo.


1180

Y con esto me despido
sin expresar hasta cuándo;
siempre corta por lo blando
el que busca lo seguro,
mas yo corto por lo duro,
y ansí he de seguir cortando.


1181

Vive el águila en su nido,
el tigre vive en su selva,
el zorro en la cueva ajena,
y, en su destino inconstante,
solo el gaucho vive errante
donde la suerte lo lleva.


1182

Es el pobre en su orfandá
de la fortuna el desecho,
porque naides toma a pechos
el defender a su raza:
debe el gaucho tener casa,
escuela, iglesia y derechos.


1183

Y han de concluir algún día
estos enredos malditos;
la obra no la facilito
porque aumentan el fandango
los que están, como el chimango
sobre el cuero y dando gritos.


1184

Mas Dios ha de permitir
que esto llegue a mejorar;
pero se ha de recordar,
para hacer bien el trabajo,
que el juego, pa calentar,
debe ir siempre por abajo.


1185

En su ley está el de arriba
si hace lo que le aproveche;
de sus favores sospeche
hasta el mesmo que lo nombra
siempre es dañosa la sombra
del árbol que tiene leche.


1186

Al pobre, al menor descuido,
lo levantan de un sogazo,
pero yo comprendo el caso
y esta consecuencia saco:
el gaucho es el cuero flaco:
da los tientos para el lazo.


1187

Y en lo que explica mi lengua
todos deben tener fé;
ansí; pues, entiendanmé,
can codicias no me mancho:
no se ha de llover el rancho
en donde este libro esté.


1188

Permítanme descansar,
¡pues he trabajado tanto!
En este punto me planto
y a continuar me resisto:
estos son treinta y tres cantos,
que es la mesma edá de Cristo.


1189

Y guarden estas palabras
que les digo al terminar:
en mi obra he de continuar
hasta dárselas concluida,
si el ingenio o si la vida
no me llegan a faltar.


1190

Y si la vida me falta,
ténganlo todos por cierto
que el gaucho, hasta en el desierto,
sentirá en tal ocasión
tristeza en el corazón,
al saber que yo estoy muerto.


1191

Pues son mis dichas desdichas
las de todos mis hermanos;
ellos guardaran ufanos
en su corazón mi historia:
me tendrán en su memoria
para siempre mis paisanos.


1192

Es la memoria un gran don,
calidá muy meritoria;
y aquellos que en esta historia
sospechen que les doy palo,
sepan que olvidar lo malo
también es tener memoria.


1193

Mas naides se crea ofendido
pues a ninguno incomodo,
y si canto de este modo,
por encontrarlo oportuno,
no es para mal de ninguno
sino para bien de todos. 


FIN



Jose Hernandez