CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

28 de febrero de 2010

LAILYE


Lailye ¿cuándo vuelves a México y me buscas,
ya sea en Cuernavaca, ya sea en Tepoztlán?
Juntos recordaríamos aquellas cosas bruscas
del asno, el indio, el loro, la araña, el alacrán . . .

A ti que te sorprendes -aunque jamás te ofuscas-
con nuestros usos y nuestra agua y nuestro pan
¿qué te parecería si vuelves y me buscas,
ya sea en Cuernavaca, ya sea en Tepoztlán?

¿Te acuerdas? Era entonces tu ser surco en amagos,
flor de capullo, germen de amores y pasiones.
Y ahora que te abriste al triunfo y los halagos

-¡oh suma de los pueblos, compendio de naciones!-,
dime: ¿a qué te sabría volver por estos pagos,
estrella de los rumbos y de las tentaciones?

Alfonso Reyes

27 de febrero de 2010

SOLEDAD SIN RECUERDO

Madrigal para la voz en fuga


¡Oh, voz de nube!
¡Oh, terciopelo!
¿Cómo nombrar tu música de musgo
sin disipar las brumas que te velan?

Viene la voz entre un aroma urgente
de jazmines de luna y se derrama
sobre el camino ciego de la noche.

Baja por escaleras de tristeza,
para perderse entre remotos pinos
y aliviarse de penas en los duros
espejos de la nieve desolada.

Deja en el aire en llamas su caricia
y al recorrer los círculos del viento,
un caracol incierto la recoge
y la devuelve, al fin, yacente y pálida,
muerta sobre un paisaje de silencio.

¡Y no saber cómo nombrarte,
para que vuelvas a llorar, subiendo
los senderos de luna y de jazmines!
¡Oh, voz de nube!
¡Oh, inasible perfil de ausencia y lágrimas:
verte morir
y no saber cómo nombrarte!
¡Oh, terciopelo!

Herib Campos Cervera

26 de febrero de 2010

EL DESAMOR


Acongojada mi alma
día y noche delira,
el corazón suspira
por ilusorio bien;
mas las horas fugaces
pasan en raudo vuelo,
sin que ningún consuelo
a mi congoja den.

Entre mis venas corre
sutil, ardiente llama,
que sin cesar me inflama,
y llena de dolor.
Pero una voz secreta
me dice: ¡infortunada!
Vivirás condenada
a eterno desamor.

Como muere la antorcha
escasa de alimento,
así morir me siento
en mi temprano albor:
ningún soplo benigno
da vigor a mi vida,
pues vivo sumergida
en triste desamor.

Como fatuo destello
que brilla y se evapora,
se disipó en su aurora
el astro de mi amor:
fuese con él mi dicha,
fuese con él mi calma;
quedóle sólo a mi alma
perpetuo desamor.

Esteban Echeverria

25 de febrero de 2010

IDILIO

(Fragmento)


XXXI
Desde el alba hasta el término del día
ya nadie nos veía
vagar sin rumbo en fraternal concierto.
Ya no andábamos juntos, ni ya unidos
buscábamos los nidos,
en los frondosos árboles del huerto.

XXXII
Ya no me acompañaba, y yo, alterado,
pasaba por su lado,
tranquilo en la apariencia y satisfecho.
Era oponer la indiferencia al dolo;
mas al quedarme solo
se me saltaba el corazón del pecho.

XXXIII
Entonces ¡ay de mí! pensando en ella
dirigía mi huella
hacia las ruinas del feudal castillo,
que sobre estéril y ondulada mota
alza su frente rota
sin almenas, sin puente ni rastrillo.

XXXIV
Elévase fantástica y disforme
aquella mole enorme
que muestra de los siglos el estrago:
crece en las hendiduras de la piedra
la trepadora hiedra
y al pie del muro el triste jaramago.

XXXV
Solo las bulliciosas golondrinas
turban de aquellas ruinas
la paz solemne con sesgado vuelo,
y alguna alondra al ascender inquieta
símbolo del poeta,
que cuando canta se remonta al cielo.

XXXVI
En muda calma y soledad medrosa
parece que reposa
aquel gigante por la edad rendido.
Hasta un arroyo que a sus plantas corre,
y la vetusta torre
proyecta en su cristal, pasa sin ruido.

XXXVII
Para vencer mi insoportable tedio,
y hallar algún remedio
a mis ansias prolijas y secretas,
con brazo vigoroso y pie seguro
subía por el muro,
buscando apoyo en sus profundas grietas.

XXXVIII
Ágil, robusto, dueño de mí mismo,
al través del abismo
alzábame hasta el fin, no sin trabajo,
para ver en confusa perspectiva
la inmensidad arriba,
y la tristeza del silencio abajo.

XXXIX
Las aves que en la torre se acogían
al acercarme huían,
y solo con mis penas en la altura,
de codos en el ancho parapeto,
miraba con respeto
el cielo azul y la feraz llanura.

XL
¡Cuántas veces mi espíritu errabundo
apartado del mundo
en aquel torreón del homenaje,
con íntima y tenaz melancolía
se engolfaba y hundía
en la infinita calma del paisaje!

XLI
Ni aislada roca, ni escarpado monte
del diáfano horizonte
el indeciso término cortaban:
por todas partes se extendía el llano
hasta el confín lejano
en que el cielo y la tierra se abrazaban.

XLII
¡Oh tierra en que nací noble y sencilla!
¡Oh campos de Castilla
donde corrió mi infancia! ¡Aire sereno!
¡Fecundadora luz! ¡Pobre cultivo!...
¡Con qué placer tan vivo
se espaciaba mi vista en vuestro seno!

XLIII
Cual dilatado mar, la mies dorada
a trechos esmaltada
de ya escasas y mustias amapolas,
cediendo al soplo halagador del viento
acompasado y lento,
a los rayos del sol mueve sus olas.

XLIV
Cuadrilla de atezados segadores,
sufriendo los rigores
del sol canicular, el trigo abate,
que cae agavillado en los inciertos
surcos como los muertos
en el revuelto campo de combate.

XLV
Corta y cambia de pronto la campiña
alguna hojosa viña
que en las umbrías y laderas crece,
y entre las ondas de la mies madura,
cual isla de verdura,
con sus varios matices resplandece.

XLVI
Serpean y se enlazan por los prados,
barbechos y sembrados,
los arroyos, las lindes y caminos,
y donde apenas la mirada alcanza,
cierran la lontananza
espesos bosques de perennes pinos.

XLVII
Por angostos atajos y veredas,
los carros de anchas ruedas
pesadamente y sin cesar transitan,
y sentados encima de los haces
rapazas y rapaces
con incansable ardor cantan o gritan.

XLVIII
Lleno de majestad y de reposo
el Duero caudaloso
al través de los campos se dilata:
refleja en su corriente el sol de estío,
y el sosegado río
cinta parece de bruñida plata

XLIX
Ya oculta de improviso una alameda
su marcha mansa y leda;
ya le obstruye la presa de un molino,
y como potro a quien el freno exalta,
párase, el dique salta
y sigue apresurado su camino.

L
En las tendidas vegas y en las lomas,
cual nidos de palomas,
se agrupan en desorden las aldeas,
y en la atmósfera azul pura y tranquila
ligeramente oscila
el humo de las negras chimeneas.

LI
En las cercanas eras reina el gozo.
Con íntimo alborozo
contempla el dueño la creciente hacina,
y mientras un zagal apura el jarro
otro descarga el carro
que bajo el peso de la mies rechina.

LII
Otro en el trillo de aguzadas puntas,
que poderosas yuntas
mueven en rueda, con afán trabaja,
y cual premio debido a su fatiga
desgránase la espiga,
y salta rota la reseca paja.

Gaspar Nuñez de Arce

24 de febrero de 2010

FRENTE AL MAR


Oh mar, enorme mar, corazón fiero
De ritmo desigual, corazón malo,
Yo soy más blanda que ese pobre palo
Que se pudre en tus ondas prisionero.

Oh mar, dame tu cólera tremenda,
Yo me pasé la vida perdonando,
Porque entendía, mar, yo me fui dando:
"Piedad, piedad para el que más ofenda".

Vulgaridad, vulgaridad me acosa.
Ah, me han comprado la ciudad y el hombre.
Hazme tener tu cólera sin nombre:
Ya me fatiga esta misión de rosa.

¿Ves al vulgar? Ese vulgar me apena,
Me falta el aire y donde falta quedo,
Quisiera no entender, pero no puedo:
Es la vulgaridad que me envenena.

Me empobrecí porque entender abruma,
Me empobrecí porque entender sofoca,
¡Bendecida la fuerza de la roca!
Yo tengo el corazón como la espuma.

Mar, yo soñaba ser como tú eres,
Allá en las tardes que la vida mía
Bajo las horas cálidas se abría...
Ah, yo soñaba ser como tú eres.

Mírame aquí, pequeña, miserable,
Todo dolor me vence, todo sueño;
Mar, dame, dame el inefable empeño
De tornarme soberbia, inalcanzable.

Dame tu sal, tu yodo, tu fiereza,
¡Aire de mar!... ¡Oh tempestad, oh enojo!
Desdichada de mí, soy un abrojo,
Y muero, mar, sucumbo en mi pobreza.

Y el alma mía es como el mar, es eso,
Ah, la ciudad la pudre y equivoca
Pequeña vida que dolor provoca,
¡Que pueda libertarme de su peso!

Vuele mi empeño, mi esperanza vuele...
La vida mía debió ser horrible,
Debió ser una arteria incontenible
Y apenas es cicatriz que siempre duele.

Alfonsina Storni

23 de febrero de 2010

EL CONDOR Y EL POETA



Diálogo
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POETA
-Escucha, amigo Cóndor, mi exorcismo;
obedece a la voz del mago Mitre,
que ha convertido en trípode el pupitre;
apréstate a una espléndida misión.

CÓNDOR
-¡Poeta audaz, que de mi aéreo nido
en el silencio lóbrego derramas
cántico misterioso! ¿a qué me llamas?
Yo sostengo de Chile el paladión.

POETA
-No importa; es caso urgente, es una empresa
digna de ti, de tu encumbrado vuelo,
y de tus uñas; subirás al cielo,
escalarás la vasta esfera azul.

CÓNDOR
-¿Y qué será del paladión en tanto,
cuya custodia la nación me fía?

POETA
-Puedes encomendarlo por un día
a las fieles pezuñas del Huemul.

CÓNDOR
Pero el camino del Olimpo ignoro.

POETA
-Mientes; tú hurtaste al cielo, ave altanera,
en pro de nuestros padres, la primera
chispa de libertad que en Chile ardió.

CÓNDOR
-¡Falaz leyenda! ¡Apócrifa patraña!
Robaba entonces yo por valle y cumbre,
según mi antigua natural costumbre;
monarca de los buitres era yo.
Años después, llamáronme, y conmigo
vino esa pobre, tímida alimaña,
de los andinos valles ermitaña;
y, el paladión nos dieron a guardar.
Mal concertada yunta, que, algún día,
recordando los hábitos de marras,
estuve a punto de esgrimir las garras,
y atroz huemulicidio ejecutar.

POETA
-¡Oh mente de los hombres adivina!
¡Oh inspiración profética! No sabes,
alado monstruo, espanto de las aves,
el oculto misterio de esa unión.

¡Junto a la mansa paz, atroz instinto
de pillaje y de sangre! ¡Incauto el uno,
audaz el otro en tentador ayuno,
y de la Patria en medio el paladión!

Tremendo porvenir, yo te adivino,
pero no tiemblo. Es fuerza te abras paso
de la ilustrada Europa al rudo ocaso;
está en el libro del destino así.

Sus últimos destellos da la antorcha
que el hijo de Japeto trajo al mundo;
suceda al viejo faro moribundo
joven tizón, ardiente, baladí.

CÓNDOR
-No sé, poeta, interpretar enigmas;
no entiendo de tizones ni de faro.
Deja los circunloquios, y habla claro.
¿De qué se trata? Explícate una vez.

POETA
-De aquel fuego sagrado que trajiste
¿niégaslo en vano? a un ínclito caudillo,
apenas queda agonizante brillo;
nos viene encima infausta lobreguez.
Renovarlo es preciso.

CÓNDOR
-¿Cómo?

POETA
-Debes
seguir del sol la luminosa huella,
sorprenderle, robarle una centella,
metértela en los ojos, y escapar.

CÓNDOR
-Muy bien; me guardo el fuego en las pupilas,
cual si fueran volcánicas cavernas.
¿Y qué haré luego de mis dos linternas?

POETA
-Quiero a Chile con ellas incendiar.

CÓNDOR
-¿Incendiarlo? ¿Estás loco? ¿De eso tratas?

POETA
-Incendiarlo pretendo en patriotismo;
abrasarlo, molondro, no es lo mismo;
quiero hacer una inmensa fundición.
Quiero llamas que cundan pavorosas,
descomunales llamas, llamas grandes,
que derritan la nieve de los Andes
y la de tanto helado corazón.

¿Abrasar? ¡Linda flema! -¿Es tiempo ahora
de contentarse con mezquinas brasas
que den pálida luz, chispas escasas,
como para el abrigo de un desván?
No, señor; vasto incendio, llamas, llamas,
que unas sobre las otras se encaramen,
y levantando rojas crestas bramen,
y les sirva de fuelle un huracán.

Despacha, pues; arranca; desarrolla
el raudo vuelo; tiende el ala grave,
como la parda vela de la nave
cuando silba en la jarcia el vendaval.
Vuela, vuela, plumífero pirata;
recuerda tu nativa felonía;
asalta de improviso al rey del día
en su carroza de oro y de cristal.

CÓNDOR
-Ya te obedezco, y tiendo como mandas,
el ala; aunque eso de tenderla un ave
no ligera ni leve, sino grave,
para tanto volar no es lo mejor.
Y si de más a más tenderla debo,
como la parda vela el navegante
cuando oye la tormenta resonante
que amenazando silba, peor que peor.

Que no desplega entonces el velamen,
antes amaina el cauto marinero,
y aguanta a palo seco el choque fiero,
si salvar piensa al mísero bajel.
Así lo vi mil veces, revolando
entre las nubes negras, cuando hinchaba
la Mar del Sur sus ondas, y bregaba
contra la tempestad el timonel.

POETA
-No lo entiendes: la nave del Estado
es la que yo pintaba; y la maniobra
a que apelamos hoy, cuando zozobra,
no es amainar, estúpido ladrón.

CÓNDOR
-¿Pues qué ha de hacer entonces el piloto?

POETA
-Según doctrina de moderna escuela,
debe correr fortuna a toda vela,
sin bitácora, sonda, ni timón.
Si tú leyeras, avechucho idiota,
gacetas nacionales y extranjeras,
la ignorancia en que vives conocieras;
todo ha cambiado entre los hombres ya.

Altos descubrimientos reservados
tuvo el destino al siglo diecinueve;
hoy en cualquiera charco un niño bebe
más que en un hondo río su papá.
¡Oh siglo de los siglos! ¡Cual machacas
es tu almirez decrépitas ideas!

¡Qué de fantasmagorías coloreas
en el vapor del vino y del café!
¡No era lástima ver encandilarse
los hombres estudiándose a sí mismos;
y tras mil embrollados silogismos,
salir con sólo sé que nada sé!

¡Ea, pues! ¡A la empresa! Bate el ala,
y apercibe también las corvas uñas,
y guárdate de mí si refunfuñas,
lobo rapaz, injerto de avestruz.

CÓNDOR
¿volando? -Ama aún el buitre robador su nido;
Chile, a traerte voy, no la centella
que incendiando devora, sino aquella
que da calor vital y hermosa luz.

Andrés Bello

22 de febrero de 2010

NOSTALGIA CERRIL


Al ver los cerros
los pies de mi memoria
trepan por ellos.

Elias Nandino

21 de febrero de 2010

TODO ES DIAFANO Y BELLO


Mecen los blandos sauces la verde cabellera;
todo es diáfano y bello cuando estoy a tu lado;
una sutil fragancia de nardo macerado
difunde sus efluvios sobre la tierra entera.

¡Amado! El tiempo es claro, llega la primavera;
regresa en los capullos del jardín olvidado;
y humildes, tiernas, blancas, en el verdor del prado
abren las margaritas su múltiple gorguera.

Con tu voz de agua viva, la frescura me traes.
Mi alma es tierra seca, tierra estéril y mustia
y tú sobre mi alma como la lluvia caes.

Me llenas de dulzura con tu voz de colmena
y tus hondas palabras rielan sobre mi angustia
como luz de luceros en el agua serena.

Dora Castellanos

20 de febrero de 2010

EPIGRAMAS


1

"Hurtaron a Madalena
Sus chapines y jervillas,
Brama y hace maravillas
De su cuerpo con la pena.

Mas dará por bien hurtados
las jervillas y chapines
dándoles un par de botines
de los que llaman cerrados"


2

"Tus botines, Dorotea,
Tienen ya la flor gastada.
Dáselos a tu criada
Que ya lo merece y desea.

Dáselos de buena gana,
Que a ti no te ha de faltar,
Pues que los suelen dar
A pares cada semana."


Duda si Hero gozó a Leandro
Tiempo fue en que se dudó
Si tuvo ó no doña Hero
La vela en su candelero
Cuando Leandro se anegó.

Y certificóme Lara,
Su dueña, que no; pues fuera
Cierto que, si la tuviera,
Leandro no se anegara.


3

Epitafio a los mismos

A Hero y Leandro encierra,
Esposos de mala data,
Esta poca arena ingrata,
Que aun no alcanzan buena tierra.

Consumaron, para dar
De loco amor testimonio,
En el templo, el matrimonio;
El disparate, en el mar.


4

Soga fué Leandro, y Hero
Caldero; pozo fué el mar,
Y vino el demonio á echar
La soga tras el caldero.

Baltazar de Alcazar

19 de febrero de 2010

AL LIBRO DE LAS FUNDACIONES DE SANTA TERESA DE JESUS



Bien probáis que quien se humilla
crece, oh virgen, hasta el Cielo,
pues le fundáis un Carmelo
en cada humilde casilla;
demás que otra maravilla
merecen ver superior:
que las baña un resplandor
tan apacible y tan fuerte,
que en cada cual se convierte
vuestro Carmelo en Tabor.

Bartolome Aregensola

18 de febrero de 2010

ODA XVII

EN UNA ESPERANZA QUE SALIÓ VANA


Huid, contentos, de mi triste pecho;
¿qué engaño os vuelve a do nunca pudistes
tener reposo ni hacer provecho?

Tened en la memoria cuando fuistes
con público pregón, ¡ay!, desterrados
de toda mi comarca y reinos tristes,

a do ya no veréis sino nublados,
y viento, y torbellino, y lluvia fiera,
suspiros encendidos y cuidados.

No pinta el prado aquí la primavera,
ni nuevo sol jamás las nubes dora,
ni canta el ruiseñor lo que antes era.

La noche aquí se vela, aquí se llora
el dia miserable sin consuelo
y vence el mal de ayer el mal de agora.

Guardad vuestro destierro, que ya el suelo
no puede dar contento al alma mía,
si ya mil vueltas diere andando el cielo.

Guardad vuestro destierro, si alegría,
si gozo, y si descanso andáis sembrando,
que aqueste campo abrojos solo cría.

Guardad vuestro destierro, si tornando
de nuevo no queréis ser castigados
con crudo azote y con infame bando.

Guardad vuestro destierro que, olvidados
de vuestro ser, en mí seréis dolores:
¡tal es la fuerza de mis duros hados!

Los bienes más queridos y mayores
se mudan, y en mi daño se conjuran,
y son, por ofenderme, a sí traidores.

Mancíllanse mis manos, si se apuran;
la paz y la amistad, que es cruda guerra;
las culpas faltan, más las penas duran.

Quien mis cadenas más estrecha y cierra
es la inocencia mía y la pureza;
cuando ella sube, entonces vengo a tierra.

Mudó su ley en mí naturaleza,
y pudo en mí el dolor lo que no entiende
ni seso humano ni mayor viveza.

Cuanto desenlazarse más pretende
el pájaro captivo, más se enliga,
y la defensa mía más me ofende.

En mí la culpa ajena se castiga
y soy del malhechor, ¡ay!, prisionero,
y quieren que de mí la Fama diga:

«Dichoso el que jamás ni ley ni fuero,
ni el alto tribunal, ni las ciudades,
ni conoció del mundo el trato fiero.

Que por las inocentes soledades,
recoge el pobre cuerpo en vil cabaña,
y el ánimo enriquece con verdades.

Cuando la luz el aire y tierras baña,
levanta al puro sol las manos puras,
sin que se las aplomen odio y saña.

Sus noches son sabrosas y seguras,
la mesa le bastece alegremente
el campo, que no rompen rejas duras.

Lo justo le acompaña, y la luciente
verdad, la sencillez en pechos de oro,
la fee no colorada falsamente.

De ricas esperanzas almo coro,
y paz con su descuido le rodean,
y el gozo, cuyos ojos huye el lloro.»

Allí, contento, tus moradas sean;
allí te lograrás, y a cada uno
de aquellos que de mi saber desean,
les di que no me viste en tiempo alguno.

Fray Luis de Leon

17 de febrero de 2010

DON PEDRO DE VILLARICA



1
Don Pedro está sentado, muy tranquilo,
frente a su casa, en su sillón de mimbre.
Tiene cincuenta años, nariz roja,
escaso el pelo y los ojillos grises.

La boca, grande, nunca se le cierra
porque la tiene siempre hecha sonrisa:
amplia sonrisa con destellos de oro.
Don Pedro está contento con la vida.

Este domingo tibio, de noviembre,
se ha tomado unos mates, ha charlado
con sus perros, sus gatos y sus loros
y está gozando ahora el espectáculo

de la calle. ¡Qué linda va Teresa
a la misa de nueve con su tía!
Teresita es su ahijada, como Lola,
como Ofelia, Isabel, Beatriz y Silvia.

Don Pedro no se queja, aunque le duele
que su mujer y él, ¡ellos tan luego!
tengan que resignarse a ser padrinos
y a amar con triste amor hijos ajenos.

-¡La bendición, padrino!- Teresita
le pide muy modosa, con las manos
unidas a la altura de la boca.
Él cumple con el rito de buen grado

como un obispo en su sillón, y exclama:
-¡Qué preciosa mi ahijada va a la misa!
En latín, los acólitos y el cura,
dirán tres veces: ¡Linda, linda, linda!

2
Pasan dos campesinos y saludan
sacándose el sombrero con respeto.
Pasa un jinete de montado blanco
y saluda también con el sombrero.

Pasa una crujidora, alta carreta,
y el carretero rinde su homenaje
con respeto aún mayor: es que Don Pedro
no sólo es poderoso, es su compadre.

Por el follaje nuevo de la ovenia
a cuya sombra está nuestro prohombre,
rayos del sol ya ardiente van colándose.
Mueve el sillón Don Pedro a un lugar donde

el sol no le moleste. -Con lo roja
que tengo la nariz -piensa Don Pedro-
no dejaré que el sol me haga cosquillas
donde resulto hermoso por lo feo.

-¡Qué domingo estupendo! Treinta años
pronto se cumplirán desde que vine,
edifiqué mi casa, abrí el negocio
y me casé. Los años más felices

son los aquí vividos -continúa-
-Y si no tengo hijos tengo ahijados.
Mi mujer no es gran cosa en cuanto a físico.
Pero la quiero. Es flaca como un palo.

Pero la quiero. Pobre mujer flaca,
si no la quiero yo quién va a quererla...
(Doña Isabel, en ese mismo instante
aparece en el marco de la puerta).

-¿Quieres, amor, un mate? ¡Lindo día!
-Lo lindo es la mujer que trae el mate
y con el mate la mejor figura-
contesta él, quién sabe si galante

por costumbre, o acaso convencido
de que flaca, Isabel, y con achaques,
dientes postizos y cabello escaso,
con toda su flacura tiene ángel.

Don Pedro acepta el mate y sorbe el líquido
verde y caliente por el tubo grueso
de la bombilla de oro, y mientras sorbe,
le queda el rostro, unos segundos, serio:

la sonrisa feliz, por vez primera,
al desaparecer, se le fue adentro,
pero vuelve a salir, al fin del mate:
En ella brilla el oro de dos dientes
y una verdosa gratitud afable...

Hugo Rodriguez Alcala

16 de febrero de 2010

PEREGRINAJE



Llamé, llamé como la náufraga dichosa
a las olas verdugas
que conocen el verdadero nombre
de la muerte.

He llamado al viento,
le confié mi deseo de ser.

Pero un pájaro muerto
vuela hacia la desesperanza
en medio de la música
cuando brujas y flores
cortan la mano de la bruma.
Un pájaro muerto llamado azul.

No es la soledad con alas,
es el silencio de la prisionera,
es la mudez de pájaros y viento,
es el mundo enojado con mi risa
o los guardianes del infierno
rompiendo mis cartas.

He llamado, he llamado.
He llamado hacia nunca.

Alejandra Pizarnik

15 de febrero de 2010

A SOFIA CORREA



Porque supo ser la madre que yo necesitaba.
Por su ternura, que restañó mis tristezas.
Por su tristeza, que incubó mis rebeldías.

S. J. G.

Serafín J. García

14 de febrero de 2010

ADOLESCENCIA



Vinieras y te fueras dulcemente,
de otro camino
a otro camino. Verte,
y ya otra vez no verte.
Pasar por un puente a otro puente.
El pie breve,
la luz vencida alegre .
Muchacho que sería yo mirando
aguas abajo la corriente,
y en el espejo de tu pasaje
fluir, desvanecerse.

Vicente Aleixandre

13 de febrero de 2010

A SANTA CATALINA MARTIR



¡Oh gran amadora
del Eterno Dios;
estrella luciente,
amparadnos vos!

Desde tierna edad
tomastes Esposo;
fue tanto el amor,
que no os dio reposo.
Quien es temeroso,
no se llegue a vos,
si estima la vida
y el morir por vos.

Mirad los cobardes
aquesta doncella,
que no estima el oro
ni verse tan bella:
metida en la guerra
de persecución,
para padecer
con gran corazón.

Más pena le da
vivir sin su Esposo,
y así en los tormentos
hallaba reposo:
todo le es gozoso,
querría ya morir,
pues que con la vida
no puede vivir.

Las que pretendemos
gozar de su gozo,
nunca nos cansemos,
por hallar reposo.
¡Oh engaño engañoso,
y qué sin amor,
es querer sanar,
viviendo el dolor!

Santa Teresa de Jesus

12 de febrero de 2010

DEL QUE HACER CON ESTOS POEMAS




Pienso que juntaré mis poemas,
agarrados como una fila de huracanes
y haré un libro desafiante y bello para vos.
Un libro donde estaremos felices
o ariscos como gatos discutiendo,
un libro que flote en el tiempo de tu tiempo
y que podas enseñar a tus nietos
y decirles:

"Miren como me amó esta mujer",
con orgullo de macho idolatrado.

Gioconda Belli


11 de febrero de 2010

HALLA EN LA CAUSA DE SU AMOR TODOS LOS BIENES



Después que te conocí,
todas las cosas me sobran:
el sol para tener día,
abril para tener rosas.
Por mi bien pueden tomar
otro oficio las auroras,
que yo conozco una luz
que sabe amanecer sombras.
Bien puede buscar la noche
quien sus estrellas conozca,
que para mi astrología
ya son oscuras y pocas.
Gaste el oriente sus minas
con quien avaro las rompa,
que yo enriquezco la vista
con más oro a menos costa.
Bien puede la margarita
guardar sus perlas en conchas,
que Búzano de una Risa
las pesco yo en una boca.
Contra el tiempo y la fortuna
ya tengo una inhibitoria:
ni ella me puede hacer triste,
ni él puede mudarme un hora.
El oficio le ha vacado
a la muerte tu persona:
a sí misma se padece,
sola en ti viven sus obras.
Ya no importunan mis ruegos
a los cielos por la gloria,
que mi bienaventuranza
tienes jornada más corta.
La sacrosanta mentira
que tantas almas adornan,
busque en Portugal vasallos,
en Chipre busque coronas.
Predicaré de manera
tu belleza por Europa,
que no haya herejes de gracias,
y que adoren en ti solas.

Francisco de Quevedo

10 de febrero de 2010

EXISTES PORQUE VEO EL RAYO



Existes porque veo el rayo
inacabable de tus ojos. Y sé
de tus oráculo. De cuando
invades la penumbra,
iluminas la ciudad infinita.

Y me retomas desde un vaho
de crisantemos.

Felipe Servulo

9 de febrero de 2010

MELANCOLIA



Hay un ser apacible y misterioso
que en mis horas de lánguido reposo
me viene a visitar;.
yo le cuento mis penas interiores,
porque siempre, calmando mis dolores,
mitiga mi penar.

Como el ángel del bien y la constancia,
en los últimos sueños de la infancia
aparecer le vi;
contemplóme un instante con ternura,
y "Oye -dijo-: las horas de ventura
pasaron para ti.

"Yo vengo a despertar tu alma dormida,
porque un genio funesto, de la vida
te aguarda en el umbral;
y benigno jamás, siempre iracundo,
te encontrará, del agitado mundo
en el inmenso erial.

"Yo elevaré tu espíritu doliente;
disiparé las nubes que en tu frente
las penas formarán;
consagra sólo a mí tus horas largas,
y enjugaré tus lágrimas amargas
y calmaré tu afán.

"Seré de tu vivir guarda constante,
y mi pálido tinte a tu semblante
trasmitirá mi amor.
Y te daré una lira en tus pesares,
por que al eco fugaz de tus cantares
se exhale tu dolor.

"Y te daré mi lánguida armonía,
que los himnos que entona de alegría
la ardiente juventud
jamás ensayarás, pobre cantora,
porque siempre la musa inspiradora
seré de tu laúd."

Dijo, y de entonces, cual amiga estrella
alumbra siempre, misteriosa y bella,
mi noche de dolor;
y me arrulla sensible y amorosa,
como arrulla la madre cariñosa
al hijo de su amor.

Y haciendo que en sus alas me remonte
a otro mundo de luz sin horizonte,
de dicha voy en pos;
y entonces de mi lira se desprende
nota sin nombre que la brisa extiende,
y escucha sólo Dios.

Yo te bendigo, fiel Melancolía;
tú los seres que anima la alegría
no vas a adormecer;
porque eres el consuelo de las almas
que del martirio las fecundas palmas
lograron obtener.

Por ti en los aires resonó mi acento,
y para dar un generoso aliento
al pobre corazón,
alguna vez la Patria bendecida
benévola me escucha sonreída
y aplaude mi canción.

No pido más: bien pueden los dolores
destrozar sin piedad las bellas flores
de la ilusión que amé;
que jamás, bajo el peso que me oprime,
mientras un rayo de virtud me anime,
la frente inclinare.

Salome Ureña Henriquez

8 de febrero de 2010

IR Y QUDARSE



Ir y quedarse y con quedar partirse,
partir sin alma, e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer del cielo y ser demonio en pena,
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir pues resta sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.

Lope de Vega

7 de febrero de 2010

CREPUSCULO


El sol tocaba en su ocaso,
y la luz tibia y dudosa
del crepúsculo envolvía
la naturaleza toda.
Los dos estábamos solos,
mudos de amor y zozobra,
con las manos enlazadas,
trémulas y abrasadoras,
contemplando cómo el valle,
el mar y apacible costa,
lentamente iban perdiendo
color, trasparencia y forma.
A medida que la noche
adelantaba medrosa,
nuestra tristeza se hacía
más invencible y más honda.
Hasta que al fin, no sé cómo
yo trastornado, tú loca,
estalló en ardiente beso
nuestra pasión silenciosa.
¡Ay! al volver suspirando
de aquel éxtasis de gloria,
¿qué vimos? Sombra en el cielo
y en nuestra conciencia sombra.


Gaspar Nuñez de Arce

6 de febrero de 2010

ORACION TRADUCIDA DEL LATIN


Ante tus ojos benditos
Las culpas manifestamos,
Y las heridas mostramos,
Que hicieron nuestros delitos.

Si el mal, que hemos cometido,
Viene a ser considerado,
Menor es lo tolerado,
Mayor es lo merecido.

La conciencia nos condena,
No hallando en ella disculpa,
Que respecto de la culpa,
Es muy liviana la pena.

Del pecado el duro azar
Sentimos, que padecemos
Y nunca enmendar queremos
La costumbre de pecar.

Cuando en tus azotes suda
Sangre la naturaleza,
Se rinde nuestra flaqueza,
Y la maldad no se muda.

Cuando el pecado mancilla
La mente con fiera herida,
Padece el alma afligida,
Y la cerviz no se humilla.

La vida suelta la rienda
En su acostumbrado error,
Suspira por el dolor,
Y en el obrar no se enmienda.

Puestos entre dos extremos,
En cualquiera peligramos;
Si esperas, no la enmendamos;
Si te vengas, nos perdemos.

De la aflicción el quebranto
Nos obliga a la contricción
Y en pasando la aflicción,
Se olvida también el llanto.

Cuando tu castigo empieza
Promete el temor humano;
Y en suspendiendo la mano,
No se cumple la promesa.

Cuando nos hieres, clamamos
Que el perdón nos des, que puedes,
Y así que nos lo concedes.
Otra vez te provocamos.

Tienes a la humana gente
Convicta en su confesión,
Que si no le das perdón,
la acabarás justamente.

Concede al humilde ruego
Sin mérito a quien criaste,
Tú que de nada formas
A quien te rogará luego.

Sor Juana Ines de la Cruz

5 de febrero de 2010

EL POETA RECUERDA


Sus frases nunca me hirieron
y siempre me consolaron...
¡Heridas que otras me abrieron,
sus propias manos cerraron!

Aun cuando penaba tanto,
tan buena conmigo era,
que hasta me ocultaba el llanto
para que yo no sufriera.

Con su infinita ternura,
mi más intensa amargura
supo siempre consolar...

¡Y qué buena no sería,
que al morirse sonreía
para no verme llorar!

Francisco Villaespesa

4 de febrero de 2010

CANCIONES


1

Cuidado no menor, aunque segundo
de Dios, si todo en Dios no fue primero
cuando a nuestro vivir ligó su vida;
no fue estudio menor vencer el mundo,
que ya la obstinación armó de acero,
con voz de doce trompas repetida
-gloria en aquella edad sólo adquirida-,
que agora nos ofrece
por defenderla y conservarla agora,
no sólo en doce Atlantes, que atesora,
porque en setenta Alcides resplandece,
en cuyos hombros sabios de diamante
se eternice su fe pura y constante.

A este viviente erario Cristo fía
la noble exaltación de sus trofeos,
de sus injurias la fiel venganza.
Fatiga y premio les ofrece un día,
que quien a Dios dirige sus empleos
goza la posesión en la esperanza;
y, como en peso grave fiel balanza
otro tanto subir hace su opuesta,
cuanto ella al centro se profunda y yace
de esta noble piedad, surge y renace
de Dios la gloria al orbe manifiesta,
con que se aclamará de gente en gente,
si infalible no más, más evidente.

No ya de fuerza material ceñidas
(porque es caduca en fin su fortaleza)
se ostentan estas basas oportunas;
egipcias son colunas, guarnecidas
de sacras letras, que tendrán firmeza
por doctas, aún mayor que por colunas.
Espejos son de soles, no de lunas,
en cuya ardiente esfera se repite
la fe, el afán, el celo, amor, doctrina
de la esfera apostólica divina;
cuyo instituto en ésta se compite;
a cuyas sacras y seglares herencias
debes, oh hebreo vil, aún evidencias.

Pudo en crédito Dios de su defensa
armar (cual ya le armó) ministro alado,
de fuego y de rigor inexorable.
Puede hoy ser, en venganza de su ofensa,
momentáneo sepulcro un mar airado,
de quien sólo escapaste lo execrable.
Pero con leyes Dios su ley estable,
que más conducen que el cristal y el fuego,
hoy se acrisola, en cuyo santo asilo
o laves tanta mancha en tanto Nilo,
o pierdas las disculpas a lo ciego;
mirando que hoy repite Dios el cargo
que firmó con su sangre a tu letargo.

Canción, si no ha quedado satisfecho
tu asunto que se empeña en alabanzas,
pide, si tanto alcanzas,
que el docto asunto abone tu derecho.


2

A San Juan Bautista en el desierto, describiendo el sitio

Más templada del sol, la más opima
lisonja de los astros, Siria ofrece
a Palestina grande imperio verde.
Un abril inmortal honra su clima;
el tiempo sólo, no la vida, pierde
el prado que en verdor jamás fallece.
Sin términos florece
la primavera allí, y en mil colores,
varia siempre y constante,
el suelo anega en tempestad de flores.
Arabia está delante,
sólo en sitio, pues no se determina
si es la feliz Arabia o Palestina.

Hacia la parte donde nace el día
la ciñe Éufrates, y hacia el occidente
la hidra de cristal, el Nilo alado,
de los Triones a la parte fría
mira a Cilicia yerma y eminente.
Y a Arabia fértil al opuesto lado,
de origen duplicado,
nace bicorne allí el Jordán divino,
fertilizando ondoso
los páramos de Asiria su camino,
hasta que a proceloso
lago o piélago infame se refiere.
Lucha con él, pero luchando muere.

Yermo al hombre, república a la fiera,
es la campaña del Jordán felice,
bien que de árboles graves populosa.
La palma, sol del prado, allí venera
consorte firme, porque inmortalice
ambos sexos. Opima y victoriosa
la espalda allí frondosa,
levanta Alcides verde cipariso,
y, frustrado su intento,
se retrata en las ondas cual Narciso.
Cítara ofrece al viento
el abeto, el más firme y oportuno
árbol, que sufre injurias de Neptuno.

La de Cinaras hija fugitiva
(fragrante ya) y el cedro incorruptible
aromática pompa son del suelo.
Allí mejor pudiera el ave activa,
el Fénix inmortal, verse invencible,
si cobra en los aromas vida y vuelo.
Ser arrimo del cielo
excelso monte el Líbano blasona;
los mobles amenaza;
de pardos ceños la cerviz corona.
No la industriosa caza
al animal errante atemoriza,
que libre de la industria se eterniza.

Aquí el sacro orador, divino Orfeo,
a las atentas selvas exclamaba,
siendo sola una voz de un Verbo todo
copia de oyentes. Escuadrón sabeo
le ofrecía, aplaudiéndole de un modo
ni sordo el monte, ni la fiera brava.
Sus labios inundaba
elocuencia nativa, no enseñada
a su voz. ¿Cuántas veces
se hurtaron a su esfera regalada
por lo herboso los peces,
y de vivir las aves divertidas
se hallaron en las aguas detenidas?

Sensible pareció lo vegetable,
racional se mentía lo sensible,
y en la atención inmóbil un afecto
mezclaba el bosque, como lamentable
de ver su admiración imperceptible.
Mas, a pesar del número imperfecto,
al destinado efecto
incesable de Juan la voz se oía.
Con modestia desnudo,
cuando el sol se negaba y cuando ardía,
haciendo al tiempo escudo,
de una salvaje piel poco vestido,
más de la fe que de la piel ceñido.

Gabriel Bocangel y Yunzueta

3 de febrero de 2010

EL VINO DEL ASESINO


Mi mujer está muerta, ¡soy libre!
Puedo, pues, beber hasta el hartazgo.
Cuando regresaba sin un sueldo,
Sus gritos me desgarraban los nervios.

Tanto como un rey soy dichoso;
El aire es puro, el cielo admirable...
¡Teníamos un verano semejante
Cuando me enamoré!

La horrible sed que me desgarra
Tendría necesidad para saciarse
De tanto vino como puede contener
Su tumba; — lo que no es poco decir:

La he echado al fondo de un pozo,
Y hasta he arrojado sobre ella
todas las piedras del brocal.
—¡La olvidaré si puedo!

En nombre de los juramentos de ternura,
De los que nadie nos puede desligar,
Y para reconciliarnos
Como en los buenos tiempos de nuestra embriaguez,

Le imploré una cita,
Por la noche, en un camino oscuro.
¡Ella acudió! —¡loca criatura!
¡Somos todos más o menos locos!

Estaba todavía bonita,
¡Si bien muy cansada! Y yo,
¡Yo la quería mucho! He aquí porque
Le dije: ¡Deja esta existencia!

Nadie puede comprenderme. Uno solo
Entre estos borrachos estúpidos
¿Pensó en sus noches morbosas
Hacer del vino una mortaja?

Esta crápula invulnerable
Como las máquinas de hierro
Jamás, ni en verano ni en invierno,
Ha conocido el amor verdadero,

¡Con sus negros encantos,
Su cortejo infernal de clamores,
Sus frascos de veneno, sus lágrimas,
Su estrépito de cadena y de osamentas!

—¡Heme aquí, libre y solitario!
Estaré esta noche borracho perdido;
Entonces, sin miedo y sin remordimiento,
Me echaré en el suelo,

¡Y dormiré como un perro!
El carretón de pesadas ruedas
Cargado de piedras y de barro,
El vagón desenfrenado puede quizá

Aplastar mi cabeza culpable
O cortarme por la mitad,
¡Yo me río, tanto como de Dios,
Del Diablo o de la Santa Mesa!

Charles Baudelaire

2 de febrero de 2010

ELEGIA



Allí el zaguán. Al fondo el patio verde
separado de la amplia galería

por una balaustrada toda blanca.
¿Dónde estarán las dos criadas mozas

cuyo canto llenaba aquella casa:
Lucía, la del mate mañanero

para el viejo señor de ojos azules;
y Luisa, que cuidaba de las jaulas

y daba de vivir a los jilgueros,
el tembloroso alpiste entre los labios?

¿Dónde, doña Isabel, la blanca dama,
que en esa mecedora, adormecida,

soñaba con los hijos que no tuvo,
y en cuyo inmenso caserón, los pájaros,

prisioneros en jaulas resonantes
compensaban la ausencia de los niños?

Años de enormes soles transcurrieron,
Maduraron las uvas de la parra

verano tras verano. En la casona
un día y otro día y otro día

pasó fugaz la vida, siempre sueño:
los mismos cantos en las mismas jaulas,

y Lucía y Luisa, atareadas,
en el manso vivir de la provincia.

Hoy nadie, nadie, vive en la casona.
En las salas, los muebles polvorientos

evocan los fantasmas familiares.
Un pesado silencio allí se espesa.

Ha tiempo que callaron los jilgueros
en las jaulas vacías. Y la hierba

ahoga los rosales en el patio.
Sólo la parra, verde como siempre,

ofrece inútilmente sus racimos
que hoy nadie ve brillar entre los pámpanos.

Hugo Rodriguez Alcala

1 de febrero de 2010

DESOLACION


Dios ¿dónde estás?
Acaso en la débil ala de una mariposa,
en el monótono zumbido de la abeja
o en la gaviota que roza vagamente la playa.

Te busco
en el crepúsculo vacío de invierno,
en la luz sin frontera de mis ojos,
en la melancólica sombra del ciprés.

Palpitan en mi pecho reflejos de aurora.
y no estás.
Tampoco en el alud de tatuados dolores,
en el breve escalofrío de mis párpados azules,
en la marimba interna de mi cuerpo.

Tal vez mis rezos llegaron tarde a la cita,
tal vez eres pedestal de oro inaccesible,
anzuelo en el fondo sin carnada
y yo hambriento pez en la noche del océano.

Tal vez seas omnipotente campo y yo roja hormiga.

Tal vez seas flama desprendida del sol
y yo ciego espejo incapaz de reflejarte.

Lina Zeron

ASI..........


Dejo aquí, en tus umbrales,
mi corazón inaugurado; mi voz incompatible;
mi máscara y mi grito y mi desvelo;
todos los carozos desnudos, roídos de intemperie;
todo lo que decae como un pétalo seco
en los vencidos días de otoño.

Hoy quiero verlo todo desde dentro;
todo el hilván y el esqueleto de sostén;
toda la utilería;
los telones y relieves prolijos del sueño.
Hoy recorro los acontecimientos
como quien navegara a lo largo de la miga cariñosa
de un pan
y saliera, de golpe, a flor de costra,
en llegando a la ciega corteza
apoyado en carbones de próximos diamantes.
Así, ejecutado y prolijo,
con la corbata puesta y los zapatos en su sitio:
como un muerto que espera el turno de su leño.

Así.
Porque es hora ya de irse preguntando:
¿A qué tanto jadeo y tanto andar a pie,
con la corbata puesta al revés,
y el corazón al aire, allí,
justo sobre las coyunturas desangradas
y los dedos haciéndole señas al Dios de nadie?
¿A qué los ojos cayéndose de tanto ver osamentas
y los párpados, ardiendo
sobre el aire podrido de un tiempo miserable?

Bueno: dejo aquí, en tus umbrales,
mi corazón de arena; mi voz toda desecha
y mi máscara rota y mi mano sin horóscopos,
sin huellas saturnales de lunas muertas;
todo aquello que amé;
todo aquello que pudo ser un canto y es solamente
desprendido terrón de cementerio.

Tómalos todavía: colócalos
en un hondo nivel de marineros descansos;
ponles un grano de sal sobre las órbitas;
ponles una flor marchita en los ojales...
Llámalos a esa muerte que tú no desconoces
y entrégalos a la dulce vocación de los pájaros
que emigran hacia el Sur...
Y no los nombres nunca, si no es para amarlos
en recuerdo, en piedad, en dulzura de tarde quieta
-como quien acunara la cabeza de un infante sin madre-,
Así.

Herib Campos Cervera