en la noche más pura.
Que nunca ya una golondrina
poblará tus inviernos.
Que hacia el país de la mirra,
partiste.
Jamás fue hermosa la muerte.
Jamás ya, la seda de tu pecho.
Felipe Servulo
Amor, amor de aquí: pásame el brazo
por la cintura. Amor, toca esta frente,
di una frase vulgar, casi inocente,
ríe, ríe después... Tengo un retazo
de sol bajo la tela de mi hombro.
Arráncalo de ahí, dáselo a un nido.
Llora como si ya te hubieras ido,
y cállate en el punto en que te nombro.
Amor, amor, ¡sujétame esta gota!
( ¿Verdad que se parece a la mar rota? )
Mi corazón para la luz se cierra.
Al sur de todo vengo abandonada.
Deténme: estoy muriéndome por nada,
arrepentida de mirar la tierra.
Carilda Oliver
Fuérame dado remontar el río
de los años, y en una reconquista
feliz de mi ignorancia, ser de nuevo
la frente limpia y bárbara del niño...
Volver a ser el arrebol, y el húmedo
pétalo, y la llorosa y pulcra infancia
que deja el baño por secarse al sol...
Entonces, con instinto maternal,
me subirías al regazo, para
interrogarme, Amor, si eras querida
hasta el agua inmanente de tu pozo
o hasta el penacho tornadizo y frágil
de tu naranjo en flor.
Yo, sintiéndome bien en la aromática
vecindad de tus hombros y en la limpia
fragancia de tus brazos,
te diría quererte más allá
de las torres gemelas.
Dejarías entonces en la bárbara
novedad de mi frente
el beso inaccesible
a mi experiencia licenciosa y fúnebre.
¿Por qué en la tarde inválida,
cuando los niños pasan por tu reja,
yo no soy una casta pequeñez
en tus manos adictas
y junto a la eficacia de tu boca?
Ramón López Velarde
Anoche te soñaba, vida mía,
estaba solo y triste en mi aposento,
escribía... no sé qué; mas era algo
de ternura, de amor, de sentimiento.
Porque pensaba en ti. Quizá buscaba
la palabra más fiel para decirte
la infinita pasión con que te amaba.
De pronto, silenciosa,
una figura blanca y vaporosa
a mi lado llegó... Sentí en mi cuello,
posarse dulcemente
un brazo cariñoso, y por mi frente
resbalar una trenza de cabello.
Sentí sobre mis labios
el puro soplo de un aliento blando,
alcé mis ojos y encontré los tuyos
que me estaban, dulcísimos, mirando.
Pero estaban tan cerca que sentía
un yo no sé qué plácido desmayo,
que en la luz inefable de su rayo
entraba toda tu alma hasta la mía.
Después, largo, suave,
y rumoroso apenas, en mi frente
un beso melancólico imprimiste,
y con dulce sonrisa de tristeza
resbalando tu mano en mi cabeza
en voz baja, muy baja, me dijiste:
"-Me escribes y estás triste
porque me crees ausente, pobre amigo;
pero ¿no sabes ya que eternamente
aunque lejos esté, vivo, contigo?"
Y al despertar de tan hermoso sueño
sentí en mi corazón plácida calma;
y me dije: Es verdad... ¡Eternamente...!
¿Cómo puede, jamás., estar ausente
la que vive inmortal dentro del alma?
Manuel M. Flores
Súbita mano de algún fantasma oculto
entre los pliegues de la noche y de mi sueño
me sacude y yo despierto, y en el abandono
de la noche no diviso gesto ni bulto.
Pero un terror antiguo, que insepulto
traigo en el corazón, como de un trono
baja y se afirma mi señor y dueño
sin orden, sin meneo y sin insulto.
Y yo siento mi vida de repente
presa por una cuerda de Inconsciente
a cualquier mano nocturna que me guía.
Siento que soy nadie salvo una sombra
de un bulto que no veo y que me asombra,
y en nada existo como la tiniebla fría.
Fernando Pessoa
Para cubrir los peces del fondo, que agonizan
de frío, mis piadosas ondas se cristalizan,
y yo, la inquietuela, cuyo perenne móvil
es variar, enmudezco, me aduermo, quedo inmóvil.
¡Ah! Tú no sabes como padezco nostalgia
de sol bajo esa sábana siempre fría.
Tú no sabes la angustia de la ola que inmola
Sus ritmos ondulantes de mujer –su sonrisa-
al frío, y que se vuelve –mujer de Loth- banquisa:
ser banquisa es ser como la estatua de la ola.
Tú ignoras esa angustia: mas yo no me rebelo,
y ansiosa de que todo en mi Dios sea loado,
desprendo radiaciones al bloque de mi hielo,
y en vez de azul oleaje soy témpano azulado.
Mis crestas en la noche del polo con fanales,
reflejo el rosa de las auroras boreales,
la luz convaleciente del sol, y con deleites
de Seraphita, yergo mi cristalina roca
por donde trepan lentas las morsas y la foca,
seguidas de lapones hambrientos de su aceite . . .
¿Ya ves como se acata la voluntad del cielo?
Y yo recé: -¡Loemos a Dios, hermano hielo
Amado Nervo
La bacana está triste, ¿qué tendrá la bacana?
Ha perdido la risa su carita de rana
y en sus ojos se nota yo no sé qué penar;
la bacana está sola en su silla sentada,
el fonógrafo calla y la viola colgada
aburrida parece de no verse tocar.
Puebla el patio el berrido de un pebete que llora,
tiran bronca dos viejas y chamuya una lora
mientras canta "I Pagliacci" un vecino manghín,
la bacana no ríe, la bacana no siente,
la bacana parece que ha quedado inconsciente
con el mate ocupado por algún berretín.
¿Piensa acaso en el coso que la espera en la esquina?
¿En aquel que le dijo que era muy bailarina
con tapín de mafioso, compadrito y ranún?
¿En aquel que una noche le propuso el espiante?
¿En aquel cajetilla, entallao de elegante?
¿O en aquel caferata que es un gran pelandrún?
¡Oh la pobre percanta de la bata rosa!
quiere tener menega, quiere ser poderosa,
tener departamento con mishé y gigoló,
muchas joyas debute, un peleche a la moda.
Porque en esta gran vida el que no se acomoda
y la vive de grupo, al final se embromó.
Ya no quiere la mugre de la pieza amueblada,
el bacán que la shaca ya la tiene cansada,
se aburrió de esa vida de continuo ragú;
quiere un pibe a la gurda que en el baile con corte
les dé contramoquillo a los reos del Norte,
los fifí del Oeste, los cafishios del Sú.
-"¡Vamos, vamos pelandra! -dice el coso que llega-,
esa cara de otaria que tenés no te pega,
levantate ligero y unos mangos pasá".
Está el patio en silencio, un rayito de luna.
se ha colado en la pieza mientras la pelandruna
saca vento de un mueble y le dice: -¡Tomá!
Celedonio Flores
Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida,
déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de
piedras verdes en la casa de la noche, déjate
caer y doler, mi vida.
Alejandra Pizarnik
¡ Caray, quén lo iba a dicir!
¡ Probecita de Remedios!
Tan chula la muchachita...
Se mi hace que la'stoy viendo
cuando pasaba 'el domingo
con sus trapitos más nuevos,
pa óir la misa de doce
allá en l'iglesia del pueblo.
Daba gusto devisaría
con aquel aigre tan serio,
sin hacer caso de gromas
y sin dar óido a requebros...
como ese endino de Pedro!
La pretendieron retihartos:
lo mejorcito del pueblo;
pero, a naiden l'hizo caso,
a todos los hizo menos.
!L'único que le dio de ala
jue ese malora del Pedro!
Dende chico jue un perdido,
era l'azote del pueblo,
sempre andaba de parranda
y sempre acababa en pleito.
A todo mundo ensultaba
a naiden tuvo respeuto;
y en una de tantas nochis
en que ya'andaba muy ebrio,
s'hizo de malas razones
con sus cuatezones mesmos;
tras de las malas palabras,
jueron a dar a los hechos,
y, al fin de la pelotera,
se jallaron a dos muertos.
Los dos muertos a balazos,
y lo cierto era qu'entre ellos,
el único que traiba cuete
era el malvado de Pedro.
A resultas d'esi asunto,
tuvo que salir juyendo
naiden golvió a saber de él
todos quedamos contentos;
¡ sólo se quedó llorando
esa probe de Remedios!..
Y ansi quedaron las cosas
y ansina se pasó el tiempo
Villistas y carranclanes
s'estaban dando muy recio;
ya'staba la balacera
en las goteras del pueblo;
entraron los gananciosos,
y, al frente de todos ellos,
montando un cuaco alazán,
llegó un capitán primero
qui aluego reconocimos:
¡ era aquel diantre de Pedro!
Luego luego que llegaron
Pedro jue a ver a Remedios
y golvió loca a la probe
que ya lo daba por muerto.
que, dende'l mesmo momento,
todas las nochis se vian
en las ajueras del pueblo.
Por aquellos mesmos días
llegó el resto di aquel cuerpo,
al mando di un general
qu'era ¡ el mero petatero!
-Capitán, esa chamaca,
la más sazona del pueblo,
mi han contado qu'es su novia...
Pos usté sabe lo qui hace...
¡ Consígamela y lo asciendo!
Es una de tantas nochis,
Reniedios jue a ver a Pedro,
taba la nochi rescura,
y la probe de Remedios
s'echó en los brazos di un hombre,
qu'ella créiba qu'era Pedro...
Cuando vino a darse cuenta,
su mal no tuvo remedio;
el hombre se le hechó incima
di un modo reteviolento.
¡ Pedro se ganó su ascenso...
Y allí quedó deshojado
un capullito abrileño...
Ora anda una probe loca
de pordiosera 'en el pueblo,
ganando ansina la vida,
en tan y mientras que en México,
pasiando en gran artomóvil
y con las pilas de pesos,
anda un siñor general
al que le nombran "don Pedro"
La mera verdá de Dios,
parece cosa de cuento,
pero le juro, compadre,
que lo que digo es muy cierto.
como ese endino de Pedro!
Carlos Rivas Larrauri
El presentimiento
es la sonda del alma
en el misterio.
Nariz del corazón,
que explora en la tiniebla
del tiempo.
Ayer es lo marchito.
El sentimiento
y el campo funeral
del recuerdo.
Anteayer
es lo muerto.
Madriguera de ideas moribundas
de pegasos sin freno.
Malezas de memorias
y desiertos
perdidos en la niebla
de los sueños.
Nada turba los siglos
pasados.
No podemos
arrancar un suspiro
de lo viejo.
El pasado se pone
su coraza de hierro
y tapa sus oídos
con algodón del viento.
Nunca podrá arrancársele
un secreto.
Sus músculos de siglos
y su cerebro
de marchitas ideas
en feto
no darán el licor que necesita
el corazón sediento.
Pero el niño futuro
nos dirá algún secreto
cuando juegue en su cama
de luceros.
Y es fácil engañarle;
por eso,
démosle con dulzura
nuestro seno.
Que el topo silencioso
del presentimiento
nos traerá sus sonajas
cuando se esté durmiendo.
Federico García Lorca
Lágrima triste en mi dolor vertida,
perla del corazón que entre tormentas
fue en largas horas de pesar nacida,
en fúnebre memoria convertida
la flor será que a tu corona enlace;
las horas de la vida turbulentas
ajan las flores y el laurel marchitan;
pero lágrimas, ¡ay!, que el alma esconde,
llanto de duelo que el dolor fecunda,
si el triste hueco de una tumba anega
y sus húmedos hálitos inunda,
ni el sol de fuego que en Oriente nace
seco su manantial a dejar llega
ni en sutiles vapores le deshace,
¡y es manantial fecundo el llanto mío
para verter sobre un sepulcro amado
de mil recuerdos caudaloso río!
Rosalía de Castro
¡Oh, cuán lejos están aquellos días
en que cantando alegre y placentera,
jugando con mi negra cabellera,
en tu blando regazo me dormías!
¡Con qué grato embeleso recogías
la balbuciente frase pasajera
que, por ser de mis labios la primera,
con maternal orgullo repetías!
Hoy que de la vejez con el quebranto
mi barba se desata en blanco armiño,
y contemplo la vida sin encanto,
el recordar tu celestial cariño,
de mis cansados ojos brota el llanto,
porque pensando en ti me siento niño.
Vicente Riva Palacio
Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.
Devolvedle a la flor su perfume
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran.
Recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.
Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?
Rosalía de Castro