CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

28 de abril de 2012

EXTASIS


Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida...
¡Nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!

Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
¡Años ha que en el mar, conmigo a solas,
de las olas escucho las querellas
y aún me pasma el prodigio de las olas!

Cada vez hallo la Naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa.
Para mí, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.

Quiero ser inmortal, con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "¡Aquí se piensa,
también, aquí se lucha, aquí se ama!".

Amado Nervo

25 de abril de 2012

QUE PENA


¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas
leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, la mismas ventas
los mismos rebaños, las mismas recuas!

¡Qué pena si esta vida tuviera
--esta vida nuestra--
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el fin llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protesta?
¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la
cierra
al ver las mismas cosas siempre con distinta
fecha?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
y los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!

¡Qué pena,
que sea así todo siempre, siempre de la misma
manera!

Leon Felipe

22 de abril de 2012

ESPERGESIA


Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.

Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.

Pues yo nací un día
que Díos estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... Y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de féretro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.
Todos saben... Y no saben
que la luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el Misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

Cesar Vallejo

19 de abril de 2012

A LA DEL AMOR MAS TRISTE


Tú, que amas un amor fantasma
y que das un nombre a la niebla,
a la ceniza de los sueños...

Tú, que te doblas sobre ti
misma como el sauce se dobla
sobre su sombra reflejada
en el agua... Tú que te cierras
los brazos vacíos sobre el
pecho y murmuras la palabra
que no oye nadie, ven y enséñame
a horadar el silencio,
a encender, a quemar la soledad...

Dulce Maria Loynaz

16 de abril de 2012

SUEÑO EN COLOR CEREZA



¡Cuántas veces habríamos soñado con nuestro primer beso! Era algo que nunca, desde que nos conocimos, nos habíamos planteado como algo inminente o cercano, muy por el contrario, lo habíamos soñado, sin decírnoslo, como un instante para el que nuestras almas debían haberse conocido lo suficiente como para que el tiempo pudiera detenerse, sin extraños, junto a nuestras bocas y a nuestros corazones…

Sucedió entre las cuatro paredes de un cuarto desconocido, en nuestro sueño veníamos de pasear en silencio, cogidos de las manos como adolescentes, los dedos enlazados, habíamos caminado temblorosos, seguramente embriagados por el olor dulzón de la cercana arboleda y con los sentidos azuzados por la ausencia de conocimiento de nuestros cuerpos, cuando ya nuestras almas caminaban juntas desde hacía largo trecho. Me mirabas, Sueño, con los ojos vencidos, sin voluntad pero llenos de deseo, te sujeté con uno de mis brazos, suavemente me estaba enroscando a ti y apreté tu talle con decidida, pero irrenunciable, delicadeza…

Vi aproximarse tu cara con una rapidez y una decisión que no esperaba, aunque la deseaba. Por un momento habías perdido tu velada timidez y me mirabas desde la profundidad de tus ojos vidriosos, aunque profundamente limpios, llenos de promesas y de esperanzas. Echabas hacia atrás tu cabello, elevabas el cuello que me lo ofrecías como propuesta de entrega y cerraste los ojos dejándome hacer…

Tenías los labios trémulos y azulados por la emoción, la boca redonda y absorbente y los míos decididos a poseerte desde la dulzura confundida con el deseo. Fue un beso largo, profundo, dominador, dialogante y entregado. Me reconocí a mi mismo que nunca antes había besado así, con esa eternidad, con esa pérdida de la noción del tiempo. El agua de las dos bocas se desbordó remontándose hasta el último rincón de nuestros labios para vaciarse en el otro como un dulce e irrenunciable veneno. Desde la profundidad del beso, noté en mi espalda un estremecimiento, desconocido hasta este momento, y que me recorrió los sentidos haciéndome cerrar los ojos para recrearme en el abandono mutuo de nuestros cuerpos.

Sé que los dos nos sentimos felizmente vacíos, como si el cuerpo de cada uno se hubiese transmutado al del otro. Sé que los dos tuvimos la sensación de que ese beso iba a marcar una fecha, para siempre inolvidable, en nuestras vidas. La seguridad de que después de ese beso comenzaría una nueva existencia para los dos, de que nunca nos íbamos a lograr despegar del recuerdo de estos labios posesivos y acariciantes que, por ambas partes, tenían un marcado sabor a vainilla, limones dulces y canela en una extraña mezcolanza llenas de voluptuosidades, asechanzas y entrega sin posibilidad de retorno.

Cuando abrimos los ojos los dos sabíamos que, mientras nos besábamos, habíamos perdido la posesión de nuestros cuerpos y el dominio de las voluntades que se habían resignado, ante lo inevitable, como el náufrago que baja sin resistencia entre las olas con la sensación de no llegar nunca al fondo.


Cuando salimos de aquellas benditas cuatro paredes que habían cobijado nuestros gemidos, nuestras ausencias y nuestra entrega. Cuando volvimos a recibir el soplo de aire fresco de la tarde y nos miramos, desde la adolescencia que había anidado en nuestros corazones, te miré, te sonreí, apreté mi mano sobre la tuya, me acerqué hasta tu oído y te dije con una voz trémula que, a veces, pienso es ajena a mi voluntad…

- “Sueño, quiero que, desde el sabor de este beso, me cuentes un cuento”.
- “¿Cómo lo quieres…? “, preguntaste desde el remolino de turbaciones que te invadían tras nuestro primer beso.

- Sintiendo más mía que nunca la bandera amarilla de mi hogar de los sueños, la cubierta del Nueva Fidelidad, me dejé mecer por el recuerdo dulzón de tus labios y te pedí…”Cuéntame un cuento lleno de besos que nunca antes hayas entregado a ninguna boca…”




Diego Lopa Garrocho

13 de abril de 2012

CHAU NUMERO TRES




Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo derrotando imposibles
segura sin seguro
te dejo frente al mar descifrándote
sola sin mi pregunta
a ciegas sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas a pie juntillas todo
no creas nunca creas este falso abandono
estaré donde menos lo esperes
por ejemplo en un árbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano horizonte
sin horas en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar de tu sueño
en la red esperando tus ojos
y mirándote.

Mario Benedetti

9 de abril de 2012

HILOS DE PLATA


¡Hilos de plata!
hebras de luz de lunas
¡apagadas
sobre las cabezas
y las frentes pálidas!

Cera de los cirios,
hebras de camándulas
que rompiera el genio
de las horas largas;
canas dolorosas,
¡oh, canas...!

¡qué frío dejáis en mis huesos!
¡qué invierno prendéis en mi alma,
cuando os miro caer, dolorosas,
de las tristes cabezas ancianas...!

¡Oh, triste Poeta goloso
de músicas raras
y formas divinas
y locas fragancias!

¡Oh, dulces y ardientes visiones!
¡Cuando la cigarra
de los años fríos
y las horas largas
dé su sola nota
tétrica y macabra,
al ramal sin flores
de la fronda helada,
será el canto un difunto
bajo la mortaja...!

Federico Bermúdez y Ortega

6 de abril de 2012

CON PAUSADOS VAIVENES


Con pausados vaivenes refrescando el estío,
la palmera engalana la silente llanura;
y en su lánguido ensueño, solitaria murmura
ante el sol moribundo sus congojas al río.

Encendida en el lampo que arrebola el vacío,
presintiendo las sombras, desfallece en la altura;
y sus flecos suspiran un rumor de ternura
cuando vienen las garzas por el cielo sombrío.

Naufragada en la niebla, sobre el turbio paisaje
la estremecen los besos de la brisa errabunda;
y al morir en sus frondas el lejano celaje,

se abandona al silencio de las noches más bellas,
y en el diáfano azogue de la linfa profunda
resplandece cargada de racimos de estrellas.

Jose Eustacio Rivera

3 de abril de 2012

INVITACION


Te invito desde el destierro.
Sin despecho, sin rencores.
En este risueño encierro,
hospital de mis dolores,
estoy cantando el entierro
de nuestros muertos amores.

¡Prevista estaba la suerte!
Inquietos y casquivanos,
y puestos entre tus manos,
murieron de mala muerte,
que no hay cosa menos fuerte
que unos amores livianos.

El tuyo liviano era,
y el que te di no me extraña
que víctima suya fuera.
¡Ya no eres tú la primera
pobre mujer que me engaña
de esa sencilla manera!

Y en este juego de amor
sé que quieres demostrar
que no fui yo el burlador...
Tranquila puedes estar,
que yo mismo haré constar
que es muy tuyo el tal honor.

Y dígote sin recelo
que tu engaño hízome daño,
porque yo no soy de hielo;
mas no te parezca extraño
que ahora bendiga ese engaño
que le abre a mi amor el cielo.

Pondrélo en lugar seguro,
pues, tras fracaso tan duro,
no a más mujeres confío
un amor como este mío,
que, por no ser todo impuro,
te ha parecido muy frío.

De una aspiración bendita
te he querido hablar mil veces:
mas sospecho, mujercita,
que esta idea que me agita
no cabe en las estrecheces
de tu linda cabecita.

Haciendo estoy penitencia,
y quiera Dios perdonarme
amores tan desdichados:
quiero limpiar mi conciencia
para ante Dios presentarme
sin esos ruines pecados.

Y limpio de vaho impuro
de aquel amor tentador,
tan torpe como inseguro,
después que me sienta puro,
pondré en Dios todo mi amor,
que en Dios estará seguro.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Antes que en ese camino,
por donde corres sin tino,
des con un mal caballero
que juegue con tu imprudencia,
te invito a hacer penitencia
y a cambiar de derrotero.

Qué, ¿te ríes? ¡Cuántas veces
he temido, mujercita,
que esta sana aspiración
no cabe en las estrecheces
de esa linda cabecita
y ese enfermo corazón!...

Jose Maria Gabriel y Galan