CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

28 de febrero de 2012

LA CALLE DE LA CADENA


Aún estaba conmovido
el bajo pueblo de Anáhuac
recordando el fin postrero
de los dos hermanos Ávila;

aún al cruzar por las noches
la anchurosa y triste plaza,
al mirar en pie las horcas
las gentes se santiguaban;

y aún en algunos conventos
rezábanse las plegarias
a fin de que los difuntos
lograsen salvar sus almas;

cuando un pregón le decía
a la curiosa canalla
que por atroces delitos,
que por pudor se callaban,

iba a ser ajusticiado
por voluntad del monarca
un negro recién venido
con un noble a Nueva España.

Como se anunció la fecha
la gente acudió a la plaza,
en tal número y desorden
que un turbión asemejaba,

porque en los terribles casos
en que la justicia mata
la humanidad se desvive
por mostrar que no es humana.

Desde que lució la aurora
acudió la gente en masa
y muchos allí durmieron
esperando la mañana.

Mirábanse a los verdugos
que el cadalso custodiaban
ya con los rostros cubiertos
con una insultante máscara.

El sol estaba muy alto,
la gente con vivas ansias,
los verdugos en acecho
y los soldados en guardia;

y ninguno suponía
que el acto aquel se frustrara
cuando de mirar al reo
perdieron las esperanzas.

De pronto, a galope llega
un dragón junto a las tablas
del cadalso, y con alguno
de los centinelas habla.

Los verdugos, para oírlo
descienden la escalinata,
y corre un rumor que anuncia
que la ejecución se aplaza.

El toque de los clarines
pronto anuncia retirada,
y en diversas direcciones
plebe y soldados marchan.

Hay disgusto en los semblantes
de mozuelas y beatas,
pues como a ninguno ahorcaron
han perdido la mañana.

Y se resienten de verse
por el Pregón engañadas,
y viendo solo el cadalso,
rezan, murmuran y charlan.

Los curiosos insistentes
que averiguan la causa
del retardo, al fin descubren
lo que nadie se explicaba.

Cuentan que trayendo al negro
de San Lázaro a la plaza,
cuando apenas por oriente
se vislumbró la mañana,

cercado por alguaciles
y por mucha gente armada,
bebiéndose de amargura
sus propias, ardientes lágrimas,

con voz fúnebre pidiendo
que hicieran bien por su alma,
un sacerdote entregado
a cumplir siempre estas mandas;

mirando a todas las gentes
en balcones y ventanas
darle el adiós postrimero
entre llantos y plegarias.

El negro que parecía
de susto no tener alma,
cruzó por una calleja
tan angosta como larga,

donde entre humildes jacales
surgía como un alcázar
un caserón de tezontle
con paredes almenadas,

con toscas rejas de hierro
en forma de antiguas lanzas,
con canales cual cañones
que el alto muro artillaban,

y bajo el vetusto escudo
de ininteligible heráldica
un ancho portón forrado
de gruesas y obscuras láminas;

teniendo como atributo
que las gentes veneraban,
una cadena de acero burda,
negra, tosca y larga.

Con sus ojos que vertían
raudales de vivas llamas,
mira el negro de soslayo
aquella ostentosa casa,

y sin que evitarlo puedan
los cien que lo custodiaban
tan ligero como un rayo
del centro se les escapa,

gana de un salto la acera,
se arrodilla en la portada
y cogiendo la cadena
en las dos manos, con ansia

grita con voz que parece
un rugido: "¡Pido gracia!
¡Pido gracia a la nobleza
de nuestro amado monarca!"

Y corchetes y alguaciles
y arcabuceros y guardias
se quedaron asombrados
y sin responder palabra.

Porque sabido de todos era
que en aquella casa vivía
un señor de abolengo
entre los grandes de España,

que por fuero de linaje
en sus títulos estaba
tener cadena en su puerta
y pendón en la fachada.

El reo que esa cadena,
por su fortuna tocara
al marchar para el cadalso,
de la muerte se libraba.

Y el negro, que esto sabía,
tuvo la fortuna extraña
de alcanzar tal privilegio
que otro ninguno lograra.

Mirando lo sucedido,
nobles, corchetes y guardias,
con gran susto de la escena
no siguieron a la plaza,

pues tornaron al presidio
la víctima afortunada;
al Virrey le dieron parte
y todo quedóse en calma.

Hoy sólo existen los muros
de la mansión legendaria,
sin huellas de las almenas
ni escudo de la portada.

Y dicen los que lo saben,
doctos en antiguas causas,
que la angosta callejuela
de "La Cadena" hoy se llama.

Juan de Dios Peza

24 de febrero de 2012

CANCION DE LOS REMOS






Quizás olvidaremos, pues siempre hay que olvidar,
pero escucha los remos, cantando sobre el mar.
Bajo este cielo claro tu alma llega a la mía
como la luz de un faro desde la lejanía.

Así como la espuma pasará este momento,
nuestra ilusión se esfuma, como la espuma al viento.
Pero en el alma sola si un gran amor la llena
hay algo de la ola y hay algo de la arena.

Náufrago de su espanto, piloto de su hastío,
el mar canta en su canto que ya tu amor es mío.
Yo soy la vela rota que da al aire su vuelo,
y tú eres la gaviota que va a estrenar su vuelo.

Pero aún quedan futuros que yo desconocía
en tus ojos oscuros donde nunca es de día.
Aún hay algo postrero mas allá del olvido
y en tu amor recupero todo lo que he perdido.

Ni digo que te quedes, ni quiero que te vayas.
Pues soy como las redes tendidas en las playas,
arroyo de ternuras hazme tuyo en lo mío
llenando de agua pura mi cántaro vacío.

Ya mi voz tiene un eco, ya mi voz no se pierde.
Por eso el tronco seco retoña la hoja verde.
Y así mi vida espera la gracia de un retoño
como la primavera que ilumina un otoño.

Por eso aunque olvidemos
que siempre hay que olvidar,
oye cantar los remos
sobre el dolor del mar.


Jose Angel Buesa

22 de febrero de 2012

DESVELO DE LOS ANGELES

Para Lidia y Augusto en la hora del tránsito del Hijo.








«Escucharé en la noche tus palabras:
... niño, mi niño...».

Pablo Neruda



I

Sobre albas de maitines los Ángeles caminan.
¿Hacia qué territorios de música y laureles
llevan su paz inmensa y transparente?
¿Junto a qué latitudes de transido desvelo
van con el nardo intacto de su historia?

En espejos de nieve se miran y en perpetuo
sosiego, nos recuerdan.

Pero no duermen nunca:
arañan nuestra sangre llena de amargas heces;
suben por nuestras duras primaveras de sueños,
y en nuestra cal sonámbula y helada,
sollozan...

Y un día están, de nuevo,
con su ceguera triste de raíces
oprimiendo el camino de las llagas.

II

Los Ángeles son nuestros: son nuestras alas rotas;
son las anclas dormidas sobre lechos de herrumbres,
en la raíz penosa de la tierra.

Es nuestra voz de niebla y de distancia:
-esa que no pudimos usar en el instante
de elegir el camino marinero.

Los ojos de los Ángeles no duermen:
están en nuestras órbitas salobres
buscando el necesario reverso de la luz.

Y sus labios sumisamente eligen
las palabras que nombran la morada del sueño.

Sus manos son jazmines sellados de silencio,
junto a una cruz de nieve, eterna y pura.

III

Los Ángeles navegan siempre...
Un necesario acontecer los llama
hacia seguras islas de recuerdo y nostalgia.
Ardientes Rosas de los Vientos crecen
sobre el pecho, librado de mármoles tempranos,
y una remota música de brújulas
les traza itinerarios sobre un atlas de nube,
hacia dolientes rumbos de lunas desoladas.

Están entre archipiélagos de sombras,
reinando sobre imperios de glaciales contornos.

Cruzan la absorta dimensión del aire,
y el alba numerosa que los lleva
se ilumina de pájaros azules.

Los Ángeles, sin rostro y sin memoria,
navegan por los cauces nocturnos de la sangre.

Un cielo azul, invicto y despejado,
cuida su paz de sueños sin fronteras.

Herib Campos Cervera

20 de febrero de 2012

HOJAS DISPERSAS



- III -

¿Qué dice la ola
que va perdida?
-Dice, ¿no oyes?:
Yo soy la vida.

¿Y qué la rosa,
gala de un día?
-¿No la oyes? Dice:
Soy la alegría.

¿Y el ave en busca
de otra región?
-¿No va diciendo:
soy ilusión?

¿Y aquel lucero
que no se alcanza?
-¿No dice, acaso:
Soy esperanza?

¿Y estas tinieblas
en que me pierdo?
-¿No las conoces?
Son tu recuerdo.

¿Y este sollozo
de mi dolor?
-Tú bien lo sabes,
ese es tu amor.


- XII -

El alma que en la mirada
es caricia y embeleso,
se hace suspiro, y, temblando,
penetra el alma en un beso.


- XIII -

Triste es la tarde, sin luz el cielo.
Niebla que pasas, ¿adónde vas?

-Sólo Dios, sabe mi incierto vuelo.
Niebla, ¿qué eres?
-Sombra, no más...

La noche llega, la flor se aduerme,
brisa que pasas con lento giro,
¿adónde vuelas?
-Voy a perderme.
Dime, ¿qué eres?
-Soy un suspiro.

Es alta noche: grato beleño
cierra mis ojos, y en lontananza
un ángel blanco miro, en mi sueño.
Ángel, ¿quién eres?
-Soy la esperanza.

Así es la vida; niebla pasajera
que cruza vagabunda por la esfera
deshaciéndose en vaga lontananza.

Y nuestra dicha, frágil e indecisa,
un suspiro que pasa con la brisa,
y sueño nada más nuestra esperanza.


- XVIII -

Corazón, ¿qué es lo que quieres?
Amor, dolores, placeres,
ya de todo te sacié,
y sin embargo, ¡te mueres,
y no sabes ni de qué...!

Manuel M. Flores

18 de febrero de 2012

¿ERES TU VERDADERO...............?


¿Eres tú verdadero ( tienes raíz )?
Sólo quien todas las cosas domina,
El Dador de la vida.
¿Es esto verdad?
¿Acaso no lo es, como dicen?
¡Que nuestros corazones
no teman tormento!

Todo lo que es verdadero,
(lo que tiene raíz),
dicen que no es verdadero
(que no tiene raíz).
El Dador de la vida
Sólo se muestra arbitrario.
¡Que nuestros corazones
no tengan tormento!.

Nezahualcoyotl

16 de febrero de 2012

LA SOLEDAD



Esta limitación esta barrera
esta separación
esta soledad la conciencia
la efímera gratuita cerrada
ensimismada conciencia
esta conciencia
existiendo nombrándose
fulgurando un instante
en la nada absoluta
en la noche absoluta
en el vacío.

Esta soledad
esta vanidad la conciencia
condenada impotente
que termina en sí misma
que se acaba
enclaustrada
en la luz
y que no obstante se alza
se envanece
se ciega
tapa el vacío con cortinas de humo
manotea ilusiones
y nunca toca nada
nunca conoce nada
nunca posee nada.

Esta ausencia distancia
este confinamiento
esta desesperada
esta vana infinita soledad
la conciencia.

Idea Vilariño

14 de febrero de 2012

PUESTA DE SOL


Por la calle solitaria
cuyo término confuso
vagamente se deslíe
en el oro del crepúsculo,
silencioso y pensativo
como siempre, voy sin rumbo
enhebrando fantasías
en el aire azul y puro.

Tranquila está la barriada,
los talleres están mudos,
no se ven las chimeneas
empenachadas de humo,
y, a lo lejos, de las fábricas,
salen, alegres, los últimos
obreros que se atropellan
en caprichoso tumulto,
y cuyas blusas azules
borda el sol de hilos purpúreos.

Yo, callado y pensativo
como siempre, voy sin rumbo.

Mas, de pronto, me detengo,
mis quimeras interrumpo
y las vanas fantasías
del pensamiento sacudo,
para ver curiosamente
a dos chicuelos: un grupo
adorable, que cabría
en una canción de Hugo.-

El la llama, y ella acude,
se hablan bajo, y así juntos,
siéntanse en los escalones
del portón, al pie del muro;
y en una seriedad cómica,
ella grave y él adusto,
principia la confidencia
más deliciosa del mundo.

¡Oh viejo pintor de niños
que andas en busca de asuntos!
mira: la luz pone toques
divinos a este conjunto.

En el fondo, de sillares
ensalitrados y húmedos,
rojos y recién lavados
por la lluvia, se ven puntos
de tan diversos matices
-vivos, opacos, obscuros-
que en el polícromo ambiente
de tonos suaves y crudos,
la pared arlequinesca
que, a trechos, ornan los musgos,
parece lienzo manchado,
traviesamente, con grumos
de color.-Una parásita
en los ladrillos desnudos
hinca su ramaje como
los tentáculos de un pulpo;
y entre la maraña verde
un jugetón rayo súbito
en cada gota la lluvia
prende un rubí diminuto.

Y en la fantasmagoría
de la luz, que hace del muro
inconcebibles mosaicos
y deslumbrantes estucos,
los dos muchachos semejan,
-en medio de tanto lujo-
dos príncipes del oriente
en espera de sus súbditos.

¡Qué tocado de diamantes
en el ceniciento rubio
del cabello de la niña¡

¡Qué reluciente y qué fúlgido
el toisón que arde en el pecho
del rapaz! ¡y qué conjunto
de áureas telas y tisúes
sobre los harapos sucios!

¡Oh buen solo, hábil joyero,
sol de abril, sol moribundo!

¡Andrajosa reinecita
que visitó la luz; y cuyo
corpiño de resplandores
cubre el talle y ciñe el busto!

¡Duquesito del arroyo,
Buckingham que el cielo tuvo
a bien ataviar con sedas
y brocados del crepúsculo!

Tú, ¿qué cuentas? Tú, ¿qué oyes?

Tú, ¿la grave? Tú, ¿el adusto?

Yo me acerco poco a poco
y curiosamente escucho.

La barriada está tranquila;
los talleres están mudos.

¡Bien, muchacho! -Fuiste al bosque
y corriste mucho, mucho,
y flores y mariposas
le traes... ¡lindo tributo!

Tu gorra de saltimbanco
-hecha una criba- es refugio
de caléndulas, de lirios,
y de rosas, donde, ocultos,
se agitan entre los pétalos
los cuepecitos convulsos
de las pobres mariposas
heridas. Hundes los puños,
y narrando tus proezas,
alzas, con heroico orgullo,
tu presente de perfumes
y de alas... Y el tributo,
va cayendo, va cayendo,
del aire sereno y puro
a la falda de la niña
que oye con asombro mudo,
la historia de tu aventura
mientras fijos en un punto,
miran cosas invisibles
sus ojos meditabundos.

Cuando mi presencia notan,
ella inquieta, y él ceñudo,
parecen decirme: -¡vamos,
nos estorbas, vete, intruso!

Y yo me alejo sin pena
porque dejar solo es justo
a Buckingham de siete años
con Ana de Austria de un lustro.

Y pienso: Yo también tuve
aventuras, y di muchos
presentes de alas y flores,
y fui amado y tuve orgullo.

Di ilusiones, esperanzas,
fe, ternuras, con el único
placer de posar los labios
en unos cabellos rubios.

Un coloquio de chiquillos
fue mi amor... Y taciturno,
solitario pensativo
como siempre, voy sin rumbo
por la calle silenciosa
cuyo término confuso
vagamente se deslíe
en el oro del crepúsculo.

Luis G. Urbina

12 de febrero de 2012

CANCION PARA TODAS LAS QUE ERES


No solo el hoy fragante de tus ojos amo
sino a la niña oculta que allá dentro
mira la vastedad del mundo con redondo
azoro, y amo a la extraña gris que me recuerda
en un rincón del tiempo que el invierno
ampara. La multitud de ti, la fuga de tus horas,
amo tus mil imágenes en vuelo
como un bando de pájaros salvajes.

No solo tu domingo breve de delicias
sino también un viernes trágico, quien
sabe, y un sábado de triunfos y de glorias
que no veré yo nunca, pero alabo.

Niña y muchacha y joven ya mujer,
tu todas, colman mi corazón, y en paz las amo.

Eliseo Diego

10 de febrero de 2012

CORAZON CORAZA



Porque te tengo y no,
porque te pienso,
porque la noche está de ojos abiertos,
porque la noche pasa y digo amor,
porque has venido a recoger tu imagen,
y eres mejor que todas tus imágenes,
porque eres linda desde el pie hasta el alma,
porque eres buena desde el alma a mí,
porque te escondes dulce en el orgullo,
pequeña y dulce,
corazón coraza.

Porque eres mía,
porque no eres mía,
porque te miro y muero,
y peor que muero
si no te miro amor,
si no te miro.

Porque tú siempre existes dondequiera,
pero existes mejor donde te quiero,
porque tu boca es sangre,
y tienes frío,
tengo que amarte amor,
tengo que amarte,
aunque esta herida duela como dos,
aunque te busque y no te encuentre,
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

Mario Benedetti

8 de febrero de 2012

AGUILA BLANCA


De pie, cada mañana,
Junto a mi áspero lecho está el verdugo.—

Brilla el sol, nace el mundo, el aire ahuyenta
Del cráneo la malicia,—
Y mi águila infeliz, mi águila blanca
Que cada noche en mi alma se renueva,
Al alba universal las alas tiende
Y camino del sol emprende el vuelo.
Y silencioso el bárbaro verdugo
De un nuevo golpe de puñal le quiebra
El fuerte corazòn cada mañana.
Y en vez del claro vuelo al sol altivo
Por entre pies, ensangrentada, rota,
De un grano en busca el águila rastrea.

Oh noche, sol del triste, amable seno
Donde su fuerza el corazòn revive,
Perdura, apaga el sol, toma la forma
De mujer, libre y pura, a que yo pueda
Ungir tus pies, y con mis besos locos
Ceñir tu frente y calentar tus manos.
Líbrame, eterna noche, del verdugo,
O dale, a que me dé, con la primera
Alba, una limpia y redentora espada.
Que con qué la has de hacer? Con luz de estrellas!

Jose Marti

4 de febrero de 2012

COMO UN CANTARO


Desde mi ángulo diurno de cordura,
no recordaba cómo,
llegué flecha, a disparar del arco.

Fue la herida de penetrar la noche,
que me llamó a encontrarme.

Se miraba mi boca
en un roto cristal crecido a espejo.

Con voluptuosa, medida muerte lenta, comencé,
como un junco, vergonzoso de luz bajo la brisa,
a declinar, y hallé hermoso contarme, derramando.

Fue el oído subiendo hasta la nota,
fue una danza de ninfas sobre el lienzo,
fue un murmullo de cuerdas arriesgadas,
fue el silencio total, dando en el fondo
del lugar de doler, y fue el estruendo
de cien locas gargantas, borbotones,
presurosos, urgidos
borbotones.

En el espejo, dos orillas curvadas de verano.

Estabas a mis márgenes, con el agua mía
riéndose a tus carnes,
escasamente, mi nivel no alcanzaba
siquiera al cáliz de tu cuerpo, cuerpo.

Hubieras, sí, jugado con mi espuma, inclinada
tu cabeza triste, y un poco sorprendida.

Hubieras tal vez puesto tu paladar
a escuchar mi voz de tempestad y azúcar,
y a medio claudicar, como quien oye
un lejano temblor
de cascos vueltos, vacilabas
la inminencia, mezcla de miedo que huye y regocijo,
que alza en danza de grito
hasta las nubes.

Yo volcaba, siempre rítmica cuerda, grave, grave,
y un sabor y un aroma discordantes,
como pájaros nuevos que se esquivan, atreviste
tus manos, hasta el borde mojado de mi cántaro.

Se miraban mis labios,
y eran,
viva síntesis flúida, hembra, hembra, y de pronto,
solamente agua, y de pronto,
ni siquiera.

El cristal sobre azogue de palabras, devolvía
la presencia,
de una boca en sabor desconocido.

Desde mi ángulo diurno de cordura, me miraba brillar
bajo la lámpara.

Después, vuelta de aquella elevación desnuda,
me descubrí tirada como un perro,
con la lengua volcada a las estrellas
y los dientes en polvo, y arañada
toda el agua de patas
imposibles; ya no estuve.

Sólo tu ausencia, fue la verdad real,
con gusto a sangre.

Quise inclinar de nuevo, y era un ancho arenal
seco, sediento,
puro sol fatigado de mis brasas,
era un cántaro hueco,
sin oquedad siquiera, una idea de cántaro
olvidada,
era un nombre cabal de inexistencia.

Y aquí, en la maraña, que quiso dejar a modo de
testimonio el viento, estoy;
mis dos brazos cubriéndome la cara,
así me encuentras.

Matilde Alba Swann

2 de febrero de 2012

AL EJEMPLO DE COSAS QUE FUERON Y SE ACABARON


El imperioso brazo y dueño airado,
el que Pegaso fue, sufre paciente;
tiembla a la voz medroso y obediente,
sayal le viste el cuello ya humillado.

El pecho anciano de la edad arado,
que amenazó desprecio al oro, siente,
humilde ya, que el cáñamo le afrente,
humilde ya, le afrente el tosco arado.

Cuando ardiente pasaba la carrera,
sólo su largo aliento le seguía;
ya el flaco brazo al suelo apenas clava.

¿A qué verdad temió su edad primera?
Llegó, pues, de su ser el postrer día,
que el cano tiempo, en fin, todo lo acaba.

Luis Carrillo de Sotomayor