CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

28 de octubre de 2008

PIECESITOS






Piececitos de niño,
azulosos de frío,
¡cómo os ven y no os cubren,

¡Dios mío!

¡Piececitos heridos
por los guijarros todos,
ultrajados de nieves
y lodos!

El hombre ciego ignora
que por donde pasáis,
una flor de luz viva
dejáis;

que allí donde ponéis
la plantita sangrante,
el nardo nace más
fragante.

Sed, puesto que marcháis
por los caminos rectos,
heroicos como sois
perfectos.

Piececitos de niño,
dos joyitas sufrientes,
¡cómo pasan sin veros
las gentes!

Gabriela Mistral

MI PADRE



Yo tengo en el hogar un soberano,

único a quien venera el alma mía;
es su corona su cabello cano,
la honra su ley y la virtud su guía.

En lentas horas de miseria y duelo,
lleno de firme y varonil constancia,
guarda la fé con que me habló del cielo
en las horas primeras de mi infancia.

La amarga proscripción y la tristeza
en su alma abrieron incurable herida;
es un anciano, y lleva en su cabeza
el polvo del camino de la vida.

Ve del mundo las fieras tempestades,
de la suerte las horas desgraciadas,
y pasa, como cristo el Tiberiades,
de pie sobre las ondas encrespadas.

Seca su llanto, calla sus dolores,
y sólo en el deber sus ojos fijos,
recoge espinas y derrama flores
sobre la senda que trazó a sus hijos.

Me ha dicho: "A quien es bueno, la amargura
jamás en llanto sus mejillas moja:
en el mundo la flor de la ventura
al mas ligero soplo se deshoja.

"Haz el bien sin temer al sacrificio,
el hombre ha de luchar sereno y fuerte,
y halla quien odia la maldad y el vicio
un tálamo de rosas en la muerte.

"Si eres pobre confórmate y sé bueno;
si eres rico protege al desgraciado,
y lo mismo en tu hogar que en el ajeno
guarda tu honor para vivir honrado."

"Ama la libertad, libre es el hombre
y su juez más severo es la conciencia;
tanto como tu honor guarda tu nombre,
pues mi nombre y mi honor forman tu herencia".

Este código augusto, en mi alma pudo
desde que lo escuché, quedar grabado;
en todas las tormentas fue mi escudo,
de todas las borrascas me ha salvado.

Mi padre tiene en su mirar sereno
reflejo fiel de su conciencia honrada;
¡cuánto consejo cariñoso y bueno
sorprendo en el fulgor de su mirada!

La nobleza del alma es su nobleza;
la gloria del deber forma su gloria;
es pobre, pero encierra su pobreza
la página más grande de su historia.

Siendo el culto de mi alma su cariño,
la suerte quiso que al honrar su nombre,
fuera el amor que me inspiró de niño
la más sagrada inspiración del hombre.

Quiera el cielo que el canto que me inspira
siempre sus ojos con amor lo vean,
y de todos los versos de mi lira
éstos los dignos de su nombre sean.

Juan De Dios Peza

SILENCIO





No digas nada, no preguntes nada.
Cuando quieras hablar, quédate mudo:
que un silencio sin fin sea tu escudo
y al mismo tiempo tu perfecta espada.

No llames si la puerta está cerrada,
no llores si el dolor es más agudo,
no cantes si el camino es menos rudo,
no interrogues sino con la mirada.

Y en la calma profunda y transparente
que poco a poco y silenciosamente
inundará tu pecho de este modo,

sentirás el latido enamorado
con que tu corazón recuperado
te irá diciendo todo, todo, todo.

Francisco Luis 
Bernárdez

24 de octubre de 2008

DANZA MACABRA



Como un viviente, arrogante de su noble estatura,
Con su gran ramillete, su pañuelo y sus guantes,
Ella tiene la indolencia y la desenvoltura
De una coqueta flaca de porte extravagante.

¿Se vio alguna vez en el baile un talle más delgado?
Su vestido exagerado, en su real amplitud,
Se vuelca abundantemente sobre un pie seco que oprime
Un zapato adornado, bello cual una flor.

El frunce que juega al borde de las clavículas,
Cual arroyo lascivo frotándose en el peñasco,
Defiende púdicamente de las chanzas ridículas
Los fúnebres encantos que ella sabe ocultar,

Sus ojos profundos están hechos de vacío y de tinieblas,
Y su cráneo, con flores artísticamente peinado,
Oscila lánguidamente sobre sus frágiles vértebras,
¡Oh, encanto de un fantasma locamente emperifollado!

Algunos te tomarán por una caricatura,
Sin comprender, amantes ebrios de carne,
La elegancia sin nombre de tu humana armadura.
¡Tú respondes, gran esqueleto, a mi gusto más caro!

¿Vienes a turbar, con tu imponente mueca,
La fiesta de la Vida? o ¿algún viejo deseo,
Acicateando aún tu viviente esqueleto,
Te impulsa, crédula, al aquelarre del Placer?

¿Con el cantar de los violines, y las llamas de las bujías,
Esperas expulsar tu pesadilla burlona,
Y vienes a implorar al torrente de las orgías
Que refresque el infierno encendido en tu corazón?

¡Inagotable pozo de necedad y de errores!
¡Del antiguo dolor eterno alambique!
A través del retorcido enrejado de tus costillas
Yo veo, todavía errante, el insaciable áspid.

A la verdad, temo que tu coquetería
No alcance un precio digno de sus esfuerzos;
¿Quién, entre esos corazones mortales, alcanza la burla?
¡Los sortilegios del horror sólo embriagan a los fuertes!

El abismo de tus ojos, pleno de horribles pensamientos,
Exhala el vértigo, y los bailarines prudentes
No contemplarán sin amargas náuseas
La sonrisa eterna de tus treinta y dos dientes.

Empero, ¿quién no ha estrechado entre sus brazos un esqueleto,
Y quién no se ha nutrido de cosas sepulcrales?
¿Qué importa el perfume, el vestido o el tocado?
El que hace ascos demuestra que se cree bello.

Bayadera sin nariz, irresistible trotona,
Diles, pues, a estos bailarines que se hacen los ofuscados:
"Arrogantes galanes, pese al arte de los polvos y del colorete,
Exhaláis todos la muerte! ¡Oh, esqueletos almizclados!

¡Antinoos marchitos, dandis de rostro glabre,
Cadáveres barnizados, lovelaces canosos,
El alboroto universal de la danza macabra
Os arrastra hacia lugares desconocidos!

Desde los muelles fríos del Sena a los bordes ardientes del Ganges,
El tropel mortal salta y se pasma, sin ver
La trompeta del Ángel en un agujero del techo
Siniestramente boquiabierto cual un negro trabuco.

En todo clima, bajo todo sol, la Muerte te admira
En tus contorsiones, risible Humanidad,
Y a menudo, como tú, perfumándose de mirra,
Mezcla su ironía a tu insensatez!"

Charles Baudelaire

SEMBRADOR



El sembrador sembró la aurora;
su brazo abarcaba el mar.
En su mirada las montañas
podían entrar.

La tierra pautada de surcos
oía los granos caer.
De aquel ritmo sencillo y profundo
melódicamente los árboles pusieron su danza a mecer.

Sembrador silencioso:
el sol ha crecido por tus mágicas manos.
El campo ha escogido otro tono
y el cielo ha volado más alto.

Sembraba la tierra.
Su paso era bello: ni corto ni largo.
En sus ojos cabían los montes
y todo el paisaje en sus brazos.


Carlos Pellicer

LA NOCHE EN EL ESCORIAL



La noche envuelve con su sombra fría
El claustro, los salones, la portada,
Y vacila la lámpara agitada
De la iglesia bóveda sombría.

Como triste presagio de agonía
Gime el viento en la lúgubre morada,
Y ondulando la yerba desecada
Vago rumor entre la noche envía.

De Felipe segundo, misterioso
Se alza el espectro del marmóreo suelo
Y vaga en el convento silencioso,

Y se le escucha en infernal desvelo
Crujiendo por el claustro pavoroso
La seda de su negro ferreruelo.

Vicente Riva Palacio

21 de octubre de 2008

ABROJOS


I
Siempre desgraciado fui;
desde mi pequeña cuna,
a la incansable fortuna
de juguete le serví;
la noche en que yo nací
tronaba la tempestad,
y alaridos de ansiedad
la gente aturdida alzaba;
porque el cólera sembraba
el terror y la orfandad.

II
¡La niñez ¡ - edad que vela
el ángel de las sonrisas,
y entre flores, juego y brisas
sin sentir el tiempo vuela-
Esa edad amarga estela
dejó sobre mar de llanto;
porqué sufrí tanto, tanto,
en aquella edad de armiño,
que en mis recuerdos de niño
comienza mi desencanto.

III
Vino después otra edad,
y pasiones irritantes
se alzaron, como bramantes
olas, en la tempestad.
Mas desbordé en la maldad,
cual se desborda un torrente,
y entre crápula indecente,
y en indecentes amores,
sequé del alma las flores,
cubrí de sombra la frente.

IV
En mi tormento prolijo,
al cielo a veces acudo;
pero ¡ay! El cielo está mudo
para el hombre a quien maldijo.
En vano, en vano me aflijo
por la esperanza extinguida,
y aunque mi ya envejecida
frente, de pesar se abrasa,
no vuelve la edad que pasa,
ni vuelve la fe perdida.

V
Tiene luto el corazón
como de noche el desierto,
y, como toque de muerto,
tristes mis cantares son.
Es fúnebre panteón
la fatigada memoria,
donde en ánfora mortuoria
vino el tiempo a recoger
las imágenes que ayer
fueron el sol de mi gloria.

VI
Nutre incisivo sarcasmo
mi sonrisa de amargura,
y es el pecho sepultura
donde yace el entusiasmo.
Presa de horrible marasmo
desfallece el alma impía;
y en fatal melancolía,
y en estúpido quietismo,
parece que en mi ser mismo
hay un germen de agonía.

VII
Inclino con desaliento,
entre brumas de tristeza,
la encanecida cabeza
que rasa el remordimiento.
Y hostigado hasta el tormento,
de la mundana balumba,
grito, con voz que retumba
cual rayo que lumbre vierte:
¡Ábreme tus brazos, muerte!
¡Trágate mi cuerpo, tumba!

Antonio Plaza

SONETO IMITANDO UNA ODA DE SAFO



¡Feliz quien junto a ti por ti suspira,
quien oye el eco de tu voz sonora,
quien el halago de tu risa adora,
y el blando aroma de tu aliento aspira!

Ventura tanta, que envidioso admira
el querubín que en el empíreo mora,
el alma turba, al corazón devora,
y el torpe acento, al expresarla, espira.

Ante mis ojos desaparece el mundo,
y por mis venas circular ligero
el fuego siento del amor profundo.

Trémula, en vano resistirte quiero...
de ardiente llanto mi mejilla inundo...
¡delirio, gozo, te bendigo y muero!

Gertrudis Gómez de Avellaneda

LA BARCA FUTURA





Río de las Siete Estrellas,
camino del Libertador,
sangre del Corazón de América,
¡aorta que no sale del corazón!

Río delgado de las fuentes
río colérico de los saltos,
río de las siete estrellas,
que en la Fuente no llenas el hueco de las manos
y luego eres el sueño de un mar sin continencia!

Río brujo, que te pintas de todos los cielos,
Río de La Urbana, planicie pampera,
Río de San Félix, solución de gloria,
Río de Angostura, cauce de la guerra,
Río de Barrancas, Río de pensar
cómo puede haber tanta agua en la Tierra,
Río de nuestra Esperanza,
cuando la Esperanza sea!
Río de nosotros, nuestro espejo mismo,
espejo de esta alma nuestra,
por la cual, incansable como tú de horizontes,
trasudamos en vueltas y revueltas!,

No he de poner mis manos sobre tu lomo,
no he de pintar tus riberas,
que si en la izquierda tienes el corazón de las ciudades,
en la derecha levantas el brazo de las selvas;
no he de tocar tus aguas, tus millones de gotas,
que son el diezmo de las cumbres para el culto de las praderas,
no he de caminar por tus ondas,
que ya vendrá el Maestro caminando por ellas.

Sólo quiero ensanchar los ojos
hacia el desfile futuro que por tus aguas navega
y hacia el desfile del pasado,
hacia la realidad y la promesa,
hacia la barca de Antonio Díaz
y hacia el hondo sueño en que sueñas
con la proa del acorazado,
como los niños campesinos con su vapor de cuerdas,
con el barco de acero
que avance hacia tus fuentes aureolado de velas
y parada en el tope la paloma del Iris,
abierto el pecho por tus Siete Estrellas...


Andrés Eloy Blanco

19 de octubre de 2008

LUZ DE LUNA





Ella estaba con él... A su frente
pensativa y pálida,
penetrando al través de las rejas
de antigua ventana
de la luna naciente venían
los rayos de plata,
él estaba a sus pies, de rodillas,
perdido en las vagas
visiones que cruzan en horas felices
los cielos del alma!
Con las trémulas manos asidas,
con el mudo fervor de los que aman,
palpitando en los labios los besos,
entrambos hablaban
el lenguaje mudo
sin voz ni palabras
que en momentos de dicha suprema,
tembloroso el espíritu habla..
•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

El silencio que crece... la brisa
que besa las ramas,
dos seres que tiemblan, la luz de la luna
que el paisaje baña,
¡amor un instante detén allí el vuelo,
murmura tus himnos de triunfo y recoge las alas!

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Unos meses después, él dormía
bajo de una lápida
el último sueño de que nadie vuelve
el último sueño de paz y de calma.

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Anoche, una fiesta
con su grato bullicio animaba
de ese amor el tranquilo escenario.
¡Oh burbujas del rubio champaña!
¡Oh perfume de flores abiertas!
¡Oh girar de desnudas espaldas!
¡Oh cadencias del valse que mueve
torbellinos de tules y gasas!
Allí estuvo, más linda que nunca,
por el baile tal vez agitada
se apoyó levemente en mi brazo,
dejamos las salas
y un instante después penetramos
en la misma estancia
que un año antes no más la había visto
temblando callada,
cerca de él!...
...Amorosos recuerdos,
tristezas lejanas,
cariñosas memorias que vibran,
como sones de arpa,
tristezas profundas
del amor, que en sollozos estallan,
presión de sus manos,
són de sus palabras,
calor de sus besos,
¿por qué no volvisteis a su alma?...

••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

A su pecho no vino un suspiro
a sus ojos no vino una lágrima
ni una nube nubló aquella frente
pensativa y pálida
y mirando los rayos de luna
que al través de la reja llegaban,
murmuró con su voz donde vibran,
como notas y cantos y músicas de campanas vibrantes de plata:
qué valses tan lindos!
¡Qué noche tan clara!

José Asunción Silva

UN LOCO



Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura
va el loco, hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares,
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesta su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
rojo de herrumbre y pardo de ceniza
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
¡carne triste y espíritu villano!.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.

Antonio Machado

HALLAZGO





Desnuda y adherida a tu desnudez.
Mis pechos como hielos recién cortados,
en el agua plana de tu pecho.

Mis hombros abiertos bajo tus hombros.
Y tú, flotante en mi desnudez.
Alzaré los brazos y sostendré tu aire.

Podrás desceñir mi sueño
porque el cielo descansará en mi frente.
Afluentes de tus ríos serán mis ríos.
Navegaremos juntos, tú serás mi vela
y yo te llevaré por mares escondidos.

¡Qué suprema efusión de geografías!
Tus manos sobre mis manos.
Tus ojos, aves de mi árbol,
en la yerba de mi cabeza.

Carilda Oliver

PENSAMIENTOS



Siento dentro de mi
extrañamente,
el peso sutil
y permanente
de toda sensación
que me han dejado
palabras, pesares,
pensamientos
hirientes como espinas,
deprimentes
que han ido recubriendo
esta epidermis
- doble piel inaccesible
de mi alma-
tanto y tanto
que ya apenas
se la siente.

Me da miedo escuchar
tu voz ausente
no sea que descubra
de repente
dentro del pobre corazón
que esta dormido
la rendija
por donde suavemente
sin sentirlo, tal vez
sin admitirlo,
se desborde
mi sangre intermitente
poquito a poco
después como un torrente
tras el eco de aquella
o tras tu sombra.

Asunta Limpia de Paradas

LAS GARZAS



Se aleja el barco. Luz de madrugada.
La aurora alumbra el peñascal sombrío,
y de garzas el vuelo ligera bandada
tiende en la quietud del río.
En sus alas la luz se atornasola,
y del oriente entre rosados velos
parecen, blancas, en la orilla sola,
un adiós silencioso de pañuelos.

Ismael Enrique Arciniegas

16 de octubre de 2008

NUNCA SABRAS



Te clavaré la espuela
de este verso extraño.
Hasta la sangre profunda
de tus sueños glaucos.
Me volveré la sombra
que desnude inmune,
el alma limpia que escondes
en tu seno.
Renaceré mil veces
en tiempos y en espacios.
Te grabaré mis versos,
al fuego de este infierno,
lento... mortal... que nace
de mis labios.

Jose Antonio Azpeitia

QUIEN PUDIERA MORDERTE LENTAMENTE



Quién pudiera morderte lentamente
como a una fruta amarga en la corteza.

Quién pudiera dormir en tu aspereza
como el día en la sierra del poniente.

Quién pudiera rendir la hastiada frente
contra el duro confín de tu belleza,
y arrostrar sonriendo la tristeza,
rota la paz y el paso indiferente.

Quién pudiera, mi amor, la alborotada
resistencia del alma distraída
conducir a tu parva apaciguada.

Quién pudiera ostentar, como una brida,
el arco iris sin par de tu mirada
desde tu luz a mi negror caída.

Antonio Gala

ME DESORDENO AMOR ME DESORDENO



Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.

Carilda Oliver

ELOGIO A LA VIDA



Que hermoso es estar vivos,
intensamente vivos y disfrutarlo todo
desde la entraña misma de la vida.
Aspirar por ejemplo con hondura
el aroma del pan recien horneado
y sentirnos sembrados de trigales,
de buena levadura,
de manos amorosas que le dieron
un sabor celestial con su dulzura.
Gozar con el saludo del vecino,
con la risa infantil que pedalea
sobre el viejo triciclo,
con el vuelo armonioso de las aves,
con la verde canción que canta el grillo
o con la lluvia mansa
cuando pinta con sus pecas de hielo
los cristales.
Hay demasiada muerte a nuestro lado
y para derrotarla
hay que seguir viviendo,
gozando la palmada del sol cada mañana
y su abrazo fraterno y compañero,
el viento redondeando las naranjas,
el olor de crispetas dominguero
y el ballet de palomas en los parques
bajo el canto pregon de los venteros.
Disfrutar de los besos, de la musica,
de nuestros pasos sobre el pavimento,
de poder abrazar un amigo,
de gritar un te quiero,
de un libro viejo y un café caliente
en las noches de invierno,
y de esa fuerza inmensa de que esta hecha el alma
que nos ayuda a derrotar por siempre el sufrimiento.
Hay que gozarlo todo,
no importa cuantos años habiten nuestros huesos.
Si son pocos, gocemos
de la limpia tersura
que adorna nuestro cuerpo,
descubramos el mundo a cada paso
desde la hormiga humilde hasta el lucero
y saquemos de adentro la alegria
para estrenarla a diario como un vestido nuevo.
Hay que seguir gozando de la vida
aunque ese escultor llamado tiempo
haya tallado en nuestro rostro arrugas
o haya encorvado un poco nuestro cuerpo.
Hora es de cosechar amaneceres,
de disfrutar silencios,
de asombrarnos de nuevo con el mundo,
de mirarnos por dentro
y sabernos preñados de alegria,
sin miedo a soledades ni a recuerdos.
Hay que vivir la vida a cada instante
con un gozo infinito, con agradecimiento,
y cual si fuera una cometa enamorada
de algun pedazo azul de firmamento,
soltarle su cordel para que vuele
desposada por siempre con el viento,
hasta encontrar a Dios
para contarle,
con palabras redondas de contento
que fue maravilloso haber vivido
con honradez, pasión y sentimiento

Beatriz Rivera

SUEÑO



Estallará la isla del recuerdo.
La vida será sólo un acto de candor.
Prisión
para los días sin retorno.
Mañana
los monstruos del buque destruirán la playa
sobre el viento del misterio.
Mañana
la carta desconocida encontrará las manos del alma.


Alejandra Pizarnik

EL SEMBRADOR DE ESTRELLAS

Y pasarás, y al verte se dirán: «¿Qué camino
va siguiendo el sonámbulo?....»
Desatento al murmullo
irás, al aire suelta la túnica de lino,
la túnica albeante de desdén y de orgullo.
Irán acompañándote apenas unas pocas
almas hechas de ensueño. . . .Mas al fin de la selva,
al ver ante sus ojos el murallón de rocas,
dirán amedrentadas: «Esperemos que vuelva.»
Y treparás tú solo los agrietados senderos;
vendrá luego el fantástico desfile de paisajes,
y llegarás tú solo a descorrer celajes
allá donde las cumbres besan a los luceros.
Bajarás lentamente una noche de luna
enferma, de dolientes penumbras misteriosas,
sosteniendo tus manos y regando una a una,
con un gesto de dádiva, las lumínicas rosas.
Y mirarán absortos el claror de tus huellas,
y clamará la jerga de aquel montón humano:
«Es un ladrón de estrellas...» Y tu pródiga mano
seguirá por la vida desparramando estrellas...

Enrique González Martínez

12 de octubre de 2008

LA VIOLACION DE LUCRECIA-SEGUNDA PARTE




A este punto, sus ojos, son los del basilisco.
Se yergue vacilante y hace una breve pausa, en tanto,
ella, retrato de la piedad más pura, como una corza,
presa, en las garras de un grifo, implora en un desierto,
donde no existen leyes, al infame que ignora la piadosa clemencia
y no obedece más que su voz traicionera.

Mas si una nube negra amenaza este mundo
y oculta entre su sombras los picos de las cumbres,
surge una suave brisa del vientre de la tierra
que arroja de las cimas el tenebroso humo,
e impide al dividirlos su eminente caída.
Así, su nerviosismo, retrasa sus palabras,
mientras Orfeo toca y Plutón parpadea.

Mas el gato nocturno en esto se entretiene
con el débil ratón debajo de su pata.
La insoportable escena calma su sed de buitre,
sima voraz que queda vacía en la abundancia.
Oye dulces plegarias que el corazón no admite
el permisible acceso a la más leve súplica.
La lujuria es impía y el llanto la endurece.

Los implorantes ojos de Lucrecia se fijan,
en los pliegues austeros del rostro de Tarquino.
Su modesta elocuencia se mezcla con suspiros,
la cual da más encanto a su breve oratoria.
Confunde con frecuencia los tiempos y el lugar
y en medio de una frase, se interrumpe su voz
y vuelve a repetir de nuevo su oratoria.

La mujer le conjura al poderoso Júpiter,
al linaje, al honor y al voto de amistad,
al repentino llanto y al amor de su esposo
a las leyes humanas y a la fe más común.
Por el Cielo y la Tierra, por el poder de ambos,
que por Dios se retire a su prestado lecho
y que pueda su honor calmar este delirio.

Aun le dice Lucrecia: «No pagues tu hospedaje,
con un acto tan negro como el que te has propuesto,
ni embarres a la fuente que te dio de beber,
ni rompas lo que nunca tendrá restauración.
Renuncia a tu propósito, antes de usar tu flecha,
que no es buen cazador, aquel que tiende el arco
para herir una gama si está el coto cerrado.

Si mi esposo es tu amigo, abstente de tocarme,
tu fuerza hará tu bien si logras dominarte:
Yo soy frágil y débil, no me tiendas tu lazo;
que tu rostro es sincero, por Dios, no me defraudes.
A torrentes mi aliento se esfuerza por huir.
Si alguna vez un hombre, se conmovió ante el llanto,
yo lo haré con mis lágrimas, suspiros y lamentos.

Reunidos todos ellos en turbulento océano,
baten tu corazón que te advierte el naufragio
y trata de ablandarlo con sus olas continuas,
pues, las piedras dispersas, se convierten en agua.
¡Oh, si no eres más duro que el mismo pedernal,
fúndete ante mis lágrimas y sé caritativo!
Que la piedad traspasa cualquier puerta de hierro.

Te creía Tarquino y en mi hogar te hospedé.
¿Usurpaste sus formas para así deshonrarlo?
Me quejo ante la corte celestial y su Dios,
de que dañas su honor y principesco nombre.
No eres lo que aparentas y si tú eres el mismo,
no aparentas quien eres, un dios, un soberano,
pues los reyes y dioses, gobiernan sobre todo.

¡Cómo se extenderá tu infamia en la vejez,
si florecen tus vicios antes de ser maduro!
Si por un mal capricho cometes un ultraje,
¿cuál será tu osadía cuando al fin te coronen?
Recuerda que ninguna acción si es deshonrosa,
si la hace un mal vasallo, jamás podrá borrarse
y el mal que hacen los reyes no se puede enterrar.

Te amaré en este acto, tan sólo por temor
y un monarca feliz, por amor se respeta,
has de ser transigente con el vil ofensor,
cuando te culpen reo de parecido ultraje.
Sólo por este miedo te debes retirar,
que un príncipe es espejo, escuela y el buen libro
donde el súbdito aprende a leer y ser hombre.

¿Y has de ser tú la escuela que enseñe la lujuria
y permitas lecturas de tus infames actos?
¿Has de ser el espejo que al verte nos descubra
la fuerza del pecado y el aval de la culpa
y que en tu nombre tenga el de honor disculpa?
Prefieres el desprecio al inmortal elogio
y hacer de tu prestigio una vieja alcahueta.

¿Tienes poder? En nombre del Dios que te lo ha dado,
guía a tu corazón por senderos de paz,
no desvaines tu espada en pro de la ignominia,
que te ha sido prestado para otros menesteres.
¿Cómo podrás cumplir tus deberes reales,
si el pecado te acusa de haber sido modelo
donde aprendió a pecar y tú fuiste su guía?

Medita solamente que circo vil sería,
contemplar tu presente en otro ser humano.
Las faltas de los hombres rara vez se les muestran;
que ahogan parcialmente sus propios atropellos
y esta falta sería en tu juicio, sentencia
mortal para tu hermano. ¡Arropados de infamias
están los que desvían sus ojos de sus yerros!

A ti, claman mis manos, al cielo levantadas,
no a tu voraz lujuria confidente y osada:
Imploro el llamamiento de tu real destierro.
Déjale que regrese y olvida tus infamias,
que tu honor verdadero aplastará el deseo
y limpiando la niebla que te cubre los ojos,
al ver tu situación, te apiadarás de mí.»

«¡Termina!» exclama él, «mi indomable marea
se crece en los obstáculos y nunca retrocede.
La luz débil se extingue, mas la hoguera persiste
y hasta el cielo se encarga de acrecentar su llama:
Los arroyos le pagan a su salado rey,
dándole el agua dulce, una deuda diaria.
Aumentan su caudal, mas no alteran su gusto.»

«¡Tú eres!» ella exclama, «un mar rey soberano.
Mira como descargan en tus olas sin límites,
lujuria, deshonor, vergüenza y mal gobierno,
intentando manchar tu océano de sangre.
Si estos males menores trastornan tu virtud,
se encerrará tu mar en un seno de lodo
y ya jamás el lodo podrá en ti disiparse.

Reinarán tus esclavos y tú serás su siervo,
hundirán tu nobleza dignificando al vil,
tú infundirás su vida y ellos serán tu tumba.
Tú serás su vergüenza y ellos tu propio orgullo.
Las cosas más pueriles no ocultan la grandeza.
El cedro no se comba ante el pequeño arbusto,
que este se seca y muere en la raíz del cedro.

Deja pues, que tu mente, sierva de tu poder...»
«¡Basta ya!» grita él, ciego, «por Dios que no te escucho,
cede ante mi deseo o mi odio brutal
de pasión revestido, desgarrará tus carnes
y una vez que lo haga, te llevaré en mis brazos
al miserable lecho de tu humilde lacayo,
para hacerlo tu amante en tu infame destino.»

Después, pone su pie sobre la roja antorcha,
que la luz y el obsceno son eternos rivales,
y el crimen si se oculta en la cegada noche,
suele ser más tiránico cuando es menos visible.
Toma el lobo a su presa. La fiel cordera grita,
hasta que con su lana ahoga sus lamentos,
sepultando sus gritos entre sus dulces labios.

La sábana camera con su albura la cubre.
El trata de afisiar sus piadosos lamentos,
refrescando su rostro en las lágrimas castas
de tan púdicos ojos, rojos por el dolor.
¡Qué la lujuria infame manche lecho tan puro!
Si con llanto pudiera limpiar aquellas manchas,
Lucrecia, eternamente, estaría llorando.

Ella perdió una cosa más rica que la vida
y él quisiera perder la infamia que ha ganado
y este pacto forzado, engendra nueva lucha
y a este fugaz placer, meses de gran dolor
y el deseo se torna en un frío desdén
al quedar la pureza, despojada de todo.
La ladrona lujuria es más pobre que nunca.

Como el saciado galgo o el halcón satisfecho,
incapaz por su olfato o inútil para el vuelo,
persiguen lentamente o dejan escapar,
la presa que a su instinto le parece un deleite,
así, está el mal talante, del saciado Tarquino.
El manjar delicioso se le está indigestando
y su torpe vivencia devora su deseo.

¡Oh, crimen repugnante de cavernosa mente,
que sumerge y ahoga el apacible sueño!
El apetito ebrio vomita lo ingerido,
antes que considere su propia repugnancia.
Mientras lujuria impera, ninguna exclamación,
dominará su ardor ni reprime el deseo,
hasta que su insistencia caiga como un rocín.

Con lacias y con flacas y pálidas mejillas,
ojos y ceño grave y el paso quebradizo,
agotado el deseo, contenido y humilde,
como un pobre mendigo se queja de su estado.
Mientras se jacta el cuerpo, la virtud y el deseo,
luchan y se rebelan, mas si el vil se derrumba
el rebelde culpable suplica su perdón.

Esto es lo que sucede a este noble romano,
que gastó con su ardor el logro de su intento,
porque ahora pronuncia, contra sí esta sentencia:
De aquí a la eternidad me hallo deshonrado
y el templo de mi alma se haya profanado
y en sus ruinas congrega legiones de inquietudes,
que inquieren ¿cómo está? la ultrajada princesa.

Ella dice: «Mis súbditos en mala insurrección
han echado por tierra el curso sacrosanto

y por su mortal falta, reducido a servicio
a su inmortalidad, haciendo de ella esclava
de una muerte viviente y una pena perpetua;
a quien con su presencia, siempre tuvo ganados,
su voluntad imponen antes que su mandato.»

Con estos pensamientos a través de la noche,
es cautiva vendida que perdió en la ganancia,
arrastrando la herida que nunca sanará,
la cicatriz eterna que ya no admite cura,
que a su víctima deja vencida en el dolor.
Ella soporta el peso, que él, dejó a sus espaldas
y la carga por siempre de un alma pecadora.

Como un perro ladrón abandona la estancia
y ella como una oveja, queda allí palpitante,
él refunfuña y odia el acto y su pecado
y ella loca desgarra con su uñas sus carnes.
El huye horrorizado con un sudor culpable,
ella está maldiciendo tan horrorosa noche,
él corre y se reprocha tras el fugaz deleite.

El parte de la alcoba cual reo penitente
y ella se queda aislada, náufraga y sin consuelo,
él en su prisa anhela la luz de la mañana
y ella ruega no ver, jamás, la luz y dice:
«Porqué el día descubre las faltas de la noche
y mis ojos sinceros, no han aprendido nunca,
a encubrir las afrentas con su astuta mirada.

Ellos creen que otros ojos, no verán otra cosa,
que la misma desgracia que ellos mismos contemplan
y quieren siempre estar yaciendo entre tinieblas
y así guardar oculto su secreto pecado.
Por que si están llorando revelan su ultraje
y como el agua roe el acero, en mi cara,
grabarán sin remedio la vergüenza que siento.»

Así se queda ella contra la paz y el sueño
y condena sus ojos a una eterna ceguera.
Llama a su corazón, golpeándose el pecho,
para que salga a fuera, donde pueda encontrar,
algún seno más puro donde guardar su alma.
Frenética de pena, exhala así su mal
contra la indiscreción de la invisible noche.

«¡Oh, noche criminal, imagen del infierno!
¡Sombrío protocolo, notario de vergüenza!
¡Escena de tragedias y crímenes horribles!
¡Encubridor del caos y aya del pecado!
¡Ciega y turbia alcahueta! ¡Albergue de la furia!
¡Vil socavón de muerte! ¡Silente delatora
con la muda traición y el raptor de virtudes!

¡Odiada y negra noche, vaporosa y brumosa!
Ya que eres la culpable de mi incurable crimen,
reúne tus tinieblas y busca el nuevo alba
y haz guerra contra el curso del ordenado tiempo
y si tienes poder, para que el sol escale
hasta su mediodía antes de que aparezca,
teje con negras nubes el oro de su testa.

Corrompe la humedad el aire matutino
y sus inhalaciones hace ponerse enfermo
a la pureza viva y al soberano sol,
antes que alcance el astro su meridiana cúspide
y ponga en sus vapores las brumas más espesas,
y en sus filas veladas se ahogue la luz del sol,
y en vez de mediodía sea una noche eterna.

Fuera Tarquino, Noche, en lugar de su hijo,
mancharía a la reina de plateadas luces,
sus lucidas doncellas, también por él violadas,
no osarían mostrarse al seno de la Noche.
De este modo tendría mi dolor compañero
y un amigo en la pena, comparte los dolores,
que orando el peregrino hace breve el camino.-

Ahora no tengo a nadie que se azore conmigo,
que se cruce de brazos e incline al cabeza,
que se tape la cara y oculte su vergüenza;
sino que debo sola sentarme a padecer,
sazonando la tierra con mis salados llantos,
mezclando mis palabras con lágrimas y penas.
Sepulcral monumento de mi eterno lamento.

¡Oh, noche horno del odio y de espesos vapores,
que este celoso día no contemple mi cara
y que tu negro manto que todo lo oscurece
oculte el impudor que me ha desfigurado!
¡Conserva firme el acto de tu poder sombrío,
porque todas las faltas hechas en tu reinado,
puedan quedar a un tiempo en tu sombra enterradas!

¡Que el día no me tome con sus resoluciones!
Que la luz en mi frente me mostrará grabada,
la historia de mi dulce castidad derrotada,
el roto juramento del sacro matrimonio
y hasta el torpe iletrado, incapaz de leer
lo escrito en esos libros para su aprendizaje,
descubrirá mi sucia violación en mis ojos.

El aya al dulce niño le contará mi historia
y espantará su llanto nombrándole a Tarquino.
El orador corriente, para ataviar su verbo,
asociará mi oprobio con el vil de Tarquino.
Y el juglar en las fiestas cantando mi infortunio,
cautivará al oyente con mágica palabra:
Como el vil me ultrajó y yo al fiel Colatino.

Deja que mi buen nombre, mi impalpable prestigio,
quede sin mancha en nombre de mi amor, Colatino:
Si mi honor se convierte en tema de disputa,
llegará lo podrido a otro tronco distinto
y un injusto reproche le asignarán a él,
siendo tan inocente de este pecado mío,
como yo era de pura, para el fiel Colatino.

¡Oh, mi oculta esperanza! ¡Invisible desgracia!
¡Llaga que no se siente! ¡Intima cicatriz!
La vergüenza en la frente, mi Colatino lleva,
y Tarquino podrá leer desde bien lejos,
que fue herido en la paz y no lo fue en la guerra.
¡Cuántos seres soportan los vergonzosos golpes
que sólo saben ellos y el vil que los ha dado!

Si tu honor, Colatino, radicaba en mi honra
de mí, en violento asalto, ha sido arrebatado.
Mi miel está perdida y yo abeja holgazana
en mi panal no guardo el fruto del verano,
robado y saqueado por injuriante hurto.
En tu frágil colmena se ha metido una avispa,
consumiendo la miel que par ti guardaba.

Aun así soy culpable de tu honor naufragando,
sin embargo, en tu honor, agasajé a Tarquino
-viniendo de tu parte no podía negarme-
pues desdeñarlo fuera de mala educación.
Además se quejaba del cansado viaje
y hablaba de virtud. ¡Oh, maldad imprevista,
cuando ella es profanada por semejante diablo!

¿Por qué invade el gusano el virginal capullo?
¿O incuban los cuclillos en nido de gorrión?
¿O envenenan con fango los sapos a las fuentes?
¿O el dictador se oculta en el pecho más noble?
¿Por qué violan los reyes sus propias ordenanzas?
Será que lo perfecto nunca es tan absoluto,
que no admita impurezas o algo lo contamine.

El anciano que guarda en su cofre su oro,
plagado de calambres, de gota y de dolores
y apenas tiene ojos para ver su tesoro,
que semejante a Tántalo siempre está desmayado
y es inútil granero su ambiciosa cosecha,
no alcanzará otro gozo con su inmensa ganancia
que saber que no hay oro que cure sus dolencias

Así pues, la riqueza, ya de nada le sirve
y la deja al cuidado del ojo de sus hijos,
los cuales, abusando, piensan rápidamente
que su padre era débil y ellos mucho más fuertes,
para guardar sin prisa su bendita fortuna.
El deseado dulce, en ácido se torna,
desde el mismo momento que lo llamamos nuestro.

Impetuosas ráfagas van con la primavera,
hierbas malignas, mezclan, sus raíces con flores,
suele silbar la víbora donde cantan los pájaros,
lo que engendra virtud, la iniquidad devora.
No poseemos bienes que al fin nos pertenezcan,
pues el fatal azar o la oportunidad
acaba con su vida o altera sus valores.

¡Oportunidad! ¡Oh! ¡Enorme es tu pecado!
Tú eres la que ejecuta la traición del traidor,
tú guías a los lobos que atrapan los corderos
y al que piensa el delito le das hora y lugar,
tú maltratas la ley, la razón y el derecho
y en tu soberbia celda, donde nadie lo ve,
escondes el pecado que atrapa al alma incauta.

Haces a la vestal violar su juramento,
avivando la llama de su temperatura,
ahogas la honradez y matas la verdad.
¡Provocadora indigna! ¡Conocida alcahueta!
Tú siembras el escándalo y rompes el elogio.
¡Corruptora traidora, ladrona desleal,
tu miel se vuelve hiel y tu risa dolencia!

Tus secretos placeres conviertes en venganza,
tus festines privados en públicos ayunos,
tus lisonjeros títulos en despreciables nombres,
tu azucarada lengua en amargo sabor,
tu vanidad violenta no puede persistir.
¿Cómo puede ocurrir, vil Oportunidad,
que siendo tan nociva tanta gente te busque?

¿Cuándo serás amiga del suplicante humilde
y le lleve tu mano donde está lo que pide?
¿Cuándo darás la hora del fin de las penurias?
¿O liberas el alma del pobre encadenado?
¿O dará al enfermo el bálsamo que sane?
El pobre, el impedido, están clamando
tu ayuda, mas no encuentran esa Oportunidad.

El paciente se muere mientras duerme el doctor,
el huérfano desmaya y el opresor se sacia,
la lujuria está en fiesta mientras llora la viuda,
la prudencia se goza mientras la pus se extiende.
No concedes tu tiempo a la filantropía,
la cólera, la envidia, el rapto, el asesino,
escoltan como pajes tus horas más atroces.

Si virtud y verdad necesitan de ti,
siempre existen mil peros para obtener tu apoyo:
Te compran los favores mas no paga el pecado,
que se lleva de balde hasta tu complacencia,
de oírle y concederle aquello que te pida.
Mi pobre Colatino, pudiera haber llegado
en vez de ser Tarquino, mas tú le retuviste.

Por eso eres culpable de asesinato y robo,
culpable de perjurio, culpable de soborno,
culpable de traición, falsedad e impostura,
culpable de ese odio llamado vil incesto
y culpable, también, tu propia inclinación
de todo asesinato pasado o venidero,
desde la Creación hasta el Juicio Final.

Tiempo desfigurado, compinche de la Noche,
ágil sutil correo del horrible cuidado,
devorador de imberbes, doble falso del gozo,
vil asno del pecado, la trampa y la virtud,
que proteges la muerte y matas lo que existe.
¡Oh, vil Tiempo, escúchame, injurioso y traidor!
Sé reo de mi muerte por serlo de mi crimen.

¿Por qué. Oportunidad, esclava, has traicionado,
las horas que me diste para el feliz descanso
y destrozas mi dicha y me has encadenado
a una fecha sin tiempo y a este dolor perpetuo?
Debe el Tiempo inmolar los odios enemigos,
destruir los errores que engendra la opinión
y no gastar la dote de mi lecho legítimo.

Es la gloria del Tiempo calmar enemistades,
revelar falsedades y a la verdad dar brillo,
dar el sello del Tiempo a las cosas más viejas,
ser celador de día y de noche guardián,
maltratar al injusto hasta que entre en razón,
arruinar los palacios reales con sus horas
y cubrir con su polvo las torres más doradas.

Llenar los monumentos de carcoma y de ruina,
alimentar olvidos con todos los ocasos,
borrar antiguos textos y variar su lectura,
desplumar a los cuervos de sus alas más viejas,
secar al viejo roble y nutrir sus raíces,
llenar de orín el hierro forjado más antiguo
y hacer girar la rueda de la veloz Fortuna.

Mostrar a las abuelas las hijas de sus hijas,
hacer del niño un hombre y hacer del hombre un niño,
matar al fiero tigre que vive de la muerte,
domar al unicornio y al salvaje león,
mofarse del astuto y dejarlo timado,
gozar al labrador con la buena cosecha,
y destruir las piedras con la lluvia más fina.

¿Por qué causas el mal en tu peregrinaje,
si no puedes volver atrás y repararlo?
Ceder sólo un minuto en el tiempo de un siglo,
te donaría miles y miles de amistades,
dando prudencia al banco que presta al mal deudor.
¡Vuelve atrás una hora de esta terrible noche,
para en esta tormenta, evitar el naufragio!

Tú, lacayo inmortal de la perennidad
a Tarquino en su fuga, detén con un percance;
inventa más allá de cualquier duda oculta,
algo por lo que jure contra esta noche infame,
deja que espectros cieguen sus impúdicos ojos
y que el cruel pensamiento de su villana acción
transforme cada árbol en un demonio informe.

Atiende su descanso con agobios constantes,
aflígele en su cama con postrados gemidos,
abrúmale las horas con accidentes graves
y cuando gima y clame no escuches sus lamentos,
lapídale hasta el alma con las piedras más duras
y las tiernas mujeres le pierdan con su amor
y le traten lo mismo que al tigre más salvaje.

Haz que el mismo se arranque sus rizados cabellos,
haz que sus ojos odien al mirarse a sí mismo,
haz que se desespere del alivio del tiempo,
haz que como un esclavo viva con su miseria,
haz que pida y que implore las sobras del mendigo
haz que vea al más pobre que vive de limosnas,
negarle con desdén los mendrugos que tira.

Haz que sus más amigos sean sus enemigos
y a los alegres locos mofarse cuando pasa.
Haz que note que es lento el paso de las horas,
cuando el dolor aprieta y que ágiles y cortos
sus tiempos de locura, sus horas de placer
y así que tenga siempre, su crimen innombrable,
tiempo para el lamento de haberlo derrochado.

¡Oh, Tiempo, eres tutor, de lo bueno y lo malo,
enséñame a insultar a tu alumno del crimen!
¡Deja que ante su sombra pierda el juicio el ladrón
y él busque a cada instante la hora del suicidio!
Sus manos miserables deben ser su verdugo,
porque, ¿quién es tan vil que quiera hacerse cargo
de ser ejecutor de tan infame esclavo?

El es tan miserable que aun viniendo de un rey,
mancha sus esperanzas con sus viciosos actos:
Cuanto más en el hombre, más poder tiene aquello,
que conquista su odio o su veneración.
Cuanto más jerarquía, mayor es el escándalo,
si el cielo está nublado la luna no se ve,
mas la estrella pequeña se oculta donde quiere.

Puede bañar el cuervo sus alas en el fango
y al volar con su lodo, pasar sin ser notado,
mas si el cisne en su albura deseara lo mismo,
la mancha quedaría en sus alas de plata.
Ciega noche es el paje y el rey glorioso día,
cuando vuela el mosquito no se nota su vuelo,
pero todos los ojos se fijan en las águilas.

¡Fuera inútil palabra, servidoras de tontos!
¡Sones defectuosos, debilitados árbitros!
Ocupad vuestro tiempo en aulas y senados,
discutid donde estúpidos se divierten hablando.
Al temor del cliente servir de mediadoras.
Para mí estas razones, me son polvo de paja,
pues mi caso está fuera del amparo legal.

En vano insulto a coro a la Oportunidad,
al Tiempo, al vil Tarquino, a la lúgubre Noche,
en vano armo estos pleitos contra mi propia infamia,
en vano he rechazado mi confirmada pena,
este humo de palabras, no me hace ningún bien
y el único remedio que puede darme cura,
es derramar mi sangre odiosa y corrompida.

¡Oh, mano! ¿Por qué tiemblas oyendo este decreto?
Hónrate con librarte de esta infame vergüenza,
pues, si muero, mi orgullo, contigo vivirá,
mas si a esto sobrevivo, vivirás en mi infamia.
Puesto que no pudiste defender a tu dueña
temiendo desgarrar al criminal rival,
mátate y mátala, por así haber cedido.»

William Shakespeare