CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

30 de septiembre de 2007

LOS SIETE PECADOS CAPITALES



Lo mismo que un San Jerónimo,
hueso, pellejo y raigambre,
llorando estoy en tu puerta
mis pecados capitales.
Los siete no..., los catorce,
que a catorce cientos caben,
que cada uno de los siete
que en el catecismo se abren,
se hicieron siete y setenta,
y setecientos azares.
Solo por ti, por el gozo
pecador de aprisionarte.
Culpas de soberbia tuve,
y ahora gozo en confesarte;
Soberbia... tuve de ti,
si es pecado, que me manden
descalzo a Jerusalenes,
que por mucho que me manden,
la soberbia irá por dentro
de mis sienes clareándose.
Que quien una vez te tuvo
en abandono de sangre,
poco castigo es que luego
lo fuercen a condenarse.
Y avaricia... ¿Quien pensó
que aquellos jardines reales...
las magnolias en el pecho
y la saliva de dátil,
no tendrían avariento
jardinero que los guarde...?
Si hasta para ser avaro,
¡Dios me sostenga el aguante!
avaro fui de la pena
que un día me regalaste,
y me clavé los tres clavos
desde la punta al remache.
De lujuria, no digamos,
que es cosa que ha de callarse,
que pregunten a la alcoba,
y a las sabanas de enlace
y a las veinte perinolas
que estaban almidonándose;
que ellas dirán lo que fui:
toro, palomo y arcángel
entre edredones de plumas
vencido y de abochornarse.
Ira tuve contenida;
ira de ti, ¡Dios me ampare!
ira de ti, de sentir...
tu entrega sin entregarte,
ira de saber que siendo,
tan valiente... soy cobarde,
y un día con Dios de espalda
y tu mentira en la tarde,
no te agarroté del cuello
y te estrangulé de balde,
y aquel pase y después gloria,
gloria de bandillo y carne.
Hasta gula profesé,
yo que soy sobrio de panes,
que medio sorbo yo bebo
de vino para hartarme,
¡Si aun doy bocados al aire
porque el manjar de tu cuerpo
golosamente me sabe!
Y envidia...
que fui envidioso de tu vida,
de tu antes,
de cuando no estaba yo
pegado a tus palpitares,
y a quien me cogió
la delantera en tu sangre,
le deseo sinapismos
de lumbre en los riñonales,
y si sus señas supiera...
provincia, ciudad y calle,
por la envidia que le tengo,
prendería su linaje
con tanta pólvora negra
que ni rastro le quedase.
¿Que me falta...?
si, hasta tuve pereza
para que no falte el séptimo,
son sesenta en catecismo de amante
pereza de no moverme,
pereza de no dejarte,
pereza de que se hundieran,
casa, familia y caudales
solo por estar contigo,
pegado, lacre con lacre.
Siete pecados me cogen
del pelo a los calcañales.
Soberbia con avaricia,
lujuria con ira grande,
gula y envidia y pereza.
Y si no fueran bastante,
los siete parieron siete
con siete multiplicares.
Dile que venga a la tuya
al escribano, al alcalde,
al sepulturero, a todos
los que quieran escucharme;
tengo dentro de las venas
los pecados capitales
y busco mi contrición
algo que de ti me aparte,
que estoy pasando un infierno
donde cuando me achicharre,
los cuatrocientos pecados
darán la lumbre a tu imagen

José Antonio Ochaita

LO INEFABLE




Yo muero extrañamente... no me mata la vida,
no me mata la muerte, no me mata el amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida...

¿No habéis sentido nunca el extraño dolor
de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?

¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?

¡Cumbre de los martirios...! ¡Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz!

Pero arrancarla un día en una flor que abriera
¡milagrosa, inolvidable!... ¡Ah, más grande no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!

Delmira Agustini

29 de septiembre de 2007

AL LECTOR





La necedad, el error, el pecado, la tacañería,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y alimentamos nuestros amables remordimientos,
Como los mendigos nutren su miseria.

Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes;
Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones,
Y entramos alegremente en el camino cenagoso,
Creyendo con viles lágrimas lavar todas nuestras manchas.

Sobre la almohada del mal está Satán Trismegisto
Que mece largamente nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Está todo vaporizado por este sabio químico.

¡Es el Diablo quien empuña los hilos que nos mueven!
A los objetos repugnantes les encontramos atractivos;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror, a través de las tinieblas que hieden.

Cual un libertino pobre que besa y muerde
el seno martirizado de una vieja ramera,
Robamos, al pasar, un placer clandestino
Que exprimimos bien fuerte cual vieja naranja.

Oprimido, hormigueante, como un millón de helmintos,
En nuestros cerebros bulle un pueblo de Demonios,
Y, cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
Desciende, río invisible, con sordas quejas.

Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
Todavía no han bordado con sus placenteros diseños
El canevás banal de nuestros tristes destinos,
Es porque nuestra alma, ¡ah! no es bastante osada.

Pero, entre los chacales, las panteras, los podencos,
Los simios, los escorpiones, los gavilanes, las sierpes,
Los monstruos chillones, aullantes, gruñones, rampantes
En la jaula infame de nuestros vicios,

¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!
Si bien no produce grandes gestos, ni grandes gritos,
Haría complacido de la tierra un despojo
Y en un bostezo tragaríase el mundo:

¡Es el Tedio! — los ojos preñados de involuntario llanto,
Sueña con patíbulos mientras fuma su pipa,
Tú conoces, lector, este monstruo delicado,
—Hipócrita lector, —mi semejante, —¡mi hermano!


Charles Baudelaire

28 de septiembre de 2007

AZUCENA



Cachá cuatro compases de un tango rante,
de esos con más pelusa que un gato angora,
y el verso más lunfardo y más asonante
de este poeta reo: (Perdón, Señora...)

Métele unos pedazos de barrio bajo
cuando el Sol los pincela de poesía,
y la marca primera que marca el tajo
de dos guapos parejos de hombría a hombría.

La bronca de un cafiolo que quedó en banda,
la curda de un porteño que de parranda
sale a tirar, alegre, manteca al techo.

Mezclá todo con gloria, pasión y pena:
y tendrás el retrato de la Azucena
¡la tanguera más grande que Dios ha hecho!

Celedonio Flores

27 de septiembre de 2007

SIN SOBRE




Abro tu carta y reconozco ufano
Tu letra fácil, tu dicción hermosa;
Tú la trazaste con tu propia mano
Pues el papel trasciende a tuberosa.

Al escribirla estabas intranquila
Y ya estoy sospechando tus desvelos
Los médicos me han dicho, que vacila
El pulso con la fiebre de los celos.

Veo tus líneas torcidas, descuidadas,
Y esto halaga mis propios pareceres
Porque sé que no estando enamoradas
Nunca escriben sin falsa las mujeres.

¡Con el arrojo de tus veinte abriles,
Has escrito un aumento que me mata!
Siempre ha sido en las cartas femeniles
Importante o terrible la posdata.

No me vuelvas a ver. Ya no te quiero,
Esto me dices con desdén profundo:
Yo traduzco: ven pronto que me muerto,
De algo me sirve conocer el mundo.

Dices que consolando tu tristeza
Vas al campo a llorar penas de amores
Así podrá tener Naturaleza
Coronas de diamantes en las flores.

Pero no viertas llanto por tus penas
Que siempre se evaporan bajo el cielo;
Las lluvias del desierto en las arenas
Y el llanto, entre las blondas del pañuelo.

Las horas de silencio son tan largas,
Que comprendo la angustia con que gimes;
Las verdades del alma son amargas,
Y las mentiras del amor, sublimes.

Inquieres con tesón si a cada instante
Busco tu imagen o su culto pierdo,
¿Dónde está, niña cándida, el amante
Que diga en estas cosas: no me acuerdo?

Quien convertir pretenda de improviso
El amor terrenal en culto eterno,
Necesita labrar un Paraíso
Sobre la obscura cima del infierno.

¿Ves ese Sol que llena de alegría
El cielo, el mar, el bosque y las llanuras?
El trae a los mortales cada día
Nuevas dichas y nuevas amarguras.

Cada alma tiene libro que atesora
sus efectos en él, sin vano alarde;
¡Cuánto nombre se agrega en cada aurora!
¡Cuánto nombre se borra en cada tarde!

¿Quién sabe por qué anhela lo que anhela?
¿Quién será siempre el mismo, siendo humano?
Dicha, amor, esperanza, todo vuela
Sobre ese amargo y turbulento Océano.

Y así preguntas con afán sincero:
¿Por qué me quieres?... voy a responderte:
Yo te quiero mujer porque te quiero;
No tengo otra razón para quererte.

¿Tú te conformarás con tal respuesta,
Que de mi propio corazón recibo?
Tal vez la encuentre sin razón; pero ésta
Es la única razón por qué te escribo.

Que yo no vuelva a verte... me propones
Y aunque mi mente vacilante queda,
En vista de tu sexo y tus razones
Allá iré lo más pronto que pueda.

Juan De Dios Peza

25 de septiembre de 2007

SILENCIO








Cuando tú te quedes muda,
cuando yo me quede ciego,
nos quedarán las manos
y el silencio.

Cuando tú te pongas vieja,
cuando yo me ponga viejo,
nos quedarán los labios
y el silencio.

Cuando tú te quedes muerta,
cuando yo me quede muerto,
tendrán que enterrarnos juntos
y en silencio;

y cuando tú resucites,
cuando yo viva de nuevo,
nos volveremos a amar
en silencio;

y cuando todo se acabe
por siempre en el universo,
será un silencio de amor
el silencio.

Andrés Eloy Blanco

MIENTRAS YO TE BESABA



Mientras yo te besaba
te dormiste en mis brazos.
No lo olvidaré nunca.
Asomaban tus dientes
entre los labios:
fríos, distantes, otros.

Ya te habías ido.
Debajo de mi cuerpo seguía el tuyo,
y tu boca debajo de mi boca.
Pero tú navegabas
por mares silenciosos en los que yo no estaba.
Inmóvil y en silencio
nadabas alejándote
acaso para siempre....

Te abandoné en la orilla de tus sueños.
Con mi carne aún caliente
volví a mi sitio:
también yo mío ya, distante, otro.
Recuperé el disfraz sobre la arena.
"Adiós", te dije,
y entré en mi propio sueño,
mi propio sueño,
en el que tú no habitas.

Antonio Gala

23 de septiembre de 2007

AMARANTA

Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados
pórticos de limones desviados
por el canal que asciende a tu garganta.
Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.
La soledad, dormida en la espesura
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.
Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura
entre Amaranta y su amador se tiende.

Rafael Albertti

21 de septiembre de 2007

CANCION PARA LA ESPOSA AJENA




Tal vez guardes mi libro en alguna gaveta,
sin que nadie descubra cuál relata su historia,
pues será simplemente, los versos de un poeta,
tras de arrancar la página de la dedicatoria...

Y pasarán años... Pero acaso algún día,
o acaso alguna noche que estés sola en tu lecho,
abrirás la gaveta - como una rebeldía,
y leerás mi libro- tal vez como un despecho.

Y brotará un perfume de una ilusión suprema
sobre tu desencanto de esposa abandonada.
Y entonces con orgullo, marcarás la página...
y guardarás mi libro debajo de la almohada.

José Ángel Buesa

EL BORRACHO





Generoso en la copa, ruin en todo;
ronca la voz, inyecta la mirada,
párpados gruesos, faz abotagada
y siempre crudo cuando no beodo.

Perdida la razón, goza a su modo,
y nunca estar en su razón le agrada;
que el vino es todo, la razón es nada,
y sólo vive al empinar el codo.

Cuando al inflamarle empieza el aguardiente,
lenguaraz, atrevido y vivaracho,
es intrépido, franco y excelente

amigo; pero juzgo sin empacho
que no es franco, ni amigo, ni valiente;
porque el borracho, en fin, sólo es... borracho.

Antonio Plaza

20 de septiembre de 2007

CUANDO YO MUERA




Cuando yo muera, ha de llegarme el día
antes que a ti, al cerrar mis ojos yertos,
piensa que si aún hay vida entre los muertos,
te seguiré queriendo todavía.

En mi ansiedad suprema de agonía
mis labios secos, torpes y entreabiertos,
aun sin calor, se moverán inciertos
por balbucear tu nombre, amada mía.

Ése será tu triunfo. En esa hora
tú, de mi vida absurda embrujadora,
sabrás, al fin, cuánto te amé y sufrí...

Y dirás: A las otras mintió amores;
pero ninguna le causó dolores
de amor, ¡porque no amaba sino a mí!


Hilarión Cabrisas

ESTA TARDE MI BIEN

Esta tarde, mí bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

Sor Juana Inés de la Cruz

18 de septiembre de 2007

BRINDIS




He aquí dos rosas frescas, mojadas de rocío:
una blanca, otra roja, como tu amor y el mío.
Y he aquí que, lentamente, las dos rosas deshojo:
la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo.

Al beber, gota a gota, los pétalos flotantes
me rozarán los labios, como labios de amante;
y, en su llama o su nieve de idéntico destino,
serán como fantasmas de besos en el vino.

Ahora, elige tú, amiga, cuál ha de ser tu vaso:
si éste, que es como un alba, o aquél, como un ocaso.
No me preguntes nada: yo sé bien que es mejor
embriagarse de vino que embriagarse de amor...

Y así mientras tú bebes, sonriéndome -así,
yo, sin que tú lo sepas, me embriagaré de ti...

Jose Angel Buesa

POEMA DE LA DESPEDIDA






Te digo adiós si acaso te quiero todavía
quizás no he de olvidarte... Pero te digo adiós
No sé si me quisiste... No sé si te quería
o tal vez nos quisimos demasiado los dos.

Este cariño triste y apasionado y loco
me lo sembré en el alma para quererte a ti.
No sé si te amé mucho... No sé si te amé poco,
pero sí sé que nunca volveré a amar así.

Me queda tu sonrisa dormida en mi recuerdo
y el corazón me dice que no te olvidaré.
Pero al quedarme solo... Sabiendo que te pierdo,
tal vez empiezo a amarte como jamás te amé.

Te digo adiós y acaso con esta despedida
mi más hermoso sueño muere dentro de mí.
Pero te digo adiós para toda la vida,
aunque toda la vida siga pensando en ti.

José Ángel Buesa

16 de septiembre de 2007

COMO HERMANO Y HERMANA


Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

En la quietud de la pradera hay una
blanca y radiosa claridad de luna,
y el paisaje nocturno es tan risueño
que con ser realidad parece sueño.
De pronto, en un recodo del camino,
oímos un cantar... parece el trino
de un ave nunca oída
un canto de otro mundo y de otra vida...
¿Oyes? -me dices- y a mi rostro juntas
tus pupilas preñadas de preguntas.
la dulce calma de la noche es tanta
que se escuchan latir los corazones.
Yo te digo: no temas, hay canciones
que no sabremos nunca quién las canta.
Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...
Besado por el soplo de la brisa,
el estanque cercano se divisa...
Bañándose en las ondas hay un astro;
un cisne alarga el cuello lentamente
como blanca serpiente
que saliera de un huevo de alabastro...
Mientras miras el agua silenciosa,
como un vuelo fugaz de mariposa
sientes sobre la nuca el cosquilleo,
la pasajera onda de un deseo,
el espasmo sutil, el calor-frío,
de un beso ardiente, cual si fuera mío...
Alzas a mí tu rostro amedrentado
y trémula murmuras: ¿me has besado?...
Tu breve mano oprime
mi mano; y yo a tu oído: ¿sabes?, esos
besos nunca sabrás quién los imprime...
Acaso, ni siquiera si son besos...

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

En un desfalleciente desvarío,
tu rostro apoyas en el pecho mío,
y sientes resbalar sobre tu frente
una lágrima ardiente...
Me clavas tus pupilas soñadoras
y tiernamente me preguntas: ¿lloras?
Secos están mis ojos... Hasta el fondo
puedes mirar en ellos... Pero advierte
que hay lágrimas nocturnas - te respondo-
que no sabremos nunca quién las vierte.
Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano...

Enrique Gonzalez Martinez

14 de septiembre de 2007

NO TE OLVIDO



¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
qué mal conoces lo que pasa en mí;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo corazón, que ya te di.

¿Y temes que placeres borrascosos

arranquen ¡ay! del corazón la fe?
Para mí los placeres son odiosos;
en ti pensar es todo mi placer.

Aquí abundan mujeres deslumbrantes,

reinas que esclavas de la moda son,
y ataviadas de sedas y brillantes,
sus ojos queman, como quema el sol.

De esas bellas fascinan los hechizos,

néctar manan sus labios de carmín;
mas con su arte y su lujo y sus postizos,
ninguna puede compararse a ti.

A pesar de su grande poderío,

carecen de tus gracias y virtud,
y todas ellas juntas, ángel mío,
valer no pueden lo que vales tú.

Es tan ingente tu sin par pureza,

y tan ingente tu hermosura es,
que alzar puede su templo la belleza
con el polvo que oprimes con tus pies.

Con razón me consume negro hastío

desde que te hallas tú lejos de aquí,
y con razón el pensamiento mío
sólo tiene memoria para ti.

Yo pienso en ti con ardoroso empeño,

y siempre miro tu divina faz,
y pronuncio tu nombre cuando sueño.
Y pronuncio tu nombre al despertar.

Si del vaivén del mundo me retiro,

y ávido de estudiar quiero leer,
entre las letras ¡ay! tu imagen miro,
tu linda imagen de mi vida ser.

Late por ti mi corazón de fuego,

te necesito como el alma a Dios;
eres la virgen que idolatro ciego;
eres la gloria con que sueño yo.

Antonio Plaza

13 de septiembre de 2007

ALA Y RAIZ






Ala y raíz: la eternidad es eso.
Y aquí, de frente al mar, en la ribera,
la vida es como un fruto que cayera
de un alto gajo, por su propio peso.

Ala y raíz. Y el ala, sin regreso,
a la raíz, con sed de primavera:
que así el confín de la emoción viajera
duerme a la sombra del follaje espeso.

El mar corre descalzo por la arena.
Mi corazón ya casi es sólo mío.
El ancla está aprendiendo a ser antena

y el latido unicorde se hace escala.
Después, libre del tiempo, en el vacío,
Así: ¡mitad raíz y mitad ala!

Jose Angel Buesa

11 de septiembre de 2007

EL CELAJE



¿Adónde fuiste, Amor, adónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú, que me decías: "hasta luego,
volveré por la noche"... ¡no volviste!

¿En qué zarzas tu pie divino heriste?
¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Qué nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?

...Amor, ¡ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso;

y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.

Amado Nervo

NOCTURNO



Tengo mucho miedo
de las hojas muertas,
miedo de los prados
llenos de rocío.

Yo voy a dormirme
si no me despiertas,
dejaré a tu lado mi corazón frío.
¿Qué es eso que suena muy lejos? Amor...
El viento en las vidrieras,
¡Amor mío!
Te puse collares
con gemas de aurora.
¿Por qué me abandonas en este camino?

Si te vas muy lejos,
mi pájaro llora
y la verde viña
no dará su vino.
¿Qué es eso que suena muy lejos? Amor...
El viento en las vidrieras,
¡Amor mío!

Tú no sabrás nunca,
esfinge de nieve,
lo mucho que yo
te hubiera querido
esas madrugadas
cuando tanto llueve
y en la rama seca
se deshace el nido.
¿Qué es eso que suena muy lejos? Amor...
El viento en las vidrieras,
¡Amor Mío¡

Federico Garcia Lorca

10 de septiembre de 2007

LA VEJEZ




Me llegará lentamente
y me hallará distraído
probablemente dormido
sobre un colchón de laureles.
Se instalará en el espejo,
inevitable y serena
y empezará su faena
por los primeros bosquejos.

Con unas hebras de plata
me pintará los cabellos
y alguna línea en el cuello
que tapará la corbata.
Aumentará mi codicia,
mis mañas y mis antojos
y me dará un par de anteojos
para sufrir las noticias.

La vejez...
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí, donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.

La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue, la juventud alguna vez.

Con admirable destreza,
como el mejor artesano
le irá quitando a mis manos
toda su antigua firmeza
y asesorando al Galeno,
me hará prohibir el cigarro
porque dirán que el catarro
viene ganando terreno.

Me inventará un par de excusas
para amenguar la impotencia,
que vale más la experiencia
que pretensiones ilusas,
me llegará la bufanda,
las zapatillas de paño
y el reuma que año tras año
aumentará su demanda.

La vejez...
es la antesala de lo inevitable,
el último camino transitable
ante la duda... ¿qué vendrá después;

La vejez
es todo el equipaje de una vida,
dispuesto ante la puerta de salida
por la que no se puede ya volver

A lo mejor, más que viejo
seré un anciano honorable,
tranquilo y lo más probable,
gran decidor de consejos
o a lo peor, por celosa
me apartará de la gente
y cortará lentamente
mis pobres, últimas rosas.

La vejez
está a la vuelta de cualquier esquina,
allí donde uno menos se imagina
se nos presenta por primera vez.

La vejez...
es la más dura de las dictaduras,
la grave ceremonia de clausura
de lo que fue la juventud alguna vez.

Alberto Cortés

7 de septiembre de 2007

EL ROMANCE DE LA FELICIDAD


Felicidad: yo te he encontrado
más de una vez en mi camino;
pero al tender hacia ti el ruego
de mis dos manos... has huido,
dejando en ellas, solamente,
cual una dádiva, cautivo
algún mechón de tus cabellos
o algún jirón de tus vestidos...

Tanto mejor fuera no haberte
hallado nunca en mi camino.
Por ser tu dueño, siento a veces
que no soy dueño de mí mismo...
Toda esperanza es un engaño;
todo deseo es un martirio...

Felicidad: te vi de cerca;
pero no pude hablar contigo.
Ya voy sintiéndome cansado...
Cuando en la orilla del camino
me siento a ver pasar a muchos
que hacia ti vayan cuál yo he ido,
tal vez te atraiga mi reposo,
mi displicente escepticismo,
mi resignada indiferencia,
mi corazón firme y tranquilo;
y, paso a paso, a mí te acerques,
sin que yo llegue a percibirlo,
y, al fin, sentándote a mi lado,
hablarme empieces: - Buen amigo...

¿Será mejor el no buscarte?
¿Será mejor el ser altivo
en la desgracia y no sentirse
juguete vil de tus caprichos?
Yo sólo sé que cuantas veces
con más afán te he perseguido,
más fácilmente, hacia más lejos,
más desdeñosa, huir te he visto.
Yo sólo sé que cuantas veces
tornó perfil un sueño mío,
Felicidad, te vi. de cerca,
pero no pude hablar contigo...

Jose Santos Chocano

6 de septiembre de 2007

LA NIÑA DE GUATEMALA



Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda...
Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores...
Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.
Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡la frente
que más he amado en mi vida!...
Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.
Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.

José Marti

SUSPIRO




Si en tus recuerdos ves algún día
entre la niebla de lo pasado
surgir la triste memoria mía
medio borrada ya por los años,
piensa que fuiste siempre mi anhelo
y si el recuerdo de amor tan santo
mueve tu pecho; nubla tu cielo,
llena de lágrimas tus ojos garzos;
¡ah! no me busques aquí en la tierra
donde he vivido, donde he luchado,
sino en el reino de los sepulcros
donde se encuentran paz y descanso!

Jose Asunción Silva

4 de septiembre de 2007

VERSOS OTOÑALES



Al mirar mis mejillas, que ayer estaban rojas,
he sentido el otoño; sus achaques de viejo
me han llenado de miedo; me ha contado el espejo
que nieva en mis cabellos mientras caen las hojas...

¡Que curioso destino! Me ha golpeado a las puertas
en plena primavera para brindarme nieve
y mis manos se hielan bajo la presión leve
de cien rosas azules sobre sus dedos muertas

Ya me siento invadida totalmente de hielo;
castañean mis dientes mientras el sol, afuera,
pone manchas de oro, tal como en primavera,
y ríe en la ensoñada profundidad del cielo.

Y lloro lentamente, con un dolor maldito...
con un dolor que pesa sobre mis fibras todas,
¡Oh, la pálida muerte que me ofrece sus bodas
y el borroso misterio cargado de infinito!

¡Pero yo me rebelo!... ¿Cómo esta forma humana
que costó a la materia tantas transformaciones
me mata, pecho adentro, todas las ilusiones
y me brinda la noche casi en plena mañana?

Alfonsina Storni

3 de septiembre de 2007

EL PERRO FLACO



Esquelético, hambriento, el pobre tiene
los ojos tristes y el andar calmoso,
a ratos a la sombra se detiene
en procura de un poco de reposo.

La turba de pilletes atorrantes
lo acosa a cascotazos despiadada,
él los mira con ojos suplicantes
y continúa su infeliz jornada...

¡Esta rabioso!, grita una chicuela
que pasa en dirección para la escuela,
y huye del can, llorosa y asustada.

Y por instigación de una vecina,
el botón de parada en una esquina
le acelera su marcha hacia la Nada.

Celedonio Flores

VOY CON MI HACHA

Mis güenos siñores:
¡Pónganse muy changos!
¡Pónganse muy águilas!
La musa del pueblo
qu'es la que me cuadra,
en vez di una lira
me dio esta guitarra,
que manque esté vieja
y un poco estillada,
salen con sus notas
suspiros y lágrimas
di un pueblo que sufre,
di un pueblo que sangra...

Yo sé di otro modo

dicir las palabras
pero esta es la musa
qui a mí más me cuadra,
y onqu'esté la probe
vestida d'hilachas,
ansina la quero,
y es la que me manda
que diga sus cosas
lo mesmo qu'ella habla,
lo mesmo que sente,
lo mesmo que canta.,.

No inoro qui hay munchos

qu'esto no les cuadra,
y por ser humilde
van a dispreciarla,
pero, ¡eso no li aunque!

¡Guena es la guitarra!

¡Tan guena com'otras
de muncha pomada!
y ella no es culpable
de si por disgracia
estas probes manos
no saben tocarla...

Sus guenas mercedes,

perdonen la lata
y díganme aluego
si no les doy di ala,
pa que yo me largue
con todo y guitarra...

Pero si por suerte,

les he caido en gracia,
¡ Aguárdensi un pelo...
¡Déjenme templaría...
¡Pónganse muy changos...
¡Pónganse muy águilas...
Mis güenos siñores,
¡Ai les voy con mi hacha!

Carlos Rivas Larrauri

2 de septiembre de 2007

CARTA LIRICA A OTRA MUJER


Vuestro nombre no sé, ni vuestro rostro
conozco yo, y os imagino blanca,
débil como los brotes iniciales,
pequeña, dulce... Ya ni sé... Divina.
En vuestros ojos placidez de lago
que se abandona al sol y dulcemente
le absorbe su oro mientras todo calla.
Y vuestras manos, finas, como aqueste
dolor, el mío, que se alarga, alarga,
y luego se me muere y se concluye
así, como lo veis; en algún verso.
Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca
tenéis un rumoroso colmenero.
Si las orejas vuestras son a modo
de pétalos de rosas ahuecados...
Decidme si lloráis, humildemente.
mirando las estrellas tan lejanas.
Y si en las manos tibias se os aduermen
palomas blancas y canarios de oro.
Porque todo eso y más, vos sois, sin duda:
Vos, que tenéis el hombre que adoraba
entre las manos dulces, vos la bella
que habéis matado, sin saberlo acaso,
toda esperanza en mí... Vos, su criatura.
Porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
estáis gustando del amor secreto
que guardé silencioso... Dios lo sabe
por qué, que yo no alcanzo a penetrarlo.
Os lo confieso que una vez estuvo
tan cerca de mi brazo, que a extenderlo
acaso mía aquélla dicha vuestra
Me fuera ahora... ¡sí! acaso mía...
Más ved, estaba el alma tan gastada
que el brazo mío no alcanzó a extenderse:
La sed divina, contenida entonces,
me pulió el alma... ¡Y él ha sido vuestro!
¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos
el se adormece y le decís palabras
pequeñas y menudas que semejan
pétalos volanderos y muy blancos.
Acaso un niño rubio vendrá luego
a copiar en los ojos inocentes
los ojos vuestros y los de él
unidos en un espejo azul y cristalino...
¡Oh, ceñidle la frente! ¡Era tan amplia!
¡Arrancaban tan firmes los cabellos
a grandes ondas, que a tenerla cerca
no hiciera yo otra cosa que ceñirla!
Luego dejad que en vuestras manos vaguen
los labios suyos; él me dijo un día
que nada era tan dulce al alma suya
como besar las femeninas manos...
Y acaso, alguna vez, yo, la que anduve
vagando por afuera de la vida,
-Como aquellos filósofos mendigos
que van a las ventanas señoriales
a mirar sin envidia toda fiesta-
me allegue humildemente a vuestro lado
y con palabras quedas, susurrantes,
os pida vuestras manos un momento,
para besarlas, yo, como él las besa...
Y al recubrirlas, lenta, lentamente,
vaya pensando: aquí se aposentaron
¿Cuánto tiempo?, sus labios, ¿cuánto tiempo
En las divinas manos que son suyas?
¡Oh, qué amargo deleite, este deleite
de buscar huellas suyas y seguirlas
sobre las manos vuestras tan sedosas,
tan finas, con sus venas tan azules!
Oh, que nada podría, ni ser suya,
ni dominarle el alma, ni tenerlo
rendido aquí a mis pies, recompensarme
este horrible deleite de hacer mío
un inefable, apasionado rastro.
y allí en vos misma, sí, pues sois barrera,
barrera ardiente, viva, que al tocarla
ya me remueve este cansancio amargo,
este silencio de alma en que me escudo,
este dolor mortal en que me abismo,
esta inmovilidad del sentimiento
¡Que sólo salta, bruscamente, cuando
nada es posible!

Alfonsina Strorni

1 de septiembre de 2007

GRACIAS A LA VIDA



Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que, cuando los abro,
perfecto distingo lo negro del blanco,
y en el alto cielo su fondo estrellado,
y en las multitudes el hombre que yo amo.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el oído, que en todo su ancho
graba noche y día; grillos y canarios.
martillos, turbinas, chubascos
y la voz tan tierna de mi enamorado.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con el las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano y luz, alumbrando
la ruta del alma del que estoy amando.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados;
con ellos anduve ciudades y charcos,
playas y desiertos, montañas y llanos,
y la casa tuya, tu calle y tu patio.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me dio el corazón, que agita su marco
cuando miro el fruto del cerebro humano,
cuando miro el bueno tan lejos del malo,
cuando miro el fondo de tus ojos claros.

Gracias a la vida, que me ha dado tanto.
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto;
así yo distingo dicha de quebranto,
los dos materiales que forman mi canto
y el canto de ustedes, que es el mismo canto,
y el canto de todos, que es mi propio canto.

Gracias a la vida...

Violeta Parra