CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

30 de agosto de 2008

ETERNA HUELLA


Quedarás como huella sobre mi brazo,
como marca sobre mi corazón.
Cantar de los cantares

No pasarás en vano por mi vida,
ni encontrarnos fue obra del acaso;
que por tu abrazo quedará en mi brazo
la fuerte huella que el amor no olvida.

La llama que de ti quedó encendida
arde sin consumirse en mi regazo.
Amor que más juntaste con el lazo
terrible de la sangre y de la herida.

En mí no fuiste gozo pasajero
sino la esencia de la tierra pura
floreciendo en el árbol verdadero.

Y para siempre brillará tu estrella,
porque de amor dejaste en hermosura
sobre mi corazón eterna huella.

Dora Castellanos

EL PRIMER BESO




"-La luz de ocaso moribunda toca
del pinar los follajes tembladores,
suspiran en el bosque los rumores
y las tórtolas gimen en la roca.

Es el instante que el amor invoca;
ven junto a mí te sostendré con flores
mientras roban volando los amores
el dulce beso de tu dulce boca."

La virgen suspiró: sus labios rojos
apenas el yo te amo murmuraron,
se entrecerraron lánguidos los ojos,

los labios a los labios se juntaron,
y las frentes, bañadas de sonrojos
al peso de la dicha se doblaron.

Manuel M. Flores

IDILIO




Sencilla y grata vida de la aldea
levantarse al nacer de la mañana
cuando su luz en la extensión clarea
y se quiebra en la cúpula lejana,
vagar a la ventura en el boscaje...
Espiar en los recodos del camino
el momento en que el ave enamorada
oculta en el follaje
sus esperanzas y sus dichas canta.
En rústica vasija
coronada de espuma
libar la leche, contemplar la bruma
que en el fondo del valle se levanta,
el aire respirar embalsamado
con los suaves olores
de la savia y las flores,
tomar fuerza en la calma majestuosa
donde la vida universal germina,
en ignotos lugares
que no ha hollado la vana muchedumbre
en el bosque de cedros seculares
del alto monte en la empinada cumbre;
después, tranquilamente
bañarse en el remanso de la fuente.
Con el rural trabajo
que a los músculos da fuerza de acero
y que las fuentes abre de riqueza
endurecer el brazo fatigado
y devolverle calma a la cabeza,
sin fatigas, sin penas, sin engaños
dejar correr los años
y en la postrera
descansar, no en lujoso monumento
sino bajo el follaje
del verde sauce a su tranquila sombra,
cabe la cruz piadosa.

Jose Asunción Silva

28 de agosto de 2008

SONETO VERDE


Cuando en octubre amor por la semilla
conspira con abril de la mirada
me subyugó una rosa equivocada:
si verde corazón, tez amarilla.

De una la noche en otra maravilla
-cera ya agraz, ya pluma alabeada-
regresó el alba, limpia y afilada,
rasgándome de pura la mejilla.

Verde presidio y hondo, verde prado,
que a la esperanza indócil alimentas
con grama en flor, sonrisa de mi dueño:

suba la muerte y máteme a tu lado,
que esmeraldas, cantáridas y mentas
me han dispuesto un profundo y verde sueño.

Antonio Gala

RESURRECCIONES



Algo se muere en mí todos los días;
la hora que se aleja me arrebata,
del tiempo en la insonora catarata,
salud, amor, ensueños y alegrías.

Al evocar las ilusiones mías,
pienso: "¡yo, no soy yo!" ¿por qué, insensata,
la misma vida con su soplo mata
mi antiguo ser, tras lentas agonías?

Soy un extraño ante mis propios ojos,
un nuevo soñador, un peregrino
que ayer pisaba flores y hoy... abrojos.

Y en todo instante, es tal mi desconcierto,
que, ante mi muerte próxima, imagino
que muchas veces en la vida...he muerto.

Julio Flores

22 de agosto de 2008

RECLAMO SILENCIO PARA AMARTE



Reclamo silencio para amarte
después, que las sombras,
si quieren, invadan.
Y que los ojos se apaguen
sólo con el sueño.

Que un estrépito de mimosas,
luego, nos despierten
y que el olor a noche
turbe nuestros sentidos,
que nunca fue tan bello
el saber de la lejanía.

Cuando te vayas,
sea llegando el frío.
Cuando la lluvia
sea alegría.
Cuando el viento
sepa a olas
y el sol sólo sea una tregua
en el fragor del deseo.

Felipe Servulo

ADIOS MAMA CARLOTA






I

Alegre el marinero
Con voz pausada canta,
Y el ancla ya levanta
Con extraño rumor.
La nave va en los mares
Botando cual pelota.
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.

II

De la remota playa
Te mira con tristeza
La estúpida nobleza
Del mocho y del traidor.
En lo hondo de su pecho
Ya sienten su derrota.
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.

III

Acábanse en Palacio
Tertulias, juegos, bailes,
Agítanse los frailes
En fuerza de dolor.
La chusma de las cruces
Gritando se alborota.
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.

IV

Murmuran sordamente
Los tristes chambelanes,
Lloran los capellanes
Y las damas de honor.
El triste Chuchu Hermosa
Canta con lira rota:
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.

V

Y en tanto los chinacos
Que ya cantan victoria,
Guardando tu memoria
Sin miedo ni rencor,
Dicen mientras el viento
Tu embarcación azota;
Adiós, mi tierno amor.

Vicente Riva Palacio

SOMBRA

La sombra es un pedazo que se aleja
Camino de otras playas
En mi memoria un ruiseñor se queja
Ruiseñor de las batallas
Que canta sobre todas las balas

HASTA CUANDO SANGRARÁN LA VIDA

La misma luna herida
No tiene sino una ala
El corazón hizo su nido
En medio del vacío

Sin embargo
Al borde del mundo florecen las encinas
Y LA PRIMAVERA VIENE SOBRE LAS GOLONDRINAS

Vicente Huidobro

21 de agosto de 2008

SUEÑO DE SUEÑOS


Secreta noche herida de menguante
cae donde no hay agua ni tierra.
Marcha a cortar el filo de la luna,
mis raíces, que están donde no estuve.
...Traerán mi corazón, negra violeta
que se durmió en la orilla de otro sueño.
Lo he de llamar y no sabrá su nombre.
Me ha de cantar, y no he de comprenderle.
Y llevaré, camino en mediodía
de veinte cielos con opuestos soles,
mi angustia en veinte voces sin mi sangre.
He de llorar mil años sin mi llanto
y he de dormir mil años sin mis ojos
noche con veinte pétalos de luna.

Josefina Pla

EL AS DE LOS ASES

La moza más linda del barrio orillero
con fama sentada de alegre y coqueta,
que fue la querida de aquel guitarrero
matón y biabista, cantor y poeta.

Tristemente evoca el recuerdo querido
de amores que fueron y triunfos fugaces,
es que ella no ignora que tuvo un "marido"
que fue entre los guapos el as de los ases.

El as, porque nunca en acción apurada
los taitas lo vieron ponerse amarillo;
se dio todo entero y su ágil visteada
remató en la marca de su fiel cuchillo.

¡Y cuando cantaba!, más bien parecía
su canto una airada protesta de pena
a la novia mala que no lo quería,
a la madrecita viejecita y buena.

Al Destino ingrato que no tuvo halago
para su existencia ruin, atrabiliaria...
¡Tradicionalmente se creyó un rezago
de gaucho bandido, perseguido y paria!

Por eso en las noches templadas de luna
pulsó su guitarra bajo el emparrado,
en una milonga deshojó una a una
las rosas marchitas del gaucho pasado.

Por eso la viola ya no es en la pieza
nada más que un mueble de adorno lujoso;
su dueño, una noche en gaucha proeza,
cayó bajo el plomo mortal de un bufoso.

Por eso la moza del barrio orillero,
bonita y con fama de alegre y coqueta,
recuerda a su guapo: aquel guitarrero
matón y biabista, cantor y poeta...

Celedonio Flores

18 de agosto de 2008

LA PALABRA





En cada ser, en cada cosa, en cada
palpitación, en cada voz que siento
espero que me sea revelada
esa palabra de que estoy sediento.

Aguardo a que la diga el firmamento,
pero su boca inmensa está callada;
la busco por el mar y por el viento,
pero el viento y el mar no dicen nada.

Hasta los picos de los ruiseñores
y las puertas cerradas de las flores
me niegan lo que quiero conocer.

Sólo en mi corazón oigo un sonido
que acaso tenga un vago parecido
con lo que esa palabra puede ser.

Francisco Luis 
Bernárdez

NOCTURNO "A"



Noche. Mar de silencio. Van las meditaciones
desenrollando lentas sus claras devociones.

El faro del espíritu clarea esas ondas suaves
que van ampliando el círculo de sus evoluciones
para regir el curso sereno de las naves.

La paz del alma que sabe cantar sus horas
vela esa vida íntima de tramas seductoras
en que el dolor se ama. ¿Por qué? ¿Resulta acaso
que ese dolor es sombra de un cariño? Las horas
te dirán en silencio: camina paso a paso. . .

Mienten las horas. Mienten. Mata la indiferencia
que no sabe del triunfo de una linda cadencia;
si paso a paso vas por la vida, jurando
que has vencido, te engañas: esa pobre creencia
guardamos los que siempre vivimos adorando. . .

Adora el desaliento de esa melancolía;
no huyas de la grata penumbra que concede.
El ave del crepúsculo canta la melodía
¡de lo que pudo el alma, de lo que el alma puede!

Alegría, una gota, que esa gota bendita
habrá caído al vaso que gozará la flor...
¡Bríndasela a tu alma para toda la vida
en el regio festín que presida el dolor!

Carlos Pellicer

SOLEDAD



(Homenaje a Fray Luis de León)

Difícil delgadez:
¿Busca el mundo una blanca,
total, perenne ausencia?
Jorge Guillén

Soledad pensativa
sobre piedra y rosal, muerte y desvelo
donde libre y cautiva,
fija en su blanco vuelo,
canta la luz herida por el hielo.

Soledad con el estilo
de silencio sin fin y arquitectura,
donde la planta en vilo
del ave en la espesura
no consigue clavar tu carne oscura.

En ti dejo olvidada
la frenética lluvia de mis venas,
mi cintura cuajada:
y rompiendo cadenas,
rosa débil seré por las arenas.

Rosa de mi desnudo
sobre paños de cal y sordo fuego,
cuando roto ya el nudo,
limpio de luna, y ciego,
cruce tus finas ondas de sosiego.

En la curva del río
el doble cisne su blancura canta.
Húmeda voz sin frío
fluye de su garganta,
y por los juncos rueda y se levanta.

Con su rosa de harina
niño desnudo mide la ribera,
mientras el bosque afina
su música primera
en rumor de cristales y madera.

Coros de siemprevivas
giran locos pidiendo eternidades.
Sus señas expresivas
hieren las dos mitades
del mapa que rezuma soledades.

El arpa y su lamento
prendido en nervios de metal dorado,
tanto dulce instrumento
resonante o delgado,
buscan ¡Oh soledad! tu reino helado.

Mientras tú, inaccesible
para la verde lepra del sonido,
no hay altura posible
ni labio conocido
por donde llegue a ti nuestro gemido.

Federico García Lorca

16 de agosto de 2008

VIEJAS RAICES EMPOLVADAS



Son mis viejas raíces empolvadas
la extraña clave de mi cautiverio;
atada estoy al polvo y su misterio,
llevo ajenas esencias ignoradas.

En mis poros están ya señaladas
las cicatrices de un eterno imperio;
el polvo en mí ha marcado su cauterio,
soy víctima de culpas olvidadas.

En polvorienta forma me presiento
y a las nuevas raíces sobresalto
he de legar, con mi angustioso aliento.

Mas conquistando el aire por asalto,
nada tengo que ver con lo que siento,
soy cómplice infeliz de algo más alto.

Pita amor

LAS VOCES DEL AGUA



-Mi gota busca entrañas de roca y las perfora.
-En mi flota el aceite que en los santuarios vela.
-Por mi raya el milagro de la locomotora
la pauta de los rieles.
–Yo pinto la acuarela.
-Mi bruma y tus recuerdos son por extraño modo
gemelos; ¿no ves como lo divinizan todo?
-Yo presto vibraciones de flautas prodigiosas
al cristal de los vasos.
–Soy triaca y enfermera
en las modernas clínicas.
–Y yo, sobre las rosas
turiferario santo del alba en primavera.
-Soy pródiga de fuerza motriz en mi caída.
-Yo escarcho los ramajes.
–Yo en tiempos muy remotos
dí un canto a las sirenas.
–Yo, cuando estoy dormida,
sueño sueños azules, y esos sueños son lotos.
-Poeta, que por gracia del cielo nos conoces,
¿no cantas con nosotras?
-¡Sí canto, hermanas voces!

Amado Nervo

ELEGIA DE UN AZUL IMPOSIBLE





¡Oh sombra vaga, oh sombra de mi primera novia!
Era como el convólvulo —la flor de los crepúsculos—,
y era como las teresitas: azul crepuscular.
Nuestro amor semejaba paloma de la aldea,
grato a todos los ojos y a todos familiar.
En aquel pueblo, olían las brisas a azahar.
Aún bañan, como a lampos, mi recuerdo:
su cabellera rubia en el balcón,
su linda hermana Julia,
mi melodía incierta... y un lirio que me dio...
y una noche de lágrimas...
y una noche de estrellas
fulgiendo en esas lágrimas en que moría yo...
Francisco, hermano de ellas, Juan-de-Dios y Ricardo
amaban con mi amor las músicas del río;
las noches blancas, ceñidas de luceros;
las noches negras, negras, ardidas de cocuyos;
el son de las guitarras,
y, entre quimeras blondas, el azahar volando...
Todos teníamos novia
y un lucero en el alba diáfana de las ideas.
La Muerte horrible —¡un tajo silencioso!—
tronchó la espiga en que granaba mi alegría:
¡murió mi madre!... La cabellera rubia de Teresa
me iluminaba el llanto.
Después... la vida... el tiempo... el mundo,
¡y al fin, mi amor desfalleció como un convólvulo!
No ha mucho, una mañana, trajéronme una carta.
¡Era de Juan-de-Dios! Un poco acerba,
ingenua, virilmente resignada:
refería querellas
del pueblo, de mi casa, de un amigo:
«Se casó; ya está viejo y con seis hijos...
La vida es triste y dura; sin embargo,
se va viviendo... Ha muerto mucha gente:
Don David... don Gregorio... Hay un colegio
y hay toda una generación nueva.
Como cuando te fuiste, hace veinte años,
en este pueblo aún huelen las brisas a azahar...»
¡Oh Amor! Tu emblema sea el convólvulo,
la flor de los crepúsculos!

Porfirio Barba Jacob

LAMENTOS DE UN AMANTE



Devolvía los ecos la cóncava colina
del dolor de una historia de aquel vecino valle.
Mi espíritu seguía el doble encantamiento
y recostado oía la voz del triste canto.
Al rato en este estado, vi una pálida joven,
que rasgaba papeles y destrozaba anillos,
asolando su mundo de lluvias y de vientos.

Cubría su cabeza un sombrero de paja,
que guardaba su cara de los rayos del sol
y mi mente al mirarla, adivinaba un tiempo
de lozana hermosura, gastada por los años.
Segador es el Tiempo de flores juveniles,
más con ella no pudo ni el furor de los cielos
y de aquel bello tiempo aún muestras mantenía.

De vez en vez llevaba su pañuelo a los ojos
en cuyo lienzo había unos extraños signos,
mojando los dibujos con su líquido amargo,
que en lágrimas, cual perlas, su dolo transformaba
y leyendo a menudo lo escrito en el papel
a menudo gritaba con palabras confusas,
ora el clamor agudo, ora grave el clamor.

A veces con sus ojos impulsaba un mal rayo
cual si fueran los astros objeto de su ataque
y a veces divagando, clava estos pobres dardos
en la terrible órbita. A veces extendía
sus brazos al vacío, vagando su mirada,
al tiempo que sus brazos, sin fijación alguna
igual que un alma en pena, que sufre un mal delirio.

Su ondulante cabello, ni suelto ni peinado,
proclamaban en ella su propia sencillez,
cayendo del sombrero de paja en cataratas,
por sus mustias mejillas del color de la cera,
mientras algunos rizos, entre su hilada malla,
serviles no intentaban, salir de aquel encierro
a pesar de que nada les impedía hacerlo.

Miles de fruslerías extrajo de su cesto,
de cristal y de ámbar y cuentas de azabache,
que una a una en el río, distraída arrojaba,
sobre el llorado margen, se sentó en la ribera
y tal como en la usura, añadía sus lágrimas
como el poder de un rey, añadiendo más bienes
donde todo es exceso y no donde hace falta.

Guardaba muchas cartas, hábilmente plegadas,
que leyó suspirando y arrojaba en el agua.
Rompió muchos anillos de oro labrado y hueso,
tirándolos al río a su tumba de cieno.
Aun encontró más cartas con doliente escritura,
graciosamente unidas en asedadas cintas
que así las protegía de curiosas miradas.

Los bañó con el llanto constante de sus ojos
y antes de desgarrarlas con pasión las besaba.
¡Oh, tú mi falsa sangre, registro de mentiras!
¡Qué reprobable y triste, testimonio contienes!
¡La tinta más oscura, merece esta prisión!
Exclamó y muy furiosa las cartas desgarraba

Así con su dolencia mataba el contenido.

Un venerable anciano, pastor de su rebaño,
mal rufián de otros tiempos, que lances conocía,
de la corte y del pueblo, optó por contemplar
como pasan las nubes, mirándolas volar

a la afligida moza, presto se dirigió
y amparado en su edad, quiso saber las causas,
brevemente explicadas de aquel dolor inmenso.

Con tal fin se desliza, con su bastón nudoso,
a prudente distancia, se sienta cerca de ella.
Una vez que se sienta, suplica a la mujer,
que comparta sus penas con su piadoso oído
y si es que está en su mano, proporcionarle alivio,
no dudará un instante en darle algún consuelo,
pues debe confiar en el don de sus años.

«¡Oh, padre!» dice ella, «aunque veas en mi
la herida de las horas que sin parar me arruinan,
no dejes que tus ojos me juzguen como vieja.
Que no es la edad mi ruina, sino el propio dolor
que sin el, aun sería una fragante rosa,
fresca en mi propia esencia, si hubiese dedicado
el amor a mí misma en ves de malgastarlo.

Pero pronto accedí, para mi mala suerte,
al cortejo de un joven, que quiso mis favores.
Su exterior era un lujo de la Naturaleza
y mis ojos de virgen prendieron en su cara.
El amor hace nido y en él se aposentó,
como yo fui alojada en su propia belleza,
como dulce doncella que conoce el amor.

Le caían sus rizos en serpenteantes ondas
y a cada leve soplo de la brisa o del viento
a sus labios llevaba sus cabellos castaños.
Lo que es dulce de hacer, pronto encuentra sirviente
y no hay ojo que al verle no turbara su mente,
pues tenía en su cara, generoso el resumen,
de todo lo que puede sembrar el Paraíso.

Pocas muestras de hombre lucía su barbilla,
que apenas comenzaba su barba a despuntar,
terciopelo no usado en su piel fabulosa,
que desnuda ganaba al transparente velo,
aunque gracias a él era más adorable
y hasta el amor pensaba con vacilante duda
si era mejor tal era o al demostrar su encanto.

De virtudes tan bellas, tal como su apariencia,
pues su lengua era joven y en consecuencia franca.
Mas si se le irritaba, se tornaba en tormenta,
como las que a menudo, nos da Mayo o Abril,
cuando el viento respira dulcemente en desorden.
De este modo su hombría, fiel de su juventud,
revestía sus yerros con la verdad altiva.

Era tan buen jinete, que los hombres decían:
Ese caballo toma de su jinete el brío,
orgulloso por noble, a tan dócil servir.
¡Qué vueltas y qué saltos, qué andar y qué parada!»
Y entonces el debate por él se suscitaba,
sobre si era el caballo proeza del jinete
o el porte del jinete belleza del corcel.

Más pronto de su lado el fallo se inclinaba.
Su natural destreza le daba vida y gracia
a su dones reales y superfluos adornos.
Era en sí tan completo, que en su caso la ayuda,
ganaba al ser la gracia en él desempeñada
y al proponer mejoras estos aditamentos
no dañaban su gracia, pues él les daba gloria.

De tal modo en la punta de su certera lengua,
todas las discusiones y los grandes problemas,
encontraban respuestas y sólidas razones,
que en su favor dormían o por él despertaban,
para gozo del triste y llanto del riente.
Dominaba el lenguaje con tan hábil destreza
que embarcaba pasiones en el mar de su antojo.

De esta forma reinaba en el pecho de todos,
ya jóvenes o viejos, sin importarle el sexo,
al compartir su mente y quedar de sirvientes
a su real antojo, sirviéndole cual ciegos.
Plegaba voluntades su mágico deseo
y expresaban por él, lo que él hubiera dicho,
que al inquirir sus mentes, serviles se prestaban.

Muchos se procuraron su divino retrato,
para educar sus ojos y en él poner su mente,
cual locos insensatos, que dan al pensamiento,
todas las ilusiones que en tierra extraña encuentran.
Sus tierras y mansiones, se otorgan en sus sueños
y se conceden gozos, que por él son gozados,
gozando de tal forma con su imaginación.

Hubo muchas que nunca su mano acariciaron
y que dulces fingieron ser dueñas de su alma.
Yo triste y desdichada, de mi persona libre,
señora enteramente de todo mi cariño,
a sus jóvenes artes y magia adolescente,
le entregué mi ternura a su mágico encanto:
Conservando la rama, la rosa le entregué.

Mas nunca le pedí, tal como hicieron otras,
ser suya ni ceder a sus propios deseos,
encontré en ser honesta la raya prohibitiva
y encontré en la distancia escudo de mi honor.
Construyó la experiencia para mí baluartes,
contra pruebas dolientes, de mi ansiado botín,
de esta joya tan falsa y el cautivo despojo.

Pero ¡ay! ¿Quién evita con gracias anteriores
el adverso destino que enfrenta a la mujer?
¿Dónde están los ejemplos que en esta inclinación
han sabido apartarla ayer de los peligros?
La prudencia no para a quien no lo desea
y al llegar este ardor, se escuchan los consejos
como un filo mellado ya falta de agudeza.

Tampoco satisface a nuestra propia sangre
el vernos sometidos a la experiencia ajena,
que nos privan del dulce que tan bueno parece,
cuando se invocan daños, sólo por nuestro bien.
¡Ay, insensata gana, que flota sobre todo!
El paladar que tienes sediento de la prueba,
prueba aunque la razón le grite: «¡Esta es tu ruina!»

Pues a poco me dije: «Este hombre es un falso!»,
al padecer las muestras de sus propios engaños.
Presentí que sus flores ornaban otros huertos
y que con el engaño, doraba su sonrisa
y que son las promesas correos de vergüenzas,
que letras y palabras eran sólo artificios
y bastardos de un alma, adúltera y oscura.

Defendí por un tiempo el honor de mi plaza,
mas comenzó su asedio: ¡Oh, mi gentil doncella,
se doliente y sufrida con mi joven sufrir
y no temas si digo por ti sagrados votos.
La promesa que te hago, ¡jamás! la pronuncié.
Que a banquetes de amor cien veces fui llamado,
mas a nadie cortejo, ni a nadie me he entregado.

Todas mis propias faltas que me adornan y ves,
son errores de sangre, nunca del pensamiento,
el amor no las hizo, pues fue como un contrato,
en que ningún amante, no fuera ni clemente,
para buscar pecado, su deshonra buscaron
y así de esta deshonra me culpo la mitad
y la otra en reproches que siempre se me hacen.

Entre tantas doncellas, que mis ojos han visto,
sólo tú has encendido el fuego de mi alma,
ni ha causado a mi afecto, la menor desventura,
ni encantó con su embrujo mis ratos de placer.
Sin querer hice daño, sin ser jamás dañado,
prendí en sus corazones y el mío siguió libre
y ha sido en su terreno, amo, señor y rey.

Estos son los tributos que me dan sus favores:
Mira, pálidas perlas y rubís como sangre,
pensando de este modo transmitirme su amor,
con penas y rubores claramente implicados
en el exangüe ánimo y acarminado ánimo.
Efectos de su miedo y su eterna modestia
que guardaban sus almas en aparente lucha.

Contempla estas monedas de su dorado pelo,
con curvados metales, dulcemente tejidos.
Los recibí de muchas y todas eran bellas,
que gemían llorosas les fueran aceptadas,
junto con ricas gemas y joyas engarzadas
y pensados sonetos que a la vez ensalzaban
la rara y rica esencia de cada nueva piedra.

Mirad este diamante que hermoso y duro es,
que encierra cualidades, tan raramente vistas.
Esta verde esmeralda que sólo al ser mirada
corrige el brillo enfermo de los ojos más débiles,
el zafiro cerúleo y el matizado ópalo,
entre diversas joyas, mostrando cada una
con blasonado ingenio un secreto lamento.

Hay en estos trofeos de caluroso afecto,
los tristes pensamientos de un deseo servil.
La Natura me obliga a que no los conserve,
sino a dar y entregarlos ante quien yo me rinda,
es decir a vos misma: mi origen, mi destino,
pues ellas son por ley, dulces ofrecimientos,
al altar de mi sangre, del que sois la Patrona.

Extiende, pues amada, tu mano incomparable,
cuya blancura inclina. las alas del elogio
y recibe en tu alma mis tiernas oraciones.
Santificados aires del fuego de mi pecho.
Soy sólo tu ministro, el más fiel y obediente,
que actúa a tu capricho y a tu deseo están
mis aislados presentes, reunidos en un ramo.

Observa este legado, que me envío una monja
o hermana consagrada al más bendito nombre.
Que rechazó hace poco la corte y sus galanes
y que sus cualidades puso duda en las flores,
buscada por espíritus del más alto nivel.
Pero ella se mantuvo distante y se dedica
a consagrar su vida al Dios de amor eterno.

Mas, ¡Oh, dulzura mía! ¿Qué nos cuesta dejar
lo que nunca tenemos o domar lo domado,
limitar los espacios que carecen de forma
o resolver enigmas en cárceles sin rejas?
Aquella que su forma restringe de tal modo,
se refugia en la fuga cuando llega el combate
y se otorga valores de ausencia y no de fuerza.

¡Perdón, si mi elocuencia, responde a la verdad!
El destino me puso de frente a su mirada,
logrando de inmediato su fuerza someter
y ahora quiere dejar su enrejada clausura.
El amor religioso desplazó a su buen Dios.
Por evitar pecados su alma encastilló
y hoy dispuesta al pecado su libertad procura.

¡Permíteme que diga lo poderosa que eres!
Los rotos corazones, que ya me pertenecen
vaciaron sus fuentes en mi privada alberca
y todo y más lo vuelco en tu gracioso mar.
Yo reino sobre ellos y tú en el mío reinas
y exige tu victoria que todo lo juntemos
en un filtro de amor que cure tus temores.

Mis rasgos sedujeron a una sor consagrada,
que estando flagelada y en estado de gracia,
cuando miró mis ojos y el asedio iniciaron
olvido sus promesas y sus votos cedieron.
¡Oh, amor omnipotente! Ni vínculos ni votos,
excitan tu aguijón, ni anudan ni confinan,
porque tú lo eres todo y tuyas son las cosas.

Cuando tú me presionas ¿de qué valen las leyes
de la ajada experiencia? Y cuando tú me inflamas,
¿qué baldías resultan tantas oposiciones,
como el temor, riqueza, ley, familia o prestigio!
El amor es la paz contra tantas vergüenzas.
El alivia sufriendo los dolores que causa,
su fuerza de amargura de choque o de temor.

Hoy todas estas almas que dependen de mí,
sintiendo que se rompen, se desolan gimiendo
y a ti, ya suplicantes, dirigen sus suspiros,
porque dejes la lucha que contra mí diriges,
prestando sólo oídos a mis dulces designios.
Y soy alma creyente a un firme juramento,
que mi fiel lealtad, expondrá y cumplirá.

Esto dijo bajando sus plañideros ojos,
cuyo mirar estuvo pendiente de los míos.
Ríos por sus mejillas, surgían como fuentes,
con salino caudal y rápida caída.
¡Oh, qué encanto le daba al río el dulce cauce,
reflejando en sus aguas el brillo de las rosas,
luciendo en sus espejos los colores que encierra!

¡Oh, buen padre! ¡Qué infierno de brujería esconde
una lágrima sola en su pequeña órbita!
Pero si están los ojos por el llanto anegados
¿qué duro corazón no acudirá hasta el agua?
¿Dónde hay un alma helada que al verlo no se inflama?
¡Oh, dividido efecto! La modestia y la ira,
son el fuego que inflama y el hielo que lo extingue.

Pues mira, su pasión, o el arte de su oficio
tornó también en mí, la inteligencia en llanto.
La blanca y pura estola de mi virtud tiré,
abatí mis defensas y todos mis rubores
y ante él me presento, como él ante mí,
llorando, más sus lágrimas no eran como las mías:
Me envenenó su llanto y el mío le dio cura.

Es portador constante de tantas sutilezas
que aplica con astucia recibiendo mis formas,
encendidos sonrojos y torrentes de lágrimas,
desmayada blancura que toma o deja el gesto,
según las circunstancias le sirvan a su engaño.
También se torna lívido, ante cualquier visión
o bien se ruboriza ante sucias palabras.

No hay corazón que viva si a su alcance se puso,
ni escapó de su dardo, de puntería exacta.
Sabe que el buen carácter es amable y es dócil
y tras estas caretas se goza en lo que arruina.
Negando desear aquello que buscaba
y abrasada en deseo su alma lujuriosa
alaba la pureza y exalta la virtud.

De tal modo cubría con el manto de un dios
al desnudo dominio que ocultaba su ser,
logrando en la inocente que su voz escuchaba,
sentir que un querubín sobre ellas rondaba.
¿Quién por joven y honesta no deseó ese amor?
¡Ay, de mí, que caí y empero me pregunto!
Si otra vez sucediera: ¿qué sería de mí?

¡Humedad contagiosa del llanto de sus ojos!
¡Oh, fuego fatuo y falso que en su mejilla ardía!
¡Oh, trueno poderoso saliendo de su alma!
¡Triste aliento nacido de su inflamado pecho!
¡Tanta pasión fingida, tan real parecida!
¡De nuevo humillaría a la ya traicionada
y otra vez pecaría la moza arrepentida!

William Shakespeare

15 de agosto de 2008

NO PASA DEL CORREDOR



Si ustedes me lo permiten
escribiré en español,
porque hoy no me da la gana
de hacer versos en "folk-Lore".
Y si no me lo permiten,
concédanme su perdón
y sin más contemplaciones
doblen la hoja y.. . se acabó.
Pero como yo les debo
dar alguna explicación
del motivo que me obliga
a escribir en español,
o en algo que se parezca
a ese idioma encantador
(no vaya a venir alguno
y diga que es presunción
llamar lengua castellana
a ésta en que escribiendo estoy),
voy a explicarles a ustedes
la causa por la que yo
hoy escribo estas cuartillas
en mal romance español.
Imagínense que anoche
un amigo me pidió
que fuera en su compañía
a cierta amable reunión;
y yo, que soy complaciente,
no quise decir que no
y fui a donde me llevaba mi amigo;
pero, por Dios puedo jurarles
a ustedes que no imaginaba yo
la plancha que iba a tirarme
en la famosa reunión,
por causa de una señora
que me tildó de impostor
en el preciso momento
en que alguien me presentó,
diciéndole que yo era Rivas Larrauri,
el autor de aquellas rimas vernáculas
de "grata" recordación
(lo de "grata" lo dijo él,
no vayan a creer que yo).
Y es que la buena señora,
en su inocente candor,
no quiere admitir la idea,
ni jurándolo por Dios,
de que pueda quien escribe
esas "cosas" de "folk.-Lore",
vestir de gente decente
y hablar "casi" en español.
La muy... ingenua pensaba
que este humilde servidor,
en vez de usar un "plumaje"
cortado a la perfección
(esto es para que Martínez,
mi sastre, con esta flor
me cobre un poquito menos
en la próxima ocasión),
vistiera de rigurosa mezclilla
un buen "overol";
y en lugar del "Borsalino",
del "Stetson" o del "Dobbs",
un sombrero de petate
o un gorrito muy... "folk.-Lore".
Mucho menos concebía
que pudiera hablarle yo
sin decir "dialtiro", "ansina",
"me cuadra", "no li aunque" y "pos."
Y como sé que la duda
dialtiro se le quedó,
pos he querido prebarle
que también en español
echa verso, si. se ofrece,
su gúen cuate y servidor...
Pero. . . ¡ caray! si ora caigo
en que ya se mi olvidó
qu'encomencé en castellano
y ya rigresé al "folk.lore".
Lo que preba mesmamente
que tiene muncha razón
la siñora que no créiba
ni de relajo que yo
juera persona decente
y qui hablara en español...!
Y preba también, de plano,
qu'en cualesquera ocasión
"¡el que nace pa maceta,
no pasa del corredor...!"

Carlos Rivas Larrauri

CUAL LA MUJER DE LOT



Un perfume de amor me acompañaba.
Volvía hacia la aldea de la cita,
bajo la paz suprema e infinita
que el ocaso en el campo destilaba.

En mis labios ardientes aleteaba
la caricia final, pura y bendita,
y era como una alegre Sulamita
que a su lar, entre trigos regresaba.

Y al llegar a un recodo del camino
tras el cual queda oculto ya el molino,
el puente y la represa bullidora,

volví atrás la cabeza un breve instante,
y bajo el tilo en flor, ¡vi a mi amante
que besaba en la sien a una pastora!

Juana de Ibarbourou

CREPUSCULAR



Todo es quietud y paz... En la penumbra
se respira el olor de los jazmines,
y, más allá, sobre el cristal del río
se escucha el aleteo de los cisnes
que, como grupo de nevadas flores,
resbalan por la tersa superficie.
Los oscuros murciélagos resurgen
de sus mil ignorados escondites,
y vueltas mil, y caprichosos giros
por la tranquila atmósfera describen;
o vuelan luego rastreando el suelo,
rozando apenas con sus alas grises
del agrio cardo el amarillo pétalo,
de humilde malva la corola virgen.

Juana Borrero

14 de agosto de 2008

EL MAR ESTABA TEMBLANDO



El mar estaba temblando
del frío que lo inundaba.
La tarde apagó su ira
con fuegos que iba matando.
Al borde de los caminos,
en las piedras, en los llanos,
sonaban las espadañas
y algún viejo campanario.
La tarde se volvió oscura,
las nubes se apretujaron
en las montañas cuajadas,
en el cielo, como nardos.
Tu mano buscó mi mano.
todo se hundió en el silencio.
El sol se estaba apagando.
Tu boca buscó mi boca,
tus labios dijeron algo.
La noche trajo su manto.
Yo no supe contestarte.
Detrás las sombras...al fondo...
al fondo tus ojos pardos.
Una lágrima hacia adentro.
El sueño inundó tu cuerpo...
mi mano sobre tu mano.

Jose Antonio Azpeitia

COMO TINAJA





En los días buenos,
de lluvia,
los días en que nos quisimos
totalmente,
en que nos fuimos abriendo
el uno al otro
como cuevas secretas;
en esos días, amor
en mi cuerpo como tinaja
recogió toda el agua tierna
que derramaste sobre mí
y ahora
en estos días secos
en que tu ausencia duele
y agrieta la piel,
y el agua sale de mis ojos
llena de tu recuerdo
a refrescar la aridez de mi cuerpo
tan vacío y tan lleno de vos.

Gioconda Belli


RECUERDO INFANTIL

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.
Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
"mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón".
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de la lluvia en los cristales.

Antonio Machado

ALERTA



Media noche
En el jardín
Cada sombra es un arroyo
Aquel ruido que se acerca
no es un cocheSobre el cielo de París
Otto Von Zeppelín
Las sirenas cantan
Entre las olas negras
Y este clarín que llama ahora
No es un clarín de la VictoriaCien aeroplanos
Vuelan en torno de la luna
Apaga Tu Pipa
Los obuses estallan como rosas maduras
Y las bombas agujerean los días
Canciones cortadas
Tiemblan entre las ramas
El viento cortisona las calles
Como apagar la estrella del estanque.

Vicente Huidobro

LA ESTRELLA DE LA TARDE



Un monte azul, un pájaro viajero,
un roble, una llanura,
un niño, una canción... Y, sin embargo,
nada sabemos hoy, hermano mío.
Bórranse los senderos en la sombra;
el corazón del monte está cerrado;
el perro del pastor trágicamente
aúlla entre las hierbas del vallado.
Apoya tu fatiga en mi fatiga,
que yo mi pena apoyaré en tu pena,
y llora, como yo, por el influjo
de la tarde traslúcida y serena.
Nunca sabremos nada...
¿Quién puso en nuestro espíritu anhelante,
vago rumor de mares en zozobra,
emoción desatada,
quimeras vanas, ilusión sin obra?
Hermano mío, en la inquietud constante,
nunca sabremos nada...
¿En qué grutas de islas misteriosas
arrullaron los Números tu sueño?
¿Quién me da los carbones irreales
de mi ardiente pasión, y la resina
que efunde en mis poemas su fragancia?
¿Qué voz suave, que ansiedad divina
tiene en nuestra ansiedad su resonancia?
Todo inquirir fracasa en el vacío,
cual fracasan los bólidos nocturnos
en el fondo del mar; toda pregunta
vuelve a nosotros trémula y fallida,
como del choque en el cantil fragoso
la flecha por el arco despedida.
Hermano mío, en el impulso errante,
nunca sabremos nada...
Y sin embargo...
¿Qué mística influencia
vierte en nuestros dolores un bálsamo radiante?
¿Quién prende a nuestros hombros
manto real de púrpuras gloriosas,
y quién a nuestras llagas
viene y las unge y las convierte en rosas?
Tú, que sobre las hierbas reposabas
de cara al cielo, dices de repente:
—«La estrella de la tarde está encendida».
Ávidos buscan su fulgor mis ojos
a través de la bruma, y ascendemos
por el hilo de luz...
Un grillo canta
en los repuestos musgos del cercado,
y un incendio de estrellas se levanta
en tu pecho, tranquilo ante la tarde,
y en mi pecho en la tarde sosegado...

Porfirio Barba Jacob

9 de agosto de 2008

AUTOPSICOGRAFIA



El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído,
No los dos que el poeta vive
Sino aquél que no han tenido.

Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama corazón.

Fernando Pessoa

A FELISA




Aunque a la aurora temores,
y al mismo sol dés enojos,
te sientan con mil primores
la languidez en los ojos,
y en el cabello las flores.

Muestran tantas maravillas
los diamantes en tu cuello,
las rosas en tus mejillas,
que con real ornato brillas
desde la planta al cabello.

Y aunque arreo tan brillante
dé a tu belleza decoro,
¡ay, que en tu lindo semblante
oculta cada diamante,
bella Felisa, un tesoro!

Vertiendo dulce sonrisa,
no ocultes los ojos bellos,
porque te dirán con risa
que ya leyeron, Felisa,
tus pensamientos en ellos.

Embebecida y errante
vagas con planta insegura,
cual si escucharas amante
el céfiro susurrante
que entre tus bucles murmura.

Ya sé que en este momento
las niñas en dulce calma
oyen, con turbado intento,
cosas que murmura el viento
y escucha gozosa el alma.

Ya se que el cielo abandonan
los ángeles, y que hermosos
de luz su frente coronan,
y dobles himnos entonan,
de su hermosura envidiosos.

Sé que en sus ojos se encantan,
y que en torno se revuelven;
acentos de amor levantan;
las llaman hermosas; cantan;
besan su faz, y se vuelven.

Y en ese instante de gloria,
con recuerdos seductores,
ya sé que por su memoria
pasa la amorosa historia
de sus pasados amores.

Por eso. Felisa, errante
vagas con planta insegura,
cual si escucharas amante
el céfiro susurrante
que entre tus bucles murmura.

Dime si tal vez, hermosa,
en esa ilusión tranquila
probando estás amorosa
la dulce miel que destila
el dulce nombre de esposa.

Dí si en tus ojos se encienden
los ángeles; si contento
te causa tal vez su acento;
y si mirándote, tienden
las blancas alas al viento.

Dí si en tus ojos se encienden
los ángeles; si contento
te causa tal vez su acento;
y si mirándote, tienden
las blancas alas al viento.

Dí si recuerdas, Felisa,
las canciones que sonaron
en tu calle, y que apagaron;
¡que por Dios que bien aprisa
siendo tan dulces, pasaron!

Ya no escucharás cual antes,
allá en las noches serenas,
sobre los aires flotantes,
las sabrosas cantilenas
de los rendidos amantes.

Que os es muy grato a las bellas
al són del arpa importuna
oir amantes querellas,
ya al brillo de las estrellas
ya al resplandor de la luna.

Y os place ver derramados
cantos de amor por los cielos,
porque causen acordados
a otras hermosuras celos,
y a otros galanes cuidados.

Y oís las trovas de amores,
en vuestro lecho adormidas,
como los vagos rumores
que hacen al ondear las flores,
de vuestras rejas prendidas.

Y al despertar, con empeños
tal vez pensáis que, halagüeños
os dan, cantando, placeres,
esos dulcísimos seres
con quien platicáis en sueños.

Mas ¡ah, que ya se apagaron
aquellos cantos, Felisa,
que en tu alabanza sonaron!
Y por Dios, que bien aprisa,
siendo tan dulces, pasaron.

Pasaron los amadores,
llevando sus falsas llamas;
tiempo es que libre de azores
trate, Felisa, de amores
la tórtola entre las ramas.

Ya no escucharás, cual antes,
Allá en las noches serenas,
sobre los aires flotantes,
las sabrosas cantilenas
de los rendidos amantes.

Las rosas que con pasión
hoy te prendiste galana,
las últimas rosas son
que columpió en tu balcón
la brisa de la mañana.

Si ya con plácidas glosas
tu pecho nunca se embriaga,
aún hay canciones gustosas,
con que a las tiernas esposas
el aura nocturna halaga.

Si trovas no están rompiendo
tus sueños, como hasta aquí,
los romperá el dulce estruendo
de algún pecho que gimiendo
esté, Felisa, por ti.

Y unos sones muy callados
oirás cruzar por los cielos,
sin que causen, acordados,
ni a otras hermosuras, celos,
ni a otros amantes, cuidados.

Y a cada momento, hermosa,
en grata ilusión tranquila,
podrás probar amorosa
la dulce miel que destila
el dulce nombre de esposa.


Ramón de Campoamor