CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de julio de 2007

LOS BESOS QUE YO TE DI


Aunque entres en una alberca
de agua fría y arrayanes
que tenga disuelta dentro
columnas, estrellas y aires;
aunque con buriles nuevos
acuñen nueva tu imagen,
y un sayón bartolomeo
piel a túrdigas te arranque;
aunque nacieras de nuevo
en el vientre de tu madre
y el Padre Santo de Roma
de nuevo te acristianase,
los besos que yo te di
no te los quitará nadie,
que vas reluciendo besos
pregonando su linaje,
brillando y oscureciendo
como una luna en dos fases
que nunca mata el creciente
porque no quiere el menguante.
La saliva de mis besos
no se te pegó a la carne.
Si se te hubiera pegado
arrancarla, fuera fácil
y pisotearla luego,
cosas de buenos amantes;
pero no fue pegadiza,
no fue postura de traje
que en una feria, se compra
y en otra feria, se añade,
y cuando pasa, se cambia
conforme cambia el paisaje,
como un catorce de mayo
que no quiere sofocarse.
La saliva de mis besos
te cimentó, la raigambre,
la respiraron tus huesos,
la comieron tus ijares
te clareó las entrañas,
te hizo crecer y esponjarte
como crecen y se esponjan
los chopos al agua fácil;
lo canijo de tu vida
tuvo un apoyo de jaspe:
mis besos; el hambre tuyo
dejó de ser malas hambres
con mis besos; el horizonte
sin causa, tuvo su lumbre.
Tu palabra sin engarce
tuvo gramática, ¡besos!,
que son, más que besos, frases
de un evangelio de lumbre
con nuestras dos iniciales.
Ahora di: ¿Qué tienes tú
que no estuviera unido,
unido a mis besos antes.
Eras cañamazo torpe,
hilaza que se deshace
y en los labios tuve agujas
divinas para bordarte,
de la camisa al pañuelo,
desde el tuétano a la carne.
Que tu eras humo dormido
que no acierta a despejarse,
y yo te mostré mi joyel
en ese fanal de besos
altos, densos, claros, graves
y dentro de él relucías
-tú, que eras tristeza mate-,
como reluce una hostia
que acaba de consagrarse,
que es pan y no es pan, porque
se amasó de eternidades.
Anda, quítate mis besos,
date alquitrán y vinagre,
entra en un río de greda
o en una selva de sables,
busca otros besos que pongan
a los míos antifaces.
Qué habrías de conseguir? Di,
si habrían de machacarte
y en el polvo de tus huesos
estarían mis señales.
El agua se irá burlada,
la lumbre quemará en balde,
se mellarán las navajas,
caerán las caretas fáciles,
te señalarán cien dedos,
dianas de los cobardes,
te gastarás, en mentidos
esfuerzos de escaparte
a aun allí, estarán mis besos,
fundidos en tu raigambre.
Y hasta el día que la tierra
con otra tierra te tape,
por debajo del montón
mis besos han de notarse,
vivos, aunque te hayas muerto,
nuevos, aunque tú los gastes,
calientes, aunque te enfríes,
verdad, aunque los negaste,
para que Dios te conozca
por lo bizarro del traje
y sean los besos míos
al cabo, los que te salven.

José Antonio Ochaita

29 de julio de 2007

FUSILES Y MUÑECAS



Juan y Margot, dos ángeles hermanos
Que embellecen mi hogar con sus cariños
Se entretienen con juegos tan humanos
Que parecen personas desde niños.

Mientras Juan, de tres años, es soldado
Y monta en una caña endeble y hueca,
Besa Margot con labios de granado
Los labios de cartón de su muñeca.

Lucen los dos sus inocentes galas,
Y alegres sueñan en tan dulces lazos;
El, que cruza sereno entre las balas;
Ella, que arrulla un niño entre sus brazos.

Puesto al hombro el fusil de hoja de lata,
El kepis de papel sobre la frente,
Alienta el niño en su inocencia grata
El orgullo viril de ser valiente.

Quizá piensa, en sus juegos infantiles,
Que en este mundo que su afán recrea,
Son como el suyo todos los fusiles
Con que la torpe humanidad pelea.

Que pesan poco, que sin odios lucen,
Que es igual el más débil el más fuerte,
Y que, si se disparan, no producen
Humo, fragor, consternación y muerte.

¡Oh, misteriosa condición humana!
Siempre lo opuesto buscas en la tierra;
Ya delira Margot por ser anciana,
Y Juan, que vive en paz, ama la guerra.

Mirándoles jugar me aflijo y callo:
¿Cuál será sobre el mundo su fortuna?
Sueña el niño con armas y caballo,
La niña con velar junto a la cuna.

El uno corre de entusiasmo ciego,
La niña arrulla a su muñeca inerme,
Y mientas grita el uno: Fuego! fuego,
La otra murmura triste: Duerme, duerme.

A mi lado ante juegos tan extraños
Concha, la primogénita, me mira:
¡Es toda una persona de seis años
Que charla, que comenta y que suspira!

¿Por qué inclina su lánguida cabeza
Mientras deshoja inquieta algunas flores?
¿Será la que ha heredado mi tristeza?
¿Será la que comprende mis dolores?

Cuando me rindo del dolor al peso,
Cuando la negra duda me avasalla,
Se me cuelga del cuello, me da un beso,
Se le saltan las lágrimas y calla.

Sueltas sus trenzas claras y sedosas,
Y oprimiendo mi mano entre sus manos,
Parece que medita en muchas cosas
Al mirar cómo juegan sus hermanos.

Margot, que canta en madre transformada,
Y arrulla a un hijo que jamás se queja,
Ni tiene que llorar desengañada,
Ni el hijo crece, ni se vuelve vieja.

Y este guerrero audaz de tres abriles
Que ya se finge apuesto caballero,
No logra en sus campañas infantiles
Manchar con sangre y lágrimas su acero.

¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres!
Amo tus goces, busco tus cariños;
Cómo han de ser los sueños de los hombres,
Más dulces que los sueños de los niños!

¡Oh, mis hijos! No quiera la fortuna
Turbar jamás vuestra inocente calma,
No dejéis esa espada ni esa cuna:
¡Cuando son de verdad, matan el alma!

Juan De Dios Peza

21 de julio de 2007

NACER HOMBRE


Cuánto trabajo ella pasa
por corregir la torpeza
de su esposo, y en la casa,
(Permitidme que me asombre).
tan inepto como fatuo,
sigue él siendo la cabeza,
¡Porque es hombre!

Si algunos versos escribe,
de alguno esos versos son,
que ella sólo los suscribe.
(Permitidme que me asombre).
Si ese alguno no es poeta,
por qué tal suposición,
¡Porque es hombre!

Una mujer superior
en elecciones no vota,
y vota el pillo peor.
(Permitidme que me asombre).
con tal que aprenda a firmar
puede votar un idiota,
¡Porque es hombre!

El se abate y bebe o juega.
En un revés de la suerte:
ella sufre, lucha y ruega.
(Permitidme que me asombre).
Que a ella se llame el "ser débil"
y a él se le llame el "ser fuerte".
¡Porque es hombre!

Ella debe perdonar
siéndole su esposo infiel;
pero él se puede vengar.
(Permitidme que me asombre).
En un caso semejante
hasta puede matar él,
¡Porque es hombre!

¡Oh, mortal privilegiado,
que de perfecto y cabal
gozas seguro renombre!
En todo caso, para esto,
te ha bastado
nacer hombre.

Adela Samudio

20 de julio de 2007

QUE CULPA TENGO YO


Qué culpa tengo yo para mi muerte
de manos de un fanático suicida
qué culpa tengo yo de no ser fuerte
para blindar las puertas de mi vida.

Qué culpa tengo yo si mi camino
de siempre es un camino sosegado
no tengo vocación de jacobino
ni soy un trasgresor iluminado.

Si debo convivir con los violentos
por ética les niego mi indulgencia
Los seres que generan malos vientos
no pueden navegar en mi conciencia.

En nombre de que míseros designios
se juega con la paz y con su suerte
la paz es un deber, y es el dominio
que tiene por haber la buena gente.

Conciente soy de ser entre la masa
un punto más en medio de la pista
un número nomás en la subasta
un impreciso numero en la lista.

Qué culpa tengo yo de los manejos
de rapaces ediles sin conciencia
que escurren siempre el bulto y el pellejo
y acaban con mi fe y mi paciencia

Si debo convivir con los corruptos
Tampoco les dedico mi indulgencia
ni tan siquiera un mísero exabrupto
que pueda decorarles la conciencia.

qué culpa tengo yo de los enojos
de jurásicos seres trastornados
que juegan a la muerte y sus despojos
en tremendos y arteros atentados.

Que sepa de para siempre el terrorismo
de artera sombra y docta villanía
que solo tiene espacio en el abismo
del crimen y su eterna cobardía

No hay fin que justifique tanta pena
ni pena que no viva su calvario
no hay crimen que se quede sin condena
más tarde, más que nunca o más temprano.

Alberto Cortez

19 de julio de 2007

POEMA DE LA CULPA




Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.

Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fue como un agua callada que corría...
Si es culpa tener sed, toda la culpa es mía.

Perdónala Señor, tú que le diste a ella
su frescura de lluvia y esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío:
yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.

Pero, ¿cómo no amarla, si tú hiciste que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?

Traté de rechazarla, Señor, inútilmente,
como un surco que intenta rechazar la simiente.
Era de otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.

Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño:
las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me dio su amor como se da una rosa
como quien lo da todo, dando tan poca cosa...

Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
ella no fue culpable, Señor... ni yo tampoco
La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella
y me diste los ojos para mirarla a ella.

Sí, nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
y si es culpa de un río cuando corre hacia el mar.
Es tan bella, Señor, y es tan suave, y tan clara,
que sería pecado mayor si no la amara.

Y por eso, perdóname, Señor, porque es tan bella,
que tú, que hiciste el agua, y la flor, y la estrella,
tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
tú también la amarías, ¡si pudieras ser hombre!

Jose Angel Buesa

18 de julio de 2007

CONFIDENCIAS A UNA ESTRELLA



Sigue, sigue blanca estrella,
Por el cielo en que naciste,
Sin dejar ninguna huella...
Siempre te hallaré más bella,
Siempre te hallaré más triste.

Hoy vengo con mi dolor,
Cual antes feliz venía;
Mas ya nunca, astro de amor,
Ceñirás con tu fulgor
Ni su frente ni la mía.

Tú cruzas por ese cielo,
Dando con tu luz la calma;
Yo cruzo, por este suelo,
Llevando en mi desconsuelo
Lena de sombras el alma.

Dame, dame tu luz bella;
Que en esta alma sin amor,
Tú sorprenderás estrella,
En cada nube una huella,
Y en cada huella un dolor.

Tú que has escuchado el canto
De mi primera pasión,
Acompaña mi quebranto,
Y alumbra el amargo llanto
que brota del corazón.

¡Horas del primer cariño!
tú las miraste lucir,
Cuando ante tu luz de armiño,
La niña en brazos del niño
Soñaba en el porvenir.

¡Dulce amor! ¡Grata ciencia!
¡Blanca luz! ¡Delirio ardiente!
¿Por qué huyes de la existencia,
Cuando una dura experiencia
Va marchitando la frente?

¡Aquellos goces extraños,
Aquel esperar en Dios,
Sin recoger desengaños,
Aquel pasar de los años
Sin perturbar a los dos!

Todo, todo, blanca estrella,
Tu tibia luz alumbró;
¡Edad de sueños aquella,
Envidiable, dulce, bella,
Que para siempre huyó!

Celia, al expirar el día,
Por estos sitios vendrá,
Ya no como antes venía,
Que aquella alma que fue mía,
Pertenece a otra alma ya.

Antes ¡ay! ¡Cuánto embeleso!
Sollozando de placer,
Dejaba en mi frente un beso;
Por eso, estrella; por eso
No quiero volverla a ver.

Ahora, dulce y cariñosa,
En otro sus ojos fijos,
Tendrá su boca amorosa
La majestad de la esposa
Para besar a sus hijos.

Con tus rayos blanquecinos
Alumbra siempre su hogar;
Aparta nuestros caminos,
Y ¡ay! que sus ojos divinos
No aprendan nunca a llorar.

Si sigues, tú, blanca estrella,
Por el cielo en que naciste,
Sin dejar ninguna huella...
Siempre te hallaré más bella,
Siempre me verás más triste.

Juan De Dios Peza

17 de julio de 2007

DESPECHO




¡Ah, qué estoy cansada! Me he reído tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.

Tanto, que esta intensa palidez que tengo
(como en los retratos de viejo abolengo)
es por la fatiga de la loca risa
que en todo mi cuerpo su sopor desliza.

¡Ah, qué estoy cansada! Déjame que duerma;
pues, como la angustia, la alegría enferma.
¡Qué rara ocurrencia decir que estoy triste!
¿Cuándo más alegre que ahora me viste?

¡Mentira! No tengo ni dudas, ni celos,
Ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos,
Si brilla en mis ojos la humedad del llanto,
es por el esfuerzo de reírme tanto...

Juana de Ibarbourou

16 de julio de 2007

A EL




No existe lazo ya; todo está roto:
plúgole al Cielo así; ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto;
mi alma reposa al fin; nada desea.

Te amé, no te amo ya; piénsolo, al menos.
¡Nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
trague el olvido; el corazón respire.

Lo has destrozado sin piedad; mi orgullo
una vez y otra vez pisaste insano...
mas nunca el labio exhalará un murmullo
para acusar tu proceder tirano.

De graves faltas vengador terrible,
dócil llenaste tu misión; ¿lo ignoras?
No era tuyo el poder que, irresistible,
postró ante ti mis fuerzas vencedoras.

Quísolo Dios, y fue. ¡Gloria a su nombre!
Todo se terminó; recobro aliento.
¡Ángel de las venganzas!, ya eres hombre...
Ni amor ni miedo al contemplarte siento.

Cayó tu cetro, se embotó tu espada...
mas, ¡ay, cuán triste libertad respiro!
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada,
y en honda y vasta soledad me miro.

¡Vive dichoso tú! Si en algún día
ves este adiós que te dirijo eterno,
sabe que aún tienes en el alma mía
generoso perdón, cariño tierno.

Gertrudis Gómez de Avellaneda

13 de julio de 2007

CANCION A LA MUJER LEJANA




En ti recuerdo una mujer lejana,
lejana de mi amor y de mi vida.
A la vez diferente y parecida,
como el atardecer y la mañana.

En ti despierta esa mujer que duerme
con tantas semejanzas misteriosas,
que muchas veces te pregunto cosas,
que sólo ella podría responderme.

Y te digo que es bella, porque es bella,
pero no sé decir, cuando lo digo,
si pienso en ella porque estoy contigo,
o estoy contigo por pensar en ella.

Y sin embargo si el azar mañana
me enfrenta con ella de repente,
no seguiría a la mujer ausente
por retener a la mujer cercana.

Y sin amarte más, pero tampoco
sin separar tu mano de la mía,
al verla simplemente te diría:
"Esa mujer se te parece un poco"


Jose Angel Buesa

11 de julio de 2007

ARTE POETICA


Que golpee y golpee
hasta que nadie
pueda ya hacerse el sordo
que golpee y golpee
hasta que el poeta
sepa
o por lo menos crea
que es a él
a quien llaman.

Rafael Alberti

10 de julio de 2007

A MARGARITA

¡Qué radiosa es tu faz blanca y tranquila
bajo el dosel de tu melena blonda!
¡Qué abismo tan profundo tu pupila,
pérfida y azulada como la onda!

El fulgor soñoliento que destella
en tus ojos donde hay siempre un reproche
viene cual la mirada de la estrella
de un cielo ennegrecido por la noche.

Tu rojo labio en que la abeja sacia
su sed de miel, de aroma y embeleso,
ha sido modelada por la gracia
más para la oración que para el beso.

Tu voz que ora es aguda y ora grave,
llena de gratitud suena en mi oído
como el saludo arrullador del ave
al sol naciente que despierta el nido.


Salvador Díaz Mirón

7 de julio de 2007

HISTORIA DEL PENSAMIENTO


Cuando a su nido vuela el ave pasajera
a quien amparo disteis, abrigo y amistad
es justo que os dirija su cántiga postrera,
antes que triste deje, vuestra natal ciudad.
Al pájaro viajero que abandonó su nido
le disteis un abrigo, calmando su inquietud;
¡oh! Tantos beneficios, jamás daré al olvido
durable cual mi vida será mi gratitud.
En prueba de ella os dejo lo que dejaros puedo,
mis versos, siempre tristes, pero los dejo así;
porque pienso, a veces que entre sus letras quedo,
porque al leerlos creo que os acordáis de mí.

Voy, pues, a referiros una sencilla historia.
Que en mi alma desolada, honda impresión dejó;
me la contaron... ¿Dónde?... es frágil mi memoria...
Acaso el héroe de ella... o bien, la soñé yo.

Era una linda rosa, brillante enredadera,
tan pura, tan graciosa, espléndida y gentil.
Que era el mejor adorno de la feliz pradera,
la joya más valiosa del floreciente abril.
Al pie de ella crecía un pobre pensamiento,
pequeño, solitario, sin gracia ni color;
pero miró a la rosa y respiro su aliento
y concibió por ella el más profundo amor.
Mirando a su querida pasaba noche y día.
Mil veces ¡ay! Le quiso su pena declarar;
pero tan lejos siempre, tan lejos la veía,
que devoraba a solas su pena y su pesar.
A veces le mandaba sus tímidos olores,
pensando que llegaba hasta su amada flor;
pero la brisa, al columpiar las flores,
llevábase muy lejos la pena de su amor.
El pobre pensamiento mil lágrimas vertía,
desoladoras lágrimas, de acíbar y de hiel,
mientras la joven rosa, sin ver a otras crecía,
y mientras más crecía, más se alejaba de él.
Llega un jazmín en tanto a la pradera bella,
también él a la rosa al punto que la vio;
pero él fue más dichoso, pudo llegar hasta ella,
le declaró su pena, y al fin la rosa amó...
¿Comprenderéis ahora al pobre pensamiento,
al ver correspondido a su feliz rival?
¿No comprendéis su horrible, su bárbaro tormento
al verse condenado a suerte tan fatal?
Después lo transplantaron; vivió en otras praderas
indiferencia, olvido y hasta placer fingió:
miraba flores lindas, brillantes y hechiceras,
pero su amor constante y fiel compareció.
Por fin una mañana, estando muy distante,
el céfiro contóle las bodas del jazmín;
él escuchó sonriente, y ciego y delirante,
loco placer fingiendo, creyó olvidar al fin.
Pero al siguiente día con lágrimas le vieron
las flores, e ignorando su oculto padecer;
"Tú lloras, pensamiento, tú lloras", le dijeron:
"No es nada, contestóles, es llanto de placer".
...................................................
Ved la sencilla historia que os ofrecí contaros,
acaso os entristezca pero la dejo así;
adiós, adiós, ya parto; me atrevo a suplicaros
que la leáis a solas y os acordéis de mí.

Manuel Acuña

6 de julio de 2007

POEMA IMPACIENTE




¿Y si llegas tarde,
cuando mi boca tenga
sabor seco a cenizas,
a tierras amargas?
¿Y si llegaras cuando
la tierra removida y oscura (ciega, muerta)
llueva sobre mis ojos,
y desterrado de la luz del mundo
te busque en la luz mía,
en la luz interior que yo creyera
tener fluyendo en mí?
(Cuando tal vez descubra
que nunca tuve luz
y marche a tientas dentro de mí mismo,
como un ciego que tropieza a cada paso
como recuerdos que hieren como cardos.)
¿Y si llegara cuando ya el hastío
ata y venda las manos;
cuando no pueda abrir los brazos
y cerrarlos después como las valvas
de una concha amorosa que defiende
su misterio, su carne, su secreto;
cuando no pueda oir abrirse
la rosa de tu beso ni tocarla
(Tacto mío marchito entre la tierra yerta)
ni sentir que me nace otro perfume
que le responda al tuyo,
ni enseñar a tus rosas
el color de mis rosas?
¿Y si llegaras tarde
y encontraras tan sólo
las cenizas heladas de la espera?

Emilio Ballagas

4 de julio de 2007

RIMA LX - CENDAL FLOTANTE DE LEVE BRUMA






Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.

Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces.
¡Como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
del lago azul!

En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.

¡Yo, que a tus ojos en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro y demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!


Gustavo Adolfo Bécquer

3 de julio de 2007

PROFECIA






Me lo contaron ayer
las lenguas de doble filo,
que te casaste hace un mes,
y me quedé tan tranquilo...

Otro cualquiera, en mi caso,
se hubiera echao a llorar;
yo, cruzándome de brazos,
dije que me daba igual.

Nada de pegarme un tiro
ni enredarme en maldiciones,
ni apedrear con suspiros
los vidrios de tus balcones.

¿Que te has casao? ¡Buena suerte!
Vive cien años contenta,
y a la hora de la muerte
Dios no te lo tenga en cuenta.

Que si al pie de los altares
mi nombre se te borró,
por la gloria de mi mare,
que no te guardo rencor.

Porque sin ser tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
soy el que más te ha querío;
con eso tengo bastante.

Y haciendo un poco de historia,
nos volveremos atrás
para recordar la gloria
de mis días de chaval.

¿Qué tiene el niño Malena?
anda como trastornado
le encuentro cara de pena
y el colorcillo quebrao.

Y ya no juega con la tropa
ni tira piedras al río
ni se destroza la ropa
subiéndose a coger los”nios”

¿No te parece a ti extraño?
¿No es cosa muy rara
que un chaval de doce años
lleve tan triste la cara?...

Mira que soy perro viejo,
y estás demasiá tranquila.
¿Quieres que te de un consejo?
Vigila, mujer, vigila.

(Y fueron dos centinelas
los ojitos de mi mare)
Cuando sale de la escuela,
se va por los olivares.
¿ y qué es lo que busca allí?
Una niña. Tendrá el mismo
tiempo que él.
José Miguel, no le riñas,
que está empezando a querer.

Mi pare encendió un pitillo,
se enteró bien de tu nombre
y te compró unos zarcillo,
y a mí, un pantalón de hombre

Yo no te dije: ¡Te adoro!,
pero amarré en tu balcón
mi lazo de seda y oro
de primera comunión.
y tú, fina y orgullosa,
me ofreciste en recompensa
dos cintas color de rosa
que engalanaban tus trenzas.

"Voy a misa con mis primos.”
"Bueno; te veré en la ermita”
y qué serios nos pusimos
al darte el agua bendita.

Mas, luego, en el campanario,
cuando rompimos a hablar
Dice mi tía Rosario
que la cigüeña es sagrá,
y el colorín y la fuente,
y las flores y el rocío,
y aquel torito valiente
que está bebiendo en el río,
y el bronce de esta campana,
y el romero de los montes,
y aquella cinta lejana
que le llaman horizonte.

Todo es sagrao, cielo y tierra,
porque too lo hizo Dios.
"¿Qué te gusta más?" " ¡Tu pelo! "
Que bonito me salió:

Pues... y tu boca y tus brazos,
y tus manos redonditas,
y tus pies fingiendo el paso
de las palomas zuritas.

Con la pureza de un copo
de nieve te comparé,
te revestí de piropos
de la cabeza a los pies.

A la vuelta te hice un ramo
de pitiminí precioso.
y luego nos retratamos
en el agüita del pozo.
y hablando de estas pamplinas
que se inventan las criaturas,
llegamos hasta la esquina
agarraos por la cintura.

Yo te pregunté: "En qué piensas? "
Tú dijiste: " ¡En darte un beso! "
y yo sentí una vergüenza
que me caló hasta los huesos.

De noche, muertos de luna,
nos vimos por la ventana.
¡Chist! ... Mi hermanito está en la cuna,
le estoy cantando la "nana":

"Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco."
y mientras que tú cantabas,
yo, inocente, me pensé
que nos casaba la nana
como marío y mujer.

¡Pamplinas! Figuraciones
que se inventan los chavales;
después la vía se impone:
tanto tienes, tanto vales.

Por eso yo, al enterarme
que llevas un mes casá,
no dije que iba a matarme,
sino que me daba igual.

Mas como es rico tu dueño,
te vendo esta profecía:
Tú, cada noche, entre sueños,
soñarás que me querías
y recordarás la tarde
que tu boca me besó.
y te llamarás ¡cobarde!,
como te lo llamo yo,
y verás, sueña que sueña,
que me morí siendo chico.
y se llevó una cigüeña
"mi corazón en el pico".

Pensarás: No es cierto nada.
Yo sé que lo estoy soñando.
Pero allá en la madrugada
te despertarás llorando
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío;
con eso tengo bastante.

Por lo demás, todo se olvida
Verás cómo Dios te envía
un hijo como una estrella.
Avísame de seguida;
me servirá de alegría
cantarte la nana aquella:

"Quítate de la esquina,
chiquillo loco,
que mi mare no quiere
ni yo tampoco."

Pensarás: No es cierto nada.
Yo sé que lo estoy soñando.
Pero allá en la madrugada
te despertarás llorando
por el que no es tu marío,
ni tu novio, ni tu amante,
sino el que más te ha querío;
con eso tengo bastante.

Rafael de León

2 de julio de 2007

LA VACA BLANCA




De un amor que pasó, como un paisaje
visto del tren, cuando se va de viaje;
de un romance de un mes, en un cobijo
del llano, una mujer me dejó un hijo.

Ella murió, y abrieron una fosa,
y allí metieron el residuo humano,
y una cúpula azul sobre una losa
fue el mausoleo: el cielo sobre el llano.

Y me dejó un pequeño
así de grande y como flor de harina,
con unos ojos como para un sueño
y el laberinto de su lengua china.

Yo vine de muy lejos para verle. Tenía
las pestañas muy largas; me miró fijamente
y me mostró la lengua bajo la calva encía,
con una picardía
de granuja que dice: Qué me verá esta gente?

Tuvo hambre. Yo anduve de covacha en covacha
comprándole su leche al niño ajeno;
cada vez que encontraba una muchacha,
con cierta gula le miraba el seno.

Había seis mujeres:
eran cinco doncellas y una vieja arrugada;
eran diez pechos para los placeres
y dos que no servían para nada.

Pasé por el corral y hallé en la puerta
la vaca blanca y su ternera muerta.
Y se vino hacia mí la vaca blanca,
una estrella en la frente y una cruz en el anca...

Mi niño era de nieve; su ternera, de armiño;
por su ternera, yo le di mi niño.

Y era aquel despertar por la mañana,
cuando rompía el sueño
el mugir de la vaca en la ventana,
y el breve ordeñador iba al ordeño.

y aquella boca en el pezón colgante,
y aquel mirar de vaca, mansamente,
y después, él delante
del testuz, y la vaca le lamía la frente.

Hoy le enterramos. Vino
la fiebre, y en dos días se me fue. En el camino
he encontrado la vaca; por la tierra albariza
se acercaba a lo lejos su dolor de nodriza...

Los dos nos arrimamos, y se puso a mirarme;
en la frente dolida se le avivó el lucero,
y sus remotos ojos parecían hablarme
del dolor que le daba de perder mi ternero.

Y la nodriza y todo
cuanto del llano tuve, se me quedó en el llano...
La vaca me miraba..., me miraba de un modo,
que yo sentí la angustia de tenderle la mano..

Andrés Eloy Blanco