CafePoetas es un Blog sin animo de lucro donde se rinde homenaje a poetas de ayer, hoy y siempre.

31 de marzo de 2007

CARTA SIN FECHA





Amigo:

Sé que existes, pero ignoro tu nombre.
No lo he sabido nunca ni lo quiero saber.
Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre,
que es el único modo de hablar de una mujer.

Esa mujer es tuya, pero también es mía.
Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios.
Sólo sé que hoy me quiere como ayer te quería,
aunque quizás mañana nos olvide a los dos.

Ya ves: ahora es de noche. yo te llamo mi amigo;
yo, que aprendí a estar solo para quererla más;
y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo;
y tú, que no lo sabes, no la despertarás.

¡Qué importa lo que sueña!. Déjala así, dormida.
Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer.
Y ella irá de tu brazo para toda la vida,
y abrirá las ventanas en el atardecer.

Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino.
Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar,
y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,
ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.

Y pasarán los años favorables o adversos,
y nacerán las rosas que nacen porque sí;
y acaso tú, algún día, leerás estos versos,
sin saber que los hice por ella y para ti....

José Ángel Buesa

30 de marzo de 2007

CANCION DE AMOR



Amor, deja que me vaya,
déjame morir, amor.
Tú eres el mar y la playa.
Amor.
Amor, déjame la vida,
no dejes que muera, amor.
Tú eres mi luz escondida.
Amor.
Amor, déjame quererte.
Abre las fuentes, amor.
Mis labios quieren beberte.
Amor.
Amor, está anocheciendo.
Duermen las flores, amor,
y tú estás amaneciendo.
Amor.

Rafael Alberti

29 de marzo de 2007

DE "LA VIDA ES SUEÑO" I



Sueña el rey que es rey, y vive
con ese engaño mandando,
disponiendo y gobernando,
y este aplauso que recibe
prestado, en el viento escribe;
y en cenizas le convierte
la Muerte ¡desdicha fuerte!
¡Que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!
Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece,
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza,
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
de estas cadenas cargado
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño.
¡Que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son!


Pedro Calderón De La Barca

28 de marzo de 2007

HAGAMOS UN TRATO




Compañera usted sabe
que puede contar conmigo
no hasta dos ni hasta diez
sino contar conmigo.

Si alguna vez advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o talvez porque existe
usted puede contar conmigo.

Si otras veces me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar conmigo.

Pero hagamos un trato
yo quisiera contar con usted
es tan lindo saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber a ciencia cierta
que usted sabe
que puede contar conmigo.

Mario Benedetti

27 de marzo de 2007

A CH...


Si supieras, niña ingrata,
lo que mi pecho te adora;
si supieras que me mata
la pasión que por ti abrigo;
tal vez, niña encantadora,
no fueras tan cruel conmigo.

Si supieras que del alma
con tu desdén ha volado
fugaz y triste la calma,
y que te amo más mil veces,
que las violetas al prado
y que a los mares los peces;

tal vez entonces, hermosa,
oyeras el triste acento
de mi querella amorosa;
y atendiendo a mi reclamo,
mitigaras mi tormento
con un beso y un "yo te amo".

Si supieras, dulce dueño,
que tú eres del alma mía
el sólo y único sueño;
y que al mirar tus enojos,
la ruda melancolía
baña en lágrimas mis ojos;

tal vez entonces me amaras,
y con tus labios de niño
mis labios secos besaras;
y cariñosa y sonriente
a mi constante cariño
no fueras indiferente.

Ámame, pues, niña pura
ya que has oído el acento
del que idolatrarte jura;
y atendiendo a mi reclamo,
ven y calma mi tormento
con un beso y un "yo te amo".

Manuel Acuña

26 de marzo de 2007

CIRCULO DE OSCURIDAD



I

Una oscura sombra alada
al nacer, nació conmigo;
era un fantasma enemigo
que al misterio me ligaba.
Tanto a mi alma atormentaba,
que la llevó a la locura.
Vi el infierno y su tortura,
toqué el fondo del abismo,
mas conocí el espejismo
de gozarme en la amargura.


II

Todo en mi noche es negrura:
cuando hay luna, es tenebrosa;
brilla con luz angustiosa,
mas la oscuridad perdura;
y si la estrella fulgura,
su resplandor es de muerte.
Mi noche en la luz se vierte
y termina con la aurora.
Ya el día no existe ahora:
redonda noche es mi suerte.


III

Hay un eco de mi aullido,
que noche a noche me busca,
y torna mi sombra brusca,
cual espectro aborrecido.
Que todo mi contenido
en la oscuridad resalta,
pues cuando la luz me falta
entro a un mundo de locura,
pierdo voz, pierdo figura,
sólo mi esencia se exalta.


IV

A tientas ando el camino,
y por ello me acongojo,
pues a lo oscuro me arrojo
sin encontrar mi destino.
Y del negro torbellino
el turbio enigma no entiendo
¿es que ciega estoy viviendo?
¿o es que la luz no ha existido?
Será mejor que el olvido
me enseñe a vivir no viendo.


V

Me están doliendo las sienes
de tanto mirar al cielo,
pues hoy su azul es de duelo
y no me presagia bienes.
Dime, aire, ¿por qué contienes
en tu claridad las nieblas?
¿por qué de visiones pueblas
esa luz que yo veía?
-Es que atrás de ella temía
definitivas tinieblas.


VI

De la negrura más honda
ya mi alma se está formando.
La luz se va proyectando
en la tiniebla que ronda.
Oscuridad tan redonda
ha de llegar a moverse.
Las sombras al extenderse
fulgor transparentarán,
Y con su gris humo harán
mi noche desvanecerse.


VII

Noche sin despertar en que me hundiera
un tenebroso sueño que, obstinado,
a mi triste dormir ha sentenciado
a humeante gris que terminar espera.
Sin calor ni matiz, mi pobre esfera
a la esfera del mundo ha contemplado;
su eterna pequeñez ha equilibrado
al presentir la inmensidad de afuera.
Padece mi alma en redondez terrible:
tiene lo suyo y, además, lo adverso.
Lo mínimo a lo grande hace accesible;
resignación vuelve el camino terso,
y ya al fin se juntó lo incompatible:
Mi nada... y el total del universo.


Pita Amor

23 de marzo de 2007

LOS ESPEJOS





Yo que sentí el horror de los espejos
No sólo ante el cristal impenetrable
Donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos

Sino ante el agua especular que imita
El otro azul en su profundo cielo
Que a veces raya el ilusorio vuelo
Del ave inversa o que un temblor agita

Y ante la superficie silenciosa
Del ébano sutil cuya tersura
Repite como un sueño la blancura
De un vago mármol o una vaga rosa,

Hoy, al cabo de tantos y perplejos
Años de errar bajo la varia luna,
Me pregunto qué azar de la fortuna
Hizo que yo temiera los espejos.

Espejos de metal, enmascarado
Espejo de caoba que en la bruma
De su rojo crepúsculo disfuma
Ese rostro que mira y es mirado,

Infinitos los veo, elementales
Ejecutores de un antiguo pacto,
Multiplicar el mundo como el acto
Generativo, insomnes y fatales.

Prolongan este vano mundo incierto
En su vertiginosa telaraña;
A veces en la tarde los empaña
El hálito de un hombre que no ha muerto.

Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
Paredes de la alcoba hay un espejo,
Ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
Que arma en el alba un sigiloso teatro.

Todo acontece y nada se recuerda
En esos gabinetes cristalinos
Donde, como fantásticos rabinos,
Leemos los libros de derecha a izquierda.

Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
No sintió que era un sueño hasta aquel día
En que un actor mimó su felonía
Con arte silencioso, en un tablado.

Que haya sueños es raro, que haya espejos,
Que el usual y gastado repertorio
De cada día incluya el ilusorio
Orbe profundo que urden los reflejos.

Dios (he dado en pensar) pone un empeño
En toda esa inasible arquitectura
Que edifica la luz con la tersura
Del cristal y la sombra con el sueño.

Dios ha creado las noches que se arman
De sueños y las formas del espejo
Para que el hombre sienta que es reflejo
Y vanidad. Por eso nos alarman.

Jorge Luis Borges

22 de marzo de 2007

EL APARADOR




Tallado en roble oscuro, un gran aparador
-tan viejo que ha tomado el aire de los viejos-
al abrirse derrama, con su sombra, un olor,
excitante perfume de los vinos añejos.

Lleno está del barullo de viejas antiguallas,
lencería olorosa, amarilla, de ajados
encajes de mujeres y niños, faramallas
de pañuelos de abuelas con grifones pintados

Es en él que se encuentran, dijes y medallones,
guardapelos, retratos, olor de secas flores
que al perfume de fruta barajan sus olores.

¡Oh aparador antiguo! Historias a montones
quisieras tú contar, cuando crujientes inciertas
lentamente y negras vas abriendo tus puertas.

Rimbaud

21 de marzo de 2007

AMOR Y ORGULLO






Un tiempo hollaba por alfombras rosas;
y nobles vates, de mentidas diosas
prodigábanme nombres;
mas yo, altanera, con orgullo vano,
cual águila real a vil gusano,
contemplaba a los hombres.

Mi pensamiento -en temerario vuelo-
ardiente osaba demandar al cielo
objeto a mis amores,
y si a la tierra con desdén volvía
triste mirada, mi soberbia impía
marchitaba sus flores.

Tal vez por un momento caprichosa
entre ellas revolé, cual mariposa,
sin fijarme en ninguna;
pues de místico bien siempre anhelante,
clamaba en vano, como tierno infante
quiere abrazar la luna.

Hoy, despeñada de la excelsa cumbre
do osé mirar del sol la ardiente lumbre
que fascinó mis ojos,
cual hoja seca al raudo torbellino,
cedo al poder del áspero destino...

¡Me entrego a sus antojos!
Cobarde corazón, que el nudo estrecho
gimiendo sufres, dime: ¿qué se ha hecho
tu presunción altiva?
¿Qué mágico poder, en tal bajeza
trocando ya tu indómita fiereza,
de libertad te priva?

¡Mísero esclavo de tirano dueño,
tu gloria fue cual mentiroso sueño,
que con las sombras huye!
Di, ¿qué se hicieron ilusiones tantas
de necia vanidad, débiles plantas
que el aquilón destruye?
En hora infausta a mi feliz reposo,
¿no dijiste, soberbio y orgulloso:
-¿Quién domará mi brío?

¡Con mi solo poder haré, si quiero,
mudar de rumbo al céfiro ligero
y arder al mármol frío!
¡Funesta ceguedad! ¡Delirio insano!
Te gritó la razón... Mas... ¡cuán en vano
te advirtió tu locura!...

¡Tú mismo te forjaste la cadena,
que a servidumbre eterna te condena,
y a duelo y amargura!
Los lazos caprichosos que otros días
-por pasatiempo- a tu placer tejías,
fueron de seda y oro;
los que ahora rinden tu valor primero,
son eslabones de pesado acero,
templados con tu lloro.

¿Qué esperaste, ¡ay de ti!, de un pecho helado
de inmenso orgullo y presunción hinchado,
de víboras nutrido?
Tú, -que anhelabas tan sublime objeto-
¿cómo al capricho de un mortal sujeto
te arrastras abatido?
¿Con qué velo tu amor cubrió mis ojos,
que por flores tomé duros abrojos,
y por oro la arcilla?...
¡Del torpe engaño mis rivales ríen,
y mis amantes, ay, tal vez se engríen
del yugo que me humilla!
¿Y tú lo sufres, corazón cobarde?
¿Y de tu servidumbre haciendo alarde
quieres ver en mi frente
el sello del amor que te devora?...

¡Ah!, Velo, pues, y búrlese en buen hora
de mi baldón la gente.
¡Salga del pecho -requemando el labio-
el caro nombre de mi orgullo agravio,
de mi dolor sustento!...
¿Escrito no le ves en las estrellas
y en la luna apacible que con ellas
alumbra el firmamento?
¿No le oyes, de las auras al murmullo?
¿No le pronuncia -en gemidor arrullo-
la tórtola amorosa?
¿No resuena en los árboles, que el viento
halaga con pausado movimiento
en esa selva hojosa?

De aquella fuente entre las claras linfas,
¿no le articulan invisibles ninfas
con eco lisonjero...?
¿Por qué callar el nombre que te inflama,
si aún el silencio tiene voz, que aclama
ese nombre que quiero...?
Nombre que un alma lleva por despojo;
nombre que excita con placer enojo,
y con ira ternura;
nombre más dulce que el primer cariño
de joven madre al inocente niño,
copia de su hermosura;
y más amargo que el adiós postrero
que al suelo damos, donde el sol primero
alumbró nuestra vida,
nombre que halaga y halagando mata;
nombre que hiere -como sierpe ingrata-
al pecho que le anida.
¡No, no lo envíes, corazón, al labio!
¡Guarda tu mengua con silencio sabio!
¡Guarda, guarda tu mengua!
¡Callad también vosotras, auras, fuente,
trémulas hojas, tórtola doliente,
como calla mi lengua!

Gertrudis Gómez de Avellaneda

20 de marzo de 2007

ESTANCIAS




Este es el muro, y en la ventana
que tiene un marco de enredadera,
dejé mis versos una mañana,
una mañana de primavera.

Dejé mis versos en que decía
con frase ingenua cuitas de amores;
dejé mis versos que al otro día
su blanca mano pagó con flores.

Este es el huerto, y en la arboleda,
en el recodo de aquel sendero,
ella me dijo con voz muy queda:
"Tú no comprendes lo que te quiero".

Junto a las tapias de aquel molino,
bajo la sombra de aquellas vides,
cuando el carruaje tomó el camino,
gritó llorando: "¡Qué no me olvides!"

Todo es lo mismo; ventana y yedra,
sitios umbrosos, fresco emparrado
gala de un muro de tosca piedra;
y aunque es lo mismo, todo ha cambiado.

No hay en la casa seres queridos;
entre las ramas hay otras flores;
hay nuevas hojas y nuevos nidos,
y en nuestras almas, nuevos amores.

Francisco A. de Icaza

19 de marzo de 2007

ABDICACION




Tómame, oh noche eterna, en tus
brazos y llámame hijo.

Yo soy un rey que
voluntariamente abandoné mi
trono de ensueños y cansancios.

Mi espada, pesada en brazos
flojos, a manos viriles
y calmas entregué;
y mi cetro y corona yo los dejé
en la antecámara, hechos pedazos.

Mi cota de malla, tan inútil,
mis espuelas, de un tintineo tan fútil,
las dejé por la fría escalinata.

Desvestí la realeza, cuerpo y alma,
y regresé a la noche antigua y serena
como el paisaje al morir el día.

Fernando Pessoa

18 de marzo de 2007

A BACO



Salud !oh Baco! Tu Poder insólito,
es en la tierra talismán vivífico;
quien ha probado tu licor magnífico,
se vuelve siempre tu constante acólito...

Por ti, en las jaulas el glorioso Hipólito
maldicen el idiota y el científico
al mundo artero, que sonríe pacífico
de sus pesares, con cinismo insólito,

pero tú en cambio con bondad magnánima
cuando enardeces mi cerebro escuálido
haces vivir mi lacerada ánima

haces crecer mi corazón inválido:
y juro, por San Juan y la Verónica,
pasar la vida en borrachera crónica.


Antonio Plaza

17 de marzo de 2007

LAS MOSCAS




Vosotras, las familiares,
inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares,
me evocáis todas las cosas.

¡Oh, viejas moscas voraces,
como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces
sobre mi calva infantil!

¡Moscas del primer hastío
en el salón familiar,
las claras tardes de estío
en que yo empecé a soñar!

Y en la aborrecida escuela,
raudas moscas divertidas,
perseguidas
por amor de lo que vuela,
- que todo es volar -, sonoras
rebotando en los cristales
en los días otoñales...

Moscas de todas las horas,
de infancia y adolescencia,
de mi juventud dorada;
de esta segunda inocencia,
que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares,
que de puro familiares
no tendréis digno cantor:
yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado,
sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos
de los muertos.

Inevitables golosas,
que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas;
pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas,
me evocáis todas las cosas.

Antonio Machado

16 de marzo de 2007

ENEMIGO INTIMO



Hay tardes en que todo
huele a enebro quemado
y a tierra prometida.
Tardes en que está cerca el mar y se oye
la voz que dice: "Ven".
Pero algo nos retiene todavía
junto a los otros: el amor, el verbo
transitivo, con su pequeña garra
de lobezno o su esperanza apenas.
No ha llegado el momento. La partida
no puede improvisarse, porque sólo
al final de una savia prolongada,
de una pausada sangre,
brota la espiga desde
la simiente enterrada.

En esas largas
tardes en que se toca casi el mar
y su música, un poco
más y nos bastaría
cerrar los ojos para morir. Viene
de abajo la llamada, del lugar
donde se desmorona la apariencia
del fruto y sólo queda su dulzor.
Pero hemos de aguardar
un tiempo aún: más labios, más caricias,
el amor otra vez, la misma, porque
la vida y el amor transcurren juntos
o son quizá una sola
enfermedad mortal.

Hay tardes de domingo en que se sabe
que algo está consumándose entre el cálido
alborozo del mundo,
y en las que recostar sobre la hierba
la cabeza no es más que un tibio ensayo
de la muerte. Y está
bien todo entonces, y se ordena todo,
y una firme alegría nos inunda
de abril seguro. Vuelven
las estrellas el rostro hacia nosotros
para la despedida.
Dispone un hueco exacto
la tierra. Se percibe
el pulso azul del mar. "Esto era aquello".
Con esmero el olvido ha principiado
su menuda tarea...

Y de repente
busca una boca nuestra boca, y unas
manos oprimen nuestras manos y hay
una amorosa voz
que nos dice: "Despierta.
Estoy yo aquí. Levántate". Y vivimos.


Antonio Gala

15 de marzo de 2007

LA CHACHA MICAILA




Mi cantón, magresita del alma,
ya pa que lo quero,
si se jué la paloma del nido,
si me falta el calor de su cuerpo,
si ya sus canarios
de tiricia se han ido muriendo,
si los capulines
ya no sueltan sus frutos del tiempo,
y las campanillas, las adormideras
si han caído, tan recio
que cualquiera que va a visitarme
pisa sobre pétalos.

Y yo que la vide, dialtiro decaída
con los ojos negros
zambutidos en unas ojeras
moradas, y aluego
los tales quejidos;
los tales mareos
que dizque eran vaídos
al decir del médico.

¡Algame la Virgen!
Ya nomás de acordarme, padezco
mucho escalofrío
y me hogo del pecho,
y se mi hacen las manos y pieses,
como los badajos de los timbres létricos.

¡Qué poco a poquito, se me jué muriendo!
Tosía y tosía
y lloraba la probe en silencio.
-No llores, Micaila,
por toitos los santos del Cielo,
decíale al verla llorando,
y al decirlo, lloraba yo mesmo.

-Si te pondrás güena,
con los revoltijos que ti ha dado el médico,
no sias disconfiada con las medicinas,
que a mi me sacaron del maldito infierno.

¡Andale!, mi Chacha,
quero ver tu rostro trigueño,
como dos tizones
achispaos, tus lindos ojuelos.
¡Ah se mi olvidaba decirte que trujo
un rebozo de bola
mi compadre Chencho,
pa´ cuando te alivies
y en el cuaco trotón, en el prieto,
he pensado pa´ entonces que vayamos
los dos riales un sábado a verlo.

¿Queres? Y el domingo le entraremos
al mole muy recio,
y a la barbacoa,
y a los asaderos,
y en cuanto que Dios escurezca,
al paso golvemos
por el llano, abajo,
asegún se sigue la falda de cerro.

¡Micaila! no llores
y le daba un beso,
Ella se sonreía,
un instante, pero
me miraba con una tristeza
como si la sombra del presentimiento
le preñara los ojos de llanto,
que después derramaba en silencio.

El día de su muerte,
su rostro cenizo, me dio mucho miedo.
-¿Pos qué tienes, Chacha?
-No sé lo que tengo,
pero sé que me voy y es pa siempre
-Correré si quieres por el siñor médico,
¿queres, trigueñita?
-¿ Ya pa que? mejor tate sosiego,
quero hablarte por ultimo Chacho,
antes de que me hoguen los remordimientos.

Asiéntate y oye; yo quise decírtelo
dende hace muchísimo tiempo
y a la mera, no, pos yo me ciscaba,
¡cómo uno es mujer! Chacho, ¡qué caray!
y el miedo dizque no anda en burro,
pero ora qué li hace, mi negro,
si ya se te muere tu Chacha
qué li hace que sepas mi horrible secreto.

Hace unos seis años, siguro ¿recuerdas
que nos envitaron a los herraderos
los siñores amos?
-¡Vaya si mi acuerdo!
¿No jué aquel domingo
que salí cornao por un toro prieto,
cerca de las trancas, en el Rancho Verde
de ñor Juan?
-El mesmo,
ya vide que tías acordado,
por ái tienes nomás qui al saberlo,
de la casa grande
por la puerta mesma me salí corriendo
y en las trancas jallé a don Antonio,
aquel hijo mayor de don Pedro,
que era entonces alcalde del pueblo.

Pregúntele al punto
por ti, por tu herida, por tu paradero,
y me dijo que en una camilla
te jalaron pa casa del médico,
y que si quería que me llevaba en ancas
en el punto mesmo;
aceté, ¡qué caray!, no era cosa
de dejarte morir como un perro.
No nos vido salir de las trancas
naiden, y llegando de un bote al potrero,
y a galope tendido trepamos
la cuesta del cerro,
y al bajar la barranca del Cristo,
tan jonda y tan negra,
don Antonio empezó con sus cosas
con sus chicoleos,
que si yo era una rosa de mayo,
que si eran mis ojos noturnos luceros.
Yo todo a esto callaba; él se puso necio
y me dijo que tú eras muy probe:
total un ranchero;
que él, en cambio, era dueño de hacienda
con muchas talegas de pesos;
que ti abandonara
que nos juéramos pa México,
o pa los Uruapas o pa los Querétaros.

Yo me puse muy gira y le dije:
qui aunque probe, me daba mi prieto
pa presumir mucho
y andar diariamente con el zagalejo
muy lentejueliao
y cada semana con rebozo nuevo.

-Por si no por amor, por la juerza,
me dijo rayando su penco;
y sin más me apretó la centura
y mi boca manchó con un beso.
Nunca lo hubiera hecho, sentí que la sangre
cegaba mis ojos, y el furor mi seno;
saqué del arzón el machete,
y por las espaldas, lo jundí en su cuello.
Cayó pa delante con un grito horrendo,
y rodó rebotando hasta el jondo
del desfiladero...
Naiden supo nada
cuando lo jallaron todito disecho,
guiados por el puro jedor del barranco,
los jueces dijieron,
quesque jué un suicidio,
por no sé qué amores y demás enredos.
Yo me estuve callada la boca
pero ahora, pos dime, ¿ya pa qué, mi prieto?

Se quedó como estática; acaso
rezaba al morir, por el muerto.
La abracé llorando,
la besé en silencio,
y poco a poquito,
se me jué muriendo...

Mi jacal está maldito...
si lo queres, madre, pos ai te lo dejo,
si te cuadra, quémalo,
si lo queres, véndelo;
yo me güelvo a las filas, mi mama,
a peliar por la patria me güelvo;
si me quebra una bala, ¡qué liace!
al cabo en el mundo,
pa los que sufrimos la muerte en el alma,
vivir o morir es lo mesmo.

Mi cantón magresita del alma,
sin ella ¿ya pa qué lo quero…?

Antonio Guzmán Aguilera

14 de marzo de 2007

QUE SUERTE




Qué suerte he tenido de nacer,
para estrechar la mano de un amigo.
y poder asistir como testigo.
al milagro de cada amanecer.
Qué suerte he tenido de nacer.
para tener la opción de la balanza.
Sopesar la derrota y la esperanza,
con la gloria y el miedo de caer.
Qué suerte he tenido de nacer,
para entender que el honesto y el perverso.
son dueños por igual del universo
aunque tengan distinto parecer.
Qué suerte he tenido de nacer,
para callar cuando habla el que más sabe.
Aprender a escuchar, esa es la clave,
si se tiene intenciones de saber.
Qué suerte he tenido de nacer,
y lo digo sin falsos triunfalismos.
La victoria total, la de uno mismo.
se concreta en el ser y en el no ser.
Qué suerte he tenido de nacer,
para cantarle a la gente y la rosa,
y al perro y al amor y a cualquier cosa.
que puede al sentimiento recoger.
Qué suerte he tenido de nacer,
para tener acceso a la fortuna.
De ser río en lugar de ser laguna,
de ser lluvia en lugar de ver llover.
Qué suerte ha tenido de nacer,
para comer a conciencia la manzana,
Sin el miedo ancestral a la sotana
y a la venganza final de lucifer.
Pero sé, bien que sé....
que algún día también me moriré.
Si ahora vivo contento con mi suerte,
sabe Dios qué pensaré cuando mi muerte,
cúal será en la agonía mi balance.
no lo sé, nunca estuve en ese trance.
Pero sé, bien que sé...
que en mi viaje final escucharé
el ambiguo tañir de las campanas
saludando mi adiós, y otra mañana
y otra voz, como yo, con otro acento,
cantará a los cuatro vientos...
¡Qué suerte he tenido de nacer!

Alberto Cortés

13 de marzo de 2007

CASTIGO




I

¡Yo te juré mi amor sobre una tumba,
sobre su mármol santo!
¿Sabes tú las cenizas que qué muerta
conjuré temerario?

¿Sabes tú que los hijos de mi temple
saludan ese mármol,
con la faz en el polvo y sollozantes
en el polvo besando?

¿Sabes tú las cenizas de qué muerta,
mintiendo has profanado?
¡No lo quieras oír, que tus oídos
ya no son un santuario!

¡No lo quieras oír!... Como hay rituales
secretos y sagrados,
¡hay tan augustos nombres que no todos
son dignos de escucharlos!

II

Yo te di un corazón joven y justo...
¡por qué te lo habré dado!
¡Lo colmaste de besos, y una noche
te dio por devorarlo!

Y con ojos serenos... El verdugo,
que cumple su mandato,
¡solicita perdón de las criaturas
que inmolará en el tajo!

Tú le viste serena, indiferente,
gemir agonizando,
¡mientras su roja sangre enrojecía
tus mejillas de nardo!

Y tus ojos... ¡mis ojos de otro tiempo
que me temían tanto!...
¡ni una perla tuvieron, ni una sola:
eres de nieve y mármol!

III

¿Acaso el que me roba tus caricias
te habrá petrificado?
¿Acaso la ponzoña del Leteo
te inyectó a su contacto?

¿O pretendes probarme en los crisoles
de los celos amargos?,
¿y me vas a mostrar cuánto me quieres,
después, entre tus brazos?...

¡No se prueban así, con ignominias,
con corazones hidalgos!
¡No se templa el acero damasquino
metiéndolo en el fango!

Yo te alcé en mis estrofas, sobre todas,
hasta rozar los astros:
¡tócale a mi venganza de poeta,
dejarte abandonada en el espacio!


Almafuerte

12 de marzo de 2007

LA FLOR DEL AIRE


Yo la encontré por mi destino,
de pie a mitad de la pradera,
gobernadora del que pase,
del que le hable y que la vea.

Y ella me dijo: "Sube al monte.
Yo nunca dejo la pradera,
y me cortas las flores blancas
como nieves, duras y tiernas."

Me subí a la ácida montaña,
busqué las flores donde albean,
entre las rocas existiendo
medio dormidas y despiertas.

Cuando bajé, con carga mía,
la hallé a mitad de la pradera,
y fui cubriéndola frenética,
con un torrente de azucenas.

Y sin mirarse la blancura,
ella me dijo: "Tú acarrea
ahora sólo flores rojas.
Yo no puedo pasar la pradera."

Trepe las penas con el venado,
y busqué flores de demencia,
las que rojean y parecen
que de rojez vivan y mueran.

Gabriela Mistral

11 de marzo de 2007

LA POBRECITA DE INACIA




Cuando se vino del rancho,
todos créiban que si armaba;
naiden pensó qu'eso juera
la ruina de la chamaca.
Se vino porque la cosa
andaba dialtiro gacha;
eran munchos de familia
y, pa sostener la casa,
con lo que ganaba Lucas
ni modo que si ajustara.
Y como l'amo del rancho
necesitaba una gata,
pensó Lucas que era gueno
que juera a sirvir la Inacia,
su hija mayor, qui apenitas
en los quinci años andaba.
Sempre jue la consintida,
pos, dende muerta su mama
iba ya pa los cinco años,
ella jue la de la casa,
cuidando a sus hermanitos
y a Lucas, sin que s'echara
de menos a la dijunta
en las cosas de la casa.
Ella s'iba tempranito
a llevarle la canasta a Lucas,
pa que tuviera sus gordas
y su Tlamapa, sus chilitos,
sus frijoles y todo lo qui hace falta
al pión que, dende temprano,
s'está dando la gran talla
pa sacar, al fin de cuentas,
treinta centavos de raya.
Y, aluego ya que golvía
de darli a la tíacualiada,
l'entraba duro y cantiado
al quihacer que bía en la casa...
¡Era una cosa muy chula
ese dimoño d'Inacia!
Pero l'hambre andaba recio
y a Lucas no le quedaba
más rimedio que'l que juera
su hijita a sirvir de gata,
pa que ganara unos jierros
conque'l probe si ayudara.
Y ansina jue com'un dia
intriegó Lucas a Inacia
en casa del siñor amo
pa que sirviera de gata,
al cabo l'amo era gueno
y siguro iba a cuidarla...
Al prencipio recibia
a una carta por semana;
dimpués una cada mes,
y aluego ya ni una carta,
pero eso era lo de menos,
Lucas no se priocupaba,
porque, al fin y al cabo,
su hija se jallaba en guena casa.
En cercas de cinco meses
n'hubo noticias d'Inacia,
hasta qui un día se supo
qu'estaba dialtiro mala
y qu'era gúeno que jueran
de su casa a vesitarla,
porque la cosa era grave
y no juera la disgracia...
luego luego, el gúen Lucas,
s'hizo de tantitas lanas
y corrió a ver a su hijita,
a su probecita Inacia;
pero... ¡ya la jalló muerta!
¡ Acababan d'intierrarla!
Claro'stá qui averiguó
cuál jue di aquello la causa
y... ¡lo que supo jue horrible!
¡ La muerte de su chamaca,
jue a causa di un bebedizo
que le dieron pa qu'echara
el fruto de su dishonra
que llevaba en las entrañas...!
Y dicen las malas lenguas
qui a veces no son tan malas,
qué de toditito aquello
que le sucidió a l'Inacia
tuvo la culpa don Pedro,
el amo di aquella casa
qui a Lucas le paricia
de munchisima confianza..
Dende entonces, el gijen Lucas
no a guelto a jallar la calma
y a todos los que s'incuentra
les dice, bañado en lágrimas:
"¡ Malhaigan los atascados
que sueltan a sus chamacas...!
¡ Malhaigan los que no sernos
ni siquera pa cuidarlas!"

Carlos Rivas Larrauri

10 de marzo de 2007

DUERME TRANQUILO

Dijiste la palabra que enamora
A mis oídos. Ya olvidaste. Bueno.
Duerme tranquilo. Debe estar sereno
Y hermoso el rostro tuyo a toda hora.

Cuando encanta la boca seductora
Debe ser fresca, su decir ameno;
Para tu oficio de amador no es bueno
El rostro ardido del que mucho llora.

Te reclaman destinos más gloriosos
Que el de llevar, entre los negros pozos
De las ojeras, la mirada en duelo.

¡Cubre de bellas víctimas el suelo!
Más daño al mundo hizo la espada fatua
De algún bárbaro rey Y tiene estatua.

Alfonsina Storni

9 de marzo de 2007

A UNA RAMERA






Mujer preciosa para el bien nacida,
mujer preciosa por mi mal hallada,
perla del solio del Señor caída
y en albañal inmundo sepultada;
cándida rosa en el Edén crecida
y por manos infames deshojada;
cisne de cuello alabastrino y blando
en indecente bacanal cantando.

Objeto vil de mi pasión sublime,
ramera infame a quien el alma adora.
¿Por qué ese Dios ha colocado, dime
el candor en tu faz engañadora?
¿Por qué el reflejo de su gloria imprime
en tu dulce mirar? ¿Por qué atesora
hechizos mil en tu redondo seno,
si hay en tu corazón lodo y veneno?

Copa de bendición de llanto llena,
do el crimen su ponzoña ha derramado;
ángel que el cielo abandonó sin pena,
y en brazos del demonio ha entregado;
mujer más pura que la luz serena,
más negra que la sombra del pecado,
oye y perdona si al cantarte lloro;
porque, ángel o demonio, yo te adoro.

Por la senda del mundo yo vagaba
indiferente en medio de los seres;
de la virtud y el vicio me burlaba,
me reí del amor, de las mujeres,
que amar a una mujer nunca pensaba;
y hastiado de pesares y placeres
siempre vivió con el amor en guerra
mi ya gastado corazón de tierra.

Pero te vi… te vi… ¡Maldita hora
en que te vi, mujer! Dejaste herida
a mi alma que te adora, como adora
el alma que de llanto está nutrida;
horrible sufrimiento me devora,
que hiciste la desgracia de mi vida.
Mas dolor tan inmenso, tan profundo,
no lo cambio, mujer, por todo el mundo.

¿Eres demonio que arrojó el infierno
para abrirme una herida mal cerrada?
¿Eres un ángel que mandó el Eterno
a velar mi existencia infortunada?
¿Este amor tan ardiente, tan interno,
me enaltece, mujer, o me degrada?
No lo sé… no lo sé… yo pierdo el juicio.
¿Eres el vicio tú? … ¡Adoro el vicio!

¡Ámame tú también! Seré tu esclavo,
tu pobre perro que doquier te siga;
seré feliz si con mi sangre lavo
tu huella, aunque al seguirte me persiga
ridículo y deshonra; al cabo... al cabo,
nada me importa lo que el mundo diga.
Nada me importa tu manchada historia
si a través de tus ojos veo la gloria.

Yo mendigo, mujer, y tú ramera,
descalzos por el mundo marcharemos;
que el mundo nos desprecie cuando quiera,
en nuestro amor un mundo encontraremos.
Y si, horrible miseria nos espera,
ni de un rey por el otro la daremos;
que cubiertos de andrajos asquerosos,
dos corazones latirán dichosos.

Un calvario maldito hallé en la vida
en el que mis creencias expiraron,
y al abrirme los hombres una herida,
de odio profundo el alma me llenaron.
Por eso el alma de rencor henchida
odia lo que ellos aman, lo que amaron,
y a ti sola, mujer, a ti yo entrego
todo ese amor que a los mortales niego.

Porque nací, mujer, para adorarte
y la vida sin ti me es fastidiosa,
que mi único placer es contemplarte,
aunque tú halles mi pasión odiosa,
yo, nunca, nunca, dejaré de amarte.
Ojalá que tuviera alguna cosa
más que la vida y el honor, más cara
y por ti sin violencia la inmolara.

Sólo tengo una madre. ¡Me ama tanto!
sus pechos mi niñez alimentaron,
y mi sed apagó su tierno llanto,
y sus vigilias hombre me formaron.
A ese ángel para mí tan santo,
última fe de creencias que pasaron,
a ese ángel de bondad, ¡quién lo creyera!,
olvido por tu amor… ¡loca ramera!

Sé que tu amor no me dará placeres,
se que burlas mis grandes sacrificios.
Eres tú la más vil de las mujeres;
conozco tu maldad, tus artificios.
Pero te amo, mujer, te amo como eres;
amo tu perversión, amo tus vicios,
y aunque maldigo el fuego en que me inflamo,
mientras más vil te encuentro, más te amo.

Quiero besar tu planta a cada instante,
morir contigo de placer beodo;
porque es tuya mi mente delirante,
y tuyo es ¡ay! mi corazón de lodo.
Yo que soy en amores inconstante,
hoy me siento por ti capaz de todo.
Por ti será mi corazón do imperas,
virtuoso, criminal, lo que tú quieras.

Yo me siento con fuerza muy sobrada,
y hasta un niño me vence sin empeño.
¿Soy águila que duerme encadenada,
o vil gusano que titán me sueño?
Yo no sé si soy mucho, o si soy nada;
si soy átomo grande o dios pequeño;
pero gusano o dios, débil o fuerte,
sólo sé que soy tuyo hasta la muerte.

No me importa lo que eres, lo que has sido,
porque en vez de razón para juzgarte,
yo sólo tengo de ternura henchido
gigante corazón para adorarte.
Seré tu redención, seré tu olvido,
y de ese fango vil vendré a sacarte;
que si los vicios en tu ser se imprimen
mi pasión es más grande que tu crimen.

Es tu amor nada más lo que ambiciono,
con tu imagen soñando me desvelo;
de tu voz con el eco me emociono,
y por darte la dicha que yo anhelo
si fuera rey, te regalara un trono;
si fuera Dios, te regalara un cielo.
Y si Dios de ese Dios tan grande fuera,
me arrojara a tus plantas ¡vil ramera!


Antonio Plaza

8 de marzo de 2007

EL ARMA QUE TE DI



El arma que te di pronto la usaste
para herirme a traición y sangre fría.
Hoy te reclamo el arma, otra vez mía,
y el corazón en el que la clavaste.

Si en tu poder y fuerza confiaste,
de ahora en adelante desconfía:
era mi amor el que te permitía
triunfar en la batalla en que triunfaste.

Aunque aún mane la sangre del costado
donde melló su filo tu imprudencia,
ya el tiempo terminó de tu reinado.

Hecho a los gestos de la violencia,
con tu mala costumbre ten cuidado:
tú solo no te hieras en mi ausencia.

Voy a hacerte feliz. Sufrirás tanto
que le pondrás mi nombre a la tristeza.
Mal contrastada, en tu balanza empieza
la caricia a valer menos que el llanto.

Cuánto me vas a enriquecer y cuánto
te vas a avergonzar de tu pobreza,
cuando aprendas —a solas- qué belleza
tiene la cara amarga del encanto.

Para ser tan feliz como yo he sido,
besa la espina, tiembla ante la rosa,
bendice con el labio malherido,

juégate entera contra cualquier cosa.
Yo entero me jugué. Ya me he perdido.
Mira si mi venganza es generosa.

Antonio Gala

7 de marzo de 2007

LA RENUNCIA




He renunciado a ti. No era posible.
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.

Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
Hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...

He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
como el que ve partir grandes navíos
con rumbos hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.

He renunciado a ti, como renuncia
el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos extáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales
en los escaparates de las confiterías...

He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, cuántas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño...

Andrés Eloy Blanco

6 de marzo de 2007

LAS UVAS DEL TIEMPO





Madre: esta noche se nos muere un año.
En esta ciudad grande, todos están de fiesta;
zambombas, serenatas, gritos, ¡ah, cómo gritan!;
claro, como todos tienen su madre cerca...
¡Yo estoy tan solo, madre,
tan solo!; pero miento, que ojala lo estuviera;
estoy con tu recuerdo, y el recuerdo es un año
pasado que se queda.

Esta es la noche en que todos se ponen
en los ojos la venda,
para olvidar que hay alguien cerrando un libro,
para no ver la periódica liquidación de cuentas,
donde van las partidas al Haber de la Muerte,
por lo que viene y por lo que se queda,
porque no lo sufrimos se ha perdido
y lo gozado ayer es una perdida.

Aquí es de la tradición que en esta noche,
cuando el reloj anuncia que el Año Nuevo llega,
todos los hombres coman, al compás de las horas,
las doce uvas de la Noche Vieja.

Pero aquí no se abrazan ni gritan: ¡FELIZ AÑO!,
como en los pueblos de mi tierra;
en este gozo hay menos caridad; la alegría
de cada cual va sola, y la tristeza
del que está al margen del tumulto acusa
lo inevitable de la casa ajena.

Y ahora, madre, que tan sólo tengo
las doce uvas de la Noche Vieja,
hoy que exprimo las uvas de los meses
sobre el recuerdo de la viña seca,
siento que toda la acidez del mundo
se está metiendo en ella,
porque tienen el ácido de lo que fue dulzura
las uvas de la ausencia.

Y ahora me pregunto:
¿Por qué razón estoy yo aquí? ¿Qué fuerza pudo
más que tu amor, que me llevaba
a la dulce aninomia de tu puerta?

¡Oh miserable vara que nos mides!
¡El Renombre, la Gloria..., pobre cosa pequeña!
¡Cuando dejé mi casa para buscar la Gloria,
cómo olvidé la Gloria que me dejaba en ella!
Y esta es la lucha ante los hombres malos
y ante las almas buenas;
yo soy un hombre a solas en busca de un camino.

¿Dónde hallaré camino mejor que la vereda
que a ti me lleva, madre; la verdad que corta
por los campos frutales, pintada de hojas secas,
siempre recién llovida,
con pájaros del trópico, con muchachas de la aldea,
hombres que dicen: «Buenos días, niño»,
y el queso que me guardas siempre para merienda?

Esa es la Gloria, madre, para un hombre
que se llamó fray Luís y era poeta.
¡Oh mi casa sin cítricos, mi casa donde puede
mi poesía andar como una reina!
¿Qué sabes tú de formas y doctrinas,
de metros y de escuela?

Tú eres mi madre, que me dices siempre
que son hermosos todos mis poemas;
para ti, soy grande; cuando dices mis versos,
yo no sé si los dices o los rezas...

¡Y mientras exprimimos en las uvas del Tiempo
toda una vida absurda, la promesa
de vernos otra vez se va alargando,
y el momento de irnos está cerca,
y no pensamos que se pierde todo!

¡Por eso en esta noche, mientras pasa la fiesta
y en la última uva libo la última gota
del año que se aleja,
pienso en que tienes todavía, madre,
retazos de carbón en la cabeza,
y ojos tan bellos que por mí regaron
su clara pleamar en tus ojeras,
y manos pulcras, y esbeltez de talle,
donde hay la gracia de la espiga nueva;
que eres hermosa, madre, todavía,
y yo estoy loco por estar de vuelta,
porque tú eres la Gloria de mis años
y no quiero volver cuando estés vieja!...

Uvas del Tiempo que mi ser escancia
en el recuerdo de la viña seca,
¡cómo me pierdo, madre, en los caminos
hacia la devoción de tu vereda!
Y en esta algarabía de la ciudad borracha,
donde va mi emoción sin compañera,
mientras los hombres comen las uvas de los meses,
yo me acojo al recuerdo como un niño a una puerta.

Mi labio está bebiendo de tu seno,
que es el racimo de la parra buena,
el buen racimo que exprimí en el día
sin hora y sin reloj de mi inconsciencia.
Madre, esta noche se nos muere un año;
todos estos señores tienen su madre cerca,
y al lado mío mi tristeza muda
tiene el dolor de una muchacha muerta...

Y vino toda la acidez del mundo
a destilar sus doce gotas trémulas,
cuando cayeron sobre mi silencio
las doce uvas de la Noche Vieja.


Andrés Eloy Blanco